Por Michael Roberts


Las políticas de los bancos
centrales, junto con la posibilidad de que se alcance un acuerdo comercial
entre EEUU y China (aún no logrado), ha dado un nuevo aliento a las
instituciones financieras para invertir en los mercados de valores. Pero
el mayor impulsor del mercado de valores de Estados Unidos han sido las
principales compañías, que utilizan esta financiación barata para comprar sus
propias acciones y hacer subir su precio y aumentar el 'valor de mercado' de la
empresa. En 2018, las recompras alcanzaron los $ 1.18 billones,el doble de lo que se invirtió (después de cubrir costes del equipo desgastado)en capacidad productiva (fábricas, oficinas, equipos, software, etc.).
Así que los mercados
financieros están en pleno auge, pero la economía 'real' no acaba de
recuperarse. La recuperación de la Gran Recesión que terminó a mediados de
2009 se prolonga desde hace casi diez años este verano, siendo ya la
recuperación más larga tras una crisis en 75 años. Pero es también la
recuperación más débil desde 1945. Y la tendencia de crecimiento real del PIB y
de la inversión empresarial se mantiene muy por debajo de la tasa anterior a
2007. Esa es la razón por la que he llamado a los últimos diez años la Larga Depresión, similar
a la de los períodos de 1873-1897 o 1929-1942.
Más allá de la fantasía de
los mercados financieros, el crecimiento mundial se ha desacelerado. Y
peor aún, hay varias economías que parecen dirigirse hacia una franca
recesión. Hoy, la locomotora asiática, Corea del Sur, sufrió su peor
contracción trimestral desde la crisis financiera global (el crecimiento real
del PIB de Corea ha caído a sólo el 1,8% - ver gráfico), en la medida en que
esta economía impulsada por las exportaciones ha sentido el efecto de la
debilidad del crecimiento en China, las tensiones en el comercio mundial y una
desaceleración en el sector tecnológico.
Las
exportaciones, que representan alrededor de la mitad del PIB del país, sufren
una quinta caída mensual consecutiva, desde un 2,6 por ciento en el cuarto trimestre. Y
la inversión empresarial se desplomó un 10,8 por ciento, el peor dato desde la
crisis financiera asiática de 1998, y los grandes fabricantes, como Samsung
Electronics y SK Hynix, no han querido aumentar su capacidad de producción en
medio de una desaceleración económica mundial y una menor demanda de
semiconductores.
Peor aún, varias de las
llamadas grandes economías emergentes están experimentando contracciones
graves. Después de que el presidente Erdogan sufriese importantes derrotas
en las elecciones locales en Estambul y Ankara, el banco central de Turquía se
ha visto obligado a apuntalar la disminución rápida de reservas en dólares en
el país usando ''swaps en dólares”, y contratando préstamos a corto plazo de
alto riesgo. No ha tenido mas remedio, dada la huida de dólares del país cuando la economía se desplomó y
Erdogan se negó a aceptar un préstamo del FMI para reforzar su sector
financiero porque implicaría aplicar severas medidas de austeridad. Los
activos exteriores netos, una forma de calibrar las defensas financieras del
país, se desplomaron, perdiendo $ 9.4 mil millones entre el 6 y el 22 de marzo
hasta situarse en unos $ 19.5 mil millones, el nivel más bajo en dólares desde
2007. Si se excluyen los swaps, los activos externos netos han estado por
debajo de los $ 11.5 mil millones durante todo el mes de abril, cayendo desde
los $ 28.7 mil millones desde el inicio de marzo.
Argentina se ha hundido en
una profunda recesión en 2018 bajo el gobierno de derecha del presidente
Macri. Cuando fue elegido en diciembre de 2015, prometió que sus políticas
económicas 'neoliberales' atraerían la inversión extranjera directa e
impulsarían aumentos sostenidos de la productividad. La crisis de la
moneda que estalló en abril de 2018 subrayó el fracaso de ese enfoque.
A diferencia de Turquía,
Macri pidió al FMI un crédito stand-by de $ 57 mil millones - el más
grande de la historia del FMI - un caso claro de favoritismo del FMI para
ayudar a un gobierno que el FMI y los Estados Unidos consideran amigo, a
diferencia del anterior gobierno peronista. El dinero se utiliza para
hacer pagos de la deuda a medida que surgen. A seis meses de las
elecciones, las condiciones del FMI para el préstamo están teniendo efecto
negativo en el gasto público y aumentando las cargas fiscales.
La inversión se estanca, la
inflación se ha disparado y las altas tasas de interés impuestas por el banco
central han atraído capital especulativo a corto plazo, o 'dinero
caliente'. Este tipo de capital saldrá con toda probabilidad en cuanto se
produzca una nueva crisis. El próximo año, la cantidad de la deuda externa
que debe amortizarse estará en su punto más alto y el FMI también debe ser
reembolsado. El nuevo gobierno tendrá que elegir entre dos opciones
desagradables: el pago forzoso de una deuda más alta, más austeridad y más
recesión, o una dolorosa reestructuración de la deuda de resultado incierto.
Y no se puede olvidar
Pakistán. Otra de las llamadas economías emergentes donde se ha acabado el
capital para financiar el crecimiento económico y la inversión. Hasta
ahora la nueva administración de Imran Khan, el
ex capitán de cricket de Pakistán, que elegido gracias a su campaña contra la
corrupción, se ha negado a aceptar un préstamo del FMI, por las mismas razones
que Turquía. Su ministro de Finanzas, Omar Asad ha intentado conseguir
nuevos préstamos de China y el Medio Oriente, para gran disgusto de los
EEUU. Pero no ha sido suficiente para evitar un nuevo colapso potencial en
su moneda. La inflación de Pakistán se encuentra en un máximo de cinco
años de más del 9 por ciento, mientras que el valor de la rupia se ha
desplomado un 33 por ciento desde 2017.
Umar fue obligado a dimitir
la semana pasada. El nuevo ministro de Finanzas ha alcanzado un principio
de acuerdo para pedir un préstamo del FMI – las compañías de Pakistán ganarán
así algo de estabilidad, mientras que el pueblo de Pakistán pagará más
impuestos y sufrirá recortes de servicios y proyectos de infraestructura, así
como peores condiciones de trabajo. “Las soluciones no van a ser
fáciles. Las opciones serán políticamente difíciles para cualquier
gobierno“, dijo Abid Suleri, asesor económico de Khan.
Los mercados de valores
pueden estar en auge en América del Norte, pero la prosperidad económica en
muchas partes del mundo se está evaporando como el agua en un desierto. Y
en algunas partes se acerca rápidamente una tormenta de arena.
Michael Roberts
es un
reconocido economista marxista británico, que ha trabajador 30 años en la City
londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.