Juan Manaure
Los acontecimientos de
los últimos meses ratifican la política de conciliación de clases que han
venido llevando adelante los sectores reformistas de nuestro gobierno, que asfixiado por la
crisis económica generada por la burguesía, y ante la consecuente desconfianza
que sus posiciones vacilantes han provocado entre la clase trabajadora,
intenta, cual malabarista, mantener contentos a la burguesía y al proletariado,
para poder mantenerse en el poder. No obstante, la experiencia histórica de la
lucha de clases demuestra que esta política al final tiene un único destino: el
fracaso de la revolución, la derrota de la clase trabajadora y la posterior
desmoralización y desmovilización del proletariado por largos períodos.
¿Cómo se manifiesta la
conciliación de clases en la cotidianidad? Pues bien, después de la derrota
electoral del 6 de diciembre el gobierno incorporó al gabinete a un empresario,
el presidente de Fedeindustria Miguel Pérez Abad, y creó el Consejo Nacional de
Economía Productiva, abandonando así el Plan de la Patria, testamento político
del Comandante Chávez, y asumiendo la Agenda Económica Bolivariana, propuesta
muy parecida a la primera oferta electoral de Chávez en 1998, la Agenda Alternativa
Bolivariana, superada pocos años después. Al mismo tiempo, instaló el Congreso
de la Patria, para “construir un nuevo bloque histórico”, “reagrupar fuerzas”,
construir el “nuevo modelo económico”, etc.