Emir Sader
Nunca como ahora, en todo el mundo, tanta gente vive de su
trabajo, pero nunca como ahora, en todo el mundo, tanta gente trabaja sin sus
derechos garantizados.
Una sociedad cuya riqueza es resultado de lo que hacen diariamente
los trabajadores, cada vez les reconoce menos, cada vez garantiza menos sus
empleos, sus derechos, sus salarios mínimamente dignos.
Es alrededor de las actividades del trabajo que vive la mayoría
aplastante de la gente en todo el mundo. Entre despertar muy temprano, gastar
algunas horas en un trasporte muy malo, cumplir una larga e intensa jornada de
trabajo, retomar el mismo trasporte de retorno, llegar a la casa y recomponer
las energías para reempezar la misma jornada al día siguiente, gira la vida de
millones y millones de personas en todo el mundo.
Para la gran mayoría, se vive o se sobrevive para trabajar. No hay
tiempo para mucho más. Ni se puede escoger en qué trabajar. Cuando hay trabajo
Porque lo que más caracteriza hoy al mundo del trabajo, en
cualquier parte del mundo, en mayores o menores proporciones, es el trabajo
informal, el trabajo precario, sin contrato de trabajo, con trabajo
intermitente, como define la nueva y cruel legislación del trabajo en Brasil.
Es decir, trabajo sin garantía de continuidad, sin vacaciones, ni licencia de
salud o maternidad, ni décimo tercero, ni nada de lo que está presente en los
contratos formales de trabajo.