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Responsabilidades en revolución



“El capitalista se apodera de una parte del valor de la fuerza de trabajo que en realidad pertenece al dueño de la fuerza de trabajo; del mismo modo, el capitalismo a través del control de las comunicaciones masivas y de la “industria cultural” se apodera de una buena parte de la mentalidad de los hombres, pues inserta en ella toda clase de mensajes que tienden a preservar el capitalismo”
Ludovico Silva

“La Crisis Histórica de la humanidad se reduce
a la crisis de su dirección revolucionaria” 
León Trotsky. El Programa de Transición


Por Turki Al Maaz
@turkialmaaz

Desde la división en clases de la sociedad, los dueños de los medios de producción han buscado y de hecho lo han logrado, las formas, métodos y maneras de mantener a las grandes mayorías sujetas al modo de producción de turno como algo inamovible y natural, inclusive, en la actualidad tratan de justificarlo de manera científica. Esto lo podemos entender si analizamos la causa-efecto de la alienación en el modo de producción esclavista: en este modo de producción el esclavo no se pertenecía a sí mismo sino al amo; el amo podía disponer a voluntad del esclavo, de su cuerpo, de su mente, de su personalidad y sus habilidades. Carecía de libertad completa, (no podía hacer lo que quisiera con su cuerpo, ni con su sexualidad, ni con su mente) como también le pertenecía al amo el conjunto de objetos producidos por el (por ejemplo los objetos de su actividad manual, lo que obtenía por trabajar en el campo, ...). Según Marx, igualmente ocurre en el modo de producción capitalista: aquí el hombre se reduce a una mercancía, usada por el dueño de los medios de producción sólo como un instrumento más en la cadena de producción de bienes. La propiedad privada convierte los medios y materiales de producción en fines en sí mismos a los que subordina al mismo hombre. La propiedad privada aliena al hombre porque no lo trata como fin en sí mismo, sino como mero medio o instrumento para la producción.

Es así como, en los siguientes modos de producción, estos mecanismos fueron haciéndose más eficientes y efectivos desde el inicio del capitalismo hacia el imperialismo como su fase superior, con formas altamente sofisticadas de manipulación, utilizando para ello no solamente los avances técnicos, tecnológicos y científicos, sino además una superestructura de dominación física e ideológica conformada por intelectuales, científicos, gobiernos, iglesia, instituciones educativas y hasta trabajadores y sindicatos.

De esta manera, con el bombardeo permanente a nuestra subjetividad nos llevan hacia un darwinismo social donde nos atacamos unos a otros mientras no logramos identificar al verdadero enemigo interno y externo. Políticas de bienestar social, clientelares, discursos encendidos de “izquierda” y antiimperialistas, reformas que no avanzan sino que se estancan y retroceden, administración del poder popular y del movimiento de los trabajadores a través de centrales apéndices de los distintos gobiernos; en fin, un sinnúmero de mecanismos e ideologías que dificultan el avance de las grandes mayorías y ponen en tres y dos a la vanguardia de la izquierda, los cuales en muchas oportunidades sucumben a la tentación, a la trampa y/o el juego y terminan plegándose a estas políticas dejando de lado el impulso de la unidad.

Para esto se emplea a los medios de comunicación (desinformación o manipulación) masivos, monopólicos, privados o públicos, junto a nuevas redes sociales emergentes, permeado todo esto por una ideológica religiosidad individualista del “sálvese quien pueda”, que funciona para la lógica de la dominación capitalista.

Es así como el orden capitalista busca la normalidad de su funcionamiento, es decir, de (la ganancia y la acumulación), alejando la realidad en la subjetividad colectiva de cualquier perspectiva revolucionaria, socialista, inclusive reformista. Con algunas excepciones, ya no acude a la tradición del golpe cívico militar; sino a novedosos mecanismos asentados en la manipulación del consenso social, falseando la realidad.

¿Es posible articular una relación entre la alienación y la teoría de la explotación elaborada por Marx? En efecto, la teoría de la alienación es lo suficientemente rica para suministrar una explicación comprensiva de los modos en que los seres humanos son utilizados en el capitalismo y las maneras en que esta utilización los perjudica. En el proceso de trabajo, Marx distingue entre la alienación del trabajador de su producto y su alienación en la misma actividad laboral. Marx describe el producto del trabajador como un ser ajeno, para acentuar la falta de control del trabajador sobre lo que produce y el destructivo resultado de esta falta de control.

En ese sentido lo que nos toca discutir es el orden democrático y económico en curso y en su conjunto, lo que supone analizar el horizonte de confrontación por la igualdad, junto a la libertad de elegir, controlar y gobernar.

Es de perogrullo que no alcanza con la lucha por la igualdad, la distribución del ingreso y la riqueza, si al mismo tiempo no cuestionamos y buscamos la erradicación del orden político y cultural bajo sus formas democráticas realmente existentes, es decir, el capitalismo, lo que implica superar el carácter electivo de la democracia para abordar mecanismos de participación y protagonismo de la clase trabajadora y el poder popular en el control y la toma de decisiones.

Para esta tarea debemos demostrar con claridad que las inspiradoras metas socialistas deben estar siempre ligadas a la articulación de transformaciones inmediatas que permitan avanzar y no se queden en el marco del sistema dominante. Las que van dirigidas, elaboradas y diseñadas para mejorar las condiciones de vida y trabajo, la libertad de asociación y el imperio de la ley; hasta aquellas concebidas para garantizar la completa igualdad a las mujeres, la separación de iglesia y Estado, la educación universal laica, la democratización del arte y la cultura, la nacionalización de la banca, la socialización de los medios de producción, entre otras. Mostrar a la clase trabajadora ampliamente entendida, en palabras de August Bebel, que los partidos o el partido “esta actuando para ellos en la práctica, y no simplemente remitiéndoles a algún futuro Estado socialista, del cual nadie conoce la fecha de llegada” (lo ocurrido en Chile puede ser una referencia con el PCCH y la “vía chilena al socialismo). Pero, además, hacer todo esto con la participación protagónica y activa de la clase trabajadora y el poder popular. “para equipar intelectual y culturalmente a la clase obrera en el control de su propio destino político y económico” (Lo ocurrido en Fasinpat remite a pensar la historia de la lucha de la clase obrera no solo en Argentina sino a nivel internacional, esta experiencia que se desarrolló en la cerámica Zanón en el año 2000 y que se extiende hasta nuestros días, constituye un ejemplo de militancia, compromiso, organización y lucha de los trabajadores), lo cual supone, por encima de todo, el desarrollo de las capacidades de autogobierno de la clase trabajadora, de esta manera nos estaremos preparando en la acción concreta para construir el socialismo.

La tarea no es sencilla, ya que se trata de luchar contra un sistema que lo controla todo, especialmente los grandes medios de comunicación y los cuerpos represivos del estado, así como la cosa económica, pero aun así creemos que es la tarea, obviamente incorporándonos al ser y al quehacer colectivo, con principios sólidos que beneficien a la mayoría, y donde aquellos más claros jugarán un papel orientador brindando herramientas para que el avance sea independiente, acertado, sin jugar a corrientes, grupos o sujetos, sino al beneficio de las mayorías, es decir, serán uno más del colectivo que estará con ellos y para ellos.

La ideología: un mecanismo más

El marxismo habla de la alienación económica del trabajador, en la medida en que se le desposee de lo que produce para favorecer a quien controla el medio de producción, pero también de la otra alienación, absolutamente necesaria para la materialización de esta primera: la ideológica. Para Marx, el Estado es, lejos de una visión amable y paternalista, el principal instrumento de la clase dominante para imponer su ideología al resto de la sociedad. El Estado emplea todos los mecanismos necesarios para ejercer su control y dominio. Mediante sus armas de manipulación ideológica: la religión oficial, la educación y los medios de comunicación, independientemente del régimen político establecido, sea un totalitarismo o una oclocracia bajo apariencia de democracia impoluta.

La religión, como herramienta de sometimiento que apela tradicionalmente a la resignación y al sufrimiento, ha perdido mucho fuelle en los países ricos, aunque en algunos como el nuestro sigue teniendo una presencia alienadora importante. Es la educación y, sobre todo, el manejo demagogo de los medios de comunicación, la principal arma al servicio de una casta aferrada al poder. Resulta revelador estos días, observar las trincheras informativas desde las que una pandilla de opinadores y profesionales de la manipulación se aferran a la continuidad de un aparato de poder putrefacto.

La concepción Marxista no trata de explicar la historia a partir de la idea, sino mediante la actividad práctica del hombre. Es por ello que no puede partir desde otro punto que no sea el trabajo y las relaciones que resultan del mismo. Por tanto la producción, el modo en que se ha desarrollado y sus consecuencias tienen que ocupar un lugar en cualquier concepción materialista de la historia para poder explicar el sentido en que la misma ha venido ocurriendo. Sin embargo, cuando se trata de la producción a la que hace referencia Marx debemos tener en cuenta que este no se está refiriendo solo a lo material y lo físico sino a lo objetivo y lo que provoca que en ella estén implicadas todas las creaciones humanas, tanto las espirituales como los materiales.

Con esta concepción de la historia uno de los objetivos fundamentales de Marx era explicar al proletariado desde bases objetivas; el modo en que podría llegar a destruir la explotación impuesta por la burguesía. Mediante la interpretación de los procesos productivos y de los resultados de la producción teniendo como concepto esencial la enajenación de su producción.

En el sentido que le da Marx, la alienación es la acción mediante la cual (o estado en el cual) una persona, un grupo, una institución o una sociedad deviene (o permanece) enajenada 1) con respecto a los resultados o productos de su propia actividad (y a la actividad misma), y 2) a la naturaleza en la que vive, y/o 3) a otros seres humanos, y (además, por conducto de alguno o de todos los puntos 1 a 3) también 4) con respecto a sí mismo (a sus posibilidades humanas históricamente creadas). Concebida de este modo, la alienación es siempre autoalienación (Esto es usado por los filósofos Hegel y Marx —separarse de uno mismo— —volverse extraño— para indicar que el término alienación hace referencia a una autoalienación). ​ Por lo tanto, la alienación es una falta de autoestima, la ausencia de sentido en la vida de uno, consecuente a ser coaccionado para llevar una vida sin oportunidad de auto-realización, es decir, la alienación del hombre (de su yo) con respecto a sí mismo (de sus posibilidades humanas) a través de sí mismo (a través de su propia actividad). La autoalienación no es sólo una de entre las formas de la alienación, sino la propia esencia y la estructura básica de la alienación. Por otro lado, la “autoalienación” no es simplemente un concepto (descriptivo); es también una apelación o llamamiento a un cambio revolucionario del mundo (desalienación).1

En ese sentido, las ideas no son entidades autónomas sino el producto de la actividad social, productiva y material de los hombres cuyas contradicciones encuentran su justificación en la ideología. La clase obrera tiene asegurado su porvenir en sus estrategias políticas dentro del campo de batalla que le presenta la burguesía permanentemente donde las trampas mas “eficaces” y menos “falaces” de la ideología se hacen escuchar y percibir.

Por eso, ahora los pueblos tienen el desafío infranqueable de retomar la tradición de confrontación anticapitalista, la de ayer y la del presente, para asumir las tareas actuales, por la igualdad, contra el colonialismo, el capitalismo, el imperialismo, contra el patriarcado y toda forma de discriminación y racismo. Si hay que condenar acciones que deshonran a la izquierda o incluso, quieran o no, consolidan el proyecto de los que dominan, eso debe circunstanciarse, pero no tirar por la borda toda la experiencia histórica del proceso de confrontación contra el orden capitalista.

Todo lo anterior, a grosso modo explica la actitud de las grandes mayorías desposeídas que, precisamente por no controlar los medios de producción ni ostentar el poder político son transformadas en sujetos dependientes del consumismo, del sálvese quien pueda, de la ineficiencia, ineficacia, corrupción, burocratismo; sin perspectivas de cambio; como mecanismo o estrategia para perpetuar el sistema dominante. Mediante la explotación y la opresión, nos transforman en seres sumisos, a la espera pasiva y atemporal de un mesías que nos saque de la miseria, y evitar así que descubramos nuestras propias fuerzas como individuos y más aun como grupo en unidad; que en definitiva nos brindará la solución a la barbarie a la que nos lleva este sistema.

Ideológicamente manipulan la realidad, falseándola, presentando, como ya dijimos, a través de los medios de comunicación, y con sujetos que servilmente se prestan para esta manipulación, realidades ficticias que les permite mantener a la población en permanente duda e incertidumbre haciendo que se concentre en lo irrelevante, en lo distractivo, en lo amarillista, en lo aparente; todo lo cual nos distrae, nos confunde y hace que las grandes mayorías no logren ver al  sistema capitalista como el verdadero culpable de nuestra actual realidad que produce las penurias por la que atravesamos y aquellos que lo permiten que en definitiva son los verdugos ejecutores encargados de que este sistema se perpetúe.  

Es así que, trasladar los esquemas, o acciones practicadas en tal o cual país producto de la arremetida neoliberal imperialista en alianza con gobiernos títeres, a los trabajadores, trabajadoras y movimientos populares en general es “escurrir el bulto” en cuanto a las distintas “direcciones” existentes, donde, en líneas generales todas o la gran mayoría le hacen el juego al sistema, impulsando medidas reformistas y lo que es peor aún, manteniéndolas dentro del marco del sistema que dicen combatir.

En ese sentido, nos atrevemos a decir que los principales culpables de la ausencia de una autentica o idónea dirección revolucionaria y socialista son los dirigentes de izquierda que se supone conforman la vanguardia, porque en el mar de organizaciones que pululan a nivel global no han logrado, a pesar de que son los más “claros”, la unidad básica necesaria para el avance en dirección hacia una sociedad socialista. Pareciera que la izquierda tiene sus propios mecanismos de enajenación e ideológicos, tanto, que los clásicos del marxismo y de aquellos que le dieron continuidad los convierten en panfletos ideologizantes, ocultando la esencia fundamental de su contenido.

La dirección revolucionaria y socialista es necesaria, no podemos dejar a la espontaneidad , a la improvisación y a la casualidad el futuro de nuestros destinos y el del planeta, La historia ha demostrado que la primera se necesita para triunfar y la segunda se pierde por falta de dirección; diríamos que la dirección debe saber interpretar estos movimientos espontáneos y darle rumbo, de esta manera se fortalecerá la organización y lograremos influir en las masas llamándolas a la revolución de manera permanente, convocando a todos a nivel global que se sumen a la lucha, no nos podemos quedar en revoluciones aisladas en un solo país, o es internacional o no es. Con esto último no queremos negar las luchas que se dan los pueblos, lo que queremos enfatizar es precisamente en el carácter internacional que deben tener estas luchas, de lo contrario la tendencia, como lo ha demostrado la historia, es al estancamiento y/o retroceso.

“Las charlatanerías de toda especie según las cuales las condiciones históricas no estarían todavía “maduras” para el socialismo no son sino el producto de la ignorancia o de un engaño consciente. Las condiciones objetivas de la revolución proletaria no sólo están maduras, sino que han empezado a descomponerse. Sin revolución social en un próximo período histórico, la civilización humana está bajo amenaza de ser arrasada por una catástrofe. Todo depende del proletariado, es decir, de su vanguardia revolucionaria La crisis histórica de la humanidad se reduce a la dirección revolucionaria”. (León Trotsky. Programa de Transición)

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1Gajo Petrovic: “Alienación”, en Tom Bottomore (dir.): Diccionario del pensamiento marxista,
Madrid, ed. Tecnos, 1984, p. 22.