Editorial Revista Topía
Abril/2019
Por Enrique Carpintero
Debemos
reconocer que el fascismo está de regreso. Con esta afirmación consideramos los
modos del fascismo en las democracias occidentales que en la actualidad no
reproducen aquél que existió luego de la primera guerra mundial. Designamos con
el término “modos del fascismo” al ascenso de las derechas radicales en
diferentes partes de Europa y América. Un rasgo común, desde los movimientos
neonazis a los diferentes partidos de la derecha, es la xenofobia y la defensa
de formas autoritarias. Creemos que no es posible asimilar las características
disímiles de todos estos grupos con una palabra como “posfascismo” o
“neofascismo” ya que su particularidad es responder desde el fascismo de las
diferencias a la crisis que genera el capitalismo tardío; pero no para
superarlo, como en los fascismos clásicos, sino para afirmar las mismas
condiciones de sometimiento.1
“La
ética son los otros humanos. Esto es lo que formuló Spinoza en el siglo XVI. El
otro humano necesariamente molesta; sino está esa molestia, ese malestar como
diría Freud, no hay ética”
El fascismo clásico: la búsqueda de una comunidad
homogénea
“Todos somos nacionalsocialistas
-siguió diciendo-; somos SS al servicio de nuestro Volk y de nuestro Führer. Les recuerdo que Führerworte haben Geserzeskraft, la
palabra del Führer tiene fuerza de Ley. No tienen que caer en la tentación de
ser humanos”… “Los judíos a quienes hay que ejecutar son unos asociales que no
valen nada y que Alemania no puede tolerar. Incluiremos también a los pacientes
de los manicomios, a los gitanos y cualquier otra persona que no valga lo que
come. Pero vamos a empezar por los judíos.”
Jonathan Littell, Las Benévolas.
El ascenso del fascismo tiene
lugar en Europa durante las décadas de 1920 y 1930. Después del colapso del
orden liberal y ante el avance de las fuerzas revolucionarias socialistas que
habían triunfado en Rusia, se presenta como una alternativa que anunciaba la
utopía del “hombre nuevo” que iba a reemplazar las democracias liberales
decadentes para defenderlas de la barbarie “judeo-comunista”. Mussolini
anunciaba el renacimiento del Imperio Romano y Hitler el advenimiento de un
nuevo Reich que duraría mil años en la que el pueblo, el Volkalemán, viviría en una fraternidad social.
Una de las bases del fascismo clásico es el
antisemitismo. El odio a los judíos es su razón de ser. Pero no ya un
antijudaísmo basado en los prejuicios religiosos, sino en un antisemitismo
sostenido en el positivismo biológico que establecía que los seres humanos se
dividían en razas superiores e inferiores.2 En Francia, desde el affaire
Dreyfus, importantes sectores de la población se convirtieron en antisemitas;
en Alemania era el eje de la visión nacional-socialista; la Italia fascista en
un comienzo le dejaba al Vaticano el monopolio del antijudaísmo hasta que
Mussolini promulgó en 1938 una legislación racial antisemita. En España donde
ya no había judíos, pues habían sido expulsados por la Inquisición, la
propaganda franquista agitaba la relación entre los judíos y los “rojos”
enemigos del nacional-catolicismo. Pero debemos destacar que en Europa y gran
parte del mundo occidental, el antisemitismo fundado en las ciencias positivistas
tenía una gran legitimidad. Éste llevaba a procesos de subjetivación que
producían efectos en las diferentes culturas nacionales desde múltiples
variantes. Lo que agitaba el fascismo era que los judíos debían ser
considerados socialmente extranjeros para las naciones europeas. Además debía
considerarse que su inteligencia los había puesto en el centro del capitalismo
donde su racionalismo calculador los llevaba a destruir las viejas culturas a
través de la revolución socialista. De allí que el fascismo es una respuesta
del gran capital ante la crisis capitalista que no se sentía defendido por las
instituciones liberales democráticas. El fascismo es racista por definición: su
objetivo es afianzar el miedo al diferente. De esta manera lleva a cabo una estatización
de la vida económica, política, social y cultural. Ésta se sostiene en un
gobierno totalitario donde predomina la adopción de uniformes, el lenguaje
militar y el uso de los símbolos patrióticos para adoctrinar a la población.
“Si el
fascismo clásico era antiliberal, hoy los nuevos modos del fascismo aparecen
para salvar el liberalismo con fórmulas proteccionistas y del nacionalismo más
rancio”
Umberto Eco afirma que la palabra “fascismo” se fue
convirtiendo en una sinécdoque que se usa para disímiles manifestaciones de
totalitarismo, tanto en Europa como en América. En 1995 escribe un texto donde
describe 14 características de lo que llamó “el Fascismo Eterno”. Esto no
significa que todas ellas puedan organizarse en un sistema; pero basta que una de
ellas esté presente para permitir que el fascismo se desarrolle. Vamos a
enunciarlas:1°) El culto a la tradición; 2°) El rechazo a lo moderno; 3°) El
culto de la acción por la acción: “La acción es hermosa en sí misma y debe ser
llevada a cabo sin cualquier reflexión previa. Pensar es una forma de
castración.” Un fascista autóctono, el militar Aldo Rico que organizó un golpe
contra el gobierno de Alfonsín, decía “que la duda es una jactancia de los
intelectuales”; 4°) El desacuerdo es una traición; 5°) Miedo a la diferencia;
6°) Apelación a la frustración social: “Una de las características más típicas
del fascismo histórico fue el llamado a una clase media frustrada, una clase
que sufre de una crisis económica o sentimientos de humillación y que está asustada
por la presión de grupos sociales más pobres”; 7°) La obsesión con una
conspiración: “La forma más fácil de resolver la conspiración es apelar a la
xenofobia”; 8°) La humillación por la riqueza y la fuerza de sus enemigos; 9°)
El pacifismo es el comercio con el enemigo; 10°) Desprecio por los débiles;
11°) Todo el mundo es educado para convertirse en héroe; 12°) Machismo y
militarismo; 13°) El populismo selectivo; 14°) El Fascismo Eterno habla una
especie de neolengua: “Todos los libros escolares nazis o fascistas utilizaron
un vocabulario particular.”
Si bien estas características que resume Umberto
Eco definen con claridad el fascismo clásico, hay un aspecto que nos interesa
destacar: su concepto de comunidad; ya que nos permite entender los modos actuales
del fascismo en las democracias occidentales.
“En la
actualidad la xenofobia se sustenta en la gran desigualdad social que es
justificada por una producción intelectual neoconservadora donde el enemigo es
el extranjero pobre”
En el
año 1930, cuando el fascismo todavía era un proyecto que se estaba afirmando,
Georges Bataille escribió un texto muy poco conocido donde desarrolla este
tema: El Estado y el problema del
fascismo. Sus reflexiones no se ocupan tanto de la violencia o de la
administración estatal del exterminio, sino sobre el proyecto comunitario que
propone el fascismo. Allí sostiene que su expansión se explica por proponer un
programa para la comunidad; su triunfo es el de representar a los descontentos
para ser la expresión política de una comunidad que se piensa acabada y
homogénea. Para Bataille la homogeneidad consagrada en las sociedades fascistas
no es sino el efecto de una heterogeneidad vivida como imperfección y carencia.
La necesidad de asimilar primero, y de eliminar después lo heterogéneo, es lo
que se impone en la comunidad homogénea: “solo el rechazo de las formas
miserables tiene, para la sociedad homogénea, un valor constante universal.”
Pero el acto de exclusión de las formas consideradas miserables asocia
necesariamente la homogeneidad con las formas imperativas. De hecho, la
sociedad homogénea utiliza las fuerzas imperativas contra los elementos más
incompatibles con ellas. Como se plantea en el texto de introducción al libro
de Bataille, el sentimiento de pertenencia a una comunidad cerrada protege al
individuo de aquello que amenaza su propia integridad: el contacto con lo otro,
con lo extraño, con lo desconocido. Lo que más teme el individuo es su propia
muerte, o lo que viene a ser lo mismo: la pérdida de su propia identidad en la
confusión indistinta con todos los otros seres. Es esta angustia ante la
pérdida de sí la que le hace tratar como enemigos a cuantos no forman parte de
su propia comunidad política. Es la voluntad de asegurar la perennidad de sí
mismo y de la propia nación la que da origen a la guerra entre los pueblos: “La
existencia nacional y militar están presentes en el mundo para intentar negar
la muerte reduciéndola a una porción de gloria sin angustia”. Y es este miedo a
la muerte, este afán insensato de sobrevivir a costa de los otros, el que hace
“zozobrar cualquier intento de comunidad universal.” Por ello el fascismo
construye una “comunidad para la muerte” ya que la conservación de la
homogeneidad exige la muerte de lo heterogéneo: la comunidad se funda en su
sacrificio. La economía política del fascismo deviene en el germen de su acción
genocida. Así como el humo de Auschwitz fue una señal del inconfesable vínculo
con la comunidad; en la actualidad ocurre lo mismo cuando los inmigrantes que
quieren llegar a Europa mueren en el mar Mediterráneo o los latinos que
intentan cruzar la frontera entre EEUU y México desaparecen en las arenas del
desierto.
“El
sujeto se cosifica en sus relaciones. Producto de esta situación las
identidades tienen formas lábiles lo que lleva a formas de gobierno que no
persiguen otra cosa que su propia reproducción”
Los nuevos modos del fascismo: el rechazo al inmigrante pobre
La media de edad mental de la extrema derecha
es la Edad Media.
Viñeta
de El Roto, diario el País, España.
La ética son los otros humanos. Esto es lo que
formuló Spinoza en el siglo XVI. El otro humano necesariamente molesta; sino
está esa molestia, ese malestar como diría Freud, no hay ética. En
el mundo en que vivimos el otro no existe; da lo mismo si hay personas que
están en situación de precariedad, hambre o miseria. Preferimos pensar que eso
ocurre muy lejos y no que esas personas o familias están sentadas en la puerta
de nuestra casa o en el negocio de la esquina. Cuando se lo ve, ese otro es un
enemigo que me puede atacar, que me puede robar. Esta ruptura del lazo social
hace que el individualismo se transforme en el eje de nuestras vidas. De allí
que las políticas del neoliberalismo en el capitalismo tardío generan la
sensación de desvalimiento: su respuesta son los nuevos modos del fascismo. De
esta manera la xenofobia y el racismo son aceptados por grandes sectores de la
población que encuentran formas de identificación ante un “enemigo” que es
considerado el “mal pueblo”. Éste lo constituye un conjunto variado que va
desde los musulmanes, los inmigrantes pobres, los drogadictos y todos aquellos
que sostienen ideas que rompen con formas patriarcales de la cultura. Por lo
contrario, el “buen pueblo” es homofóbico, misógino, antifeminista, indiferente
a la contaminación, antiinmigrante, apoya políticas autoritarias y de defensa
de la seguridad hasta las últimas consecuencias; es decir, exige un poder
fuerte, leyes de seguridad y eventualmente la pena de muerte.
Si en otras épocas el fascismo se
apoyaba en un racismo que se fundamentaba en el positivismo biológico del siglo
XIX, en la actualidad la xenofobia se sustenta en la gran desigualdad social
que es justificada por una producción intelectual neoconservadora donde el
enemigo es el extranjero pobre. Aclaremos, no cualquier extranjero: el que es
pobre; es aquel que ante la crisis social capitalista viene para sacar los
trabajos de la población autóctona o utilizar los servicios de salud públicos. Este “buen pueblo” encuentra en
los nuevos modos del fascismo una expresión política que aglutina un proyecto
comunitario muchas veces apoyado -como en Brasil- por las iglesias evangélicas
o, como en Hungría y Polonia, por sectores del catolicismo conservador; es
decir, se piensa en una comunidad -al decir de Bataille- acabada y homogénea.
Es así como, si el fascismo clásico era antiliberal, hoy los nuevos modos del
fascismo aparecen para salvar el liberalismo con fórmulas proteccionistas y del
nacionalismo más rancio: Make America Great Again. Para
ello requiere imponer un dispositivo sociocultural que se sostiene en actos
crueles. El eje de ese dispositivo cruel es la mentira. Lo que se conoce como
la posverdad generada por medio de las fake news.
Podemos decir que la crueldad
-un concepto que desarrolló desde el psicoanálisis Fernando Ulloa- es un rasgo
exclusivo de la especie humana producto de su condición pulsional; es una
violencia organizada para hacer padecer a otro sin conmoverse o con
complacencia. Esto nos lleva a la responsabilidad de una cultura que puede
desplazar sus efectos o, por lo contrario, potenciarlos.
Los procesos de subjetivación en el
capitalismo tardío
Para Freud la cultura es un
proceso al servicio de Eros que une a los sujetos que la integran; a este
desarrollo se opone como malestar, la pulsión de muerte que actúa en cada
sujeto. Es por ello que crea lo que denominamos un espacio-soportedonde se establecen los intercambios
libidinales. Este espacio-soporte ofrece
las posibilidades de que los sujetos se encuentren en comunidades de intereses,
en las cuales establecen lazos afectivos y simbólicos que permiten dar cuenta
de los conflictos que se producen. Es así como este espacio imaginario se
convierte en soporte de los efectos de la pulsión de muerte. De esta manera
decimos que el poder es consecuencia de este malestar en la cultura. Por ello,
las clases hegemónicas que ejercen el poder encuentran su fuente en la fuerza
de la pulsión de muerte que, como violencia destructiva y autodestructiva, permite
dominar el colectivo social. Ésta queda en el tejido social produciendo efectos
que impiden generar una esperanza para transformar las condiciones de vida del
conjunto de la población; es decir, que predomine la cultura de la queja, de la
resignación, de que nada puede ser cambiado. En este sentido, es importante
distinguir un poder que represente los intereses de una minoría, de otro en
manos de una mayoría de la población que permitiría desplazar los efectos de la
pulsión de muerte y, por lo tanto de la crueldad propia de cada sujeto. Esta
situación es producto de las condiciones políticas, económicas y sociales. Esto
nos lleva a plantear cómo se dan los procesos de subjetivación en el
capitalismo tardío.
“Los
nuevos modos del fascismo encuentran formas fuertes de identificación para
importantes sectores de la población que se sostienen en la crueldad, donde el
otro es un enemigo que hay que rechazar y, en lo posible, destruir”
Si seguimos a Agamben, la época actual no se
caracteriza por desarrollar procesos de subjetivación, sino formas particulares
de desubjetivación. Sostiene que el ser viviente al incorporarse a un
dispositivo sociocultural se transforma en sujeto; en la actualidad hay una
gran proliferación de dispositivos, lo cual lleva a que los vivientes realicen
múltiples procesos de subjetivación. Pero éstos dan como resultado procesos de
desubjetivación que permiten nuevas determinaciones del ser viviente donde los
procesos de subjetivación y desubjetivación parecieran ocurrir de manera permanente. En ellos la identidad del sujeto se
transforma en un objeto, en una cosa cuyo único fin es obtener ganancias.
Sujeto y objeto no se pueden diferenciar. El sujeto se cosifica en sus
relaciones. Producto de esta situación las identidades tienen formas lábiles lo
que lleva a formas de gobierno que no persiguen otra cosa que su propia
reproducción.
De esta manera el orden social objetivo se
interioriza en procesos de subjetivación donde encontramos una corposubjetividad construida
en la relación del sujeto con su historia personal y con los otros en
diferentes dispositivos socioculturales. De allí que estos procesos de
subjetivación-desubjetivación conducen al encuentro del sujeto con su
desvalimiento primario que intenta atenuar a partir de lo que le ofrece la
cultura hegemónica: el consumismo de objetos mercancías. Para sostener este
desarrollo de desestructuración psíquica, la cultura plantea que el único
juicio válido está en el Yo. Sin
embargo, la legitimidad de la referencia narcisista como parámetro de verdad
conduce a que el Yo deje de ser soporte del interjuego pulsional poniendo en
cuestionamiento la propia identidad en la relación con los otros. Aquí los
nuevos modos del fascismo encuentran formas fuertes de identificación para
importantes sectores de la población que se sostienen en la crueldad, donde el
otro es un enemigo que hay que rechazar y, en lo posible, destruir. De
allí la importancia que están adquiriendo en las democracias occidentales los
espacios de identificación que se oponen al capitalismo patriarcal como los
movimientos feministas, los que luchan por la defensa de la diversidad sexual y
la legislación del aborto.
Para finalizar, debemos tener en cuenta que la
crueldad destruye lo humano presente en los otros: el otro es objeto de crueldad
por su semejanza, al no tolerar su desamparo, es decir su propia humanidad. La
crueldad destruye la semejanza del semejante, no por sus diferencias, sino por
sus semejanzas: no es la diferencia lo que genera la crueldad, es la crueldad
la que crea una diferencia radical.
En este sentido el desafío consiste en lograr que
el sujeto no solo se enfrente ante su propia crueldad, sino ante la crueldad de
la cultura dominante. Para ello es necesario plantear una política de clase,
género y generación que cree comunidad para enfrentar la cultura hegemónica.
Una política que afirme la potencia de ser. En definitiva, una política -al
decir de Spinoza- de la alegría de vivir que no olvide que nunca será más que
una resistencia contra la muerte.
Bibliografía
Agamben, Giorgio, ¿Qué es un dispositivo?, editorial Anagrama, Buenos
Aires, 2015.
Bataille, Georges, El Estado y el problema del fascismo, editorial
Pre-Textos, Universidad de Murcia, España.
Carpintero, Enrique, El erotismo y su sombra, El amor como potencia de ser,
editorial Topía, Buenos Aires, 2014.
--------------------------“El
concepto de ´posverdad´: una nueva mentira”, revista Topía N° 80, agosto de 2017.
Eco, Umberto, “El fascismo
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diciembre, 2017.
--------------------“Los 14
síntomas del fascismo eterno”, revista digital Rebelión en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=251632
Freud, Sigmund (1929), “El
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Miranda, Fernanda, “Dispositivos
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Roudinesco Élisabeth, A vueltas con la cuestión judía, editorial Anagrama,
Barcelona, 2011.
Spinoza, Baruch, Ética, editorial Porrúa, S.A. México, 1977.
Traverso, Enzo, Las nuevas caras de la derecha, Siglo XXI editores,
Buenos Aires, 2018.
-------------------- “Interpretar el fascismo.
Notas sobre George L. Morse, Zeev Sternbell y Emilio Gentile”, Universidad de
Picardie, Amiens, 2015.
------------------ “Pensar las
derechas radicales en el siglo XXI”, en https://ctxt.es/es/20160914/Firmas/8368/Fascismo-postfascismo-UE-xenofob...
Ulloa, Fernando, “Una perspectiva
metapsicológica de la crueldad”, Barcelona , febrero de 2000 en http://www.psicomundo.com/foros/egp/crueldad.htm
Notas
1. Nos referimos a los partidos de la derecha
conservadora que, si bien encontramos algunos puntos en común centrados en la
xenofobia y el racismo, tienen una multiplicidad de variables que corresponden
a las particularidades de cada nación. Entre ellos podemos mencionar los que
han llegado al poder como en Hungría con Orban del partido conservador
nacionalista Fidesz, el cual es apoyado por la extrema derecha del Jobbik;
Brasil con Bolsonaro; Italia, los partidos de la derecha xenófoba del
Movimientos 5 Estrellas y la Liga del Norte; Polonia, el partido de la Ley y la
Justicia; EEUUU con Trump y la defensa de su política antiinmigración. También
están aquellos que tienen una gran relevancia de votos como en Finlandia, los
Auténticos Finlandeses; Suecia, los Demócratas Suecos; Francia, Marine Le Pen
del Frente Nacional; la ultraderecha alemana de Alternativa para Alemania.
2. “El antijudaísmo cristiano de
la época medieval supone, en efecto, el principio de una soberanía divina, de
un Dios único (monoteísmo), mientras que el antisemitismo, que hará del Judío
el espécimen de una ‘raza’ y no el servidor de una alianza divina -por
vergonzosa que sea-, se basa en la transformación del judío religioso en un
Judío identitario, portador de un estigma, es decir, de un ‘resto’: la judeidad
(…) podremos llamar ‘historia del antisemitismo’ a la historia de la
persecución de los Judíos, siempre que precisemos que la palabra antisemitismo,
tal como se definirá cuando se invente en 1879, a raíz de su difusión masiva
como ideología racial y como movimiento político, no podrá aplicarse
retrospectivamente al antijudaísmo cristiano y menos aún al antijudaísmo de la
Ilustración.” Roudinesco, Élisabeth, A vueltas con la cuestión judía,
editorial Anagrama, Barcelona, 2011.