La Orquesta Sinfónica de Chicago en huelga
Los
músicos de la Orquesta Sinfónica de Chicago (CSO, por sus siglas en inglés),
ahora en su séptima semana de huelga, requieren del apoyo activo de toda la
clase obrera, tanto en Estados Unidos como internacionalmente. No solo están en
juego sus remuneraciones, beneficios de salud y pensiones, sino el futuro de la
cultura, incluyendo el de la CSO como una orquesta de clase mundial.
Lo involucrado son factores básicos de clase. Como
lo declaró correctamente el
clarinetista de la CSO, John Bruce Yeh, “Parece ser una guerra de clases y no
lo aceptaremos”. Los músicos se enfrentan a la junta administrativa, la
Asociación de la Orquesta Sinfónica de Chicago (CSOA, por sus siglas en inglés),
la cual es encabezada por varias figuras empresariales como ejecutivos de
empresas de servicios públicos, banqueros de inversiones e inversores de bienes
raíces.
Los 128
años de la CSO son la historia de un tesoro cultural que debe ser preservado.
Los intérpretes de la orquesta forman un cuerpo internacional y multiétnico de
profesionales altamente entrenados. Los músicos a este nivel pasan años
preparándose para contender por una silla en una orquesta como la CSO. Aquellos
que obtienen su lugar, en la mayoría de los casos, dedican el resto de sus
vidas artísticas a la orquesta y su música.
Los directores y conductores de la CSO se cuentan
entre los nombres más reconocidos de la interpretación musical en el siglo
veinte, incluyendo Georg Solti, Daniel Barenboim, Claudio Abbado y Pierre
Boulez. El actual director musical, Riccardo Multi, ha adoptado una postura
admirable, declarando, “Estoy aquí con mis músicos”, lo que ha generado
críticas de los brutos reaccionarios en la prensa corporativa, como el Chicago
Tribune.
La
orquesta, la cual alcanzó su prominencia internacional gracias a los esfuerzos
de Fritz Reiner en los años cincuenta, ha dado vida a los tesoros culturales de
Bach, Beethoven, Brahms, Rimsky-Korsakov, Debussy y docenas de otros
compositores en sus más de cien eventos anuales.
La
afirmación de que no existen los recursos adecuados para mantener la
remuneración y las prestaciones necesarias para construir y nutrir una orquesta
de clase mundial deben ser rechazados con desdeño. La CSO recientemente celebró
un año récord en ventas de entradas. La gerencia de la CSO cuenta con un fondo
de dotación de más de $300 millones y un fondo de inversiones de $60 millones.
La
riqueza en Chicago hoy día está más concentrada que en cualquier otro momento
en su historia, rellenando los bolsillos de los que han sacado provecha de la
desindustrialización y la privatización de las escuelas y otros activos
públicos.
El área de Chicago es la residencia de 17
milmillonarios, según Forbes. Estos incluyen el CEO de Citadel
Investments, Ken Griffin (riqueza neta de $10 mil millones); el inversor en
propiedades en apuros Sam Zell ($5,5 mil millones), quien también es esposo de
la presidenta de la CSOA, Helen Zell; el clan políticamente conectado de los
Pritzker, herederos de la fortuna de hoteles Hyatt—Thomas ($4,2 mil millones),
Gigi ($3,2 mil millones), Penny ($2,7 mil millones) y el ahora gobernador de
Illinois J.B. ($3,4 mil millones); Joseph Grendys de Koch Foods ($2,8 mil
millones); y Neil Bluhm, un magnate de bienes raíces y casinos y recolector de
fondos para el Partido Demócrata ($4 mil millones).
La riqueza del gobernador de Illinois podría
cubrir todo el presupuesto operativo de la CSO de
aproximadamente $73,7 millones por 45 años. El patrimonio de su hermana Penny,
quien financió tan opulentamente las campañas electorales de Barack Obama,
podría añadir otros 36 años. Y esto es asumiendo que la CSO no reciba ningún
otro ingreso como de ventas de entradas. Tal es el estado de la desigualdad
social en Chicago, reflejado de manera similar en otras ciudades por todo EUA y
el mundo.
Con los recortes de impuestos para los ricos y las
reducciones de gastos por parte de los Gobiernos locales, estatales y
federales, las orquestras y las otras instituciones culturales se ven cada vez
más sujetas al principio aristocrático. La existencia de las
orquestas, los museos y las otras instituciones culturales depende de la
benevolencia de los fabulosamente ricos.
Según el
reporte de 2012 del Fondo Nacional para las Artes, intitulado “Cómo se
financian las artes en Estados Unidos”, las organizaciones sin findes de lucro
para la interpretación de las artes en el país recibieron tan solo 1,2 por
ciento de su financiamiento del Gobierno federal y un 5,5 por ciento adicional
de Gobiernos locales y estatales. Más de una quinta parte (20,3 por ciento) del
financiamiento total sin fines de lucro en las artes provino de individuos.
Privadas de recursos, las orquestas en
Philadelphia, Honolulu, Syracuse y New York se han declarado en bancarrota en
años recientes. La de Philadelphia se declaró en bancarrota para no tener que pagar
pensiones a sus músicos. Los músicos de la Orquesta Sinfónica de Detroit
emprendieron una feroz lucha en 2010-11 pero,
debido a que su huelga se mantuvo aislada, se vieron obligados a aceptar
concesiones que han hecho daño a la orquesta.
Existe un
amplio apoyo para los músicos en la clase obrera de Chicago. En las áreas de la
ciudad en las que los músicos de la CSO han dado conciertos gratis de difusión
—incluyendo en los sectores obreros del sur y occidente—, se han llenado los
locales. Los músicos han visto correctamente que el éxito de su lucha depende
de apelar a la población en general.
Predeciblemente,
los sindicatos no han hecho nada para movilizar apoyo para los músicos en
huelga. La Federación de Trabajo de Chicago no menciona la huelga en la primera
página de su sitio web y no ha realizado ninguna declaración de apoyo a los
músicos. La AFL-CIO realizó una declaración formal hace más de un mes y lo dejó
ahí.
Los
políticos del Partido Demócrata tampoco han dicho nada. Bernie Sanders, en
medio de su segunda campaña presidencial, ha guardado silencio sobre la huelga
de la CSO. Barack Obama, cuyo hogar político es Chicago, no ha hecho ninguna
declaración. Chicago es administrado por demócratas, quienes apoyan tanto como
los republicanos y el Gobierno de Trump la intensificación de los ataques
contra la clase obrera y la redistribución de la riqueza a favor de los ricos.
La clase
obrera es la base social para la defensa y la expansión de la cultura. Es
necesario conectar la defensa de los músicos de la CSO con la demanda de que
todos los trabajadores tengan el derecho a la cultura. Esto incluye poner fin a
los ataques contra la educación pública, que han involucrado la eliminación de
programas críticos en las artes plásticas y música.
El asunto
básico en cuestión es la incompatibilidad del capitalismo —una sociedad basada
en las ganancias y la acumulación de la riqueza por parte de unos pocos y la
explotación de la vasta mayoría— y la preservación y expansión de la cultura.
La situación cultural actual confirma la observación de León Trotsky en 1938,
“El arte, la parte más compleja de la cultura, la más sensible y al mismo
tiempo la menos protegida, es la que más sufre más del declive y la
degeneración de la sociedad burguesa”.
La
defensa y expansión del acceso a la cultura exige una lucha por el socialismo.
La riqueza de la oligarquía corporativa y financiera debe ser expropiada y
redirigida para satisfacer las necesidades sociales. Se deben asignar miles de
millones de dólares para financiar plenamente todas las instituciones
culturales, incluyendo orquestas y museos, haciéndolos accesibles para todos.
Todos los trabajadores deben contar con un ingreso digno, tiempo para el ocio y
todos los prerrequisitos económicos y sociales para poder acceder a y
experimentar los grandes tesoros culturales de la raza humana.
El World Socialist Web Site llama
a todos los trabajadores en Estados Unidos e internacionalmente a apoyar la huelga
de los músicos de la CSO y a conectar la lucha de los músicos con las luchas de
todos los trabajadores en contra de la desigualdad y el sistema capitalista.