Por Adrian Sotelo Valencia
Rebelión
Al haber
fracasado hasta ahora todas las tentativas de golpe de Estado contra el
gobierno constitucional y legítimo de Venezuela, desde la auto proclamación en
una plaza pública del presidente bufo Guaidó, la bravuconada de introducir
supuesta “ayuda humanitaria” a Venezuela desde la frontera con Colombia; luego
del artero ataque contra las plantas e instalaciones del sistema eléctrico del
país, pasando por las ineficaces “sanciones” imperialistas del gobierno de
Trump, y el evidente desinflamiento de la oposición de la ultraderecha,
nuevamente Estados Unidos baraja la posibilidad de la intervención externa
utilizando a alguno de sus peones latinoamericanos. Le tocó su turno al
presidente fascista de Brasil, Jair Bolsonaro, quien hizo declaraciones públicas
de invadir a Venezuela sin reparar en las causas por las cuales desencadenar
tal acción. En este tenor el Secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo,
realizó una gira por Latinoamérica para intentar organizar esa agresión
contando con, además de Brasil, los gobiernos de derecha de Chile, Perú,
Paraguay y Colombia.
En un franco acto de provocación el susodicho
secretario de Estado terminó su agresiva gira en Cúcuta, Colombia (14 de abril
de 2019), justamente desde donde intentaron introducir la famosa “ayuda
humanitaria” en la provocación montada el 23 de febrero de 2019 que, como quedó
demostrado, consistía en artefactos bélicos y útiles para el ejercicio de la
violencia y, significativamente, un día después, a instancias del gobierno de
Washington organizó la reunión del Cártel de Lima en Santiago de Chile para
tratar la “cuestión de Venezuela”, irónicamente por los gobiernos de la
derecha, como el colombiano, argentino y brasileño, que experimentan profundas
crisis económicas, sociales, ambientales, institucionales y de derechos humanos
en sus respectivos países.
Es evidente que el objetivo estratégico de esta
acción coordinada imperialista es formar, al estilo de las agresiones en Medio
Oriente, una “coalición” de ejércitos oligárquicos y fuerzas mercenarias
subordinados, comandados por el imperialismo norteamericano para invadir
Venezuela, deponer al gobierno e instaurar, vía golpe militar, un gobierno
títere que le entregue a Estados Unidos el poder político, el control
territorial del país y de sus recursos naturales.
Esta sería una de las condiciones favorables para
que un imperialismo en decadencia secular como Estados Unidos pudiera
enfrentar, con algún éxito estratégico la emergencia y competencia de nuevas
potencias (como Rusia y China) que, en el ámbito multilateral, le disputan, con
grandes avances, la hegemonía o supremacía en el plano mundial. La primera,
principalmente en el campo político y geo-militar, y la segunda, en el
económico, particularmente con el desarrollo e impulso del proyecto transcontinental
de la Ruta de la Seda.
Pero a escala de largo plazo lo que ha posibilitado
esta situación es la tradicional dependencia histórico-estrutural de Venezuela,
como la de otros países latinoamericanos, que ata el cúmulo de agresiones
imperialistas desde el triunfo de la Revolución Bolivariana y la instauración
de la V República que sepultó a la carcomida IV Republica de la oligarquía
terrateniente y que hoy la ultraderecha y el gobierno norteamericano pretenden
reinstalar.
Entendiendo la dependencia como:
“… una relación de subordinación entre naciones
formalmente independientes, en cuyo marco las relaciones de producción de las
naciones subordinadas son modificadas o recreadas para asegurar la reproducción
ampliada de la dependencia. El fruto de la dependencia no puede ser por ende
sino más dependencia, y su liquidación supone necesariamente la supresión de
las relaciones de producción que ella involucra” (Ruy Mauro Marini, Dialéctica
de la dependencia, ERA, México, 1973, p.18).
En el
contexto de esta definición si no hubiera dependencia (al igual que en otros
países) sería muy difícil entender el despojo de 114,000 millones de dólares,
según fuentes oficiales, qué habría sufrido Venezuela entre 2014 y 2019 por las
acciones de bloqueo y de rapiña de Estados Unidos y que, en otras
circunstancias, invertiría en su propio desarrollo para contrarrestar la
dependencia y el atraso. Así, la dependencia es una condición estructural,
nunca coyuntural, que solo se supera mediante la superación del propio capitalismo
en tanto modo de producción, de explotación y superexplotación del trabajo
fundado en la propiedad privada y la apropiación también privada de los medios
de producción y de las mercancías.
En el caso particular de Venezuela, esta condición
se ha traducido en la fuerte dependencia del país de la producción y
exportación de hidrocarburos que genera la mayor fuente de divisas del
presupuesto público y que, de alguna manera, ha vulnerado a la economía
nacional, particularmente debido a la caída histórica de los precios de los
combustibles, que han mermado los presupuestos públicos y posibilitado que el
imperialismo y la derecha aprovechen esta situación para acelerar y profundizar
el boicot y la guerra económica que posibilite la caída del gobierno.
Así lo reconoció el presidente Nicolás Maduro en su
discurso dado en los Actos por el Día de la Dignidad Nacional y el 10º
Aniversario de la Milicia Nacional Bolivariana donde, entre otras cosas,
informó que sus efectivos habían rebasado los 2 millones de efectivos y se
planteaba la meta de llegar a los 3 millones para diciembre del presente año.
En esta oportunidad enfatizó el hecho de que la dependencia era una situación
que habría que superar mediante el desarrollo de las actividades productivas y
agropecuarias dentro del país (una especie de sustitución de importaciones) con
el objetivo de dejar de depender de la economía de los Estados Unidos, de dólar
y de los demás países desarrollados.
Reconociendo las experiencias productivas de los
comuneros, de los pequeños y medianos productores que, de alguna manera, están
garantizando y produciendo los alimentos necesarios para el pueblo para
contrarrestar y salir de la guerra económica, se debe garantizar la
autosuficiencia en semillas, en fertilizantes e insumos para que Venezuela tome
un rumbo acelerado y creciente de producción y satisfacción de las necesidades
alimentarias del país.
Afirmó que Venezuela tiene toda la fuerza política,
militar, constitucional, moral, espiritual, tecnológica y científica; todas las
condiciones para aprovechar las embestidas del imperialismo y lograr niveles
superiores de liberación, de independencia. Caracterizó el momento que vive
Venezuela de agresiones, de guerra eléctrica, de guerra económica, como un
momento superior de liberación de las fuerzas productivas, de liberación de
Venezuela de todas las amarras y dependencias del imperialismo y de sus aliados
en el mundo: liberación-desconexión del imperio del dólar, del sistema
económico imperialista, de todos los procesos dependientes, en lo cultural, en
lo educativo y en todos los procesos productivos (véase:https://www.youtube.com/watch?v=euAv3Lo2XC8&feature=youtu.be ).
De alguna manera colocó la problemática esencial
que toda revolución presenta en su tránsito de una economía y sociedad
capitalista a otra socialista, en un mundo donde el hegemón está constituido
por el sistema capitalista-imperialista en crisis y decadencia secular
comandado por Estados Unidos.
En la consecución de este objetivo estratégico, y
en el marco de este convulso y contradictorio mundo termonuclear y de barbarie
humana y social, se viene dando algunos pasos que, si de verdad se quiere
avanzar en la superación de la dependencia y del capitalismo, se tendrán que
profundizar y extender como proyecto histórico. Así, por ejemplo, en el marco
de la Sesión Plenaria de la XIV Comisión Intergubernamental de Alto Nivel
Rusia-Venezuela (CIAN) el 5 de abril de 2019 el gobierno bolivariano suscribió
11 nuevos acuerdos bilaterales de importancia trascendental con Rusia en las
áreas de petróleo, finanzas, agricultura, comercio, cultura, educación y
ciencias y tecnología, según dio a conocer el vicepresidente sectorial de
Planificación y Ministro de Planificación, Ricardo Menéndez. Además, durante la
plenaria se acordaron proyectos de inversión por el orden de los 3,200 millones
de euros en el sector agrícola, según la Vicepresidencia Económica.
Así como Cuba, después del triunfo de la revolución
en 1959 y en los años subsecuentes, particularmente, en el periodo de la Guerra
Fría, sobrevivió a las agresiones y ataques de Estados Unidos gracias a la
presencia y apoyo de la entonces Unión Soviética, hoy, el imperialismo
norteamericano , si bien desencadenando una ola de agresiones y ataques contra
la economía y el gobierno de Venezuela, experimenta una especie de “détente”
( разрядка ) gracias al apoyo de Rusia y de China a la nación
sudamericana — por lo pronto y principalmente en el ámbito económico, tecnológico,
científico, político y diplomático — como potencias ascendentes en disputa con
Estados Unidos por la hegemonía-supremacía en el contexto internacional e
histórico.
Sin embargo, el proceso socialista, que presupone
la superación total del capitalismo en tanto modo de producción, de
distribución, de intercambio, de consumo y como instrumento de explotación y
superexplotación del trabajo para producir valor y plusvalía, es una empresa
que compete a los trabajadores, al proletariado y al pueblo organizados y que,
en el caso de Venezuela, incorpore el bolivarianismo y el nacionalismo con un
profundo contenido internacional y latinoamericano.
Es obvio que ya se están dando pasos firmes en esta
dirección y que las circunstancias actuales de la compleja y convulsa coyuntura
internacional, regional y nacional, no hace más que profundizar y, de algún
modo, radicalizar, ya que, de lo contrario, permaneciendo en un status
indefinido y ambiguo entre capitalismo y socialismo — como parece ser la
situación actual — más tarde que temprano el gobierno y el proceso
revolucionario pudieran ser revertidos y derrocados por cualquier vía por el
imperialismo y sus secuaces de la ultraderecha que acechan el momento preciso
para procesar el asalto final del poder.