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Ludovico Silva y el marxismo en América Latina


Por Gabriel Jiménez Emán
Un marxista poeta

Ludovico Silva (1937-1988) constituye en nuestro país uno de los casos más precoces de talento poético y de capacidad intelectual. Desde su adolescencia en Caracas su ciudad natal se entregó a la escritura de poemas, y apenas se gradúa de bachiller a los 17 años emprende un viaje a Europa en 1954, con escalas en Madrid, Paris y Alemania.

En la capital española se une a la tertulia poética y bohemia y lee sus textos en el Ateneo de Madrid y en la Casa de la Tertulia Hispanoamericana; siempre fue admirador de los poetas españoles, desde místicos como San Juan de la Cruz o Fray Luis de León, de los poetas del llamado Siglo de Oro –especialmente de Francisco de Quevedo-- y los de la generación de 1929, en particular a Jorge Guillén; éste último su amigo personal. En 1955 marcha a Paris, donde asiste a cursos de literatura francesa, y después en Friburgo, Alemania, estudia filología románica con Hugo Friedrich, eminente profesor y autor del importante libro Estructura de la lírica moderna, que tanta influencia va a ejercer en su manera de apreciar el fenómeno poético moderno, y a citar continuamente a lo largo de sus ensayos literarios. Ludovico se ocupa en prodigarse una amplia formación humanística con énfasis en la poesía, el arte, la música, la estética y la filosofía. Regresa a Venezuela en 1961, y entrega a publicación su primer libro de poemas, Tenebra (1964) en la editorial mexicana El Corno Emplumado. Al año siguiente, su amigo el monje y escritor norteamericano Thomas Merton escribe el prólogo para su poema Boom! (1965), un texto de claros visos apocalípticos. Ya Ludovico ha entrado con firmeza en el terreno de lo poético.

Luego de su regreso a Venezuela, Ludovico se dedica a escribir para diarios y revistas de Caracas, e inicia sus estudios de filosofía e idiomas en la Universidad Central de Venezuela, donde toma contacto con textos fundamentales de la filosofía clásica y de la filosofía moderna; aprende griego, latín, alemán, y va entrando en proximidad con las obras los filósofos griegos antiguos, pero también con las de Hegel, Nietzsche, Schopenhauer, Kierkegaard, Goethe, Heidegger, Lukács, Marx y Engels. Tocado por las ideas de Carlos Marx, Ludovico redacta su primer aporte al marxismo del siglo XX en Venezuela, en su obra La plusvalía ideológica (1970), un año antes de recibirse como Licenciado en Filosofía en la Universidad Central en 1971, con mención summa cum laude.

A medida que se adentra en las tesis de Marx y de otros filósofos y economistas marxistas, Ludovico siente la necesidad de desentrañar los textos de Marx para contemporizarlos y despojarlos de una serie de equívocos teóricos e imprecisiones semánticas. En primer lugar, realiza una pesquisa lingüística de los textos originarios en alemán, y desde allí observa meticulosamente los conceptos a fin de restituirles su significación original, para después ponerlos al día y cotejarlos con las ideas de otros marxistas como Ernest Mandel (a quien Ludovico considera el principal marxista del siglo XX), Roman Rosdolsky, George Lukács o Herbert Marcuse. El mismo año se edita en Caracas Sobre el socialismo y los intelectuales (1970), donde nuestro autor intenta tomar una posición clara en cuanto a la responsabilidad de los intelectuales en el momento de apoyar las luchas socialistas en América Latina, tomando como precedentes a escritores rusos o europeos.

Para que no quede duda acerca de su conocimiento del alemán, Ludovico intenta el que es acaso su libro más atrevido, en cuanto a elucidación de rasgos de la escritura del autor de El Capital: El estilo literario de Marx (1971), donde revela en detalle una serie de giros, sutilezas lingüísticas, artificios y metáforas dispuestas por el filósofo alemán en el momento de emprender la escritura de sus obras. El libro fue publicado en México y mereció cinco ediciones y elogios, entre otros del eminente escritor italiano Humberto Eco.

Hay que hacer énfasis aquí en el concepto de plusvalía ideológica, que ha sido acuñado por Ludovico Silva dentro de la literatura marxista, y dio a su autor un impulso significativo para desarrollar esta noción en obras suyas posteriores como Teoría y práctica de la ideología (1971), libro también editado en México que contó con diecisiete ediciones y proyectó a Ludovico inmediatamente como a uno de los principales marxistas latinoamericanos, entrando a formar parte de los pensum de estudio en varias universidades latinoamericanas y europeas. No conforme con ello, Silva se da a la tarea de escribir el que es acaso su libro más controversial: Anti- Manual para uso de marxistas, marxólogos y marxianos (1985) el cual contó con cinco ediciones en Venezuela y puso en el tapete a nuestro autor como a uno de los filósofos más heterodoxos en cuanto a interpretación marxista, clarificando una serie de conceptos (cultura, ideología, dialéctica, subdesarrollo, alienación, materialismo, plusvalía y otros) los cuales, dada su complejidad teórica, derivaron hacia una fosilización dogmática; en efecto, lo más notorio en este libro es la valoración en él llevada a cabo hacia una redefinición de éstos conceptos, para despojarlos del fantasma del dogma. Para ello, Silva nos entrega una suerte de “diccionario” que a su vez se aleja de los manuales y clasificaciones estereotipadas.

El profesor y el filósofo

En estos años también se produce una nueva etapa en la producción poética de Ludovico, donde sobresalen los libros In vino veritas (1977), Piedras y campanas (1979) y Cuaderno de la noche (1979), donde se produce una depuración en su expresión que va desde el largo aliento de poemas como “In vino veritas” –una reflexión báquica sobre la existencia y el carpe diem que ella incita en cuanto a fugacidad celebratoria—hasta los cincelados poemas de Piedras y campanas, sobre los que alguna vez escribí un acercamiento (1) ; en el internarse en la nocturnidad y oscuridad presentes en Cuaderno de la noche, --prefigurados en su primer libro Tenebra-- la poesía de Ludovico va dibujando un camino de expresión propia, fundada en el desgarramiento existencial.

A la par de su actividad filosófica y poética, Ludovico complementa su oficio con la escritura de columnas de prensa o la realización de programas radiales donde reflexiona de modo permanente acerca del fenómeno político, económico, social o de índole literaria, a través de artículos que luego serán reunidos en libros como De lo uno a lo otro (1974), Belleza y revolución (1979) o Ensayos temporales (1983), los cuales dan cuenta de la aguda lucidez de nuestro escritor, siempre alerta para interpretar su tiempo o su momento histórico tanto desde el punto de vista filosófico y social, como desde el ángulo estético, artístico o espiritual. En este sentido, es posible apuntar la obra de Ludovico dentro de una vanguardia intelectual nuestra, donde ésta corre todos sus riesgos históricos en un país donde ser marxista para ese momento era poco menos que una bofetada a la política neoliberal convencional, o a la ideología burguesa de un bipartidismo pactado que contempla una permanente actitud de entrega de nuestros principales recursos a las potencias neo imperiales.

Otras responsabilidades profesionales de Silva fueron su cátedra de filosofía en la Universidad Central y su labor como animador y redactor de revistas culturales como Papeles en el Ateneo de Caracas, o Lamigal junto a Miguel Otero Silva, así como conductor del programa “La Palabra Libre” en Radio Nacional de Venezuela, y las permanentes entrevistas que le hacían en calidad de escritor estudiantes y periodistas. La salud de Ludovico empieza a flaquear seriamente a partir de los años 80, a pesar de lo cual logra cumplir con la mayoría de sus responsabilidades y continuar con la escritura. A esta etapa de madurez pertenecen los textos Humanismo clásico y humanismo marxista (1983) y La alienación como sistema (1983), éste último subtitulado “La teoría de la alienación en la obra de Marx” y la obra más ambiciosa de Silva en lo que respecta a la sistematización de este concepto o categoría en la obra del pensador alemán. Son diez capítulos donde se desmadeja rigurosamente este concepto, comenzando por su trayecto histórico y problemas, desde los llamados Manuscritos de 1844 de París y las correspondientes determinaciones de la alienación. Siguen capítulos sobre La sagrada familia y la alienación, las tesis sobre Feuerbach y la génesis del materialismo histórico en La ideología alemana; los Grundrisse y la alienación; la dialéctica del valor de uso y el valor de cambio en la Crítica de la economía política; el fetichismo y la división del trabajo y la alienación en El Capital; finalmente la alienación en las llamadas “Teorías de la plusvalía”, para conformar así el más completo estudio sobre la alienación que se haya emprendido en Venezuela, y acaso en América Latina. Con esta obra, Ludovico Silva completa un proyecto filosófico de envergadura dentro de la teoría marxista y trata de aplicarlo o glosarlo de diversas formas en distintos escritos suyos, sean éstos de carácter disciplinario o riguroso, o meramente divulgativos o didácticos: siempre está ahí el esfuerzo por hacer comprender, por transmitir al lector de la manera más clara posible una serie de concepciones que de otro modo resultarían enrarecidas por las malas traducciones o las interpretaciones manualescas.

Lo notable en Ludovico es el diestro manejo tanto del tema tratado como su rigurosidad analítica, aunados al empleo de un lenguaje dócil, rico en comparaciones y ejemplificaciones, que sitúan al lector en un territorio comprensivo notable, lo cual se debe a su proximidad permanente con escritores capitales. De modo que filosofía y literatura tienen en sus escritos un diálogo notable. En sus últimos años, Ludovico pone especial atención en el análisis sobre poesía, de donde surgen los Ensayos sobre Vicente Gerbasi(1985) y otro sobre un poema (“Myesis”) de Juan Liscano, Los astros esperan (1985). Publica en Mérida su poema El ángel devorado (1986) y comienza a agrupar en un volumen distintos ensayos sobre poetas venezolanos que titulará La torre de los ángeles (1991) y será editado póstumamente (2), al tiempo que agrupa artículos y ensayos de diversa temática y procedencia para reunirlos en el volumen Filosofía de la ociosidad (1987), donde nos muestra una capacidad enorme para jugar con los modos de estructurar una obra, en este caso una obra abierta, en forma de tablero dialéctico, donde el estilo y las mismas carencias e imperfecciones toman parte de ella, en lo cual radica justamente su carácter amplio de ensayo en el sentido en que experimenta y juega con la inteligencia o el intelecto del lector. Similar rasgo se advierte en su libro ulterior, Clavimandora (1992) también póstumo y editado por la Academia Nacional de la Historia.

El amigo, el maestro

Debo reseñar la relación de amistad que me unió a Ludovico Silva, desde que él publicó sendos artículos sobre mis libros Los dientes de Raquel, Saltos sobre la soga y Narración del doble en la prensa de Caracas durante la década de los años 70, los cuales me sirvieron de enorme estímulo para mi labor literaria. De ahí en adelante nos veíamos con frecuencia en bares de Caracas y en sus departamentos caraqueños de la urbanizaciones La California y del Bosque San Miguel, donde tuve ocasión de compartir momentos para la literatura y la amistad, la música y el arte acompañado de familiares y amigos, poetas y artistas, en medio de una sana y radiante bohemia. Tragos, comidas, celebraciones de libros o veladas venían selladas con una alegría particular donde se daban cita la jocosidad y el humor, y a veces también la discusión acalorada acerca de los grandes problemas del país.

Pues a veces la bohemia no hace sino mitigar u ocultar temporalmente los signos nefastos del entorno: manipulaciones de la mala política, los graves errores cometidos por los líderes de nuestras democracias representativas –y también, por supuesto, por líderes de la izquierda cuyas propuestas resultaron fallidas-- en el momento de organizarse como sociedades justas, sobre todo en los países de Latinoamérica, siempre signados por sufrir la dominación de los imperialismos de turno: primero el español y el inglés, y luego el estadounidense; entonces surgen las luchas populares como respuestas a aquélla, las cuales deben tener porque sí apoyaturas teóricas, entre las cuales la obra de Carlos Marx surge sin duda como una herramienta de primera importancia. Tanto en los estudios sistemáticos de Ludovico como en sus ensayos o artículos, existe una permanente reflexión sobre la circunstancia política que rodea a una determinada sociedad o realidad, visible en obras como Filosofía de la ociosidad o Clavimandora. Ludovico cedió los originales de este último libro a la Academia Nacional de la Historia, y encargaron a un motorizado a que los llevara a destino, pero este sufrió un accidente, su motocicleta se incendió y el original resultó parcialmente quemado; luego, dada la extensión del volumen y los percances sufridos, su edición fue muy accidentada, larga y costosa; tanto, que no alcanzó a verlo editado. Para él redacté un breve prefacio.

Crónica de un manuscrito: El combate por el Nuevo Mundo

Ludovico me hizo el honor de confiarme algunos libros suyos para hacerles un prólogo. Además de Clavimandora, me cedió su libro de poemas Crucifixión del vino, editado por Fundarte en 1996 con un prefacio mío, y, un año antes de su fallecimiento, puso en mis manos El combate por el Nuevo Mundo, cuya copia fotostática estuvo tan celosamente guardada, que se extravió dentro de la montaña de papeles y libros en mi biblioteca, en medio de numerosas mudanzas, hasta que apareció hace un par de años, bien sellada en un sobre plástico. Se tratada de un grueso volumen de casi 500 páginas, que él había armado con diferentes trabajos suyos, algunos de ellos ya editados o formando parte de un trabajo mayor, a las cuales fueron entreveradas otras dos partes inéditas por completo, titulada la primera Nuevas Categorías: Totalidad y Alienación en Latinoamérica, y la segunda: La Alienación en América Latina: Economía política de la democracia.

La primera parte de El combate por el Nuevo Mundo lo conforma el texto revisado del ya citado libro Contracultura, reformulado y subtitulado, y constituye la introducción al volumen bajo el título de Primeras Categorías; Cultura, Contracultura, Ideología, conformado por nueve puntos.

Cuando realiza su acercamiento a los escritores que representan la corriente contracultural en Europa y los Estados Unidos, Ludovico hace referencia a los que considera casos paradigmáticos en ese sentido: a los poetas Edgar Allan Poe en Estados Unidos; a Charles Baudelaire, Paul Verlaine y Arthur Rimbaud en Francia, así como al novelista francés Honoré de Balzac, en cuyas obras y existencias Silva señala varios rasgos, pasajes o momentos donde éstos se oponen a la cultura dominante del capitalismo, directa o indirectamente. Es de hacer notar que el término contracultura, como tal, no se utilizó en aquellos días del romanticismo, el simbolismo, el naturalismo o el realismo franceses, sino que es un término que ha sido acuñado en el siglo XX por el escritor estadounidense Theodore Roszak en su libro El nacimiento de una contracultura (1968) para referirse a los movimientos colectivos que venían incubándose desde los años 50 de ese siglo en Estados Unidos (3) a partir de la Generación Beatnik en autores como Allen Ginsberg, Jack Kerouac, William Burroughs, Gregory Corso o Lawrence Ferlinghetti, movidos entre otras cosas por la rebeldía inherente a la música de jazz, y que luego detonarían en los movimientos hippie, punk y underground de los años 60 y 70, y se expresarían en la poesía (Aullido, de Ginsberg), la novela (En la carretera, de Kerouac, o Almuerzo desnudo, de Burroughs), el comic undergound (en el gran dibujante Robert Crumb), en los cineastas del nouvelle vague francés (Jean Luc Godard, Louis Malle o Jean Renoir), o el rock ácido en cantantes de los 60 como Janis Joplin, Frank Zappa y Jim Morrison; en guitarristas como Jimmy Hendrix, y dentro del movimiento Pop se produce en un grupo como Los Beatles, especialmente en el arte del guitarrista, cantante y compositor británico John Lennon. Y el importante volumen de Susan Sontag Contra la interpretación (1966) que incluye una serie de textos sobre literatura, arte y cine en los años 60, desde autores franceses como Camus, Sartre, Leiris, Artaud, Sarraute o Weil, y sobre las películas de Godard, Bresson o Resnais; pero también sobre Ionesco, Lukács y los norteamericanos Norman Brown y su libro Eros y Tánatos (1959) --otro de los pivotes de la contracultura— y sobre los fenómenos de los happenings y el camp, tan propios de la nueva sensibilidad de la que participó la propia Sontag, una de las escritoras axiales de esa década, que continuó ejerciendo la escritura tanto en el terreno de la novela como en el ensayo. Habría que mencionar también al psicoanálisis como un fenómeno contracultural en la misma dimensión que el marxismo, en tanto su revalorización significó una verdadera revolución cuando se lo mira desde una perspectiva marxista, como lo hace Herbert Marcuse en su obra Eros y civilización (1955), partiendo justamente de la obra de Sigmund Freud La interpretación de los sueños, la cual comporta en sí misma un proyecto para la transformación de la cultura humana, similar al que proponía Marx en el terreno social y económico.

Y lo más importante, en movimientos colectivos como los hippies (que no se cansaban de profesar el amor y la paz, en contra de la guerra norteamericana contra Vietnam), los comuneros, la revolución cubana en el año 59, las rebeliones estudiantiles y obreras como las del Mayo Francés del 68, la revolución democrática de Salvador Allende en el año 1973, la revolución sandinista en Nicaragua a finales de los 70, y finalmente el proceso revolucionario de raíz bolivariana acaecido en Venezuela a principios del siglo XXI.

Resulta extraño que Ludovico no haya hecho referencia a este movimiento contracultural durante la segunda mitad del siglo XX, pues él influyó poderosamente en Europa y América Latina, tanto en las expresiones de la vanguardia literaria (surrealismo, dadaísmo o existencialismo), pictórica (cubismo o surrealismo) o filosófica (el existencialismo expresado en La Náusea, de Jean Paul Sartre, o en La caída, de Albert Camus) y en la apasionante vida del escritor y músico bohemio francés Boris Vian, trompetista de jazz, narrador, compositor dramaturgo y poeta cuya existencia encarna cabalmente la filosofía existencialista. Todas estas expresiones atentaban contra la cultura institucional (es decir, dominante, dirigida, heredada y creada para que nada cambiara) basada principalmente en un mercantilismo propiciado por el capitalismo, la cual cultivaba la mediocridad, el conformismo, la adulancia a la burocracia, al sistema y al progreso económico-material, propiciando la idolatría al objeto, la religión sin religiosidad, la estupidez y la dependencia; se nos hablaba entonces de cosas como “estabilidad laboral” o de “intachabilidad cívica”, de las “virtudes morales”, los “ciudadanos ejemplares” o estupideces por el estilo, todas pertenecientes a la jerga de la cultura esclerosada y estéril del capitalismo.

Hago esta alusión al movimiento contracultural norteamericano porque éste, bajo distintas variables, tomó cuerpo a finales del siglo XX y a principios del siglo XXI en una nueva vanguardia, traducida en la guerrilla comunicacional, la cultura revolucionaria y un socialismo del siglo XXI que ya cuenta con intérpretes y teóricos en todos los países del orbe. No es difícil advertir, en los quince años que van de siglo, cómo el capitalismo mediante su política neo imperial, ha intervenido en los procesos internos de países como Libia, Irán, Siria, Afganistán o Ucrania, vulnerando la soberanía de estos pueblos y violando flagrantemente las leyes internacionales. En América Latina contamos con los casos de Honduras donde, desde el gobierno de Estados Unidos se derrocó al presidente Manuel Celaya; en Paraguay efectuando un golpe parlamentarista a Fernando Lugo; en Ecuador hubo el intento de destituir al presidente Rafael Correa manipulando parte de la policía nacional ecuatoriana; en el año 2002, el golpe de estado y secuestro perpetrado al Presidente Chávez, a quien su pueblo restituyó con arrojo dos días después. Venezuela fue víctima durante los dos primeros años del gobierno de Nicolás Maduro (2014 y 2015) de una modalidad del llamado “golpe suave” que consiste en un bloqueo y guerra económicos por parte de empresarios y acaparadores de productos de primera necesidad, con la ayuda de un grupo de la derecha venezolana que resultó perdedora en los comicios electorales del 2013, y otro grupo de militares estimulados desde el Departamento de Estado de EEUU, intentan un nuevo golpe de estado en contra suya durante el mes de febrero de 2015, el cual por suerte fracasa. Todos estos han sufrido la política injerencista estadounidense.

Visión de América Latina

Silva encontró la forma de integrar todos estos fragmentos sobre contracultura y alienación y de otorgarles organicidad, a objeto de poner de resalto estos asuntos en el contexto de América Latina, imprimiéndoles un cierto carácter periodístico, en el sentido de estar escritos al calor de los acontecimientos, dotados de un sesgo testimonial de primera mano. El libro contenía también originalmente unos ensayos relativos al mundo de la televisión y de las historietas (Comics), instrumentos que forman parte de la ideología de la dominación a través de los medios de masas, pero estos trabajos ya han sido publicados por separado. Me di a la tarea de transcribir el texto íntegro –con numerosas páginas y líneas borrosas—y de organizarlo lo mejor posible en cuanto a citas y referencias bibliográficas, aportando al mismo tiempo algunas notas mías.

Las oportunas referencias en el texto a Latinoamérica y a Venezuela convierten a la obra en una suerte de testimonio crítico muy significativo de los últimos años de la democracia representativa, compartida entre los partidos Acción Democrática y Copei, y cómo estos gobiernos se fueron desgastando en sus ofertas de convivencia social justa, especialmente durante los últimos mandatos de Carlos Andrés Pérez, Jaime Lusinchi (sobre un discurso demagógico de Lusinchi realiza aquí Silva un certero análisis) y Rafael Caldera, cuyos declives Ludovico previó con auténtica lucidez. Al mismo tiempo, Silva señala las posibles salidas a dónde puede encauzarse una sociedad si se superan los distintos tipos de alienación; a través de la construcción de una sociedad socialista que a primera vista pudiera parecer utópica, pero que es perfectamente posible. Y en este sentido el libro adquiere una tremenda vigencia, una actualidad asombrosa si tomamos en cuenta que justo a finales del siglo XX se estaba fraguando en Venezuela un movimiento patriótico de carácter socialista que encarnaría en la figura de Hugo Chávez, quien resultaría victorioso en unas elecciones en el año final de ese siglo, y continuaría ganando en sucesivos sufragios libres y limpios en la primera década del siglo XXI, cuyo gobierno intentó encauzar al país mediante un modelo socialista, sorteando infinitas complicaciones económicas, políticas y sociales, pero sobre todo ideológicas y morales, para llevar a cabo logros cualitativos y de equidad social, en el sentido de recuperar la noción de patria e historia, de crear misiones que pudieran atender los urgentes problemas de vivienda, salud y educación públicas.

Lo primero que hizo Chávez fue deslindarse de los bloques de poder neo imperiales e inspirarse en un socialismo nuevo fundado en marxistas latinoamericanos como José Martí y José Carlos Mariátegui, teniendo como norte las ideas de Simón Bolívar y de otros pensadores inscritos en este orden de ideas. Recibe el respaldo de buena parte de los intelectuales de avanzada en América y cita permanentemente en sus alocuciones a poetas como Pablo Neruda, Alberto Arvelo Torrealba o Víctor Valera Mora, o a pensadores como Eduardo Galeano, Noam Chomsky, Luis Brito García, Atilio Borón, Teotonio Dos Santos o István Mészáros, entre otros. Su tendencia humanística y política recibiría luego el nombre genérico de chavismo en honor al nuevo líder. El líder muere físicamente, pero sus ideas permanecen.

De seguro, Ludovico hubiese observado gustoso cómo varios países nuestros, sumidos antes en la dependencia, como Bolivia y Ecuador, han vivido nuevos momentos de emancipación y decisión de tener un libre destino, como lo prueban los gobiernos de Bolivia con Evo Morales, en Ecuador con Rafael Correa y en Nicaragua con Daniel Ortega, presidentes identificados con el proceso socialista de Venezuela, y en otra medida cómo los gobiernos de Argentina con Néstor Kirchner y Cristina Fernández; en Brasil con Francisco Lula Da Silva y Dilma Rousseff; en Uruguay con José Mujica y en Cuba con Fidel Castro han estrechado lazos con Venezuela para conseguir una unidad panamericana que nos permita consignar ideas soberanas de los países del sur a través de organismos o instituciones como la Celac, Unasur, Banco del Sur, PetroCaribe, o el Alba, a objeto de independizarnos de una vez por todas de las deudas externas y de las presiones económicas de los países considerados potencias, y que lo son precisamente a expensas de los países tomados como pobres o subdesarrollados. Afortunadamente, en el siglo XXI se han ido desmontando estos mecanismos económicos o injerencistas que han permitido pensar en un mundo multipolar y en otras formas de gobierno pacífico, deslastradas de la maquinaria bélica orquestada en los centros de poder.

Ha sido extraordinariamente difícil convalidar estas ideas socialistas y hacerlas encarnar en una voluntad popular mayoritaria, pues se enfrentan precisamente a tres de los elementos más nefastos del capitalismo: la manipulación de una ideología que enmascara las necesidades reales de la gente; el poderoso sistema de alienación basado en el valor de cambio, (intensificado en nuestro país a raíz del rentismo petrolero, dando origen a una dependencia de bienes importados), y la presión económico-bélica constante del capitalismo de estado representado por los EEUU y otros de la Unión Europea ejercida sobre nuestros países. La dependencia en el consumo de bienes importados ha convertido el que pudo haber sido un país productivo, en país dependiente, movido por un consumismo delirante surgido del facilismo, la comodidad y la creencia de que todo nos lo merecemos por el solo hecho de tener petróleo en el subsuelo.

Ludovico nos ha alertado en este sentido en este libro, haciendo uso de una inteligencia y sensibilidad impares: ha puesto buena parte del poder de su visión poética del mundo y la ha mezclado a su capacidad de análisis sobre la realidad social de nuestros pueblos, para entregarnos una propuesta que es, a su vez, una advertencia para los tiempos que se avecinan, con una mirada cargada de esperanza. Y un poderoso instrumento para reflexionar sobre el combate que debemos librar para construir un nuevo mundo.

Coro, 2015

Notas

1 “Ludovico Silva, la palabra de oro”. En: Gabriel Jiménez Emán, Diálogos con la página, Academia Nacional de la Historia, El libro menor, Caracas, 1984, pp. 103 -111.

2 Póstumamente también se ha editado un importante volumen preparado por Edda Armas y un equipo de investigadores de la Universidad Simón Bolívar, bajo el título de Teoría poética, Editorial Equinoccio, Universidad Simón Bolívar, Caracas, 2008. Al respecto de esta obra, véase mi trabajo Ludovico Silva: Ensayos para una poética. En Imagen, Revista latinoamericana de Cultura, N° 6, Ministerio del Poder popular para la Cultura, Caracas, 2014, págs., 16-24. Incluye Dossier de Ludovico Silva, con textos inéditos, fotos y portada con Ludovico Silva. Página Web: Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos: www.celarg.gob.ve

3 Para una visión sumaria de la contracultura en los Estados Unidos, véase mi artículo Estados Unidos: la otra cultura. En: https://www.alainet.org/es/articulo/190608