Por
Gabriel Jiménez Emán
Un
marxista poeta
Ludovico
Silva (1937-1988) constituye en nuestro país uno de los casos más precoces de
talento poético y de capacidad intelectual. Desde su adolescencia en Caracas su
ciudad natal se entregó a la escritura de poemas, y apenas se gradúa de
bachiller a los 17 años emprende un viaje a Europa en 1954, con escalas en
Madrid, Paris y Alemania.
En la capital española se une a la tertulia poética y
bohemia y lee sus textos en el Ateneo de Madrid y en la Casa de la Tertulia
Hispanoamericana; siempre fue admirador de los poetas españoles, desde místicos
como San Juan de la Cruz o Fray Luis de León, de los poetas del llamado Siglo
de Oro –especialmente de Francisco de Quevedo-- y los de la generación de 1929,
en particular a Jorge Guillén; éste último su amigo personal. En 1955 marcha a
Paris, donde asiste a cursos de literatura francesa, y después en Friburgo,
Alemania, estudia filología románica con Hugo Friedrich, eminente profesor y
autor del importante libro Estructura de la lírica moderna, que
tanta influencia va a ejercer en su manera de apreciar el fenómeno poético
moderno, y a citar continuamente a lo largo de sus ensayos literarios. Ludovico
se ocupa en prodigarse una amplia formación humanística con énfasis en la
poesía, el arte, la música, la estética y la filosofía. Regresa a Venezuela en
1961, y entrega a publicación su primer libro de poemas, Tenebra (1964)
en la editorial mexicana El Corno Emplumado. Al año siguiente, su amigo el
monje y escritor norteamericano Thomas Merton escribe el prólogo para su poema Boom! (1965),
un texto de claros visos apocalípticos. Ya Ludovico ha entrado con firmeza en
el terreno de lo poético.
Luego
de su regreso a Venezuela, Ludovico se dedica a escribir para diarios y
revistas de Caracas, e inicia sus estudios de filosofía e idiomas en la
Universidad Central de Venezuela, donde toma contacto con textos fundamentales
de la filosofía clásica y de la filosofía moderna; aprende griego, latín,
alemán, y va entrando en proximidad con las obras los filósofos griegos
antiguos, pero también con las de Hegel, Nietzsche, Schopenhauer, Kierkegaard,
Goethe, Heidegger, Lukács, Marx y Engels. Tocado por las ideas de Carlos Marx,
Ludovico redacta su primer aporte al marxismo del siglo XX en Venezuela, en su
obra La
plusvalía ideológica (1970), un año antes de recibirse como
Licenciado en Filosofía en la Universidad Central en 1971, con mención summa cum
laude.
A
medida que se adentra en las tesis de Marx y de otros filósofos y economistas
marxistas, Ludovico siente la necesidad de desentrañar los textos de Marx para
contemporizarlos y despojarlos de una serie de equívocos teóricos e
imprecisiones semánticas. En primer lugar, realiza una pesquisa lingüística de
los textos originarios en alemán, y desde allí observa meticulosamente los conceptos
a fin de restituirles su significación original, para después ponerlos al día y
cotejarlos con las ideas de otros marxistas como Ernest Mandel (a quien
Ludovico considera el principal marxista del siglo XX), Roman Rosdolsky, George
Lukács o Herbert Marcuse. El mismo año se edita en Caracas Sobre el
socialismo y los intelectuales (1970), donde nuestro autor
intenta tomar una posición clara en cuanto a la responsabilidad de los
intelectuales en el momento de apoyar las luchas socialistas en América Latina,
tomando como precedentes a escritores rusos o europeos.
Para
que no quede duda acerca de su conocimiento del alemán, Ludovico intenta el que
es acaso su libro más atrevido, en cuanto a elucidación de rasgos de la
escritura del autor de El Capital: El estilo literario de Marx (1971),
donde revela en detalle una serie de giros, sutilezas lingüísticas, artificios
y metáforas dispuestas por el filósofo alemán en el momento de emprender la
escritura de sus obras. El libro fue publicado en México y mereció cinco
ediciones y elogios, entre otros del eminente escritor italiano Humberto Eco.
Hay
que hacer énfasis aquí en el concepto de plusvalía ideológica, que ha sido
acuñado por Ludovico Silva dentro de la literatura marxista, y dio a su autor
un impulso significativo para desarrollar esta noción en obras suyas
posteriores como Teoría
y práctica de la ideología (1971), libro también editado en
México que contó con diecisiete ediciones y proyectó a Ludovico inmediatamente
como a uno de los principales marxistas latinoamericanos, entrando a formar
parte de los pensum de estudio en varias universidades latinoamericanas y
europeas. No conforme con ello, Silva se da a la tarea de escribir el que es
acaso su libro más controversial: Anti- Manual para uso de marxistas,
marxólogos y marxianos (1985) el cual contó con cinco
ediciones en Venezuela y puso en el tapete a nuestro autor como a uno de los
filósofos más heterodoxos en cuanto a interpretación marxista, clarificando una
serie de conceptos (cultura, ideología, dialéctica, subdesarrollo, alienación,
materialismo, plusvalía y otros) los cuales, dada su complejidad teórica,
derivaron hacia una fosilización dogmática; en efecto, lo más notorio en este
libro es la valoración en él llevada a cabo hacia una redefinición de éstos
conceptos, para despojarlos del fantasma del dogma. Para ello, Silva nos entrega
una suerte de “diccionario” que a su vez se aleja de los manuales y
clasificaciones estereotipadas.
El profesor y el filósofo
En
estos años también se produce una nueva etapa en la producción poética de
Ludovico, donde sobresalen los libros In vino veritas (1977), Piedras y
campanas (1979) y Cuaderno de la noche (1979),
donde se produce una depuración en su expresión que va desde el largo aliento
de poemas como “In vino veritas” –una reflexión báquica sobre la existencia y
el carpe
diem que ella incita en cuanto a fugacidad celebratoria—hasta
los cincelados poemas de Piedras y campanas, sobre los que alguna
vez escribí un acercamiento (1) ; en el internarse en la nocturnidad y
oscuridad presentes en Cuaderno de la noche, --prefigurados en su
primer libro Tenebra--
la poesía de Ludovico va dibujando un camino de expresión propia, fundada en el
desgarramiento existencial.
A
la par de su actividad filosófica y poética, Ludovico complementa su oficio con
la escritura de columnas de prensa o la realización de programas radiales donde
reflexiona de modo permanente acerca del fenómeno político, económico, social o
de índole literaria, a través de artículos que luego serán reunidos en libros
como De
lo uno a lo otro (1974), Belleza y revolución (1979)
o Ensayos
temporales (1983), los cuales dan cuenta de la aguda lucidez
de nuestro escritor, siempre alerta para interpretar su tiempo o su momento
histórico tanto desde el punto de vista filosófico y social, como desde el
ángulo estético, artístico o espiritual. En este sentido, es posible apuntar la
obra de Ludovico dentro de una vanguardia intelectual nuestra, donde ésta corre
todos sus riesgos históricos en un país donde ser marxista para ese momento era
poco menos que una bofetada a la política neoliberal convencional, o a la
ideología burguesa de un bipartidismo pactado que contempla una permanente
actitud de entrega de nuestros principales recursos a las potencias neo
imperiales.
Otras
responsabilidades profesionales de Silva fueron su cátedra de filosofía en la
Universidad Central y su labor como animador y redactor de revistas culturales
como Papeles en el Ateneo de Caracas, o Lamigal junto a Miguel
Otero Silva, así como conductor del programa “La Palabra Libre” en Radio
Nacional de Venezuela, y las permanentes entrevistas que le hacían en calidad
de escritor estudiantes y periodistas. La salud de Ludovico empieza a flaquear
seriamente a partir de los años 80, a pesar de lo cual logra cumplir con la
mayoría de sus responsabilidades y continuar con la escritura. A esta etapa de
madurez pertenecen los textos Humanismo clásico y humanismo marxista (1983)
y La
alienación como sistema (1983), éste último subtitulado “La
teoría de la alienación en la obra de Marx” y la obra más ambiciosa de Silva en
lo que respecta a la sistematización de este concepto o categoría en la obra
del pensador alemán. Son diez capítulos donde se desmadeja rigurosamente este
concepto, comenzando por su trayecto histórico y problemas, desde los llamados Manuscritos
de 1844 de París y las correspondientes determinaciones de la
alienación. Siguen capítulos sobre La sagrada familia y la alienación, las
tesis sobre Feuerbach y la génesis del materialismo histórico en La ideología
alemana; los Grundrisse y la alienación; la dialéctica
del valor de uso y el valor de cambio en la Crítica de la economía política;
el fetichismo y la división del trabajo y la alienación en El Capital;
finalmente la alienación en las llamadas “Teorías de la plusvalía”, para
conformar así el más completo estudio sobre la alienación que se haya
emprendido en Venezuela, y acaso en América Latina. Con esta obra, Ludovico
Silva completa un proyecto filosófico de envergadura dentro de la teoría
marxista y trata de aplicarlo o glosarlo de diversas formas en distintos escritos
suyos, sean éstos de carácter disciplinario o riguroso, o meramente
divulgativos o didácticos: siempre está ahí el esfuerzo por hacer comprender,
por transmitir al lector de la manera más clara posible una serie de
concepciones que de otro modo resultarían enrarecidas por las malas
traducciones o las interpretaciones manualescas.
Lo
notable en Ludovico es el diestro manejo tanto del tema tratado como su
rigurosidad analítica, aunados al empleo de un lenguaje dócil, rico en
comparaciones y ejemplificaciones, que sitúan al lector en un territorio
comprensivo notable, lo cual se debe a su proximidad permanente con escritores
capitales. De modo que filosofía y literatura tienen en sus escritos un diálogo
notable. En sus últimos años, Ludovico pone especial atención en el análisis
sobre poesía, de donde surgen los Ensayos sobre Vicente Gerbasi(1985)
y otro sobre un poema (“Myesis”) de Juan Liscano, Los astros esperan (1985).
Publica en Mérida su poema El ángel devorado (1986)
y comienza a agrupar en un volumen distintos ensayos sobre poetas venezolanos
que titulará La
torre de los ángeles (1991) y será editado póstumamente (2),
al tiempo que agrupa artículos y ensayos de diversa temática y procedencia para
reunirlos en el volumen Filosofía de la ociosidad (1987), donde
nos muestra una capacidad enorme para jugar con los modos de estructurar una
obra, en este caso una obra abierta, en forma de tablero dialéctico, donde el
estilo y las mismas carencias e imperfecciones toman parte de ella, en lo cual
radica justamente su carácter amplio de ensayo en el sentido en que experimenta
y juega con la inteligencia o el intelecto del lector. Similar rasgo se
advierte en su libro ulterior, Clavimandora (1992)
también póstumo y editado por la Academia Nacional de la Historia.
El amigo, el maestro
Debo
reseñar la relación de amistad que me unió a Ludovico Silva, desde que él
publicó sendos artículos sobre mis libros Los dientes de Raquel, Saltos sobre la
soga y Narración del doble en la prensa de
Caracas durante la década de los años 70, los cuales me sirvieron de enorme
estímulo para mi labor literaria. De ahí en adelante nos veíamos con frecuencia
en bares de Caracas y en sus departamentos caraqueños de la urbanizaciones La
California y del Bosque San Miguel, donde tuve ocasión de compartir momentos
para la literatura y la amistad, la música y el arte acompañado de familiares y
amigos, poetas y artistas, en medio de una sana y radiante bohemia. Tragos,
comidas, celebraciones de libros o veladas venían selladas con una alegría
particular donde se daban cita la jocosidad y el humor, y a veces también la
discusión acalorada acerca de los grandes problemas del país.
Pues
a veces la bohemia no hace sino mitigar u ocultar temporalmente los signos
nefastos del entorno: manipulaciones de la mala política, los graves errores
cometidos por los líderes de nuestras democracias representativas –y también,
por supuesto, por líderes de la izquierda cuyas propuestas resultaron
fallidas-- en el momento de organizarse como sociedades justas, sobre todo en
los países de Latinoamérica, siempre signados por sufrir la dominación de los
imperialismos de turno: primero el español y el inglés, y luego el
estadounidense; entonces surgen las luchas populares como respuestas a aquélla,
las cuales deben tener porque sí apoyaturas teóricas, entre las cuales la obra
de Carlos Marx surge sin duda como una herramienta de primera importancia.
Tanto en los estudios sistemáticos de Ludovico como en sus ensayos o artículos,
existe una permanente reflexión sobre la circunstancia política que rodea a una
determinada sociedad o realidad, visible en obras como Filosofía de
la ociosidad o Clavimandora. Ludovico cedió
los originales de este último libro a la Academia Nacional de la Historia, y
encargaron a un motorizado a que los llevara a destino, pero este sufrió un
accidente, su motocicleta se incendió y el original resultó parcialmente
quemado; luego, dada la extensión del volumen y los percances sufridos, su
edición fue muy accidentada, larga y costosa; tanto, que no alcanzó a verlo
editado. Para él redacté un breve prefacio.
Crónica de un manuscrito: El
combate por el Nuevo Mundo
Ludovico
me hizo el honor de confiarme algunos libros suyos para hacerles un prólogo.
Además de Clavimandora,
me cedió su libro de poemas Crucifixión del vino, editado
por Fundarte en 1996 con un prefacio mío, y, un año antes de su fallecimiento,
puso en mis manos El
combate por el Nuevo Mundo, cuya copia fotostática estuvo tan
celosamente guardada, que se extravió dentro de la montaña de papeles y libros
en mi biblioteca, en medio de numerosas mudanzas, hasta que apareció hace un
par de años, bien sellada en un sobre plástico. Se tratada de un grueso volumen
de casi 500 páginas, que él había armado con diferentes trabajos suyos, algunos
de ellos ya editados o formando parte de un trabajo mayor, a las cuales fueron
entreveradas otras dos partes inéditas por completo, titulada la primera Nuevas
Categorías: Totalidad y Alienación en Latinoamérica, y la segunda: La Alienación
en América Latina: Economía política de la democracia.
La
primera parte de El
combate por el Nuevo Mundo lo conforma el texto revisado del
ya citado libro Contracultura, reformulado
y subtitulado, y constituye la introducción al volumen bajo el título de
Primeras Categorías; Cultura, Contracultura, Ideología, conformado por nueve
puntos.
Cuando
realiza su acercamiento a los escritores que representan la corriente
contracultural en Europa y los Estados Unidos, Ludovico hace referencia a los
que considera casos paradigmáticos en ese sentido: a los poetas Edgar Allan Poe
en Estados Unidos; a Charles Baudelaire, Paul Verlaine y Arthur Rimbaud en
Francia, así como al novelista francés Honoré de Balzac, en cuyas obras y
existencias Silva señala varios rasgos, pasajes o momentos donde éstos se
oponen a la cultura dominante del capitalismo, directa o indirectamente. Es de
hacer notar que el término contracultura, como tal, no se utilizó en aquellos
días del romanticismo, el simbolismo, el naturalismo o el realismo franceses,
sino que es un término que ha sido acuñado en el siglo XX por el escritor
estadounidense Theodore Roszak en su libro El nacimiento de una contracultura (1968)
para referirse a los movimientos colectivos que venían incubándose desde los
años 50 de ese siglo en Estados Unidos (3) a partir de la Generación Beatnik en
autores como Allen Ginsberg, Jack Kerouac, William Burroughs, Gregory Corso o
Lawrence Ferlinghetti, movidos entre otras cosas por la rebeldía inherente a la
música de jazz, y que luego detonarían en los movimientos hippie, punk y
underground de los años 60 y 70, y se expresarían en la poesía (Aullido,
de Ginsberg), la novela (En la carretera, de Kerouac, o Almuerzo
desnudo, de Burroughs), el comic undergound (en el gran dibujante
Robert Crumb), en los cineastas del nouvelle vague francés (Jean Luc Godard,
Louis Malle o Jean Renoir), o el rock ácido en cantantes de los 60 como Janis
Joplin, Frank Zappa y Jim Morrison; en guitarristas como Jimmy Hendrix, y
dentro del movimiento Pop se produce en un grupo como Los Beatles,
especialmente en el arte del guitarrista, cantante y compositor británico John
Lennon. Y el importante volumen de Susan Sontag Contra la interpretación (1966)
que incluye una serie de textos sobre literatura, arte y cine en los años 60,
desde autores franceses como Camus, Sartre, Leiris, Artaud, Sarraute o Weil, y
sobre las películas de Godard, Bresson o Resnais; pero también sobre Ionesco,
Lukács y los norteamericanos Norman Brown y su libro Eros y Tánatos (1959)
--otro de los pivotes de la contracultura— y sobre los fenómenos de los
happenings y el camp, tan propios de la nueva sensibilidad de la que participó
la propia Sontag, una de las escritoras axiales de esa década, que continuó
ejerciendo la escritura tanto en el terreno de la novela como en el ensayo.
Habría que mencionar también al psicoanálisis como un fenómeno contracultural
en la misma dimensión que el marxismo, en tanto su revalorización significó una
verdadera revolución cuando se lo mira desde una perspectiva marxista, como lo
hace Herbert Marcuse en su obra Eros y civilización (1955),
partiendo justamente de la obra de Sigmund Freud La interpretación de los sueños,
la cual comporta en sí misma un proyecto para la transformación de la cultura
humana, similar al que proponía Marx en el terreno social y económico.
Y
lo más importante, en movimientos colectivos como los hippies (que no se
cansaban de profesar el amor y la paz, en contra de la guerra norteamericana
contra Vietnam), los comuneros, la revolución cubana en el año 59, las
rebeliones estudiantiles y obreras como las del Mayo Francés del 68, la
revolución democrática de Salvador Allende en el año 1973, la revolución
sandinista en Nicaragua a finales de los 70, y finalmente el proceso revolucionario
de raíz bolivariana acaecido en Venezuela a principios del siglo XXI.
Resulta
extraño que Ludovico no haya hecho referencia a este movimiento contracultural
durante la segunda mitad del siglo XX, pues él influyó poderosamente en Europa
y América Latina, tanto en las expresiones de la vanguardia literaria
(surrealismo, dadaísmo o existencialismo), pictórica (cubismo o surrealismo) o
filosófica (el existencialismo expresado en La Náusea, de Jean
Paul Sartre, o en La
caída, de Albert Camus) y en la apasionante vida del escritor y
músico bohemio francés Boris Vian, trompetista de jazz, narrador, compositor
dramaturgo y poeta cuya existencia encarna cabalmente la filosofía
existencialista. Todas estas expresiones atentaban contra la cultura
institucional (es decir, dominante, dirigida, heredada y creada para que nada
cambiara) basada principalmente en un mercantilismo propiciado por el
capitalismo, la cual cultivaba la mediocridad, el conformismo, la adulancia a
la burocracia, al sistema y al progreso económico-material, propiciando la
idolatría al objeto, la religión sin religiosidad, la estupidez y la
dependencia; se nos hablaba entonces de cosas como “estabilidad laboral” o de
“intachabilidad cívica”, de las “virtudes morales”, los “ciudadanos ejemplares”
o estupideces por el estilo, todas pertenecientes a la jerga de la cultura esclerosada
y estéril del capitalismo.
Hago
esta alusión al movimiento contracultural norteamericano porque éste, bajo
distintas variables, tomó cuerpo a finales del siglo XX y a principios del
siglo XXI en una nueva vanguardia, traducida en la guerrilla comunicacional, la
cultura revolucionaria y un socialismo del siglo XXI que ya cuenta con
intérpretes y teóricos en todos los países del orbe. No es difícil advertir, en
los quince años que van de siglo, cómo el capitalismo mediante su política neo
imperial, ha intervenido en los procesos internos de países como Libia, Irán,
Siria, Afganistán o Ucrania, vulnerando la soberanía de estos pueblos y
violando flagrantemente las leyes internacionales. En América Latina contamos
con los casos de Honduras donde, desde el gobierno de Estados Unidos se derrocó
al presidente Manuel Celaya; en Paraguay efectuando un golpe parlamentarista a
Fernando Lugo; en Ecuador hubo el intento de destituir al presidente Rafael
Correa manipulando parte de la policía nacional ecuatoriana; en el año 2002, el
golpe de estado y secuestro perpetrado al Presidente Chávez, a quien su pueblo
restituyó con arrojo dos días después. Venezuela fue víctima durante los dos
primeros años del gobierno de Nicolás Maduro (2014 y 2015) de una modalidad del
llamado “golpe suave” que consiste en un bloqueo y guerra económicos por parte
de empresarios y acaparadores de productos de primera necesidad, con la ayuda
de un grupo de la derecha venezolana que resultó perdedora en los comicios
electorales del 2013, y otro grupo de militares estimulados desde el
Departamento de Estado de EEUU, intentan un nuevo golpe de estado en contra
suya durante el mes de febrero de 2015, el cual por suerte fracasa. Todos estos
han sufrido la política injerencista estadounidense.
Visión de América Latina
Silva
encontró la forma de integrar todos estos fragmentos sobre contracultura y
alienación y de otorgarles organicidad, a objeto de poner de resalto estos
asuntos en el contexto de América Latina, imprimiéndoles un cierto carácter
periodístico, en el sentido de estar escritos al calor de los acontecimientos,
dotados de un sesgo testimonial de primera mano. El libro contenía también
originalmente unos ensayos relativos al mundo de la televisión y de las
historietas (Comics), instrumentos que forman parte de la ideología de la
dominación a través de los medios de masas, pero estos trabajos ya han sido
publicados por separado. Me di a la tarea de transcribir el texto íntegro –con
numerosas páginas y líneas borrosas—y de organizarlo lo mejor posible en cuanto
a citas y referencias bibliográficas, aportando al mismo tiempo algunas notas
mías.
Las
oportunas referencias en el texto a Latinoamérica y a Venezuela convierten a la
obra en una suerte de testimonio crítico muy significativo de los últimos años
de la democracia representativa, compartida entre los partidos Acción
Democrática y Copei, y cómo estos gobiernos se fueron desgastando en sus
ofertas de convivencia social justa, especialmente durante los últimos mandatos
de Carlos Andrés Pérez, Jaime Lusinchi (sobre un discurso demagógico de
Lusinchi realiza aquí Silva un certero análisis) y Rafael Caldera, cuyos
declives Ludovico previó con auténtica lucidez. Al mismo tiempo, Silva señala
las posibles salidas a dónde puede encauzarse una sociedad si se superan los
distintos tipos de alienación; a través de la construcción de una sociedad
socialista que a primera vista pudiera parecer utópica, pero que es
perfectamente posible. Y en este sentido el libro adquiere una tremenda vigencia,
una actualidad asombrosa si tomamos en cuenta que justo a finales del siglo XX
se estaba fraguando en Venezuela un movimiento patriótico de carácter
socialista que encarnaría en la figura de Hugo Chávez, quien resultaría
victorioso en unas elecciones en el año final de ese siglo, y continuaría
ganando en sucesivos sufragios libres y limpios en la primera década del siglo
XXI, cuyo gobierno intentó encauzar al país mediante un modelo socialista,
sorteando infinitas complicaciones económicas, políticas y sociales, pero sobre
todo ideológicas y morales, para llevar a cabo logros cualitativos y de equidad
social, en el sentido de recuperar la noción de patria e historia, de crear
misiones que pudieran atender los urgentes problemas de vivienda, salud y educación
públicas.
Lo
primero que hizo Chávez fue deslindarse de los bloques de poder neo imperiales
e inspirarse en un socialismo nuevo fundado en marxistas latinoamericanos como
José Martí y José Carlos Mariátegui, teniendo como norte las ideas de Simón Bolívar
y de otros pensadores inscritos en este orden de ideas. Recibe el respaldo de
buena parte de los intelectuales de avanzada en América y cita permanentemente
en sus alocuciones a poetas como Pablo Neruda, Alberto Arvelo Torrealba o
Víctor Valera Mora, o a pensadores como Eduardo Galeano, Noam Chomsky, Luis
Brito García, Atilio Borón, Teotonio Dos Santos o István Mészáros, entre otros.
Su tendencia humanística y política recibiría luego el nombre genérico de
chavismo en honor al nuevo líder. El líder muere físicamente, pero sus ideas
permanecen.
De
seguro, Ludovico hubiese observado gustoso cómo varios países nuestros, sumidos
antes en la dependencia, como Bolivia y Ecuador, han vivido nuevos momentos de
emancipación y decisión de tener un libre destino, como lo prueban los
gobiernos de Bolivia con Evo Morales, en Ecuador con Rafael Correa y en
Nicaragua con Daniel Ortega, presidentes identificados con el proceso
socialista de Venezuela, y en otra medida cómo los gobiernos de Argentina con
Néstor Kirchner y Cristina Fernández; en Brasil con Francisco Lula Da Silva y
Dilma Rousseff; en Uruguay con José Mujica y en Cuba con Fidel Castro han
estrechado lazos con Venezuela para conseguir una unidad panamericana que nos
permita consignar ideas soberanas de los países del sur a través de organismos
o instituciones como la Celac, Unasur, Banco del Sur, PetroCaribe, o el Alba, a
objeto de independizarnos de una vez por todas de las deudas externas y de las
presiones económicas de los países considerados potencias, y que lo son
precisamente a expensas de los países tomados como pobres o subdesarrollados.
Afortunadamente, en el siglo XXI se han ido desmontando estos mecanismos
económicos o injerencistas que han permitido pensar en un mundo multipolar y en
otras formas de gobierno pacífico, deslastradas de la maquinaria bélica
orquestada en los centros de poder.
Ha
sido extraordinariamente difícil convalidar estas ideas socialistas y hacerlas
encarnar en una voluntad popular mayoritaria, pues se enfrentan precisamente a
tres de los elementos más nefastos del capitalismo: la manipulación de una
ideología que enmascara las necesidades reales de la gente; el poderoso sistema
de alienación basado en el valor de cambio, (intensificado en nuestro país a
raíz del rentismo petrolero, dando origen a una dependencia de bienes
importados), y la presión económico-bélica constante del capitalismo de estado
representado por los EEUU y otros de la Unión Europea ejercida sobre nuestros
países. La dependencia en el consumo de bienes importados ha convertido el que
pudo haber sido un país productivo, en país dependiente, movido por un
consumismo delirante surgido del facilismo, la comodidad y la creencia de que
todo nos lo merecemos por el solo hecho de tener petróleo en el subsuelo.
Ludovico
nos ha alertado en este sentido en este libro, haciendo uso de una inteligencia
y sensibilidad impares: ha puesto buena parte del poder de su visión poética
del mundo y la ha mezclado a su capacidad de análisis sobre la realidad social
de nuestros pueblos, para entregarnos una propuesta que es, a su vez, una
advertencia para los tiempos que se avecinan, con una mirada cargada de
esperanza. Y un poderoso instrumento para reflexionar sobre el combate que
debemos librar para construir un nuevo mundo.
Coro,
2015
Notas
1
“Ludovico Silva, la palabra de oro”. En: Gabriel Jiménez Emán, Diálogos con la
página, Academia Nacional de la Historia, El libro menor, Caracas, 1984, pp.
103 -111.
2
Póstumamente también se ha editado un importante volumen preparado por Edda
Armas y un equipo de investigadores de la Universidad Simón Bolívar, bajo el
título de Teoría
poética, Editorial Equinoccio, Universidad Simón Bolívar, Caracas,
2008. Al respecto de esta obra, véase mi trabajo Ludovico Silva: Ensayos para una
poética. En Imagen, Revista latinoamericana de Cultura, N° 6,
Ministerio del Poder popular para la Cultura, Caracas, 2014, págs., 16-24.
Incluye Dossier de Ludovico Silva, con textos inéditos, fotos y portada con
Ludovico Silva. Página Web: Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo
Gallegos: www.celarg.gob.ve
3
Para una visión sumaria de la contracultura en los Estados Unidos, véase mi
artículo Estados
Unidos: la otra cultura. En: https://www.alainet.org/es/articulo/190608