Por Jesús Valencia
El problema no es de hoy; hace ahora
veinte años que se desataron las furias. Bastó que el pueblo arrecho de
Venezuela hiciera causa común con Hugo Chávez para que una nube de rapaces se
abalanzara contra él; incontables aves depredadoras que habían engordado
durante la IV República y que no estaban dispuestas a perder su presa. Entre
ellas, y azuzando al resto, la insaciable águila imperial.
Veinte años rigurosos que evidencian la
confrontación descomunal entre dos proyectos irreconciliables. Por un lado, el
noble pueblo venezolano se reafirma como garante de la nación. Por el otro, la
turba de vende patrias que reclama a gritos la intervención gringa para
mantener intactos sus privilegios; gente ilimitada en ruindades e incansable en
hostilidades. Hasta ahora han fracasado en todas ellas y esto les ha obligado a
elevar el listón de sus desatinos.
El 18 de diciembre del año pasado cinco
conspiradores reconocidos se dieron cita en la sede de la OEA. Allá diseñaron
lo que, a su entender, sería el asalto final: la instauración artificiosa de un
“gobierno de transición”. Presentaron su ocurrencia a la corte del emperador
que no dudo en darle el visto bueno; buscaron a un intruso que estuviera
dispuesto a autoproclamarse presidente y pronto encontraron a un Guaidó que se
prestara a la pantomima. Un mes más tarde –el 16 de enero- Estados Unidos
convocó en la misma sede de la OEA a los embajadores de siete estados
latinoamericanos sumisos y les propuso el plan. Sobra decir que los siete lo
aceptaron sin chistar. Siete días más tarde, Venezuela sufría una agresión
brutal que el imperio pretendía fulminante: una vez que el intruso se
autoproclamase “presidente interino”, al Gobierno legítimo huiría en desbandada
y la Revolución Bolivariana quedaría liquidada.
El pueblo bolivariano, en un alarde de
dignidad, ha plantado cara al imperio aunque el precio que está pagando por
ello es altísimo. Sus agresores, tras un perifollo humanitario, están
demostrando un sadismo cruel: “La mejor solución para el país sería acelerar el
colapso, aunque eso se tradujera en una mayor carga de sufrimiento durante
meses o años para la población venezolana” (William Brownfield, ex embajador de
Estados Unidos en Venezuela). “Para nosotros – babea Guaidó- los muertos no son
costos son inversión en futuro; si eso ayuda para que la locura de esta gente
se le vaya del cerebro y entre en razón está bien”. La Venezuela
antiimperialista, consciente del poder que le agrede, ha reclamado el apoyo
internacional. “Compañeras y compañeros del mundo – nos planteaba Nicolás
Maduro el seis de febrero- quiero pedirles que levantemos entre todos un
poderoso movimiento de solidaridad que denuncie, rechace y derrote las amenazas
de intervención militar imperialista gringa en Venezuela”.
Su llamamiento ha merecido una respuesta
inmediata y amplia que resulta imposible reseñar en detalle. Organizaciones
internacionalistas de todo el mundo, sindicatos de muy variados espectros, el
Foro de Sao Paulo, el Encuentro Continental Bolivariano, jóvenes de la Brigada
Internacionalista, la Asamblea Internacional de los Pueblos, ciudadanos
anónimos o personas más conocidas…. Un gigantesco clamor de voces variadas
denuncia cada día la descarada pretensión de un imperialismo arrogante y voraz.
Por lo que se refiere a nuestro pueblo,
desde el primer momento se puso del lado de la Venezuela emergente. A despecho
de las burguesías locales, siempre dispuestas a palmotear los abusos que el
imperialismo yanqui cometa por el mundo. El PNV jaleo a los pilotos que
pulverizaban Irak y ahora festeja las gracias de un monigote empeñado en
regalar su patria a los matones del Norte; jeltzales que actuaron como
teloneros de un Guaidó que pierde fuelle por momentos. La otra Euskal Herria,
la defensora de la soberanía de todos los pueblos, ha cogido otro derrotero.
Sindicatos como ELA, LAB, STE-EILAS, ESK constan entre los firmantes que, a
primeros de febrero, exigían paz, diálogo y respeto para Venezuela.
Por lo que se refiere al amplio espectro
social vasco identificado con el internacionalismo, ya el 25 de enero se
movilizó al grito de “Venezuela Aurrera”. Nos encontramos ante una nueva
convocatoria que se presume multitudinaria. El día 4 de Mayo, a las 6 de la
tarde, saldremos desde la Plaza Elíptica para recorrer las calles de Bilbao con
un mensaje parecido “Venezuela Aurrera. No al Golpe”. Será la expresión de un
pueblo soberano que defiende sin ambigüedades los derechos de cualquier otro
pueblo del mundo. En este caso, la Venezuela bolivariana.
Jesús Valencia
Internacionalista