Por Ignacio Díaz

La campaña coordinada por la ONU
para cubrir los gastos iniciales de emergencia fue de apenas 282 millones de
dólares, cifra muy lejana a los mil millones prometidos con el paso de los días
para reconstruir la catedral parisina. Este sábado la ONU había llegado a
recaudar 74 millones de dólares, mientras solo en un día un multimillonario
ofreció 100 millones para Notre Dame.
El costo económico para
Mozambique del paso del ciclón se estima en 773 millones de dólares, según el
Banco Mundial, mientras que el costo social se expresa en cifras contundentes.
El 20 de abril había al menos 77
mil personas registradas en centros de alojamiento temporarios y 110 mil casas
arrasadas. La población con necesidad de atención humanitaria asciende a 1
millón 850 mil y hay 335 mil niños en edad escolar perjudicados. En el plano
sanitario, se contabilizaron más de 6.500 casos de cólera y más de 14 mil de
malaria en la provincia de Sofala.
En medio de esta situación, el
Fondo Monetario Internacional aprobó un préstamo de emergencia de apenas 118
millones de dólares para Mozambique.
Una región
olvidada
Si se toma toda la región
africana afectada, la cifra de damnificados asciende a 3 millones y los fondos
necesarios para la reconstrucción de infraestructura, viviendas y pueblos
completos arrasados se estima en 2 mil millones de dólares. El número de casos
de cólera asciende a por lo menos 7.500, con ocho muertos.
La cifra total de muertos
confirmados es de 1.005, pero la cantidad real es mucho mayor, ya que esa es
solo la cantidad de cuerpos encontrados e identificados.
Pero esa es una parte del
problema. Además, las inundaciones arrasaron 470 mil hectáreas de cultivo en el
sur de África, una de las zonas más pobres del mundo, semanas antes de la
cosecha. Solo en Mozambique casi la mitad de la población vive bajo la línea de
pobreza.
Las imágenes del incendio de
Notre Dame fueron impactantes. Pero mucho más penetrantes son las de aviones
arrojando comida desde el cielo en zonas inundadas, familias trepadas sobre
árboles durante días para evitar morir ahogadas y resistiendo sin comida ni
agua.
Según el reporte de la ONU, Idai
fue uno de los ciclones más mortales del hemisferio sur y todavía hay millones
de personas luchando por sobrevivir, con zonas que permanecen inundadas más de
un mes después de la catástrofe.