Los algoritmos refuerzan las
estructuras de poder, colaborando activamente con el cumplimiento de la
normatividad social que las sustenta
Por Cristina Bernabeu
Si hay algo que está confirmando la
Inteligencia Artificial (IA) es la hipótesis de que la tecnología no es ni
exacta, ni neutral, ni transparente, ni imparcial. Esto no tendría por qué
resultar problemático, si no fuera porque en contextos de desigualdad social,
como en los sistemas neoliberales o heteropatriarcales, los algoritmos no solo
(re)producen esa desigualdad, sino que, además, la naturalizan. En un sentido
muy general, la función de los algoritmos es alimentarse de las masas de datos
que se encuentran en la realidad empírica, para después volverla a definir. En
esa redefinición, sin embargo, hacen algo más que copiar, reflejar o describir
la realidad. La fabrican, la generan, la construyen, la prescriben.