Por
Iván Padilla
Una
consigna política nacida en Venezuela después de la madrugada del 14 de abril
de 2002, dice que “a
todo 11 le llega su 13” o “todo 11 tiene su 13”. En
clara alusión al Golpe de Estado preparado y ejecutado desde el Pentágono y con
apoyo de la CIA para derrocar (el 11 de abril de 2002) al Gobierno
Constitucional presidido, entonces, por el Comandante Hugo Chávez y devuelto
(el 13 del mismo mes y año) por el Poder Popular a la responsabilidad para la
que fue elegido democráticamente.
Las
dos fechas, separadas por tan solo 47 horas desde la “victoria” imperialista
que colocó al dictador Pedro Carmona Estanga (para entonces autojuramentado) al
frente del Gobierno depuesto y la recuperación del Poder legítimo de Chávez, se
recuerdan hoy -17 años después- como el más grande acto de conciencia clasista que
destaca en la Revolución Bolivariana.
Recordar
las luchas del pueblo venezolano al enfrentar
a los amos del mundo y sus pretensiones de acabar con
el proceso de transformaciones que
se iniciaron con la rebelión popular que despunta el 27 de febrero de 1989,
que se ratifica luego bajo el liderazgo directo del Comandante Chávez el 4 de
febrero de 1992 y se consolida como Gobierno Constituyente a partir de la
victoria electoral del 6 de diciembre de 1998, es dedicar una reflexión profunda al preciado valor de la
Conciencia de clase que mantiene unido a este pueblo en
torno al Libertador Simón Bolívar.
Asumimos
esta reflexión, en este momento, en este 2019 de profundos desafíos para la
Revolución Bolivariana y Chavista, a partir de la guerra multifactorial con la que hoy se ataca
a Venezuela en un asedio desestabilizador en el campo de
la economía, de la comunicación, de la energía y otros objetivos a los que
apunta el imperio del gran capital, sus aparatos militaristas y algunos
gobiernos lacayos de Latinoamérica y el Caribe, las y los patriotas venezolanos
nos preguntamos: ¿Qué es la conciencia? ¿Dónde y cómo nace? ¿Dónde se forma y se gradúa un ser consciente? ¿En
la familia? ¿En la Iglesia? ¿En la escuela? ¿En el partido?
El
tema de la conciencia resulta complejo de abordar porque no siempre se está hablando de conciencia de
clase social sino que muchas veces se alude es a los «dos
dedos de frente» que necesita un individuo para comportarse con sensatez
ciudadana.
En
la calle, en la acera donde se libran debates cotidianos por parte de un pueblo
emprendedor, soberano e independiente, ahora mismo dialogamos entre iguales
diversos. Una mayoritaria cantidad de
personas ha entendido a la conciencia como conocimiento y,
en el peor de los casos, asimilado como falsa conciencia. De allí la errónea
tendencia de mandar a estudiar «al pueblo» para que, aparentemente, sea o se
vuelva consciente.
Cónchale, este tipo no tiene ni «dos dedos dedos de
frente», se suele decir cuando se quiere llamar «bruto» o ignorante a
alguien.
Nadie
piensa que alguien que roba o participa de un saqueo colectivo en medio de una
rabia colectiva lo haga por conciencia sino más bien por falta de ella. De
allí que muchas personas que presenciaron o participaron de los hechos
ocurridos en Venezuela, a partir del lunes 27 de febrero de 1989 y que son
conocidos, pública y comunicacionalmente como «El Caracazo» aún todavía no
comprendan ni acepten la
dimensión revolucionaria de la lucha de clases allí presente,
sino que se queden en calificarlos como «actos vandálicos» de una masa popular
«desbordada».
Es Hugo Chávez, muy probablemente
antes de comandar la rebelión popular del 4 de febrero de 1992, quien entiende, estudia y nos convence más
tarde, de que lo ocurrido con el
llamado Caracazo fue un acto de conciencia de la clase trabajadora,
del proletariado, y no una revuelta más, motivada por algún descontento
colectivo.
Por
esa comprensión de lo real social
desde la perspectiva de la lucha de clases en la sociedad
capitalista, es que Chávez -más tarde elegido (diciembre de 1998)
democráticamente y convertido en Presidente de la República- asume y señala como
hito referencial del proceso que él mismo lidera, al que parte nuestra historia
en dos, al 27-f. Fecha ésta que estaría y está gravitando hasta el presente
como razón de la Revolución del
siglo XXI en Venezuela y que tiene por propósito vigente
la construcción del socialismo.
Esto es algo que debemos entender.
Con el Comandante Chávez nos logramos adentrar a la comprensión de lo real bajo la referencia
de nuevos paradigmas simbólicos y culturales que él mismo
los define -especialmente a partir de los años 2005 y 2006- como socialismo:
«socialismo del siglo XXI», «socialismo a la venezolana» o «socialismo
bolivariano».
Es
la asunción de que la «conciencia» de la «mejor forma de gobierno» definida por
el Libertador Simón Bolívar, en el Discurso ante el Congreso de Angostura de
1819, tiene concresión hoy por la superación
conciente del capitalismo y la construcción de la sociedad
de las y los iguales, que no es otra sino el socialismo, el comunismo dibujado
en el Manifiesto escrito
por Carlos Marx y Federico Engels, en 1848.
Es por la conciencia de clase trabajadora que
la Revolución Bolivariana se mantiene en pie hoy pese a los duros embates recibidos
desde los poderes imperiales en tan sólo 30 años de proceso (20 de ellos)
intentando crear un
Estado de nuevo tipo tipo, a través del Poder Popular hecho
Constituyente y los gobiernos Bolivarianos que ese mismo Poder Popular ha
sabido darse con rango soberano y Constitucional.
Así
que -¡olvidémonos!- la escuela de aprender conciencia no existe. O, al menos no
tiene paredes sino calles y campos. Y la maestra es la lucha de clases.
Ilustración: Iván Lira