Por Thierry Meyssan

Cuando comenzó el
incendio de Notre-Dame, en la tarde del 15 de abril de 2019, todos
los medios de prensa franceses, y muchos medios extranjeros, concentraron
su atención en la catedral en llamas. Numerosas televisoras
extranjeras abrieron sus espacios noticiosos con esa información. Pero
France 2 no lo hizo.
Ese canal de
televisión, propiedad del Estado francés, tenía programado dedicar su espacio
noticioso al discurso, previamente anunciado, del presidente Emmanuel Macron,
colofón del «Gran Debate Nacional». Totalmente aturdida por el
inesperado drama, la redacción le dedicó finalmente su espacio
noticioso, después de expresar su sorpresa ante la posposición sine die del
discurso presidencial, que France 2 creía mucho más importante.
La frialdad de la
mayoría de los periodistas y la estupidez de los comentarios espontáneos de los
políticos pusieron bruscamente de relieve el enorme abismo que separa el
universo mental de esas personas del de los demás franceses. Para la clase
dirigente, la belleza de Notre-Dame no puede hacer olvidar que se trata
de un monumento de la superstición cristiana. Para el público, por el
contrario, es el lugar donde los franceses se reúnen como pueblo como
muestra de recogimiento o para dar gracias a Dios.
En términos de
comunicación, probablemente habrá un antes y un después del incendio de
Notre-Dame porque una mayoría de franceses quedó tan conmocionada por el
siniestro como indignada por la indiferencia arrogante de su clase dirigente.
La
Isla de la Cité y la industria del turismo
Inmediatamente, el
presidente de la República, Emmanuel Macron, tomó una decisión que no es
reconstruir Notre-Dame sino realizar un difícil proyecto que se había
mantenido en espera desde hace 2 años y medio.
En diciembre de 2015,
el entonces presidente de la República, Francois Hollande, y la alcaldesa de
París, Anne Hidalgo, creaban una misión que trabajó durante todo un año,
cuando Emmanuel Macron era ministro de Economía, de Industria y de Actividad
Numérica.
Entre las numerosas
personalidades que participaron en esa misión estuvieron Audrey Azoulay,
entonces ministra de Cultura y actual directora general de
la UNESCO [1], y el prefecto Patrick Strzoda, en aquel
entonces director del equipo de trabajo del ministro del Interior y hoy
director del equipo de trabajo del presidente Macron.
Aquella misión estaba
bajo la dirección del presidente del Centro de Monumentos Nacionales,
Philippe Belaval, y del arquitecto Dominique Perrault.
Luego de señalar que,
desde la renovación realizada en el siglo XIX por el barón Haussmann,
la Isla de la Cité es un complejo administrativo cerrado
al público –complejo que abarca la Sainte-Chapelle y la catedral de
Notre-Dame–, aquella misión propuso transformarla en «isla monumento».
El traslado del Palacio de Justicia así como la reorganización
de la Prefectura de Policía y del hospital Hôtel Dieu abren las puertas a
la realización de ese proyecto, que implica una reorganización casi total del
espacio de la Isla de la Cité.
La misión elaboró una
lista de 35 obras coordinadas, como la creación de vías subterráneas
de circulación y la construcción de cubiertas acristaladas que cerrarían los
espacios internos abiertos de numerosos edificios, para convertir la Isla de
la Cité en lugar de visita obligado para 14 millones de turistas
extranjeros al año.
El informe de aquella
misión [2] menciona el increíble valor comercial de
ese proyecto… sin decir ni una palabra del valor patrimonial,
particularmente espiritual, de la Sainte-Chapelle y de Notre-Dame, lugares que
el informe enfoca exclusivamente como sitios turísticos, fuentes potenciales
de ingresos.
Según los autores del
informe, ese ambicioso proyecto no podía realizarse rápidamente,
no por falta de financiamiento sino más bien debido a complicadas
cuestiones administrativas y enormes obligaciones jurídicas. Aunque la Isla de
la Cité cuenta pocos habitantes, todo trámite de expropiación puede
prolongarse por décadas. Más inquietante aún es que el director del Centro de
Monumentos Nacionales parecía deplorar que fuera imposible destruir una parte
del patrimonio para dar realce a otra.
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El proyecto de la misión Belaval/Perrault |
Las
decisiones de la Presidencia
Después del incendio, se hizo
evidente en pocas horas que diversos donantes –desde simples ciudadanos a
poseedores de grandes fortunas– aportarían grandes cantidades de fondos.
El objetivo de la Presidencia de la República fue entonces instaurar una
autoridad capaz de realizar simultáneamente la reconstrucción de Notre-Dame y
el proyecto de transformación de la Isla de la Cité.
Al día siguiente, el 16 de abril
de 2019, el presidente Macron declaraba ante las cámaras de televisión: «Sí,
reconstruiremos la catedral Notre-Dame todavía más bella y quiero que
se haga en 5 años.» [3].
Dejemos de lado el «yo quiero»,
más característico de un empresario que de un responsable político electo para
servir a la República. Cinco años es un plazo extremadamente corto para
reconstruir una catedral cuyo construcción duró siglo y medio. Pero es el
plazo justo para que los trabajos estén terminados a tiempo para los
turistas atraídos por los Juegos Olímpicos de 2024. Esa era la fecha
prevista por la misión Belaval-Perrault.
El 17 de abril, el Consejo de Ministros
se dedicó enteramente a las consecuencias del incendio y
se adoptaron 3 decisiones importantes:
Nombrar al ex jefe
del estado mayor de las fuerzas armadas, el general Jean-Louis
Georgelin, para dirigir desde la Presidencia de la República una misión
especial «para velar por el avance de los procedimientos y trabajos que
serán iniciados»;
hacer que la Asamblea
Nacional adopte un proyecto de ley [4] que regirá la recogida de fondos,
regularizará la nominación del general Georgelin –quien ha alcanzado la
edad límite– y, sobre todo, que dispensará la misión a su cargo
de seguir los procedimientos normales en materia de licitación,
además de dispensarla también de tener que respetar las leyes de protección
del patrimonio y de todas las disposiciones y reglas que puedan obstaculizar
sus fines;
organizar un concurso
internacional de arquitectura para la reconstrucción de Notre-Dame.



Pero también se tomó otra decisión en
ese Consejo de Ministros: acallar todo debate sobre las causas del incendio de
Notre-Dame para evitar que se inicie una investigación judicial que
vendría perturbar el montaje ya descrito.
La mentira
de Estado
El nuevo fiscal de París, Remy Heitz,
nombrado gracias a una intervención personal del presidente Emmanuel Macron,
aseguró inmediatamente que no es la pista criminal la principal hipótesis
y que el incendio fue resultado de un accidente vinculado a los trabajos de
restauración que estaba realizándose en Notre-Dame.
Esa afirmación provoca rechazo entre
expertos, bomberos, artesanos y arquitectos, quienes estiman que ningún
elemento de los trabajos que estaban realizándose podía haber provocado un
incendio de tales proporciones en ese lugar ni tan rápidamente.
La insistencia del fiscal y del prefecto
de París, Didier Lallement, en pronunciarse sobre ese tema en el lugar mismo
del incendio demuestra la elaboración de una versión oficial que no exija
la realización de largas investigaciones, las cuales obligarían a
preservar el lugar de los hechos. También alimenta interrogantes
sobre la pista arbitrariamente descartada de la realización de un acto
anticristiano o antirreligioso, en un contexto marcado por los actos de
vandalismo contra las iglesias (878 profanaciones en 2017), por el
incendio intencional registrado en la parisina Iglesia de San Sulpicio
–el 17 de marzo– y el incendio de la mezquita Al-Marwani en la Explanada de las
Mezquitas de Jerusalén.
Además, sabiendo que la mayoría de los
grandes incendios que han abierto el camino a la realización de proyectos
inmobiliarios han sido incendios provocados, se impone un análisis serio
de la hipótesis de un acto premeditado tendiente a permitir la transformación
de la Isla de la Cité.
Todas esas interrogantes son
perfectamente legítimas y quedarán sin respuesta si no se abre una
investigación.
Claro, el objetivo del presidente Macron
es digno de elogio, pero resulta muy extraña su manera de llevarlo
a cabo. La realización del proyecto descrito no es posible
sin modificar las reglas del derecho, pero la designación de un general
–aunque puede ser una garantía de eficacia– ciertamente no garantiza que
se respete el Derecho.
[1] Audrey Azoulay fue elegida directora
general de la UNESCO como resultado de las presiones de Francia y a pesar
de que tradicionalmente un ciudadano del país sede de una institución
internacional no debe dirigir esa institución, además de que existía un
compromiso previo para que la dirección general de la UNESCO pasara
a manos de una personalidad del mundo árabe. Fue como directora general de
la UNESCO que Audrey Azouley publicó un comunicado sobre el siniestro: «Comunicado
de la UNESCO sobre el incendio de Notre-Dame de París», Red Voltaire,
16 de abril de 2019.
[2] Mission île de la Cité. Le cœur du cœur,
Philippe Bélaval y Dominique Perrault, La Documentation française, 2016.
[3] «Discours
d’Emmanuel Macron sur la reconstruction de Notre-Dame de Paris», por
Emmanuel Macron, Réseau Voltaire, 16 de abril de 2019.
[4] «Projet de loi pour la restauration et la conservation
de la cathédrale Notre-Dame de Paris et instituant une souscription nationale à
cet effet», Assemblée nationale, N° 1881, proyecto de ley
registrado el 24 de abril de 2019.