LA MEJOR GARANTÍA PARA QUE SE RESPETEN NUESTROS DERECHOS ES CON NUESTRA ORGANIZACIÓN, FORMACIÓN Y MOVILIZACIÓN DE MANERA INDEPENDIENTE, DEMOCRÁTICA, SOLIDARIA Y UNITARIA

Discutir con idiotas


Por Roberto Hernández Montoya

Difícil. Tienes que bajar a su nivel y ahí te ganan por experiencia. No sé quién dijo esto, se lo atribuyen a un gentío. Puedes alegar ahora que me lo leíste a mí…
He hablado de la idiotez aunque no soy especialista en el tormentoso arte de ser memo. Porque no se trata de una propiedad intrínseca sino de un proceso ambiental, es decir, aunque seas persona de talento puedes terminar en la bolsería, basta seguir el método. Cumplo con advertírtelo, después no digas que tampoco.

Los medios internacionales que se la pasan hablando pestes de Venezuela se asombraron ante la torpeza de la Escaramuza del Distribuidor Altamira. Es que la imbecilidad da vértigo. A mí al menos. Porque al principio no se entiende, pero mira a Macri, a Bolsonaro, a Abascal, a Duque, a Trump, de cuya imbecilidad no tengo que disertar porque es demasiado obvia. Ah, Capriles, Rosales, Fox, Bush… Y hay más porque la ultraderecha tiene una cantera inagotable. Y porque, además, la imbecilidad no conoce límites.
No hay que descuidarse porque cualquiera puede llegar a imbécil. Basta empecinarse en algún disparate, como cuando alguien trata de justificar una infidelidad con excusas que van cayéndose como dominós y hay que inventar coartadas cada vez más disparatadas, es decir, imbéciles.
No confundir con el término idiota, hoy reemplazado por «retardo intelectual profundo», que es condición provocada por diversas causas que estudia la medicina. No me refiero a eso, ni a las deficiencias intermedias de personas intelectualmente débiles.
Me refiero a un fenómeno más recóndito que podríamos llamar contexto, resonancia, entramado simbólico, no sé todavía qué nombre operativo ponerle, pero que trataré de explicar en las pocas frases que me quedan antes de terminar este artículo. Es esa armazón que explica, entre otras cosas, ese fenómeno prodigioso de ver a gente inteligente y con posgrados diciendo que Venezuela está invadida por Cuba y que los bombillos ahorradores sirven para que el G2 nos espíe. O para hacer la patética escaramuza que dieron el 30 de abril. La compatriota mexicana Ana Ester Ceceña se asombraba de cómo puede el Imperio ser tan inepto como sus recaderos venezolanos.
Bueno, estos son mis dos centavos de reflexión sobre tan distinguido tema.