Por
Leonardo Boff
El
proceso actual de globalización revela, a mi modo de ver, dos tendencias
básicas: la globalización monopolar hegemonizada
por Estados Unidos, con el respaldo por las grandes corporaciones
económico-financieras. Marcada por la homogeneización de todo. Dicho en un
lenguaje pedestre, sería una hamburguerización del
mundo: la misma hamburguesa con
la misma fórmula, consumida en USA, en Rusia, en Japón, en China y en Brasil.
La otra tendencia es multipolar,
prevé varios polos de poder, con distintos centros decisorios, pero todos
dentro de la misma Casa Común, una, compleja, amenazada de ruina. China
hegemoniza esta tendencia. Predomina la monopolar. El “America first” de Trump
significa “sólo
América”. Sólo ella tiene intereses globales –dicen–, y se arroga
el derecho de intervenir allí donde esos sus intereses están amenazados, o
pueden ser extendidos, ya sea mediante guerras directas o delegadas, como Trump
pretendía con Brasil ante la crisis en Venezuela, sin considerar los contratos
y leyes internacionales.
La estrategia de EEUU,
radicalizada después del atentado a las Torres Gemelas, es garantizar su
hegemonía mundial mediante los medios de destrucción masiva en primer lugar
(pueden matar a todo el mundo), y después por la economía capitalista y por la
ideología (Hollywood desempeña un gran papel en eso), que es una forma de
guerra blanda (guerra
híbrida) pero efectiva para conquistar mentes y corazones por la
vía simbólica y por el imaginario, bajo el supuesto signo de la democracia y de
los derechos humanos.
Pero el gran medio de
dominación es la economía de carácter capitalista neoliberal. Ésta tiene que
ser impuesta a todo el mundo (China se dejó ganar por ella para fortalecerse
económicamente). Esto se hace a través de las grandes corporaciones globalizadas
y sus aliados nacionales. Ésta es la gran arma, pues la otra, la bélica,
funciona como disuasión y como un espantapájaros, pues puede destruir a todos,
inclusive a quien la usa.
Quien gane la carrera de la
innovación tecnológica, especialmente la militar pero también la económica,
conseguirá la hegemonía mundial. ¿Qué tiene que ver todo esto con la actual
situación política y económica de Brasil? Tiene todo que ver. Con el presidente
Jair Bolsonaro se hizo una opción clara por la alineación irrestricta y sin
contrapartida con las estrategias de hegemonía mundial de EEUU.
En los altos niveles
militares y en las élites adineradas se esgrime el siguiente argumento: no
tenemos ninguna posibilidad de ser una gran nación, aunque tengamos todas las condiciones
objetivas para ello. Hemos llegado tarde, y no participamos del pequeño grupo
que decide los caminos del mundo. Hemos sido colonia y se nos impone una
recolonización para abastecer de materias primas naturales (commodities) a los
países avanzados. Es forzoso incorporarse al más fuerte, en este caso Estados
Unidos, como socio agregado con las ventajas económicas concedidas al selecto
grupo transnacionalizado que da sustentación a esta opción. Aquí faltó una
inteligencia más soberana para buscar un camino propio en relación dialéctica
con las grandes potencias actuales.
Las grandes mayorías pobres
no cuentan. Son ceros económicos. Producen poco y no consumen casi nada. De la
dependencia pasan a la prescindencia.
¿Cuál es el cambio que ha
ocurrido en Brasil en los últimos años? La cúpula superior del ejército, los
generales que tienen tropa a su mando (éstos son los que cuentan) habrían
abrazado esta tesis. Habrían dejado en segundo plano un proyecto de nación
autónoma. La seguridad de la cual son responsables estaría garantizada ahora
por EEUU con su aparato militar y sus más de 800 bases militares repartidas por
todo el mundo. Esta adhesión implica también incorporar la economía de cariz
liberal (entre nosotros, ultraliberal) y la democracia representativa, aunque
sea de baja intensidad.
Con el actual Presidente,
Brasil ha sido ocupado por los militares. El excapitán, hecho jefe de Estado,
es la cabeza visible de este proyecto, implantado abruptamente en Brasil. Para
esta diligencia se hace necesario debilitar todo lo que nos hace un
país-nación: la industria debe entrar en un ritmo lento y ser sustituida por
las importaciones; las instituciones con signos democráticos y nacionalistas,
mantenidas, pero hechas ineficientes; las universidades públicas, desmontadas,
para dar lugar a las privadas y asociadas a las grandes empresas, pues éstas
necesitan cuadros formados en ellas para poder funcionar.
Las pequeñas peleas internas
entre el astrólogo de Virginia y los militares son irrelevantes. Ambos tienen
el mismo proyecto básico de adhesión a Estados Unidos y al neoliberalismo, pero
con una diferencia. Los olavistas son toscos, rudos, con un lenguaje vulgar.
Los militares acuden con aires de educación y de civismo, queriendo inspirar
confianza, pero tienen el mismo proyecto de base. También la misma adhesión a
EEUU. Resignados, admiten que en la nueva guerra fría entre EEUU y China,
tenemos que optar por EEUU o ser tragados por China, renunciando así a un
camino soberano en medio de las tensiones entre las grandes potencias.
Veo dos vías de
enfrentamiento, entre otras:
La vía ecológica:
todos estamos dentro del antropoceno, era en la que el ser humano está
desestabilizando aceleradamente todo el sistema-vida y el sistema-Tierra. Los
sabios y científicos nos advierten que, si no cambiamos, podremos conocer un
desastre ecológico social que puede destruir gran parte de la biosfera y de
nuestra civilización. Así el propio sistema capitalista y su cultura perderían
sus bases de sustentación. Los supervivientes tendrían que pensar en un plan
Marshall global para rescatar lo que quedara de la civilización y restaurar la
vitalidad de la Madre Tierra.
La vía política:
una masiva manifestación popular, un tsunami de gente en las calles,
protestando y rechazando ese modelo anti-pueblo y anti-vida. Los generales se
sentirían atrapados por las acusaciones de anti-patriotismo, provocando una
división interna entre los que apoyan a las calles y los que se resisten. Los
políticos lentamente irían adhiriéndose porque no verían otra alternativa. De
esta forma podría surgir un movimiento alternativo y contrario al orden
vigente.
Podría haber mucha violencia
en ambos lados. No sería descartable una intervención norteamericana, ya que
sus intereses son globales, especialmente teniendo como objetivo la Amazonia.
Queda por saber si Rusia y China tolerarían esta intervención. Lo peor que
podría suceder sería crear una especie de Siria en nuestro territorio. El
escenario es sombrío pero no imposible, se sabe que hay halcones en los órganos
de seguridad que no descartan esa posibilidad.
A nosotros nos cabe secundar
la vía política con los riesgos que implica. No perdamos la oportunidad de
confiar en nuestras virtualidades, especialmente en lo que concierne a la
riqueza ecológica, y de tener importancia en la determinación del futuro de la
humanidad y del planeta vivo, la Tierra.
Lo más importante es
presentar una alternativa viable de otro tipo de Brasil, soberano, con una
democracia participativa, justo, abierto al mundo y dispuesto, por su capital
natural, a ser la mesa puesta para las hambrunas del mundo entero.