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Siria y Venezuela


Por Lutz Herden
Cuando Heiko Maas propuso una “asociación equilibrada” con los Estados Unidos en agosto de 2018, el anuncio sonó como algo audaz y astuto. Según lo anunciado, Alemania debería ser un contrapeso para los casos en los que EEUU cruzan lineas rojas. Puesto que el gobierno de Trump actúa agresivamente en contra de Venezuela y lo hace casi con devoción, parecería ser el momento oportuno para colocar un contrapeso. El viaje del Ministro a Sudamérica de hace unos días ofrecía esa oportunidad, pero no ha sido así. Maas se reunió con el radical de derecha Bolsonaro en Brasilia, y con  un Jefe de Estado conservador también de derecha (Duque en Bogotá) y, al igual que ellos, se pusieron frontalmente en lucha contra el régimen de Maduro, como si fuera un socio de su colega estadounidense Pompeo.

Daño al sistema legal
Ni tan siquiera el golpe de estado fallido del pseudo presidente venezolano Juan Guaidó el 30 de abril, estimuló una salida cautelosa. Maas recibió en la capital colombiana a Julio Borges, el "canciller" de Guaidó”, como si Alemania pudiera decidir en asuntos relativos a la soberanía de los estados y la legitimidad de sus gobiernos.
En lugar de “colaboración equilibrada”, sólo hubo conformidad con los EEUU, en lugar de heroicidad, sólo la bravura para con un Donald Trump poseído por la obsesión por un cambio de régimen; como si no hubiera sido un fiasco la política con Siria desde 2011, que tuvo la misma intención y fracasó por su terquedad. Bashar al Assad continúa gobernando las regiones que, entretanto, han sido pacificadas y el país está dejando atrás el estigma de la ilegalidad en el mundo árabe. Esto ocurrió,  entre otras cosas, cuando los Emiratos árabes Unidos, Kuwait y Bahrein reabrieron sus embajadas en Damasco, y se espera un regreso a la Liga Árabe. Si el cártel del poder en Damasco triunfa y logra evitar reformarse y humanizarse, la política tan rígida como enmarañada de Occidente hacia Siria –y muy particularmente la alemana- tendrán su parte. En tanto patrocinadores de partidos y combatientes dudosos, algunos jihadistas, han quedado demasiado desacreditados para lograr  nuevamente tener influencia.
Venezuela se ha equilibrado, incluso habiendo estado sometida durante meses a la amenaza de guerra civil; pero las cosas no son muy diferentes. Quien reconoce a Guaidó -el autoproclamado como presidente para derrocar al  presidente Maduro bajo mandato- no hace otra cosa que dañar lo que hoy con mucha dificultad sobrevive en términos de ordenamiento jurídico. Este paralelismo entre Siria y Venezuela se hace evidente en la tendencia a demonizar a los opositores, esto es, la intolerancia ante el enemigo mortal, que sólo puede acabar como el gobernante de Libia Muammar al-Gaddafi.
Obviamente la incapacidad también se convierte en un cálculo propio de realismo político. En su lugar se recurre a una política super ideologizada, de que vale más la proclamación de los derechos humanos que la defensa de las vidas humanas. El gobierno alemán -y mucho menos el Ministro de Asuntos Exteriores- no consideró que el intento de Guaidó de dar un golpe de Estado hace una semana podría ser una chispa que encendiera una escalada en Venezuela y acabara con cientos de muertos. Ninguno de ellos tuvo el necesario sentido común como para advertir sobre otra aventura de este tipo. Cualquier medio para derrotar al chavismo parece correcto, y de este modo acabar con  los logros del “socialismo del siglo XXI” en América latiana y dejar a Cuba atrapada en las garras de la derrota.
Volvamos ahora a Siria, en donde Rusia apoya desde septiembre de 2015 a un viejo socio cuya pérdida lo habría llevado a su destrucción como potencia geoestratégica. Obviamente se trata de una mirada interesada, la que siempre ha influido en las relaciones internacionales. Los EEUU, la OTAN y, por tanto, Alemania, lo hubieran podido evitar con una reacción militar aunque arriesgándose a una estrepitosa caída.  Y si no se hiciera por las buenas razones, ¿qué otra cosa podría ser más útil que entender el equilibrio regional de poder y dejar de lado el cambio de régimen? Una vez logrado tal equilibrio  se podría negociar con Rusia los acuerdos de post-guerra para Siria. De igual modo, al Ministro de Relaciones Exteriores Maas no se le negó en Sudamérica el derecho a proponerse como mediador en el caso de Venezuela, distanciándose de Guaidó, el pupilo de Washington. No se necesitaba mucho, con dejar de lado el sentimiento de superioridad moral hubiera sido suficiente.
Desafortunadamente el Ministro quiere ser más convincente que diplomático. En agosto de 2018 anunció una “cooperación equilibrada” con Estados Unidos, y dijo que el conflicto de valores e intereses con el patrón transatlántico estaba disminuyendo. Venezuela y Siria lo refutan.