Por Nicolás Torino
El
establecimiento de la República en 1912 marca un punto de quiebre en la
historia china. El Imperio, cuyos inicios se remontaban al 200 aC., se había
desmoronado. Lo viejo había muerto, como lo demostró plenamente Yuan Shikai al
intentar proclamarse emperador en 1915, decisión que iba a derivar en su caída
apenas unos meses después. Lo nuevo, sin embargo, no lograba tampoco tomar una
forma concreta, y la compleja situación étnica y regional tornaba la situación
crítica. La guerra civil no tardó mucho en empezar.
Para intelectuales y
activistas como Sun Yat-Sen o Liang Qichao, el problema de la integración
empezaba a plantearse de forma cada vez más clara. Era claro que los métodos
con los que contaba el Imperio Chino para mantener la unión de uno de los países
más grandes del mundo ya no se encontraban disponibles. Para Sun la solución
pasaría por un nacionalismo basado en la identidad de la etnia Han, mayoritaria
en el país. Liang, en cambio, favorecía el desarrollo de una idea nacional
también, pero sin distinciones étnicas. Una y otra opción, claramente, partían
de la base de que la re-integración de la sociedad china debía pasar por la
generación de una identidad nacional. Esta identidad, además, tenía una ventaja
adicional, que era que permitía dirigir la lucha contra el imperialismo
occidental, que era para estos intelectuales la causa principal de los
problemas que enfrentaba China. El nacionalismo, en esta perspectiva,
funcionaba de forma combinada, uniendo al País para enfrentar al Imperio.
Los sucesos que siguieron al
establecimiento de la República iban a profundizar estas posiciones. China iba
a participar de la Primera Guerra Mundial del lado de los vencedores, con la
esperanza de ser recompensada por las potencias con la devolución de su territorio
y la eliminación de las condiciones depredadoras de los tratados desiguales. A
su vez, el surgimiento de Woodrow Wilson en el escenario internacional también
iba a generar ilusiones. Sus famosos Catorce Puntos incluían el derecho a la
autodeterminación de los pueblos, algo muy sentido para los países coloniales o
semicoloniales de Asia y África. Indios, turcos, chinos, coreanos, pensaron que
Estados Unidos, que en esa época no había demostrado gran interés por Asia, iba
a actuar como una defensa ante el salvaje imperialismo europeo.
Las decepciones, sin embargo,
no iban a tardar en llegar. Para empezar, los países de Europa y Japón ya
habían realizado un reparto de los territorios de China antes del comienzo de
las conferencias de paz. El tratado de Versalles y sus discusiones previas solo
agregaron insultos a la humillación.
Un ejemplo de esto fue el
veto de Estados Unidos a la declaración (presentada por Japón) de que todas las
naciones eran iguales. Como relata Pankaj Mishra en From the Ruins of Empire,
Wilson no quería ofender al racista Primer Ministro de Australia, que hizo en
la conferencia repetidos chistes sobre el canibalismo de los pueblos
originarios de su país, y tampoco a Lord Balfour, representante del Reino
Unido, que cuando se dijo que la Constitución de Estados Unidos afirmaba que
todos los hombres habían sido creados iguales, expresó su incredulidad ante la
idea de que “un hombre de África Central pudiese haber sido creado igual a uno
europeo”. Mientras tanto, Lloyd George hablaba los africanos como “niggers”, y
Clemenceau se quejaba porque “se encontraba atrapado entre feos japoneses, en
una ciudad que estaba llena de atractivas mujeres rubias”.
La reacción de Asia no tardó
en desatarse. En China en particular, el 4 de mayo de 1919, tres mil estudiantes marcharon
para reclamar por los términos del Tratado de Versalles, y fueron
severamente reprimidos por la policía. Esto derivó en grandes demostraciones
callejeras, tanto de estudiantes como de trabajadores, que marcaron la primera
incursión de las masas en la vida pública moderna del país. El movimiento que
surgió de estas luchas, no iba a mantener ya las ilusiones de una ayuda de
Occidente. Un joven Mao Zedong, en su texto La Gran Unión de las Masas,
expresaba los sentimientos de muchos chinos de la siguiente manera: “En el
presente, la condición de nuestra nación es terrible, la amargura de la
existencia humana es intolerable, y nuestra sociedad pasa por su momento más
oscuro. Existen muchos caminos posibles para resolver esta situación:
desarrollar la educación y la industria, intentar de la mejor manera luchar por
nuestra sociedad o ser agresivo, destruir la vieja sociedad y construir una
nueva. En todo caso, la base de todos estos métodos es la gran unión de las
masas”. La ayuda de Estados Unidos había desaparecido como posibilidad. En
cambio, como inspiración de esta “gran unión de las masas”, Mao y otros
pensadores dirigían sus miradas a la triunfante Revolución Rusa.
La URSS y China
Hay varios motivos que
llevaron al acercamiento entre los activistas del Movimiento del Cuatro de Mayo
y la Unión Soviética. Un tema central, por supuesto, será la cuestión nacional.
Lenin, en debate con varios bolcheviques y revolucionarios, había logrado
imponer como política del partido el reconocimiento al derecho de
autodeterminación, y al otorgar también al mismo tiempo el derecho de secesión,
lo había transformado en una política concreta (no como las vagas promesas de
Wilson). A este reconocimiento, la teoría leninista había aportado además la
tematización del Imperialismo como una forma particular del capitalismo, algo
que había sido muy bien recibido en Asia.
Lenin, en este sentido,
consideraba en sus recomendaciones al 12vo Congreso del Partido Bolchevique que
“el resultado de la lucha va a ser determinado, en última instancia, por el
hecho de que Rusia, China, India, etc. constituyen la mayoría absoluta de la
población mundial”. Tomando esto como base, la Unión Soviética recién formada
tomó una serie de medidas para fomentar la revolución en esos países.
Las primeras resoluciones
tuvieron un carácter simbólico. La publicación de los tratados secretos, y el
rechazo a las concesiones que China había otorgado al Zarismo en los Tratados
Desiguales, fueron recibidas con sorpresa y admiración por muchos chinos, dado
que eran una renuncia unilateral a la opresión imperialista al mismo tiempo en
el que las potencias occidentales se repartían Asia en Versalles.
E.H. Carr, en el tercer tomo
de La Revolución
Bolchevique 1917-1923, dedicado a la política exterior de la URSS,
va a definir que el éxito en primera instancia de la misma va a estar dado por
la combinación particular que había hecho el pensamiento de Lenin de las
cuestiones coloniales y nacionales, con fines revolucionarios e
internacionalistas. En la Declaración de los derechos del pueblo trabajador y
explotado, por ejemplo, se hablaba de una “completa ruptura con la bárbara
política de la civilización burguesa, que basaba la prosperidad de los
explotadores de unas pocas naciones elegidas en la esclavitud de centenares de
millones de trabajadores en Asia, en las colonias en general y en los países
pequeños”.
En este contexto, dos
intelectuales, ambos profesores de la Universidad de Beijing, van a marcar el
punto de conexión entre la Rusia Soviética y China: Chen Duxiu (陈独秀) y Li Dazhao (李大钊).
Chen
Duxiu y Nueva Juventud
Chen Duxiu es una figura
central dentro del desarrollo del comunismo en China. Su participación en el
debate político empieza con la fundación de la revista Nueva Juventud(Xīn Qīngnián,
新靑年) en 1915. Por esta publicación pasaron
casi todos los intelectuales que formaron el núcleo central inicial del Partido
Comunista Chino, desde pensadores más políticos como Chen, Li o Qu Qiubai (瞿秋白),
hasta algunos de los mejores escritores de la época: Lu Xun (鲁迅) y Zhou Zuoren(周作人),
por ejemplo.
Varios de estos autores,
especialmente los de mayor edad, habían vivido en carne propia la caída de una
de las instituciones más viejas del Imperio Chino: Los exámenes que permitían
el ingreso a la burocracia estatal, que fueron eliminados en 1905. Estos
exámenes tenían como característica central la evaluación del conocimiento de
los Clásicos, en particular la obra de Confucio (Kongzi, 孔子),
que en cierto sentido funcionaba como la base común de la cultura china. De
acuerdo a Maurice Meisner (Mao’s
China and After: A History of the People’s Republic) la eliminación
de los exámenes permitió la formación por primera vez de una intelligentsia que
no dependía del Estado, que iba a resultar el caldo de cultivo para la
propagación de ideas revolucionarias.
Nueva Juventud, entonces, impulsaba un rechazo
absoluto del confucianismo, proponiendo en cambio la adopción de valores
europeos, como la democracia y la ciencia. Esto, sin embargo, no implicaba la
idea de una democracia burguesa. Ya en 1915 Chen denunciaba que la desigualdad
provenía de la sociedad (y no de la naturaleza, como afirmaban los darwinistas
sociales), y su origen era la explotación capitalista. El socialismo era
entonces la solución, dado que permitía el libre desarrollo de los individuos
al buscar la eliminación de las restricciones de la sociedad.
Esta idea de socialismo, sin
embargo, era más bien general, y podía combinarse bien con teorías reformistas.
Este debate, entre reforma y revolución, iba a atravesar mucha de la obra de
Chen y de los textos de Nueva
Juventud, dividiendo al grupo que se había formado alrededor de la
revista. Alrededor de 1919/1920, Chen ya se encontraba estudiando
intensivamente el marxismo, y sus posiciones habían mutado a una postura más
cercana a la clase obrera china, que en esa época se encontraba en pleno
crecimiento. Ante el caso de un reclamo por condiciones dignas en una fábrica
de Shanghai en 1920, por ejemplo, Chen se oponía a los que afirmaban que los
trabajadores debían someterse a la benevolencia del dueño, diciendo que la
lucha de los obreros no era solo por sus condiciones de vida, sino que
implicaba además una lucha política por el control de los medios de producción.
La perspectiva reformista, de esperar la benevolencia de los patrones era
descartada, quedando solamente abierta la vía revolucionaria. Y estos grupos de
intelectuales chinos, siguiendo el ejemplo de tantos otros anteriormente, se
proponían para alcanzar este objetivo la formación de un partido. Uno de los
que iba a tener, junto con Chen, un rol fundamental en esta tarea será Li
Dazhao.
Li Dazhao
En los párrafos anteriores se
pueden vislumbrar algunos de los problemas que resultaban centrales para los
intelectuales y activistas chinos pre-1920: La cuestión de la reforma o la
revolución, la cuestión del nacionalismo y el imperialismo y por último la
cuestión entre la vieja y la nueva cultura. Li Dazhao va a agregar a esto un
nuevo eje: la teoría y las masas.
Los intelectuales chinos de
la época, en general, no se encontraban en la situación que Marx criticaba en
su tan citada Tesis XI sobre Feuerbach. Muy pocos se planteaban solamente la
interpretación del mundo, sino que la cuestión era transformarlo. Pero en la
mayoría de los casos, esta intervención se pensaba en la dirección de arriba a
abajo. Esto es algo típico de cierto pensamiento chino que pensaba la acción
política en base a la noción de ejemplo. Por ejemplo, Confucio afirmaba en
las Analectas (lunyu,
论语): “Si gobiernas al pueblo por medio de
leyes y los mantienes en orden por medio de castigos, ellos eludirán los
castigos pero perderán el sentido de la vergüenza. Pero si los gobiernas por
medio de tu excelencia moral y los mantienes en orden por medio de tu conducta
recta, ellos retendrán el sentido de la vergüenza y se pondrán a la altura de
tu modelo.”
Li Dazhao va a cuestionar
esta lógica, utilizando en parte el pensamiento marxista, pero también
recuperando el daoísmo, la otra gran escuela filosófica china. El daodejing (道德經)
texto clásico de esta línea filosófica, tiene ciertas inclinaciones que algunos
comentaristas han ligado al anarquismo, sobre todo en lo que refiere a la
potencialidad del autogobierno de las masas. Li Dazhao, en este sentido, va a
ser un gran promotor de la unión de los intelectuales con los trabajadores y
los campesinos, llamando a que los estudiantes abandonasen el camino de la
reforma por arriba para dedicarse a despertar la potencia de la acción popular. De
acuerdo a Meisner en Li Ta-Chao and the Origins of Chinese Marxism, el aporte
de Li Dazhao para las ideas del futuro PCCh será fundamental en dos sentidos:
Por un lado, por la confianza en la espontaneidad de las masas, en la idea de
que la burocracia es el gran enemigo de los trabajadores. Por otro lado, en el
énfasis que se le pondrá a la cuestión campesina como medio para alcanzar la
revolución.
A modo de conclusión
En 1921, en un barco en el
Lago Sur (南湖) de Jiaxing, Zhejiang, y con presencia
de Chen Duxiu, Mao Zedong y un observador de Comintern (Grigori Voitinsky), se
produjo la fundación del Partido Comunista Chino. Con solo 50 miembros, pocos
podían pensar que en tan solo cuatro años el Partido iba a tener un crecimiento
tal que iba a constituirse en una amenaza para el Kuomintang, el partido del
nacionalismo burgués.
El camino a la revolución,
sin embargo, se iba a probar más difícil. Li Dazhao iba a morir en 1927,
asesinado en las masacres que siguieron al período revolucionario de 1925-1927.
Chen Duxiu, después de ser apartado de la dirección del partido en 1927, se iba
a unir a la Oposición de Izquierda, lo que iba a motivar su expulsión
definitiva del PCCh en 1929. Pero esto será parte de otro artículo.