Hong Kong
Por Pierre Rousset
A instancias de las autoridades chinas se ha
presentado un proyecto de ley que autoriza la extradición a China continental
de toda persona que se halle en Hong Kong. Su aprobación significaría que la
población local vivirá en adelante bajo la amenaza permanente de una represión
arbitraria. Las redes ciudadanas o políticas, locales o regionales, entre
otras, se verían especialmente afectadas por esta amenaza.
Hong Kong fue devuelta a China en 1997 sobre la
base de la declaración sino-británica de 1984, basada en el principio de un
país, dos sistemas: la antigua colonia, convertida en Región Administrativa
Especial, dispone de un alto grado de autonomía, ya que continúa amparándose en
la Basic Law (Constitución) vigente y conservando numerosos
derechos específicos, inclusive en sus relaciones internacionales. En 2017, [el
presidente de China] Xi Jinping denunció unilateralmente aquel acuerdo,
considerando que “ya no es pertinente”, “carece de todo significado concreto” y
“no tiene ninguna fuerza obligatoria”.
Desde entonces, la intervención del Partido
Comunista Chino (PCC) en el territorio no ha dejado de intensificarse.
Recientemente ha sido prohibido, por primera vez, un pequeño partido, y varias
personalidades conocidas han sido condenadas ejemplarmente a
penas de cárcel por su relación con la gran movilización democrática de 2014
(la llamada Revuelta de los paraguas). La solidaridad con las luchas obreras en
China, impulsada por asociaciones constituidas en Hong Kong, está siendo
criminalizada.
Ahora, Pekín insta al gobierno de la Región
Administrativa Especial a que adopte una ley para facilitar notablemente la
extradición de personas del territorio a China continental. Hoy por hoy, Hong
Kong solo dispone de tratado de extradición con una veintena de países, entre
los que no figuran China, ni Taiwán, ni Macao. La aprobación de esta ley
supondría un nuevo salto cualitativo, ya que los servicios secretos chinos ya
no tendrán que secuestrar a ciudadanos de Hong Kong para pasarlos de
contrabando al continente, como fue el caso de varios libreros y editores. La
extradición, sancionada legalmente, amenazaría a toda persona que desagradara a
Xi Jinping, y las leyes continentales están escritas para autorizar la
arbitrariedad. Las disidencias cívicas, políticas o religiosas se califican, si
es preciso, de delitos de derecho común.
El gobierno de Hong Kong trata de calmar las
inquietudes del mundo de los negocios: la comunidad empresarial ocupa, en
efecto, trece escaños en el parlamento regional, y el territorio constituye una
de las principales plazas financieras internacionales. Así, por ejemplo, la ley
de extradición propuesta excluye los llamados delitos de cuello blanco,
que incluyen la evasión fiscal; sin embargo, nadie cree en la capacidad de este
gobierno para resistirse a las órdenes de Pekín y garantizar las libertades
democráticas de la gente común...
Esta ley es verdaderamente una espada de Damocles;
sometería a la población a un estado de inseguridad permanente. Apunta contra
todas las personas que se hallan en el territorio, sean extranjeras o chinas.
Esta aclaración es importante, ya que muchas redes de activistas regionales
tienen su base en Hong Kong, así como asociaciones de migrantes que agrupan en
particular a trabajadoras domésticas procedentes de Indonesia, Filipinas, etc.
El anuncio del proyecto de ley ha dado lugar a las
manifestaciones de protesta más concurridas de los últimos cinco años. El
pasado 28 de abril, unas 130.000 personas salieron a la calle, según los
organizadores. Los y las manifestantes exigen la retirada del proyecto de ley,
así como la dimisión de Carrie Lam, la jefa del ejecutivo constituido hace
menos de dos años, denunciada por su proximidad con Pekín. Conviene calibrar
bien lo que sucede en Hong Kong y valorar la importancia de lo que está en
juego en estos momentos. Afirmamos nuestra solidaridad con las resistencias en
curso y nos declaramos dispuestos a defender a todas las personas que se vean
amenazadas con la represión por su compromiso democrático.
Traducción: viento sur