Turquía
Por Güney Işikara, Alp
Kayseriliolu y Max Zirngast
El pasado 6 de mayo, la Junta Electoral Superior
(YSK) de Turquía decidió, por siete votos contra cuatro, anular y repetir la
elección a la alcaldía de Estambul. En la elección original, que tuvo lugar el
31 de marzo, Ekrem Imamoğlu, del principal partido de oposición, el Partido
Popular Republicano (CHP), ganó la alcaldía por un margen de 13.729 votos.
La nueva elección se realizará el 23 de junio. La
resolución de la YSK se basó en el hecho de que algunos de los encargados de
custodiar las urnas no eran funcionarios. Teniendo en cuenta todas las
irregularidades que se producen en todas las elecciones en Turquía (ninguna de
las cuales ha sido anulada), se trata de una justificación ridícula. Es más,
los votantes estambulíes emiten sus votos simultáneamente en otras tres
elecciones: las del distrito, del consistorio y del mujtar. Esos votos se
depositaron en sobres y en urnas que eran exactamente iguales que las de la
elección a la alcaldía. No obstante, las otras tres elecciones no han sido
anuladas. Finalmente, en otras elecciones anteriores también hubo custodios de
las urnas que no eran funcionarios.
¿Por qué entonces solo se ha anulado la elección a
la alcaldía y no las demás? La decisión de la YSK, en suma, no tiene ninguna
justificación técnica o jurídica. Debe calificarse como lo que es: un intento
de golpe de Estado civil por parte del presidente Recep Tayyip Erdoğan y sus
aliados. En nuestro anterior análisis de las elecciones locales, destacamos el
hecho de que los resultados –particularmente los de Estambul– todavía eran
objeto de contestación. El caso es que el partido gobernante, Justicia y
Desarrollo (AKP), y su Alianza del Pueblo vieron cómo perdían el control sobre
la mayoría de grandes ciudades, entre ellas Estambul, Ankara, Adana, Mersin y
Antalya. Especialmente en Estambul, el régimen se niega a ceder y trata ahora
de revertir los resultados. Lo que está en juego no solo es quién ocupará la
alcaldía de Estambul, sino el futuro del régimen, formado por la alianza
oficial del AKP con el Partido del Movimiento Nacionalista (MHP) y otros. O
sea, el futuro de la propia Turquía.
Probablemente, la decisión de la YSK sumirá al
régimen en una crisis todavía más profunda. Se ha adoptado en una situación que
ya de por sí está plagada de múltiples crisis, siendo la económica la más
aguda. Los datos oficiales, aunque no sean fiables, reflejan de todos modos la
gravedad de la situación: la tasa de paro se situó en enero en el 14,7 %,
y la del desempleo juvenil por encima del 26 %. La depreciación de la lira
ha vuelto a acelerarse y no se observan signos de recuperación en la industria
ni en otros sectores cruciales.
El país se halla asimismo en pleno fragor de una
batalla en torno al posicionamiento de Turquía en el sistema mundial. La
decisión del gobierno de comprar una partida del sistema de misiles ruso S-400
ha tensado una vez más hasta el extremo la relación con EE UU y la OTAN. El
propio Mike Pence [vicepresidente de EE UU] advirtió que Turquía tiene que elegir
entre la OTAN y Rusia. Ahora parece inminente la aplicación de sanciones como
las impuestas a Irán, de las que Turquía ha quedado exenta hasta la fecha.
La crisis kurda asoma entre las demás. El 2 de
mayo, los abogados del líder encarcelado del Partido de los Trabajadores del
Kurdistán (PKK), Abdullah Öcalan, obtuvieron permiso para visitarle en la
prisión. Ha sido la primera vez que ha podido recibirles en ocho años. Öcalan y
otros tres presos emitieron una breve declaración escrita, que fue leída por
sus abogados en una conferencia de prensa el 6 de mayo, por casualidad pocas
horas antes de que se anulara la elección a la alcaldía de Estambul. Hay quien
interpreta la declaración de Öcalan como un llamamiento al movimiento kurdo a
reanudar las negociaciones con el gobierno.
La coincidencia en el tiempo de esta declaración
por un lado y la anulación de la elección, por otro, ha disparado toda clase de
rumores. Muchos teorizan que el PKK ha llegado a un acuerdo con Erdoğan para
retirar en parte el apoyo kurdo a la oposición, permitiendo al candidato del
régimen recuperar Estambul. Sin embargo, el mensaje de Öcalan no contiene
ninguna indicación en este sentido. En cualquier caso, la paz entre las fuerzas
kurdas y el AKP gobernante parece imposible. A pesar de la petición de Öcalan
de que los presos del PKK abandonen la huelga de hambre, con la que reclaman su
puesta en libertad, estos últimos han declarado que continuarán. A su vez, el
Partido por la Democracia Popular (HDP), de izquierda, ha declarado que su
posición no ha variado desde el 31 de marzo y ha llamado a la “lucha conjunta
contra el fascismo”.
Divergencias dentro del bloque
gobernante
¿Cuál podría ser la verdadera razón de la anulación
de la elección? Un sector del AKP empezó a impugnar los resultados desde el
mismo momento en que se cerraron los colegios electorales. En muchos barrios de
Estambul, el recuento de los votos se demoró casi tres semanas, después de que
el partido gobernante alegara que había votos inválidos y errores en el recuento.
El nuevo recuento, sin embargo, no cambió sustancialmente los resultados. Así,
el AKP se puso a inventar nuevas excusas. Dicho esto, la actitud del AKP y del
bloque gobernante no fue unánime. Algunos sectores del AKP o cercanos al mismo
instaron al partido a que aceptara el resultado e hiciera autocrítica, cuando
otros ya habían lanzado una campaña para deslegitimar la elección.
A raíz de los resultados, el AKP entró en pánico y
se fragmentó internamente a la hora de elegir la respuesta. También Erdoğan dudó,
en la noche electoral y posteriormente, entre la aceptación valiente de los
resultados y la adopción de medidas agresivas contra esos mismos resultados.
Hasta el 4 de mayo no hizo un claro llamamiento a la YSK a que ordenara la
repetición de la elección debido a las irregularidades masivas.
La Tüsiad, la asociación que representa al gran
capital, desempeñó un papel particularmente activo tras las elecciones. En la
noche electoral, reclamó una amplia reforma económica (y Erdoğan se hizo eco de
la misma retórica en sus intervenciones públicas durante la noche). En las
semanas posteriores, la asociación insistió en que el ciclo electoral había
concluido y que había llegado la hora de centrar toda la atención en las
cuestiones económicas. Y ha calificado la decisión de la YSK de penosa.
La postura de la Tüsiad se reflejó en el hecho de que el grupo empresarial Koç
decidiera visitar a Imamoğlu el mismo día en que la YSK adopto su resolución de
anular la elección. Al gran capital, por tanto, le preocupa que las maniobras
de la alianza AKP-MHP para mantener su frágil hegemonía pueda agravar la crisis
económica. Pero Estambul es demasiado importante para que el bloque gobernante
renuncie a ella. No en vano es el corazón de la economía turca y en ella reside
el 20 % de la población del país.
Además, el gobierno del AKP en Estambul ha sido
extremadamente corrupto. Si la oposición llega al poder, podría obtener
documentos y datos del municipio que revelaran la existencia de concursos
amañados y transferencias de recursos. Esto supondría un daño tremendo para la
reputación del AKP. Imamoğlu, por ejemplo, aprovechó la oportunidad que le
brindó su elección para ordenar que le proporcionaran todos los datos de la
administración municipal estambulí; un tribunal bloqueó la orden casi
instantáneamente. Finalmente, la pérdida de control de una de las ciudades más
grandes de Turquía por parte del AKP ha dado pie a un cambio manifiesto del
estado de ánimo popular. En los últimos años, las tendencias autoritarias del
régimen han bloqueado su capacidad para integrar a las fuerzas discrepantes.
Especialmente en el contexto de crisis económica, sus posibilidades de acomodar
una nueva ola de expectativas serán muy escasas.
¿Repetición de antiguas
pesadillas?
Está claro que el régimen no esperará ingenuamente
a que la nueva elección arroje un resultado diferente. No hay duda de que tiene
un plan para incidir en el recuento, lo cual no quiere decir que este plan dé
sus frutos. Mucho dependerá de las acciones de las fuerzas de oposición y
populares. El país ya pasó por un proceso similar cuando el AKP salió derrotado
de las elecciones de junio de 2015. El partido respondió reclamando la
repetición de la elección en noviembre de ese mismo año, y mientras tanto sumió
al país en una guerra sangrienta. El terror desencadenado sirvió para aupar de
nuevo al AKP al poder en la nueva elección. El propio Erdoğan se ha referido a
aquel episodio al defender la repetición de la elección, diciendo que ahora
volverán a ganar como ya hicieron en 2015. Es muy probable que el bloque
gobernante trate de dividir a la oposición en bandos que no puedan votar por el
mismo candidato e intente aterrorizarlos para neutralizarlos. Manipularán la
cuestión kurda y la llamada lucha contra el terrorismo para que una parte de la
oposición resulte inaceptable. Y tal vez veamos de nuevo atentados con bomba,
como en 2015 y 2016.
Un ejemplo de manual de la estrategia
electoral del régimen es el que se produjo el 22 de abril, cuando
faltó poco para que lincharan al presidente del CHP, Kemal Kılıçdaroğlu,
durante el funeral por un soldado en Ankara. Apenas intervino el personal de
seguridad, y Hulusi Akar, ministro de Defensa Nacional y exjefe del Estado
mayor, se dirigió a la turba reunida en el lugar, diciendo a los “queridos amigos”
que habían “dejado muy claro el mensaje”. Los principales protagonistas de este
intento de asesinato bien organizado eran miembros del AKP, que fueron
detenidos, pero puestos en libertad al cabo de poco tiempo. El mensaje es
claro: el régimen está dispuesto a utilizar sus fuerzas paramilitares dentro
del contexto electoral. El bloque gobernante está adquiriendo rasgos fascistas
a un ritmo que ya es irreversible. Cuanto más emplee la fuerza para defender su
mandato, tanto más dependerá de la violencia en detrimento de otras
estrategias.
Poder popular contra el fascismo
La decisión de la YSK ha suscitado amplias
protestas en muchos barrios de Estambul. Imamoğlu pronunció, en la misma noche
electoral, un discurso en el que adoptó un tono más agresivo que antes,
tratando de presentarse como líder de un movimiento popular. El 23 de junio
volverá a presentarse como candidato del CHP a la alcaldía de Estambul. Puesto
que, a pesar de todo, el CHP es esencialmente un partido de orden, no era
probable que llamara al boicot.
No podemos prever qué sucederá, pero esta
iniciativa de repetir la elección es una apuesta muy arriesgada por parte de
Erdoğan y el régimen. En función de las acciones y reacciones de otros actores,
el tiro podría salir por la culata y hundir al régimen en una crisis aún más
profunda. Las manifestaciones espontáneas, con consignas y símbolos parecidos a
los de la revuelta de Gezi en 2013, constituyen un hecho positivo en el que las
fuerzas populares y democráticas deben profundizar. El resultado de las luchas
actuales está en manos de la gente: si toma la iniciativa e impide el triunfo
del golpe de Estado civil del régimen, puede que asistamos a un proceso de
verdadera democratización.
Güney Işıkara es estudiante de Económicas
en la New School for Social Research.
Alp Kayserilioğlu es editor de la
revista re-volt y vive actualmente en Colonia, Alemania.
Max Zirngast es un escritor
independiente y estudia filosofía y politología en Viena y Ankara.
Traducción: viento sur