Por Enrique Carpintero
Debemos reconocer que el fascismo está
de regreso. Con esta afirmación consideramos los modos del fascismo en las
democracias occidentales que en la actualidad no reproducen aquél que existió
luego de la primera guerra mundial. Designamos con el término “modos del
fascismo” al ascenso de las derechas radicales en diferentes partes de Europa y
América. Un rasgo común, desde los movimientos neonazis a los diferentes
partidos de la derecha, es la xenofobia y la defensa de formas autoritarias.
Creemos que no es posible asimilar las características disímiles de todos estos
grupos con una palabra como “posfascismo” o “neofascismo” ya que su
particularidad es responder desde el fascismo de las diferencias a la crisis
que genera el capitalismo tardío; pero no para superarlo, como en los fascismos
clásicos, sino para afirmar las mismas condiciones de sometimiento.1
“La
ética son los otros humanos. Esto es lo que formuló Spinoza en el siglo XVI. El
otro humano necesariamente molesta; sino está esa molestia, ese malestar como
diría Freud, no hay ética”
El fascismo clásico: la
búsqueda de una comunidad homogénea
“Todos
somos nacionalsocialistas -siguió diciendo-; somos SS al servicio de nuestro Volk y
de nuestro Führer. Les recuerdo que Führerworte haben Geserzeskraft,
la palabra del Führer tiene fuerza de Ley. No tienen que caer en la tentación
de ser humanos”… “Los judíos a quienes hay que ejecutar son unos asociales que
no valen nada y que Alemania no puede tolerar. Incluiremos también a los
pacientes de los manicomios, a los gitanos y cualquier otra persona que no
valga lo que come. Pero vamos a empezar por los judíos.”
Jonathan Littell, Las
Benévolas.
El
ascenso del fascismo tiene lugar en Europa durante las décadas de 1920 y 1930.
Después del colapso del orden liberal y ante el avance de las fuerzas
revolucionarias socialistas que habían triunfado en Rusia, se presenta como una
alternativa que anunciaba la utopía del “hombre nuevo” que iba a reemplazar las
democracias liberales decadentes para defenderlas de la barbarie
“judeo-comunista”. Mussolini anunciaba el renacimiento del Imperio Romano y
Hitler el advenimiento de un nuevo Reich que duraría mil años en la que el
pueblo, el Volkalemán,
viviría en una fraternidad social.
Una de las bases del fascismo
clásico es el antisemitismo. El odio a los judíos es su razón de ser. Pero no
ya un antijudaísmo basado en los prejuicios religiosos, sino en un antisemitismo
sostenido en el positivismo biológico que establecía que los seres humanos se
dividían en razas superiores e inferiores.2 En Francia, desde el affaire
Dreyfus, importantes sectores de la población se convirtieron en antisemitas;
en Alemania era el eje de la visión nacional-socialista; la Italia fascista en
un comienzo le dejaba al Vaticano el monopolio del antijudaísmo hasta que
Mussolini promulgó en 1938 una legislación racial antisemita. En España donde
ya no había judíos, pues habían sido expulsados por la Inquisición, la
propaganda franquista agitaba la relación entre los judíos y los “rojos”
enemigos del nacional-catolicismo. Pero debemos destacar que en Europa y gran
parte del mundo occidental, el antisemitismo fundado en las ciencias positivistas
tenía una gran legitimidad. Éste llevaba a procesos de subjetivación que
producían efectos en las diferentes culturas nacionales desde múltiples
variantes. Lo que agitaba el fascismo era que los judíos debían ser
considerados socialmente extranjeros para las naciones europeas. Además debía
considerarse que su inteligencia los había puesto en el centro del capitalismo
donde su racionalismo calculador los llevaba a destruir las viejas culturas a
través de la revolución socialista. De allí que el fascismo es una respuesta
del gran capital ante la crisis capitalista que no se sentía defendido por las
instituciones liberales democráticas. El fascismo es racista por definición: su
objetivo es afianzar el miedo al diferente. De esta manera lleva a cabo una estatización
de la vida económica, política, social y cultural. Ésta se sostiene en un
gobierno totalitario donde predomina la adopción de uniformes, el lenguaje
militar y el uso de los símbolos patrióticos para adoctrinar a la población.
“Si
el fascismo clásico era antiliberal, hoy los nuevos modos del fascismo aparecen
para salvar el liberalismo con fórmulas proteccionistas y del nacionalismo más
rancio”
Umberto Eco afirma que la
palabra “fascismo” se fue convirtiendo en una sinécdoque que se usa para
disímiles manifestaciones de totalitarismo, tanto en Europa como en América. En
1995 escribe un texto donde describe 14 características de lo que llamó “el
Fascismo Eterno”. Esto no significa que todas ellas puedan organizarse en un
sistema; pero basta que una de ellas esté presente para permitir que el
fascismo se desarrolle. Vamos a enunciarlas:1°) El culto a la tradición; 2°) El
rechazo a lo moderno; 3°) El culto de la acción por la acción: “La acción es
hermosa en sí misma y debe ser llevada a cabo sin cualquier reflexión previa.
Pensar es una forma de castración.” Un fascista autóctono, el militar Aldo Rico
que organizó un golpe contra el gobierno de Alfonsín, decía “que la duda es una
jactancia de los intelectuales”; 4°) El desacuerdo es una traición; 5°) Miedo a
la diferencia; 6°) Apelación a la frustración social: “Una de las
características más típicas del fascismo histórico fue el llamado a una clase
media frustrada, una clase que sufre de una crisis económica o sentimientos de
humillación y que está asustada por la presión de grupos sociales más pobres”;
7°) La obsesión con una conspiración: “La forma más fácil de resolver la
conspiración es apelar a la xenofobia”; 8°) La humillación por la riqueza y la
fuerza de sus enemigos; 9°) El pacifismo es el comercio con el enemigo; 10°)
Desprecio por los débiles; 11°) Todo el mundo es educado para convertirse en
héroe; 12°) Machismo y militarismo; 13°) El populismo selectivo; 14°) El
Fascismo Eterno habla una especie de neolengua: “Todos los libros escolares
nazis o fascistas utilizaron un vocabulario particular.”
Si bien estas características
que resume Umberto Eco definen con claridad el fascismo clásico, hay un aspecto
que nos interesa destacar: su concepto de comunidad; ya que nos permite
entender los modos actuales del fascismo en las democracias occidentales.
“En
la actualidad la xenofobia se sustenta en la gran desigualdad social que es
justificada por una producción intelectual neoconservadora donde el enemigo es
el extranjero pobre”
En el año 1930, cuando el
fascismo todavía era un proyecto que se estaba afirmando, Georges Bataille
escribió un texto muy poco conocido donde desarrolla este tema: El
Estado y el problema del fascismo. Sus reflexiones no se ocupan
tanto de la violencia o de la administración estatal del exterminio, sino sobre
el proyecto comunitario que propone el fascismo. Allí sostiene que su expansión
se explica por proponer un programa para la comunidad; su triunfo es el de
representar a los descontentos para ser la expresión política de una comunidad
que se piensa acabada y homogénea. Para Bataille la homogeneidad consagrada en
las sociedades fascistas no es sino el efecto de una heterogeneidad vivida como
imperfección y carencia. La necesidad de asimilar primero, y de eliminar
después lo heterogéneo, es lo que se impone en la comunidad homogénea: “solo el
rechazo de las formas miserables tiene, para la sociedad homogénea, un valor
constante universal.” Pero el acto de exclusión de las formas consideradas
miserables asocia necesariamente la homogeneidad con las formas imperativas. De
hecho, la sociedad homogénea utiliza las fuerzas imperativas contra los
elementos más incompatibles con ellas. Como se plantea en el texto de
introducción al libro de Bataille, el sentimiento de pertenencia a una comunidad
cerrada protege al individuo de aquello que amenaza su propia integridad: el
contacto con lo otro, con lo extraño, con lo desconocido. Lo que más teme el
individuo es su propia muerte, o lo que viene a ser lo mismo: la pérdida de su
propia identidad en la confusión indistinta con todos los otros seres. Es esta
angustia ante la pérdida de sí la que le hace tratar como enemigos a cuantos no
forman parte de su propia comunidad política. Es la voluntad de asegurar la
perennidad de sí mismo y de la propia nación la que da origen a la guerra entre
los pueblos: “La existencia nacional y militar están presentes en el mundo para
intentar negar la muerte reduciéndola a una porción de gloria sin angustia”. Y
es este miedo a la muerte, este afán insensato de sobrevivir a costa de los
otros, el que hace “zozobrar cualquier intento de comunidad universal.” Por
ello el fascismo construye una “comunidad para la muerte” ya que la
conservación de la homogeneidad exige la muerte de lo heterogéneo: la comunidad
se funda en su sacrificio. La economía política del fascismo deviene en el
germen de su acción genocida. Así como el humo de Auschwitz fue una señal del
inconfesable vínculo con la comunidad; en la actualidad ocurre lo mismo cuando
los inmigrantes que quieren llegar a Europa mueren en el mar Mediterráneo o los
latinos que intentan cruzar la frontera entre EEUU y México desaparecen en las
arenas del desierto.
“El sujeto se cosifica en sus
relaciones. Producto de esta situación las identidades tienen formas lábiles lo
que lleva a formas de gobierno que no persiguen otra cosa que su propia
reproducción”
Los nuevos modos del fascismo: el
rechazo al inmigrante pobre
La media de edad mental de la extrema derecha
es la Edad Media.
Viñeta de El Roto, diario el
País, España.
La ética son los
otros humanos. Esto es lo que formuló Spinoza en el siglo XVI. El otro humano
necesariamente molesta; sino está esa molestia, ese malestar como
diría Freud, no hay ética. En el mundo en que vivimos el
otro no existe; da lo mismo si hay personas que están en situación de
precariedad, hambre o miseria. Preferimos pensar que eso ocurre muy lejos y no
que esas personas o familias están sentadas en la puerta de nuestra casa o en
el negocio de la esquina. Cuando se lo ve, ese otro es un enemigo que me puede
atacar, que me puede robar. Esta ruptura del lazo social hace que el
individualismo se transforme en el eje de nuestras vidas. De allí que las
políticas del neoliberalismo en el capitalismo tardío generan la sensación de
desvalimiento: su respuesta son los nuevos modos del fascismo. De esta manera
la xenofobia y el racismo son aceptados por grandes sectores de la población
que encuentran formas de identificación ante un “enemigo” que es considerado el
“mal pueblo”. Éste lo constituye un conjunto variado que va desde los
musulmanes, los inmigrantes pobres, los drogadictos y todos aquellos que
sostienen ideas que rompen con formas patriarcales de la cultura. Por lo
contrario, el “buen pueblo” es homofóbico, misógino, antifeminista, indiferente
a la contaminación, antiinmigrante, apoya políticas autoritarias y de defensa
de la seguridad hasta las últimas consecuencias; es decir, exige un poder
fuerte, leyes de seguridad y eventualmente la pena de muerte.
Si
en otras épocas el fascismo se apoyaba en un racismo que se fundamentaba en el
positivismo biológico del siglo XIX, en la actualidad la xenofobia se sustenta
en la gran desigualdad social que es justificada por una producción intelectual
neoconservadora donde el enemigo es el extranjero pobre. Aclaremos, no
cualquier extranjero: el que es pobre; es aquel que ante la crisis social
capitalista viene para sacar los trabajos de la población autóctona o utilizar
los servicios de salud públicos. Este
“buen pueblo” encuentra en los nuevos modos del fascismo una expresión política
que aglutina un proyecto comunitario muchas veces apoyado -como en Brasil- por
las iglesias evangélicas o, como en Hungría y Polonia, por sectores del
catolicismo conservador; es decir, se piensa en una comunidad -al decir de
Bataille- acabada y homogénea. Es así como, si el fascismo clásico era
antiliberal, hoy los nuevos modos del fascismo aparecen para salvar el
liberalismo con fórmulas proteccionistas y del nacionalismo más rancio: Make
America Great Again. Para ello requiere imponer un dispositivo
sociocultural que se sostiene en actos crueles. El eje de ese dispositivo cruel
es la mentira. Lo que se conoce como la posverdad generada por medio de las fake
news.
Podemos decir que la crueldad
-un concepto que desarrolló desde el psicoanálisis Fernando Ulloa- es un rasgo
exclusivo de la especie humana producto de su condición pulsional; es una
violencia organizada para hacer padecer a otro sin conmoverse o con
complacencia. Esto nos lleva a la responsabilidad de una cultura que puede
desplazar sus efectos o, por lo contrario, potenciarlos.
Los procesos de subjetivación en el
capitalismo tardío
Para Freud la cultura es un
proceso al servicio de Eros que une a los sujetos que la integran; a este
desarrollo se opone como malestar, la pulsión de muerte que actúa en cada
sujeto. Es por ello que crea lo que denominamos un espacio-soportedonde se
establecen los intercambios libidinales. Este espacio-soporte ofrece
las posibilidades de que los sujetos se encuentren en comunidades de intereses,
en las cuales establecen lazos afectivos y simbólicos que permiten dar cuenta
de los conflictos que se producen. Es así como este espacio imaginario se
convierte en soporte de los efectos de la pulsión de muerte. De esta manera
decimos que el poder es consecuencia de este malestar en la cultura. Por ello,
las clases hegemónicas que ejercen el poder encuentran su fuente en la fuerza
de la pulsión de muerte que, como violencia destructiva y autodestructiva,
permite dominar el colectivo social. Ésta queda en el tejido social produciendo
efectos que impiden generar una esperanza para transformar las condiciones de
vida del conjunto de la población; es decir, que predomine la cultura de la
queja, de la resignación, de que nada puede ser cambiado. En este sentido, es
importante distinguir un poder que represente los intereses de una minoría, de
otro en manos de una mayoría de la población que permitiría desplazar los
efectos de la pulsión de muerte y, por lo tanto de la crueldad propia de cada
sujeto. Esta situación es producto de las condiciones políticas, económicas y
sociales. Esto nos lleva a plantear cómo se dan los procesos de subjetivación
en el capitalismo tardío.
“Los
nuevos modos del fascismo encuentran formas fuertes de identificación para importantes
sectores de la población que se sostienen en la crueldad, donde el otro es un
enemigo que hay que rechazar y, en lo posible, destruir”
Si seguimos a Agamben, la
época actual no se caracteriza por desarrollar procesos de subjetivación, sino
formas particulares de desubjetivación. Sostiene que el ser viviente al
incorporarse a un dispositivo sociocultural se transforma en sujeto; en la actualidad
hay una gran proliferación de dispositivos, lo cual lleva a que los vivientes
realicen múltiples procesos de subjetivación. Pero éstos dan como resultado
procesos de desubjetivación que permiten nuevas determinaciones del ser
viviente donde los procesos de subjetivación y desubjetivación parecieran
ocurrir de manera permanente. En
ellos la identidad del sujeto se transforma en un objeto, en una cosa cuyo
único fin es obtener ganancias. Sujeto y objeto no se pueden diferenciar. El
sujeto se cosifica en sus relaciones. Producto de esta situación las
identidades tienen formas lábiles lo que lleva a formas de gobierno que no
persiguen otra cosa que su propia reproducción.
De esta manera el orden
social objetivo se interioriza en procesos de subjetivación donde encontramos
una corposubjetividad construida
en la relación del sujeto con su historia personal y con los otros en
diferentes dispositivos socioculturales. De allí que estos procesos de
subjetivación-desubjetivación conducen al encuentro del sujeto con su
desvalimiento primario que intenta atenuar a partir de lo que le ofrece la
cultura hegemónica: el consumismo de objetos mercancías. Para sostener este
desarrollo de desestructuración psíquica, la cultura plantea que el único
juicio válido está en el Yo. Sin
embargo, la legitimidad de la referencia narcisista como parámetro de verdad
conduce a que el Yo deje de ser soporte del interjuego pulsional poniendo en
cuestionamiento la propia identidad en la relación con los otros. Aquí los
nuevos modos del fascismo encuentran formas fuertes de identificación para
importantes sectores de la población que se sostienen en la crueldad, donde el
otro es un enemigo que hay que rechazar y, en lo posible, destruir.
De allí la importancia que están adquiriendo en las democracias occidentales
los espacios de identificación que se oponen al capitalismo patriarcal como los
movimientos feministas, los que luchan por la defensa de la diversidad sexual y
la legislación del aborto.
Para finalizar, debemos tener
en cuenta que la crueldad destruye lo humano presente en los otros: el otro es
objeto de crueldad por su semejanza, al no tolerar su desamparo, es decir su
propia humanidad. La crueldad destruye la semejanza del semejante, no por sus
diferencias, sino por sus semejanzas: no es la diferencia lo que genera la
crueldad, es la crueldad la que crea una diferencia radical.
En este sentido el desafío
consiste en lograr que el sujeto no solo se enfrente ante su propia crueldad,
sino ante la crueldad de la cultura dominante. Para ello es necesario plantear
una política de clase, género y generación que cree comunidad para enfrentar la
cultura hegemónica. Una política que afirme la potencia de ser. En definitiva,
una política -al decir de Spinoza- de la alegría de vivir que no olvide que
nunca será más que una resistencia contra la muerte.
Bibliografía
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es un dispositivo?, editorial Anagrama, Buenos Aires, 2015.
Bataille, Georges, El
Estado y el problema del fascismo, editorial Pre-Textos,
Universidad de Murcia, España.
Carpintero, Enrique, El
erotismo y su sombra, El amor como potencia de ser, editorial
Topía, Buenos Aires, 2014.
--------------------------“El
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editorial Porrúa, S.A. México, 1977.
Traverso, Enzo, Las
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“Interpretar el fascismo. Notas sobre George L. Morse, Zeev Sternbell y Emilio
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------------------ “Pensar
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Ulloa, Fernando, “Una
perspectiva metapsicológica de la crueldad”, Barcelona , febrero de 2000 en http://www.psicomundo.com/foros/egp/crueldad.htm
Notas
1. Nos referimos a los
partidos de la derecha conservadora que, si bien encontramos algunos puntos en
común centrados en la xenofobia y el racismo, tienen una multiplicidad de
variables que corresponden a las particularidades de cada nación. Entre ellos
podemos mencionar los que han llegado al poder como en Hungría con Orban del
partido conservador nacionalista Fidesz, el cual es apoyado por la extrema
derecha del Jobbik; Brasil con Bolsonaro; Italia, los partidos de la derecha
xenófoba del Movimientos 5 Estrellas y la Liga del Norte; Polonia, el partido
de la Ley y la Justicia; EEUUU con Trump y la defensa de su política
antiinmigración. También están aquellos que tienen una gran relevancia de votos
como en Finlandia, los Auténticos Finlandeses; Suecia, los Demócratas Suecos;
Francia, Marine Le Pen del Frente Nacional; la ultraderecha alemana de
Alternativa para Alemania.
2. “El antijudaísmo cristiano
de la época medieval supone, en efecto, el principio de una soberanía divina,
de un Dios único (monoteísmo), mientras que el antisemitismo, que hará del
Judío el espécimen de una ‘raza’ y no el servidor de una alianza divina -por
vergonzosa que sea-, se basa en la transformación del judío religioso en un
Judío identitario, portador de un estigma, es decir, de un ‘resto’: la judeidad
(…) podremos llamar ‘historia del antisemitismo’ a la historia de la
persecución de los Judíos, siempre que precisemos que la palabra antisemitismo,
tal como se definirá cuando se invente en 1879, a raíz de su difusión masiva
como ideología racial y como movimiento político, no podrá aplicarse
retrospectivamente al antijudaísmo cristiano y menos aún al antijudaísmo de la
Ilustración.” Roudinesco, Élisabeth, A vueltas con la cuestión judía,
editorial Anagrama, Barcelona, 2011.