Por
Miguel Ángel Barrios
Las guerras son un acontecimiento
sangriento y recurrente a lo largo de la historia, en todo el mundo han
acontecido guerras desde muy antiguo. No obstante, la manera de hacer la guerra
y sus objetivos han cambiado a lo largo del tiempo. Una de las clasificaciones
bélicas más conocidas son las cuatro generaciones de la guerra moderna
descritas por el paleo-conservador estadounidense William Lind y otros cuatro
militares estadounidenses [1], en su artículo conjunto de 1989 titulado “The
Changing Face of War: Into the Fourth Generation”[2] (El cambiante rostro de
la guerra: Hacia la cuarta generación). Posteriormente William Lind publicó
un artículo profundizando esta comprensión de las guerras, titulado
“Understanding Fourth Generation War”[3] (Entendiendo la guerra de cuarta
generación). Veamos de qué manera se comprendían esas cuatro generaciones
de la guerra moderna.
Primera generación
Según Lind, esta generación
abarca el periodo entre 1648 y 1860 y consiste en la guerra de líneas y
columnas tácticas, con armas de fuego y ejércitos profesionales estatales.
Además según Lind, se creó una cultura militar del orden, y aquí aparecen diversos
elementos que distinguen a un militar de un civil, como los uniformes y
gradaciones.
Segunda generación
Ésta generación se enmarca en la
revolución industrial y la potencia de fuego. Lind la ejemplifica con el
periodo de la primera guerra mundial (1914-1918), una guerra basada en la
capacidad industrial y de transportes así como la creación masiva de trincheras
para proteger a los soldados de la potencia de fuego. Así mismo Lind también
señala que esta generación sigue manteniendo el orden, los procesos y
procedimientos, donde la obediencia es más importante que la iniciativa. El
objetivo principal de los combates sigue siendo el ejército enemigo.
Tercera generación
Es una respuesta a la guerra de
posiciones que se basa en la guerra de maniobra (mediante blindados y aviones),
es decir en la guerra relámpago ejemplificada en el ejército alemán de la
segunda guerra mundial. Según expone Lind, la tercera generación no está basada
en la potencia de fuego y el desgaste sino en la velocidad, sorpresa y
dislocación mental así como física. Además, busca rodear y colapsar en vez del
contacto directo, por ejemplo mediante un ataque fulgurante contra las
comunicaciones del enemigo para aislar sus fuerzas y bloquear una respuesta
sostenida conjunta. En este sentido la superioridad tecnológica es crucial para
el éxito.
Cuarta generación
Ante la existencia de una gran
superioridad tecnológica, la oposición armada solo puede descentralizarse y
difuminarse (incluso ocultarse), según Lind. Además, los Estados pierden su
monopolio sobre la guerra y las guerras no solo son entre Estados sino también
contra actores no estatales, como grupos terroristas y guerrillas. En este
nuevo contexto estratégico, la victoria no está en un campo de batalla porque
tales acontecimientos ya no tienen lugar como en las tres primeras
generaciones. Ahora la victoria se consigue al influir y convencer a la
sociedad (opinión pública) de un país objetivo, es decir, el objetivo principal
radica en ganarse el apoyo de personas y no en matar soldados enemigos. Y esta
influencia se consigue mediante propaganda (por ambos lados) y por ataques
terroristas en el caso de actores no estatales para infundir miedo en una
sociedad objetivo y así condicionarla a las exigencias mediante el
terror.
Guerras híbridas y cuarta
generación
En la actualidad hay un gran
debate mundial sobre las guerras híbridas, es decir, aquellas guerras
asimétricas que mezclan elementos regulares e irregulares cuyo objetivo
principal no es el triunfo militar en batalla sino la influencia y
convencimiento social en un país objetivo. El objetivo es conquistar la mente,
y para ello se requiere conocer con precisión la sociedad objetivo y sus vulnerabilidades.
Así pues, las nuevas maneras de
hacer la guerra combinan elementos de revolución de color y de guerra
no-convencional, esto es, del uso de intermediarios para realizar protestas
sociales que influyan en un país objetivo o directamente el uso de
intermediaros armados para que conduzcan a un escenario de guerra civil en un
país objetivo. La estrategia de acción actual requiere, por tanto, la
creación artificiosa de caos controlado en un país objetivo.
Estados Unidos y Venezuela
Uno de los casos más
representativos en el espacio suramericano actualmente es Venezuela, puesto que
ahí se constata cómo desde los Estados Unidos han apoyado a la oposición
anti-chavista en su escalada de protestas sociales y armadas para
desestabilizar al país con vistas a derrocar al gobierno actual de Nicolás
Maduro.
En este escenario, una invasión
militar convencional de los Estados Unidos para realizar un cambio de gobierno
en Venezuela tendría un coste elevadísimo, no en un sentido militar puesto que
Venezuela es inferior en todos los niveles militares tecnológicos e incluso
numéricos, sino en un sentido de opinión pública, es decir, de influencia
estadounidense en el mundo. Su credibilidad se vería aún más socavada y su
economía se vería entrampada en una guerra costosa de la que salir victoriosos
es la única manera de salvar la bandera, sin embargo, a la luz de lo sucedido
en Afganistán e Irak desde 2001 y 2003 respectivamente, el ejército
estadounidense no puede vencer a una fuerza asimétrica en campo de batalla,
sino que únicamente puede vencer cuando pueda convencer.
Así pues, realizar una invasión
directa provocaría en todo el espacio latinoamericano una repulsa social contra
un nuevo episodio que expone el retorno de la Doctrina Monroe a los pasillos de
Washington. Y tal repulsa significaría un rechazo a dejarse convencer por las
palabras estadounidenses.
Por otro lado, podemos ver que en
las operaciones estadounidenses no solo se encuentra un objetivo de cambio de
régimen, similar a los muchos que realizaron durante todo el siglo XX en
Nuestra América, sino también el objetivo es la creación de un caos regional,
similar a los escenarios de Oriente Medio que provocaron la destrucción de
Siria e Irak, así como Afganistán, y la huida de millones de personas que se
transformaron en refugiados. El caso más representativo es Siria, con millones
de refugiados repartidos en los países vecinos de Líbano, Turquía, y
Jordania.
Esto nos lleva a pensar que el
gobierno de Washington no solo pretende tumbar el gobierno de Nicolás Maduro,
sino asestar un golpe letal en Suramérica, y provocar otra de sus guerras sin
fin, entre partidarios y detractores del gobierno (de nuevo, tal como en
Siria), sino también, piensen el impacto de millones de refugiados venezolanos
huyendo hacia Colombia y Brasil.
Con lo cual, no asistimos a una
simple lucha ideológica entre chavistas y liberales occidentales, sino también
a una lucha geopolítica en la que Estados Unidos, en vista de su retroceso
mundial, también quiere reordenar su espacio geopolítico inmediato bajo la
nueva Doctrina Monroe y para eso necesita alinear a todos los países con
Washington, y de no ser así, entonces sumir a Nuestra América en un caos sin
fin de odios ideológicos externamente implantados.
Notas
[1] Colonel Keith Nightengale (USA), Captain John F. Schmitt (USMC),
Colonel Joseph W. Sutton (USA), and Lieutenant Colonel Gary I. Wilson (USMCR).
[2] Fuente: https://globalguerrillas.typepad.com/lind/the-changing-face-of-war-into-the-fourth-generation.html
Miguel Ángel Barrios -Argentina-
es doctor en educación y en ciencia política. Autor de reconocidas obras sobre
América Latina.