Frente a las políticas misóginas
y sexistas del Gobierno brasileño, la organización política y social de las
mujeres se ha convertido en la verdadera fuente de oposición al líder
ultraderechista
Adriana Guimaraes / Ana
Cernov
Las fiestas callejeras del mayor
carnaval del mundo son quizás uno de los últimos lugares en el que esperaríamos
encontrar a feministas movilizándose contra la represión política.
Pero el
Carnaval de Río fue este año el escenario que eligió el potente y creciente
movimiento feminista brasileño como plataforma para llamar a la acción contra lo que es
claramente un ataque total contra los derechos de las mujeres y de género en
Brasil.
A principios
del pasado mes de marzo, en el Día Internacional de la Mujer, unas 50.000
mujeres participaron en una marcha en São Paulo, otras 50.000 en Río de Janeiro
y miles más en concentraciones más pequeñas en todo el país.
Pocos días
más tarde, las mujeres encabezaron más de 50 manifestaciones de resistencia
para marcar el primer aniversario del asesinato de la activista de derechos
humanos y concejal de Río Marielle Franco.
Estas
acciones se enmarcan en una campaña que lleva ya tiempo activada, pero que se
ha visto reforzada desde la campaña electoral del año pasado que llevó a Jair
Bolsonaro, político misógino, racista y de derechas, a la presidencia del país.
Al igual que
todos los brasileños que desean una democracia inclusiva y justa que defienda y
proteja sus derechos, las mujeres se enfrentan al reto de tener que luchar
contra las intenciones del hombre al que se ha dado en llamar el Donald Trump
brasileño.
BRASIL ESTÁ
EXPERIMENTANDO UNA EPIDEMIA DE FEMICIDIOS. SOLO ENTRE ENERO Y
MARZO DE ESTE AÑO SE HA REGISTRADO LA SOBRECOGEDORA CIFRA DE 435 CASOS
La posición
de Bolsonaro en contra de los derechos civiles, las medidas que propone, su
distorsión descarada de la verdad y su caótico proceso de toma de decisiones
desprovistas de fundamento están incidiendo en la profundización de la brecha
que divide a una sociedad inmersa en una crisis de dimensiones múltiples -
política, económica, social y medioambiental.
La exclusión
de las mujeres sigue siendo un desafío mayor en Brasil. Lideramos en distintas
áreas de actividad – de manera sobresaliente en el mundo académico, en el que
el número de mujeres supera claramente al de hombres y en el que un 72% de los artículos científicos que
se publican los firman mujeres - pero la inclusión dista mucho de ser completa.
Las mujeres
lideran todavía el empleo informal, la economía asistencial y los servicios,
pero reciben solo el 80% del salario que obtiene un hombre en el mismo puesto
de trabajo. Sin embargo, incluso así, con sus derechos no reconocidos
plenamente, la creciente independencia de las mujeres no está siendo aceptada
por los hombres.
No es de
extrañar que en unos momentos tan difíciles, Brasil esté experimentando una epidemia de femicidios. Solo entre enero y
marzo de este año se ha registrado la sobrecogedora cifra de 435 casos, lo que
llevó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a
instar al gobierno brasileño a que fortalezca «los mecanismos de prevención y
protección para erradicar la violencia y la discriminación contra las mujeres a
nivel nacional, de manera coordinada y con recursos institucionales y
financieros suficientes».
Pero el
gobierno actual presta oídos sordos a cualquier demanda de respeto y protección
de los derechos de las mujeres. Recientemente, en la reunión anual de la
Comisión de la Condición Jurídica y Social de la ONU, el gobierno brasileño dio vergonzosamente su apoyo a que se excluyera cualquier mención
al acceso universal a los derechos de salud sexual y reproductiva en el
documento de cierre, alegando que allanaría el camino a la «promoción del
aborto».
Así que es
particularmente alentador que, a pesar de estos obstáculos, el pensamiento
feminista y su impacto estén en alza, especialmente entre las jóvenes
brasileñas. Lo estamos viendo en la representación política.
EN LAS MISMAS
ELECCIONES QUE LLEVARON A BOLSONARO AL PODER, LA REPRESENTACIÓN FEMENINA EN EL
CONGRESO AUMENTÓ UN 51% Y UN 35% EN LAS ASAMBLEAS ESTATALES
En las mismas
elecciones que llevaron a Bolsonaro al poder, la representación femenina en el
Congreso aumentó un 51% y un 35% en las asambleas estatales. Aunque todavía son
pocas las mujeres representantes en Brasil: solo 12 senadoras y 77
congresistas, en un país en el que más de la mitad de la población son mujeres.
Esta ola de
cambio quedó reflejada en lugar destacado en el Estado de la Sociedad Civil 2019, el
informe de la alianza de la sociedad civil CIVICUS que recoge los
acontecimientos y tendencias que han impactado en la sociedad civil en el mundo
durante el pasado año.
El informe
señala algunas novedades históricas: por ejemplo, la elección por primera vez
de una mujer indígena al Congreso brasileño en las mismas elecciones que
llevaron al poder a Bolsonaro. Se trata de Joênia Wapichana, defensora de los
derechos de la tierra y de los pueblos indígenas, que lucha por el medio
ambiente contra los poderosos intereses de la agroindustria.
Por otro lado, el estado de Bahía, cuya
población es mayoritariamente afro-brasileña, eligió a la primera mujer negra,
Olivia Santana, como representante estatal. En São Paulo, los votantes
eligieron representante estatal a una mujer trans, Érica Malunguinho – también
por primera vez en la historia.
Y aunque la
investigación del asesinato de Marielle Franco ha avanzado poco, tres colegas suyas
resultaron elegidas representantes estatales en Río de Janeiro y una cuarta
representante en el Congreso Nacional.
Pero las
mujeres están ocupando espacios e impulsando el cambio más allá de la política electoral. Como sucedió en
Estados Unidos tras la elección de Donald Trump, el ambiente hostil se
convierte en estímulo para la organización de las mujeres en Brasil.
Se han creado
innumerables grupos formales e informales para protestar, organizarse, debatir,
aprender y apoyar a las mujeres en un momento de ataque brutal contra sus
derechos. Durante la campaña presidencial del año pasado,
el grupo de Facebook «Mujeres Unidas Contra Bolsonaro» reunió a casi cuatro
millones de seguidoras en cuestión de días, generando esperanzas de que pudiera
revertirse su liderazgo en las encuestas.
La potente
campaña de ocupación de espacios públicos, plazas y terminales de tránsito para
atraer la atención de los votantes acerca de las graves consecuencias de votar
a Bolsonaro fue una experiencia intensa que impulsó la formación de grupos de
mujeres en línea y fuera de línea, en Brasil y en el extranjero.
Y cuando ya
llevamos cuatro meses de este gobierno antiderechos, las mujeres continúan
haciendo acto de presencia para defender la justicia social y los derechos
humanos, liderando protestas cruciales en todo el país.
La actual propuesta
de austeridad para la reforma de las pensiones se topa con la resistencia de
las mujeres, que comprenden lo que supone la falta de gasto público para los
servicios sociales.
LAS
INSTITUCIONES BRASILEÑAS NO SON LO SUFICIENTEMENTE FUERTES COMO PARA QUE LAS
MUJERES LOGREN VICTORIAS DURADERAS Y PUEDAN BAJAR LA GUARDIA
Lo que
impulsa este movimiento de mujeres en Brasil es que entienden que los derechos,
por muy asegurados y garantizados que hayan sido, se pueden revertir fácilmente
- como lo demuestran las crecientes amenazas a los derechos sexuales y
reproductivos y la impunidad en el alarmante número de ataques violentos contra
mujeres.
La motivación
de las mujeres se basa en que a los derechos hay que defenderlos
constantemente, sin tregua, de lo contrario están en riesgo incluso en los
momentos en que se respira victoria.
Las
instituciones brasileñas no son lo suficientemente fuertes como para que las
mujeres logren victorias duraderas y puedan bajar la guardia. Esto, que solía
ser cierto solo en el Sur Global, parece ser hoy una tendencia mundial en auge.
Por todo lo
cual, es preciso no solo fomentar la lucha por los derechos de las mujeres sino
respaldarla con acciones constantes por la dignidad, la igualdad y la justicia
para todas las mujeres, sea cual sea su clase, color y procedencia.
Es importante
que reconozcamos, globalmente, que esta lucha es intersectorial e
internacional, y que requiere conectar todas las estrategias para ir más allá
del simple acceso equitativo de mujeres y niñas en la sociedad y exigir «una transformación radical de la sociedad basada en los principios gemelos de equidad y justicia».
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Este
artículo es producto de la alianza entre Nueva Sociedad y DemocraciaAbierta. Lea el contenido original aquí.