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Guillermo Rendueles: "Los psiquiatras que prometen curarnos son unos mentirosos"


El psiquiatra asturiano, que publica el libro, analiza el lado social de los malestares psicológicos
Por Víctor Lenore
Nacido en Gijón, en 1948, el doctor y ensayista Guillermo Rendueles es un testigo de excepción de los cambios en la psiquiatría española. Acaba de publicar un texto demoledor, titulado 'Medicalización, psquiatrización, ¿despsiquiatrización?', incluido en el libro colectivo ‘Contrapsicología: De las luchas antipsiquiátricas a la psicologización de la cultura’ (Dado Ediciones), que cuestiona los dogmas dominantes en el sector de la salud mental. Coordinando por Roberto Rodríguez, los distintos textos desvelan la tremenda influencia de nuestro sistema político en el tratamiento de disfunciones psíquicas. ¿A quién sirven los expertos en problema psicológicos? ¿Es la psicoterapia un sustituto de las antiguas solidaridades cotidianas? ¿Estamos intentando resolver conflictos colectivos de manera privada? Rendueles responde entre paciente y paciente.

PREGUNTA. En el texto que aporta al libro, rebate una falsa premisa, que muchos asumimos de manera inconsciente: “Como vivimos en un mundo justo, bueno y equilibrado, si tengo algún problema psicológico debe de ser culpa mía”. ¿Tener desequilibrios mentales es normal en el capitalismo?

RESPUESTA. Las falsas necesidades que crea el capitalismo acaban produciendo incomodidad. Nos ponen delante fantasías que el mercado no satisface, sino que frustra. No somos como los animales, que cuando tienen las necesidades cubiertas se adaptan al medio. Los seres humanos siempre queremos más de lo que podemos. El capitalismo nos hace vivir en una ansiedad perpetua. Estar incómodo en este sistema, en principio, puede ser un indicio de normalidad más que de anormalidad.

Las falsas necesidades que crea el capitalismo acaban produciendo incomodidad. El mercado no satisface, sino que las frustra

P. También denuncia la debilidad del gremio psiquiátrico, demasiado dependiente del mecenazgo de la industria farmacéutica.

R. El sector psiquiátrico actual se basa en una falsa promesa: ya no queremos curar las patologías, sino ofrecer el máximo bienestar posible. Eso es una utopía. En realidad, la psiquiatría es el coche- escoba que va recogiendo los malestares que no se atienden en ninguna otra disciplina. Prometemos ser capaces de curar la depresión, la ansiedad, el insomnio y últimamente hasta la anhedonia, que es la incapacidad para el hedonismo. Los psiquiatras son un gremio bastante mentiroso. Ojalá curar todas esas cosas estuviera en nuestras manos, con unas pastillas y unos consejos de mentalidad positiva. Son promesas mentirosas, como tantas del mercado capitalista.

P. Su texto contiene una metáfora muy elocuente para explicar cómo se medicalizan casi todos los estados de ánimo. Dice que es algo parecido al juego de las siete y media, donde se consideran enfermos a quienes no alcanzan el nivel óptimo de lo que sea (sueño, tranquilidad, equilibrio…), pero también a todos los que se pasan. La cantidad de los “saludables” es cada vez más pequeña.

R. Sí, parece que no exista forma humana de ser normal. Cuando no tienes anedonia eres un maníaco, cuando no eres maníaco eres depresivo. La sala de espera de un psiquiátrico es un lugar curioso: hay gente con sufrimientos enormes, pero otros que están mejor que el psiquiatra y que buscan estar mejor todavía. No digo que sean unos quejicas, sino que tienen unas expectativas inducidas por las promesas del mercado capitalista. Con mis pastillas y mis consejos no puedo cubrir esas necesidades artificiales.

P. Otra de las líneas principales de sus textos es señalar que buscamos soluciones individuales a problemas colectivos. Por ejemplo, vamos al psicólogo por conflictos que debería resolver el comité de empresa o los sindicatos.

R. La mayoría de los problemas psiquiátricos ponen el “yo” en el primer plano y el ocultan el “nosotros”, que puede ser igual de útil o más. Ahora son muy frecuentes los cuadros de quemazón laboral o de acoso por parte de los jefes, que no se resuelven desde el plano individual. Los patrones no suelen ser perseguidores, sino explotadores, que no tienen nada personal contra nosotros. Se dice que el problema de Trump es que es un narcisista. Mejor pensemos en por qué hay millones de estadounidenses tan aterrados como para votarle. Lo mismo con la islamofobia de Marine Le Pen, que no es una fobia, o al menos no comparable al pobre señor que tiene miedo a las alturas. No son problemas psiquiátricos, sino políticos y sociales.

P. Recientemente falleció el sociólogo Zygmunt Bauman. Como uno de los máximos expertos españoles en su obra, ¿cuál diría que fue su mejor aportación práctica?

R. Afinó la visión de nuestras biografías, que él llama líquidas y compara con los barcos. Antes vivíamos en tierra firme, ahora somos como los marineros que van de puerto en puerto, tienen amores líquidos, no se comprometen con nada ni con nadie. Vivimos una licuefacción de la vida social que lleva aparejada riesgos para la salud mental de los individuos. Pero, bueno, Bauman tiene muchos aportes. Otro muy importante es dar respuesta a la llamada Tercera Vía, representada por el laborismo británico. Es el antídoto de Anthony Giddens, el que desmonta todas las falsas promesas laboristas y socialdemócratas.

Los psicofármacos son la mercancía ideal, ya que no tienen por qué demostrar ninguna mejoría

P. Su trayectoria es muy larga dentro de la psiquiatría. ¿Estos problemas que denuncia van a mejor, a peor o siguen más o menos igual?

R. Vamos a peor. Cuando yo empecé a ser psiquiatra, hace por lo menos cuarenta años, los laboratorios tenían un poder escaso y un nivel de ganancias muy modesto. Hoy los lobbys farmacéuticos tienen unos beneficios enormes. Los psicofármacos son la mercancía ideal, ya que no tienen por qué demostrar ninguna mejoría. O al menos resulta complicado que se demuestren. El precio en la farmacia de estos productos es un disparate. Además, no hay un congreso importante en el mundo donde los psiquiatras paguen por asistir. Todo corre a cargo de los laboratorios. Por eso los saberes están muy contaminados.

P. Aparte de contribuir a un libro colectivo, ¿qué líneas de resistencia nos quedan?

R. Hace tiempo que defiendo el modelo de psiquiatrizar de Alcohólicos Anónimos. Los dos padres fundadores se cansaron de recorrer consultas, ya que cada médico les decía una cosa: desde uno que opinaba que tenían un problema metabólico hasta otro que pensaba que eran homosexuales y que bebían tanto para darse un abrazo cuando cantaban “Asturias, patria querida”. Entonces deciden crear un grupo propio, basado en el apoyo mutuo y en la ausencia de expertos. Para mí ese es el modelo.