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La nueva estrategia de Guaidó tras sus fracasos en hacer un golpe y en hacer la mayor marcha de la historia venezolana


Por Isaac Bigio

Para el primero de mayo Juan Guaidó prometió que iba a hacer la mayor marcha del mundo o de la historia de Venezuela. Esto debería implicar una movilización de millones o, al menos, cientos de miles de personas. Sin embargo, si uno ve las propias imágenes transmitidas por los canales afines a Guaidó podrá comprobar que en el mejor de los casos apenas ha convocado a pocos millares, mientras que allegados suyos han protagonizado algunas batallas callejeras con la policía.

La BBC, Al Yazeera y la mayoría de los canales que tienen una abierta simpatía por Guaidó solo transmiten las pocos concurridas protestas que él ha impulsado, pero no pasan la masiva marcha por el primero de mayo que han hecho los camisas rojas hacia el palacio de Miraflores para oponerse a lo que consideran que es un golpe de Estado.

Si algo se ha demostrado el 30 de abril es que la inmensa mayoría de las masas y de las fuerzas armadas de Venezuela no respaldan a Guaidó. A pesar que él nunca ha sido electo por el pueblo, que en una reciente entrevista que le hicieron a él se dejó ver que era casi un desconocido y que nadie sabía que él se iba a autoproclamar como presidente de Venezuela en una plaza el 23 de junio (aparte de Trump quien le había presionado a ello), y que nunca ha gobernado nada, se le sigue dando una gran cobertura.

Una persona como él que a diario impulsa golpes militares y desórdenes violentos o que llama a que todos sus vecinos y la principal potencia del mundo les invadan, en cualquier democracia del mundo debiera ser arrestado. Si Maduro no lo hace es porque sabe que él no es quien dirige las cosas sino el instrumento.

Guaidó es el único presidente del mundo sin ministros ni portavoces. No los necesita pues todas las directrices sobre lo que se debe hacer en Venezuela parten de Trump y de su equipo, quienes se entrometen en la política interna de un país latinoamericano en un grado nunca antes visto, como si ellos, y no el pueblo venezolano, fuesen los amos de dicha nación.

No se trata de apoyar o no a Maduro, sino de defender la soberanía nacional de cualquier nación latinoamericana y pugnar porque sea ella sola al margen de las potencias del norte, quien decida su destino.

Después de más de 100 días de reclamar que es el presidente legítimo cada vez Guaidó tiene menos capacidad de convocatoria y la única rebelión militar que hizo se dio el martes 30 en una autopista, sin que pudiesen capturar ninguna base y que terminó con la deserción de la mayoría de sus uniformados y con el que los 25 que se quedaron hasta el final con Guaidó se asilen en una embajada.

Como advertimos anteriormente lo que estamos viendo puede ser entendido como una especie de manotazo de ahogado, como un acto desesperado para generar pretextos para una intervención militar norteamericana o para llegar a alguna forma de negociación.

Hasta la fecha no se ha producido una respuesta de las masas radicalizadas que puedan pedir encarcelar a Guaidó y a su entorno de la Asamblea nacional y expropiar a las empresas que están detrás de él. En cierta medida, Maduro no quiere dar paso a ello porque cree que se debe evitar provocar a Trump, aunque eso puede acabar dándole una imagen de debilidad.

Algunas potencias europeas y países vecinos como Uruguay quisieran llegar a una componenda entre el gobierno y la oposición, pero EEUU no quiere nada mientras siga Maduro en el poder y el gobierno no está dispuesto a volver a convocar a elecciones presidenciales o a torcer su plan económico hacia uno de corte monetarista como quiere Washington.

La estrella de Guaidó está en declive, pero, por eso, él debe arreglárselas con todo para provocar una intervención extranjera que es la única carta que le queda pues carece de apoyo en la población y en los cuarteles. Por el momento su rol es el de generar el mayor caos posible.

Ahora llama a paros escalonados hacia una huelga general, pero este no es un movimiento que nace directamente de los sindicatos sino de alguien muy ligado a los gremios empresariales, el cual difícilmente tenga impacto.

Mientras todo ello ocurre en la oposición venezolana crecen sectores que piden formar un ejército “contra” (como se hizo en Nicaragua) y Trump ha recibido ofertas para crear un grupo de miles de mercenarios afines en Venezuela. Acciones de esta clase de grupos armados podrían conducir a sabotajes (como las que se ha visto al servicio eléctrico y al agua) y a generar un clima de “crisis humanitaria” que amerite una invasión de los vecinos y de EEUU.

De otro lado, deben estar creciendo otros sectores en la oposición de derecha que tratan de distanciarse del violentismo y llegar a un compromiso para evitar que la espiral inflacionaria y la recesión no sigan afectando a la industria venezolana.

La Casa Blanca ha mencionado que hay fisuras dentro del gobierno venezolano y que algunos hombres claves cercanos a Maduro querían removerlo para reconocer a Guaidó, así como que Maduro estaba por tomar un avión para refugiarse en el exterior. Todo ello parece un golpe publicitario para dividir y desmoralizar a los chavistas.

No obstante, tienen que haber discusiones en el gobierno hacia el camino que se debe seguir. Por el momento Maduro se niega a reprimir con algo de severidad a los golpistas. Madrid ha puesto en las rejas a todos los ministros del gobierno catalán que pudo, pese a que ellos nunca incitaron a la violencia, a un golpe o a una invasión.

Mientras en Perú (que es el artífice del Grupo de Lima que reúne a todos los gobiernos americanos que quieren derribar a Maduro) a las organizaciones que son tipificadas como terroristas se las proscribe ya  sus jefes se les coloca en celdas bajo estricto aislamiento y penas de por vida, en Venezuela maduro acusa a Voluntad Popular de ser terrorista que sabotean los servicios de luz y agua pero se han negado a ilegalizar ésta, a encarcelar a sus líderes y a haber puesto a Leopoldo López en una cárcel, algo que él pudo aprovechar para escapar de su arresto domiciliario.

La estrategia de Maduro es buscar que se agote su adversario, mientras que los sectores que están a su izquierda le demandan que vaya a suprimir a los subversivos y nacionalice a quienes les financian. Otros sectores creen que, por el contrario, se debe buscar puentes con los alzados a fin de encontrar una salida de consenso, aunque EEUU y Guaidó rechazan toda negociación con Maduro.

Muchos preguntan qué debería hacer la comunidad internacional para resolver ese problema y la respuesta es simple: no hacer nada. Es justamente la intromisión de potencias foráneas, especialmente la de EEUU, la que viene generando el caos y la que con sus sanciones viene agravando la crisis económica y la pobreza. Se debe dejar a los venezolanos mismos a que diriman sus problemas.

-Isaac Bigio es Analista internacional