Por Patrick Martin
En las etapas iniciales de la
campaña para las elecciones de 2020, el senador de Vermont, Bernie Sanders, ha
realizado un importante giro a la derecha. Ha acogido manifiestamente el
nacionalismo económico y ha buscado hacerlo un pilar de su contienda para la
nominación presidencial demócrata. Esto es profundamente reaccionario y
demuestra la brecha insalvable entre Sanders, quien se hace llamar un
“socialista democrático” y el socialismo auténtico, el cual está
inflexiblemente comprometido con la unidad internacional de la clase
trabajadora.
Karl Marx, el fundador del
socialismo científico, proclamó hace mucho que el obrero no tiene país. Pero
Bernie Sanders adopta la postura opuesta. Defiende los intereses nacionales del
imperialismo estadounidense. Su país es el de Wall Street, el Pentágono, la CIA
y la patronal estadounidense.
La semana pasada, Sanders
atacó al vicepresidente Joe Biden, uno de sus principales oponentes para la
nominación presidencial demócrata, por sugerir que Estados Unidos no debería
estar desmesuradamente preocupado por la posibilidad de que las empresas chinas
venzan a las empresas estadounidenses en el mercado mundial. “No son gente
mala”, dijo Biden. “Pero, adivinen qué, no son una competición para nosotros”.
Biden estaba expresando una
versión un tanto diferente del chauvinismo reaccionario que ha caracterizado la
política capitalista estadounidense. “No se preocupen, podemos vencerlos
fácilmente”, fue su fanfarronada.
Sanders se opuso, alegando en
un tuit, “Desde el acuerdo comercial chino [en 2000] que vote en contra,
Estados Unidos ha perdido más de 3 millones de empleos manufactureros. Es un
error que China no es uno de nuestros mayores competidores económicos. Cuando
estemos en la Casa Blanca, ganaremos esta competición arreglando nuestras
políticas comerciales”.
Sanders se presenta de esta
manera como el defensor de los trabajadores estadounidenses en una disputa con
los trabajadores chinos por trabajadores manufactureros. Este disque
“socialista” fue tan lejos como para criticar al presidente Trump en un mitin el
13 de abril por supuestamente asumir una línea demasiado débil respecto a China
durante las negociaciones comerciales en curso. “Por una vez en tu vida”, dijo
Sanders, “cumple tus promesas de campaña… vuelve a la pizarra de planeamiento”.
El 29 de abril, Sanders
publicó su plataforma comercial, exigiendo la renegociación de todos los
acuerdos comerciales de EUA y que China sea calificada como una manipuladora de
divisas, una amenaza de varios Gobiernos sucesivos de EUA, incluyendo el de
Trump, que no ha sido llevada a cabo en gran parte porque China es el principal
dueño de bonos del Gobierno estadounidense.
Después de presentar su plan
comercial, Sanders aseveró: “Necesitamos un presidente que realmente vaya a
luchar por los trabajadores estadounidenses, cumpla sus promesas y enfrente a
las corporaciones gigantescas que cierren plantas y envíen los puestos de
trabajo al exterior”. Estas palabras bien pudieron haber venido de Trump.
Sanders siempre ha sido un
nacionalista económico, oponiéndose al Tratado de Libre Comercio de América del
Norte (TLCAN) y otros acuerdos comerciales desde el punto de vista de la
burocracia sindical, la cual busca convencer a los trabajadores estadounidenses
de que los obreros mexicanos son sus enemigos ya que les “roban sus trabajos”.
Así es como los políticos
capitalistas y ejecutivos sindicales buscan dividir a la clase obrera a lo
largo de líneas nacionales, enfrentando a los trabajadores en Estados Unidos
contra los de Canadá y México, así como China, Japón y Europa, y promoviendo
una carrera interminable hacia el fondo en la que los trabajadores son
intimidados para que acepten recortes en sus salarios y prestaciones y
condiciones laborales más onerosas por medio de la afirmación de que es la
única manera de prevenir que los patrones se vayan al extranjero.
La única alternativa a esto
es la lucha por unir a la clase obrera sobre una base internacional, en una
lucha común contra las corporaciones multinacionales, los Estados capitalistas
y el capitalismo global en su conjunto. En esta lucha, el proletariado chino,
el más grande del mundo, es objetivamente un gran aliado de la clase obrera
estadounidense y ha emprendido luchas amargas contra varios de los mismos
gigantes corporativos transnacionales que explotan a los trabajadores
estadounidenses.
En la carrera electoral de
2020, la promoción del nacionalismo económico por parte de Sanders es parte de
su intento sistemático para demostrarle a la clase gobernante de que él es un
instrumento fiable para avanzar su política exterior imperialista y
neocolonialista, ayudando a promover la fiebre antichina y atrincherándose (con
mínimas reservas) detrás de la operación de cambio de régimen de Trump en
Venezuela.
Un
reciente perfil en la revista New
Yorker documenta cómo Sanders a reclutado a sus asesores en
política exterior del mundo de los centros de pensamiento imperialistas, en su
mayoría individuos molestos por el fracaso de las guerras en Irak, Afganistán y
Siria y consecuentemente más cautos en lo que respecta los despliegues militares
en el exterior. Estos asesores incluyen a Robert Malley, quien coordinó la
política de Oriente Próximo para el Consejo de Seguridad Nacional durante el
Gobierno de Obama, Suzanne DiMaggio del centro Carnegie Endowment for
International Peace y Vali Nasr, presidente de la Escuela Paul H. Nitze para
Estudios Avanzados de la Universidad Johns Hopkins (y descendiente de una
familia estrechamente vinculada al sha de Irán).
El
perfil del New Yorker señala
astutamente: “Puede que una media docena de personas, quizás menos, se imaginen
realísticamente como el próximo presidente de Estados Unidos, y Sanders tiene
un fuerte caso tan fuerte como cualquiera excepto el presidente en funciones.
Por el momento, las presiones del poder parecen estar influenciándolo; la
fogosa figura sermoneadora está en retirada y está tocando notas de
precaución”.
En
tan solo los últimos nueve meses, el World
Socialist Web Site ha reportado cómo Sanders rindió tributo al militarista John
McCain; celebró la decisión de Jeff Bezos,
el hombre más rico del mundo, de pagarles a los trabajadores de Amazon unos
miserables $15 por hora (en muchos casos esto significó una reducción de paga
por la pérdida de otras compensaciones); apoyó las provocaciones
estadounidenses contra Venezuela; presumió ser el mejor constructor
del Partido Demócrata; coreó las denuncias de Trump en
oposición a las “fronteras abiertas” y advirtió que la llegada de refugiados
empobrecidos amenazaría los niveles de vida de los trabajadores
estadounidenses; y ha mantenido un silencio público
criminal sobre la captura policial británica del fundador de WikiLeaks, Julian
Assange, quien ahora se enfrenta a una extradición a Estados Unidos y una
posible pena capital por espionaje y conspiración.
El nacionalismo de Sanders y
su apoyo a la política exterior de la clase gobernante estadounidense expone el
carácter fraudulento de su supuesto “socialismo”. Es imposible oponerse a la
“clase milmillonaria” en casa mientras se apoya su política en el exterior. La
guerra —y su extensión lógica a las demandas de Sanders de una política
económica más agresiva contra China— está inevitablemente acompañada por
represión y reacción social dentro de EUA.
Los
Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés), la
revista Jacobin,
Alternativa Socialista y el resto de los acólitos pseudoizquierdistas de
Sanders están aclamando su candidatura como la base para revivir la “izquierda”
en Estados Unidos —es decir, revivir al Partido Demócrata dándole una pasada
“izquierdista” de pintura—. El Partido Socialista por la Igualdad advierte a
los trabajadores y jóvenes que la campaña de Sanders para el 2020, así como su
precursora hace cuatro años, busca tanto atrapar al movimiento obrero dentro de
los límites de este partido derechista y capitalista como bloquear la aparición
de un movimiento político, auténtico e independiente de las masas obreras que
luche con un programa socialista y contra la guerra.