Por Paola Vásquez
Hoy en Venezuela se nos muestra una vez
más la dificultad histórica de las masas de romper con su dirección política,
aunque ésta en distintas oportunidades demostrara ser inútil e incapaz de
resolver sus problemas y defender sus intereses de clase. La tradición marxista
nos ha demostrado por medio de la experiencia histórica de los obreros que la
clase trabajadora no abandona fácilmente sus organizaciones tradicionales de
lucha, siendo estos los partidos, las cooperativas y los sindicatos.
Estas
organizaciones a pesar de haber sido creadas para defender los intereses del
proletariado han crecido en el seno del capitalismo, por lo que tienden a
degenerarse cuando la presión de las masas desaparece, lo cual puede ocurrir en
períodos de bienestar y auge económico. Sin embargo, esto no ocurrió en
Venezuela durante el período de bonanza petrolera de los primeros gobiernos del
Comandante Chávez, debido a que no en todo período de bienestar económico
desaparecen las presiones de las masas.
Esto
quiere decir que las presiones no serán directamente proporcionales al factor
económico, sino que en ellas inciden otros factores como la historia, el estado
de ánimo de las masas, las condiciones políticas y el desarrollo de la lucha de
clases. Pero si por el contrario dejáramos de lado estos otros factores
daríamos a entender que las presiones de las masas son un reflejo inmediato de
las condiciones económicas, lo cual no es cierto.
Aunque
los factores económicos juegan un papel importante en el desarrollo de la lucha
de clases, su incidencia no es determinante sino en última instancia. Con esto
tratamos de decir que es posible que las masas ejerzan presión a sus
organizaciones y dirigencia incluso en períodos de bienestar donde el factor
económico carezca de relevancia.
En
cuanto al caso venezolano, durante el último período de bonanza económica, las
masas ejercieron cierta presión hacia sus organizaciones y su líder, ejemplo de
ello fueron las tomas de fábricas y de tierras por parte de obreros y
campesinos, empujando al propio Chávez a ir hacia adelante.
Con
esto no intentamos decir que solo el pueblo impulsó a Chávez a avanzar, sino
que esto fue parte de un momento histórico en donde las masas y su líder se
fundieron en un proceso dialéctico revolucionario, donde Chávez a su vez
también impulsó a las masas. Este fue un período de profunda maduración
política gracias a la práctica revolucionaria y al látigo de la
contrarrevolución.
Chávez y el pueblo
En
Venezuela el despertar de las masas a la vida política y a la lucha
revolucionaria (como en el Caracazo) si bien fue a causa de la acumulación de
contradicciones a lo largo de varias décadas -donde se fueron gestando
condiciones objetivas para la revolución en puerta- no se contó con el factor
subjetivo (un partido revolucionario capaz y preparado) que hubiese conducido a
los trabajadores al poder mucho antes del 99. Ante tal carencia, el liderazgo
del Comandante Chávez arropó de manera abrumadora a un pueblo que se vio
reflejado en él, siendo éste el elemento subjetivo faltante en la ecuación.
Si
bien existe un apego histórico de la clase trabajadora a sus órganos
tradicionales de lucha y dirección, lo ocurrido en Venezuela trascendió en gran
medida este apego natural. Chávez logró de modo excepcional y extraordinario
darle voz a los que nunca tuvieron derecho a expresarse, supo reivindicar a los
históricamente excluidos, mostró su incansable preocupación por mejorar sus
condiciones de vida y logró más allá de sus limitaciones, educar políticamente
a las masas y elevar su nivel de conciencia con cada discurso.
Ésto
no significa que Chávez gozara de dotes de perfección, simplemente fue un
hombre como cualquier otro, con un conjunto de experiencias de vida y con un
gran carisma, carácter y decisión, que al aparecer -casi de modo accidental- en
el momento y lugar preciso; supo expresar la necesidad histórica de su época,
logrando despertar la empatía y simpatía de las grandes mayorías de este país y
hombres y mujeres del mundo. Un hombre incansable que abrió las puertas al
pensamiento crítico y a la organización popular, lleno de cosas buenas y otras
tantas malas, con virtudes y defectos, pero que inmoló su vida a causa de la
lucha revolucionaria.
Con
esto no intentamos justificar el culto a la personalidad, con el que la
burocracia intenta manipular a las masas diluyendo el contenido de las ideas
avanzadas del líder bolivariano para ocultar o justificar sus pretensiones.
Pero desconocer semejante liderazgo y el apego emocional de las bases chavistas
con su líder, como elemento subjetivo y hegemónico del análisis, nos haría
incapaces de comprender la psicología de las masas y de las bases del chavismo;
y más aún cuando éstos resultan ser los respaldos y los componentes ideológicos
más pesados que ha poseído la dirección bolivariana para conservar la hegemonía
dentro del PSUV y del movimiento hasta el momento.
En
este sentido si desconociéramos esto, no solo caeríamos en uno de los errores
básicos de los que comúnmente comete la oposición (que hasta la fecha se rehúsa
a reconocer al chavismo como fuerza política), sino que pasaríamos por alto una
variable importante para comprender el caso venezolano, siendo ésta una de las
más grandes debilidades del análisis del que parte la derecha venezolana.
Sin
duda alguna, el vínculo emocional del pueblo con la figura del Comandante
Chávez ha sido tal, que ni siquiera los años que han transcurrido desde su
muerte han podido aminorar este efecto. Incluso ante los recientes
acontecimientos y el intento de golpe de Estado (que aún no culmina) vemos como
la burocracia bolivariana de nuevo llama a la «unidad monolítica del chavismo»
para la supuesta defensa de la patria, del «Legado del Comandante Chávez» y de
la Revolución. Pero realmente con miras a la preservar el poder utilizando -una
vez más- estos elementos hegemónicos para la manipulación de las masas.
El apego hacia el líder
Entendiendo
la profunda conexión afectiva de las masas con la dirigencia que dice defender
el «Legado de Chávez», la misma que en vida de éste bloqueó y saboteó sus
iniciativas; se nos facilita comprender la gran dificultad que poseen nuestros
compañeros dentro de las bases del chavismo en dar ese salto cualitativo para
desprenderse y reconocer los errores y las traiciones de sus dirigentes, que de
manera oportunista se han subido a las espaldas y a la memoria del Comandante
Chávez vanagloriándolo y convirtiéndolo en un ícono, restándole fuerza y
colocándole epítetos como el de «Comandante Supremo», «Padre Eterno» y «El
Gigante», para manipular por medio de su figura a un pueblo que aún preserva un
sentimiento afectivo a su memoria y lucha, todo con el fin de permanecer en el
poder.
Ya
lo hemos comentado en otras oportunidades, denunciar los actos de corrupción y
la ineficiencia de la dirección, no convierte en reaccionarios a aquellos que
apoyaron el proyecto bolivariano del Comandante Chávez y mucho menos los
convierte en traidores. Por el contrario, demuestra una preocupación honesta y
el compromiso en preservar las conquistas alcanzadas, que hoy se encuentran en
serio peligro de extinción. El hacer esto no nos hace contrarrevolucionarios,
es simplemente una crítica revolucionaria para la rectificación y el fortalecimiento
del proceso hasta la victoria definitiva: la transformación socialista de la
sociedad.
Por
otra parte, el que señalemos los errores y desaciertos de una dirección viciada
y degenerada por medio del análisis concreto de la realidad, no desmerita de
ninguna manera al pueblo trabajador que se encuentra subordinado aún a esta
dirigencia. Por el contrario, conocemos la diferencia entre las masas y la
dirección, y reconocemos el compromiso y el trabajo del poder popular y de los
revolucionarios consecuentes que aún continúan dando la batalla en los
distintos frentes a pesar de la degeneración burocrática que corroe los
espacios de participación.
Desconocer
a los hombres y mujeres honestos y comprometidos que militan en las bases del
movimiento bolivariano y del partido sería un grave error; con esto negaríamos
la diferencia entre la clase, el partido y la dirección, de la que Trotsky nos
advertía a la par de que nos explicaba como la clase obrera no llega por si
sola a conclusiones revolucionarias, sino que para esto necesita la
construcción de un partido revolucionario. Siendo en Venezuela, por medio del
trabajo paciente del Comandante Chávez, que el pueblo y las distintas
organizaciones y líderes sociales comprendieron la necesidad de unificar las
luchas en un solo partido para consolidar el socialismo en la nación.
El Partido
Si
bien el PSUV nació con expectativas de convertirse en ese gran bastión de
lucha, no logró consolidarse como el auténtico partido revolucionario y por
desgracia terminó degenerándose en una simple maquinaria electoral, a pesar de
los esfuerzos desde las bases, no logró formar a la totalidad de su militancia
y formar sus cuadros y dirigentes, a hacer trabajo emancipador en las fábricas
y sindicatos, a autofinanciarse y mucho menos a organizarse internamente bajo
el centralismo democrático. Además, las decisiones importantes quedaron en las
manos de una cúpula que, aparte de tener un profundo carácter burocrático,
posee condiciones materiales de existencia totalmente opuestas a las de la clase
trabajadora que dice representar.
¿Será
que el presidente y sus ministros no saben que el salario de los trabajadores
no alcanza ni para comprar un kilogramo de queso? Claro que lo saben, y no se
trata de que trabajen «incansablemente» para evitarlo, se trata de que a fin de
cuentas se acuestan con el estómago lleno mientras que la crisis la sostienen
los trabajadores sobre sus hombros.
Las
condiciones de vida determinan en gran medida la conciencia de los individuos,
y de la misma manera en la que cambiaron las condiciones de vida material de la
alta burocracia bolivariana, cambiaron por completo sus intereses y su
conciencia. La vida que ostentan se encuentra colmada de lujos y llena de
opulencia. No podemos tapar el sol con un dedo y mucho menos esta realidad que
resulta ser grotesca ante nuestros ojos. Sin duda, existe un divorcio entre la
clase, el partido y la dirección.
El liderazgo «chavista»
El
Estado se encuentra minado de oportunistas que nunca compartieron ideales
revolucionarios o estuvieron comprometidos con el proceso de transformación
socialista. ¿O acaso Zerpa, el magistrado que se fugó a Estados Unidos, la ex
Fiscal General de la República, Luisa Ortega Diaz, y Hugo Carvajal no eran
parte de la alta burocracia gubernamental? ¿Acaso no fueros estos los primeros
traidores en abandonar el barco como ratas? ¿O esto también lo vamos a negar?
Lo que tratamos de decir es que dentro de las filas del gobierno existen aún
más traidores que por ahora desconocemos.
«Leales siempre, traidores Nunca»
La
consigna del gobierno «Leales siempre, traidores nunca» ha sido el slogan más
utilizado para hegemonizar y manipular a las masas trabajadoras en torno a la
figura del Comandante Chávez. Pero debemos preguntarnos: ¿Realmente a quién
debemos ser leales? ¿Qué es lo que realmente no debemos traicionar? No es al
hombre (el culto a la personalidad), no es a la dirección o al partido. A lo
que no debemos traicionar es a nuestros principios y convicciones ideológicas,
no debemos traicionar a la Revolución y a nuestro deseo de hacer una sociedad
más justa.
Abandonar
nuestros principios y convicciones sería traicionarnos a nosotros mismos, no a
una dirección que busca perpetuarse en el poder para salvar su pellejo
invocando a la «unidad monolítica del chavismo». La lealtad no es hacia un
gobierno, es hacia la Revolución. Ahora bien, si el gobierno está llevando a
cabo la Revolución en buena hora, pero eso no es lo que está ocurriendo. ¡Nos
han traicionado!
La
mayor prueba de lealtad es conservar la conciencia limpia y las convicciones y
el espíritu revolucionario vivo. Por esto, es necesario comprender que la
burocracia del partido lo que ha intentado por distintos medios es preservar a
toda costa su hegemonía, por lo que ha disminuido por completo la tolerancia a
la crítica, acusando de reaccionarios a los verdaderos revolucionarios,
fomentando la dependencia y el asistencialismo para la justificación perenne
del fracaso de sus medidas, sobreestimando el bloqueo y las presiones
internacionales, que aunque han afectado fuertemente a nuestra economía,
tampoco pueden constituirse como la causa de todo lo que ocurre.
La Amenaza Imperialista
Ante
este panorama de amenaza imperialista y de asedio internacional, se nos ha
acusado a los marxistas de estar jugando a favor del imperialismo por no callar
nuestras críticas. Por lo que debemos recordar que los marxistas no tenemos
intereses propios que se diferencien de los de la clase obrera, defendemos
siempre y en todo momento los intereses del proletariado, porque no somos una
clase aparte, pertenecemos a ella. los comunistas debemos ser en la práctica el
sector de la clase obrera que empuje a toda la clase hacia adelante y teóricamente
poseer la mayor claridad política ante los acontecimientos.
Es
por esta razón que advertimos del intento de la burocracia de utilizar la
amenaza imperialista como catalizador para exacerbar el nacionalismo, que por
naturaleza es reaccionario, para desviar la atención de las causas y
contradicciones internas. No podemos caer en el discurso nacionalista y en la
exacerbación del sentido patrio, basta con conocer la teoría de los conflictos
para comprender que buscan utilizar la amenaza externa para lograr la hegemonía
a lo interno. Realmente la burocracia no busca concretar las tareas de la
revolución, si así fuera hace mucho tiempo lo habrían hecho, pero han hecho
todo lo contrario, generado retrocesos, como las privatizaciones de empresas
nacionalizadas.
No
desconocemos el papel del imperialismo, por supuesto que estamos en un momento
histórico de presiones imperialistas sin precedentes. Pero no se combate al
imperialismo otorgándole concesiones y oportunidad de negocios a las
multinacionales estadounidenses o llamando a Trump al diálogo. Con mayor
razón debemos reafirmar nuestra decisión de ser una nación socialista y
antiimperialista, pero principalmente de ser libres e independientes.
En
este sentido lo más coherente sería llevar a cabo una línea política
revolucionaria y no una de conciliación de clases y de subordinación al
imperialismo; pero esta dirección no lo hará, no tomarán medidas
revolucionarias porque sencillamente ya no responden a los intereses de la
clase trabajadora sino a sus propios intereses económicos y políticos.
De
no denunciar la corrupción y las desviaciones de esta dirección corrupta y
desvirtuada, nos volvemos sus cómplices en el desmoronamiento de la Revolución,
favoreciendo a la desmoralización del pueblo, y peor aún, ayudaríamos a quienes
intentan capitalizar todo el descontento popular a su conveniencia. De esta
manera, ¿Quiénes saldrían ganando con el resquebrajamiento de la revolución
desde sus entrañas? ¿A cuántos compañeros no hemos perdido gracias al desgaste
y la desmoralización a causa de la ineficiencia y la corrupción? ¡Camaradas no
podemos seguir permitiéndolo!
En
este sentido, los marxistas no apostaremos jamás por la derecha internacional y
mucho menos por la burguesía apátrida y parasitaria de este país, por lo que
rechazamos el intento de golpe de Estado y las constantes agresiones del
imperialismo, pero tampoco creemos en el apoyo ciego a una dirigencia corrupta
y viciada, que nos ha hundido cada día más con sus medidas guabinosas,
claramente antipopulares y antiobreras. Es por esto que no podemos callarnos ni
ser cómplices de la impunidad y la destrucción y socavamiento del proceso
revolucionario.
La construcción de una Alternativa
Revolucionaria
Desde
hace varios años y a la luz de los acontecimientos, hemos venido denunciando el
viraje del gobierno hacia la derecha, por medio de una crítica compañera, pero
llegamos al punto de comprender el talante del engaño y la traición a la cual
han sido sometidas las organizaciones políticas y las bases del chavismo.
Hoy
llamamos e invocamos a todos aquellos revolucionarios consecuentes que apoyaron
alguna vez el proyecto político bolivariano, con la esperanza de la
transformación socialista, para la construcción de una alternativa
revolucionaria. Con el apoyo de las bases, de los distintos grupos y
organizaciones políticas de izquierda que se encuentren comprometidas con el
movimiento de los trabajadores, podremos recuperar a la Revolución y evitar que
se pierda.
Necesitamos
una alternativa revolucionaria y abocarnos a la construcción de un verdadero
partido, para unificar la lucha en los distintos espacios y llevar a cabo las
tareas de la revolución, la defensa real de nuestros recursos e intereses de
clase, y una línea política coherente.
Actualmente,
la dirigencia se jacta de ser antiimperialista mientras abre las puertas de par
en par a la voracidad de economías como las de Rusia y China, en detrimento de
nuestro futuro. Con esto no tratamos de polemizar o de desconocer el valor
estratégico de las alianzas, este no es el momento para ello, solo dejamos en
claro que no pecamos de ingenuidad y estamos conscientes de la inconsistencia
del discurso y el accionar político del gobierno. A cada cosa hay que llamarla
por su nombre y no permitir el engaño a las masas.
Los
marxistas no somos una cofradía de intelectuales como nos quieren hacer ver
para descalificar y desconocer nuestro trabajo en las bases, fábricas y
sindicatos; comprendemos que su ataque responde al temor de nuestra crítica y
al arsenal teórico que nos respalda.
Los
comunistas somos parte del movimiento vivo de la clase trabajadora, estamos
dentro de la lucha y nos organizamos y militamos por la construcción de un
mundo mejor, para esto debemos fortalecer nuestra organización, ampliar
nuestros espacios de intervención y seguir defendiendo la revolución mundial y
en Venezuela.
¡Organízate y milita con nosotros!
¡Construyamos una Alternativa
Revolucionaria!
¡Únete a Lucha de Clases!
Fuente: luchadeclases.org.ve