Por Claudi Mans Teixidó
Las
exageraciones publicitarias en determinados alimentos y suplementos dietéticos
llevan a afirmar que contienen hasta 88 elementos de la Tabla Periódica,
incluyendo algunos radiactivos e incluso transuránidos. Habrá quien piense que
esta abundancia da al producto mayor capacidad de sanación. La credulidad de
cierto público es inconmensurable.
Fue Justus von Liebig quién
aclaró de forma científica las principales necesidades de nutrición de las
plantas: compuestos de nitrógeno y fósforo, y dióxido de carbono y agua. A su
vez, las necesidades de los animales se satisfacen con la ingestión de los
compuestos sintetizados por las plantas: proteínas, grasas e hidratos de carbono.
Pero este simple esquema se complicó inmediatamente. Los estudios metabólicos
posteriores pusieron de manifiesto la necesidad de disponer de varias
sustancias en cantidades muy pequeñas, como las vitaminas o las sales
minerales. Algunas vitaminas podían ser sintetizadas por el organismo, pero
otras tenían que ser ingeridas con los alimentos. Todas las sales minerales
tenían que venir con los alimentos también.
Se fue confeccionando así una
lista de elementos imprescindibles para un correcto metabolismo del organismo.
La tabla periódica adjunta muestra los elementos que tienen que estar
disponibles en el cuerpo humano para una correcta nutrición, de acuerdo con lo
que hoy se conoce. A los cuatro elementos básicos C, N, H y O, que constituyen
los aminoácidos, grasas y azúcares, se añaden un conjunto de oligoelementos.
Así, el azufre está presente en la molécula de varios aminoácidos. Algunos
elementos, como el calcio y el fósforo, constituyen huesos y dientes.. Los
cationes potasio y sodio son imprescindibles en la transmisión del impulso
nervioso. El magnesio, que forma parte de la molécula de clorofila de las
plantas, es presente en los huesos, y participa en las reacciones
suministradoras de energía a las células. Estos elementos Ca, P, S, K, Na y Mg,
junto con Fe, presente en la molécula de hemoglobina, fueron reconocidos desde
un principio como básicos e imprescindibles para una correcta nutrición.
Los avances en el conocimiento de las vías metabólicas y reguladoras del
organismo han permitido conocer la función biológica de otros elementos, que
tienen que proceder de la alimentación. Son los elementos traza, requeridos en
cantidades muy pequeñas, pero también imprescindibles. En conjunto son, pues,
28 elementos que el cuerpo requiere y que hemos de ingerir.
Desde
hace años, la industria farmacéuticaprepara medicamentos y suplementos por
paliar el déficit temporal o crónico de algunos de estos elementos. Yodo para
la glándula tiroides, compuestos de hierro por las anemias, compuestos de flúor
para asegurar una dentición sana, o suplementos de calcio por la osteoporosis
son muy conocidos. Esto dio pie, hace quince años, a la publicación en la
revista de la Sociedad Catalana de Química (2004, n.º 1, p.82 a 85) del texto
"La Taula periòdica dels Aliments" donde comentaba la presencia de
nombres de elementos químicos en la publicidad de varios alimentos.
Ahora este tema se ha
desbordado. La industria alimentaria ha diseñado gran número de alimentos
funcionales, que suministran, junto con el alimento, algunos minerales o
compuestos complementarios - calcio, magnesio, fitosteroles, ácido fólico -, y
suplementos minerales variadísimos, en plena carrera hacia quien hace la
afirmación más exagerada. Veremos tres ejemplos.
Los ácidos fúlvicos pronto se
pondrán de moda. Son, junto con los ácidos húmicos, unos componentes del humus,
fracción orgánica del suelo que procede de la descomposición bacteriana de las
plantas. Los ácidos fúlvicos se pueden extraer en forma de disoluciones
acuosas, o más exactamente dispersiones coloidales, y venderlos como suplemento
alimentario. El análisis exhaustivo de estas dispersiones, mediante las
técnicas analíticas más modernas, permite identificar hasta 72 elementos, como
se puede ver de la figura adjunta de la publicidad de uno de estos suplementos.
Este número es elevadísimo. A la mayoría de estos elementos no se les conoce
ninguna función biológica, y se encuentran en proporciones de partes por
trillón. Sorprendentemente, afirman que contiene prometio, un metal radiactivo
del que en toda la Tierra no hay más que unos 600 g, y que deriva de la
descomposición del uranio. Se detecta a nivel de partes por quintillón. No sé
cuánto prometio puede haber en cada botellita de suplemento. Supongo que una
cantidad análofa a los principios activos de los medicamentos homeopáticos, es
decir, nada. Otros elementos sorprendentes de la lista son varios elementos de
las tierras raras -samario, praseodimio, lutecio, disprosio y otros – y también
están presentes los denostados metales pesados, como el plomo, el mercurio o el
cadmio, tan rechazados cuando se encuentran en los pescados, pero aquí están en
la lista y todo suma.
Los 72 elementos del
suplemento alimentario son muchos, pero el agua de mar alimentaria lo supera.
Afirma que contiene 78 minerales y oligoelementos. No distingue entre ambos
tipos de producto, y no queda claro si por mineral entiende cada una de las
sales que se van formando en cristalizar del agua, como serían el cloruro de
sodio o el de magnesio, o se refiere a mineral como sinónimo de elemento. Dice
que contiene todos los imprescindibles para la vida, y de hecho hay unos
cuantos más. En la etiqueta no indica la composición completa, y solo destaca
catorce elementos. Pero sabemos, de estudios serios hechos hace bastante
tiempo, que en el medio marino se encuentran la mayor parte de iones existentes
en la naturaleza, o sea que no dudamos de la afirmación publicitaria. Otra
cuestión es que tengan algún efecto.
Pero la sal del Himalaya gana
a todos. En su publicidad la sal del Himalaya -que es bien sabido que no es del
Himalaya sino de unas minas del Pakistán a más de 600 km de la cordillera- se
afirma que contiene 88 elementos diferentes. Merece la pena poner la lista
completa, suministrada por una web denominada The Meadows.
En orden alfabético aparecen: actinio, aluminio, antimonio, arsénico, astato,
azufre, bario, berilio, bismuto, boro, bromo, cadmio, calcio, carbono, cerio,
cesio, circonio, cloro, cobalto, cobre, cromo, disprosio, erbio, escandio,
estaño, estroncio, europio, hierro, flúor, fósforo, francio, gadolinio, galio,
germanio, hafnio, hidrógeno, holmio, indio, , iridio, iterbio, itrio, lantano,
litio, lutecio, magnesio, manganeso, mercurio, molibdeno, neodimio, neptunio,
niobio, níquel, nitrógeno, oro, osmio, oxígeno, paladio, plata, platino, plomo,
plutonio, polonio, potasio, praseodimio, protactinio, radio, renio, rodio,
rubidio, rutenio, samario, selenio, silicio, sodio, talio, tántalo, telurio,
terbio, titanio, torio, tulio, uranio, vanadio, wolframio, yodo y zinc.
Eso sí que es la Tabla
periódica de los elementos... ¡en un solo alimento! Sorprende la presencia de
los siguientes elementos: plutonio y neptunio, ambos transuránidos, sintéticos
y radiactivos; y francio y astato, también radiactivos y de los que hay poquísima
cantidad en el planeta, como era el caso del prometio del suplemento
alimentario primero. También en la lista están presentes toda la serie de
metales pesados, indeseados en los alimentos pero que aquí deben de tener
mágicamente propiedades deseables.
¿Qué decir de tal tipo de
publicidad? Simplemente hay que recordar ideas básicas sobre la nutrición.
Hay que distinguir entre
cualitativo y cuantitativo: ¿cuál es la cantidad mínima de un componente que
tiene algún efecto? En estos planteamientos hay la visión mágica de que la
simple presencia de un ingrediente ya hace que el producto tenga las
propiedades que el ingrediente le daría. Por ello las legislaciones obligan a
las empresas a indicar, en las alegaciones de los productos funcionales, una
cantidad mínima del componente: suele ser al menos el 15% de la cantidad diaria
recomendada.
El principio clásico de
Paracelso de que la dosis es el veneno -o la virtud- se aplica aquí,
evidentemente, teniendo en cuenta que muchos oligoelementos son beneficiosos o
tóxicos según la dosis. Pero, en las cantidades tan pequeñas que deben haber en
los productos mostrados, no debería haber problema, si exceptuamos el cloruro
de sodio presente en el agua de mar y en la sal del Himalaya.
Y, finalmente, y no menos
importante: la visión actual de las dietas destaca el hecho de que lo
importante es el conjunto, la globalidad de la dieta, lo que se tiene que
mirar, y no solo la presencia de determinado componente. Puede ser que el
componente se inhiba cuando esté en presencia de otros ingredientes, o , a la
inversa, se potencien sus efectos. Las alegaciones publicitarias de la
presencia de un determinado ingrediente, pues, son de valor muy limitado.
De la lista de 118 elementos
que se conocen, solo 90 están presentes de forma natural en la Tierra. A los
publicistas de futuros productos casi se les ha terminado la posibilidad de
inventar nuevas exageraciones...