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La lucha popular también es una lucha medioambiental


Por Luiza Toscane

La crisis revolucionaria que está sacudiendo el régimen argelino no es, ni mucho menos, una tormenta en un cielo sereno. Ocurre en un país en que las luchas fueron el pan de cada día el año pasado y los anteriores contra la hogra, es decir, por la dignidad. Tras este concepto encontramos muchas luchas medioambientales o ecológicas, en las que la población pretende mejorar su vida cotidiana en el plano local. La reivindicación principal de la población se refiere al agua potable o al agua de riego, ausente, cortada, contaminada o demasiado cara. Luego está la falta de alcantarillado, de recogida de basuras, la denuncia de la contaminación de ríos y fuentes, y la contaminación por amianto de los edificios, incluidas las escuelas. Se moviliza contra empresas contaminantes (fábricas de fertilizantes, alquitrán, aceiteras, cementeras, aluminio, centrales eléctricas), proyectos de represas, antenas de teléfonos móviles o contra vertederos que contaminan a su vez tierras y ríos. Estas luchas las protagoniza la gente, especialmente las mujeres.

Los métodos empleados –cuando casi siempre han fracasado los intentos clásicos de enviar cartas o peticiones– consisten en manifestaciones callejeras ante las administraciones interesadas (Argelina de Aguas) o asambleas populares a nivel municipal o en las sedes de daira, 1/ pero también en el cierre de estas, a veces también en el cierre de mercadillos semanales, de vertederos, de válvulas de represas o de escuelas insalubres. Y, sobre todo, el bloqueo de carreteras y caminos, con numerosas barricadas y neumáticos en llamas.

Estas luchas de contenido medioambiental son luchas sociales

Los efectos del cambio climático se traducen en nuevas reivindicaciones: las viviendas que han sido destruidas o dañadas por terremotos, incendios o inundaciones, que a menudo causan el desbordamiento de las canalizaciones, requieren la rehabilitación por parte de las autoridades y una compensación a sus moradores para su reubicación inmediata. En cuanto a los períodos de intenso calor, comportan nuevas formas de movilización y nuevas demandas, como el suministro gratuito de electricidad en zonas donde está muy extendido el aire acondicionado, así como el replanteamiento de la jornada laboral y el boicot a actividades de ocio que se consideran inapropiadas a la vista de las necesidades urgentes.
Estas luchas son de carácter local, están atomizadas y rara vez superan el marco del municipio o la daira, y hay que remontarse a la victoria de la población de In Salah contra el gas de esquisto en 2015 para que una lucha haya adquirido una dimensión nacional. También los padres de alumnos y estos últimos hacen huelga debido a la falta de agua y de higiene, a la presencia de amianto, cuando no cierran escuelas; asimismo, los maestros (por la presencia de vertederos delante de una escuela, o la falta de agua o de inodoros), los estudiantes (para exigir una pasarela después de la muerte de un estudiante), agricultores, trabajadores, incluidos los de recogida de basuras, de cementeras, de fábricas de aluminio, de canteras o de construcción de carreteras, para exigir protecciones contra la peligrosidad de su trabajo, o incluso los guardabosques. Las formas de lucha van de la manifestación a la huelga o al cierre puro y simple del centro. En caso de represión, especialmente tras el cierre de un centro de producción, la gente se moviliza por la liberación de las personas detenidas.

Estas luchas de contenido medioambiental son luchas sociales. Las demandas de agua o saneamiento se combinan a menudo con otras (escuelas, carreteras, cuidados, transporte escolar, alumbrado) y las protagonizan poblaciones de regiones periféricas o barrios degradados, desatendidos por la administración. La lucha contra la contaminación de una empresa puede ir acompañada de la reivindicación de la creación de empleo en esa misma empresa.

Las victorias son escasas y parciales: el 3 de diciembre de 2018 se anunció el cierre de una escuela contaminada de amianto en Souahlia (wilaya de Tlemcen); el 28 de octubre de 2018, la prensa anunció el cierre de un vertedero en Aokas (wilaya de Bejaia)… El cierre de la empresa chino-argelina Dauphin d’or en Bechloul (wilaya de Bouira), el 23 de septiembre de 2018, fue el resultado de la lucha paralela de los trabajadores y la población, pero ahora son los trabajadores, que llevan en el paro desde hace meses, los que luchan por la reapertura de la fábrica, que consideran que actualmente cumple las normas requeridas.

Se extiende el voluntariado

Las asociaciones ecológicas creadas están presentes más bien en las ciudades y libran una lucha sin cuartel por los bosques (amenazados por la disneylandización o la conversión en bosques recreativos), las costas, los parques, los lagos, los jardines públicos, proyectos de explotación de terrenos que suponen una amenaza para la flora y la fauna. Y en este caso, a veces obtienen el apoyo de los partidos políticos, como es el caso de la lucha por la franja boscosa de Aokas (wilaya de Bejaia), cuya defensa ha dado lugar durante años a un pulso entre las asociaciones, el wali [dirigente de la wilaya] y los promotores.

Así, las luchas son sobre todo de tipo reivindicativo, exigiendo al Estado que se encargue de resolver los problemas. Sin embargo, en algunas regiones, y especialmente en la Cabilia, la autoorganización, a menudo basada en una sólida red asociativa cultural, identitaria e incluso autonomista, toma desde hace tiempo iniciativas que palían la negligencia de las autoridades centrales en términos de rehabilitación de fuentes, caminos, diques o puentes dañados o la organización de la recogida de basura. Este voluntariado, a todas luces elogiado y alentado por las autoridades, ha crecido en los últimos días y se ha extendido a otras regiones. No en vano, la insurrección del pueblo argelino ha dado pie a una multitud de acciones cívicas, en particular la limpieza, en los campus, los barrios o las calles después de las manifestaciones, porque, como dijo un manifestante, “queremos demostrar que nos hacemos cargo de nosotros mismos y que no queremos basura ni en la calle, ni en el poder”. 2/


Luiza Toscane es activista por el derecho de asilo en Francia.
Traducción: viento sur

1/ El escalón administrativo argelino inmediatamente superior al municipio.
2/ Una formulación que recuerda el “¡Apestais!”, el lema del movimiento libanés del mismo nombre, en 2015.