Por
Rodrigo Bernardo Ortega
Uno de
los bastiones fundamentales de las democracias actuales es la libertad de
expresión. De hecho, es uno de los principios rectores consagrados en la
Constitución de los Estados Unidos, la democracia más antigua del mundo
moderno. En la primera enmienda realizada a la Carta Magna que data de 1815, se
estableció la libertad de culto, de expresión, de prensa, petición (que es el
derecho que permite a los ciudadanos reclamar ante las autoridades
gubernamentales una compensación por agravios) y de reunión, sin la
interferencia del gobierno (law.cornell.edu). Esta serie de
garantías resultaron fundamentales para el ejercicio práctico de la democracia
y aún hoy constituyen valores centrales para el goce efectivo de los derechos.
Sin embargo, aunque todo
parezca positivo sobre el papel, la realidad es bien distinta, pues la libertad
de expresión (ese valor supremo de las democracias occidentales) ha sido
probada una y otra vez a lo largo de la historia. En no pocos episodios, estas
libertades han sido censuradas, cuestionadas, coartadas o incluso muchas personas
han sido llevadas a la cárcel por tener ideas políticas impopulares (aclu.org).
Baste recordar el oscuro
período en la historia norteamericana comprendido entre 1950 y 1956 conocido
popularmente como el Macartismo. En medio de la Guerra Fría, el
senador Joseph McCarthy extendió declaraciones, denuncias y acusaciones
infundadas de personas sospechosas de ser comunistas bajo epítetos como
“traición a la patria o subversión”. Varios individuos durante estos años
fueron llevados ante tribunales y no se respetaron los procesos legales
respectivos. Este, que es sólo uno de los momentos donde se puso en cuestión la
primera enmienda, demuestra lo complejo que ha sido su ejercicio, razón por la
cual debe indagarse en torno a ¿qué límites y qué garantías tiene en la
actualidad la libertad de expresión?
Esta cuestión toma especial
relevancia debido al papel protagónico que ha tenido Internet como la moneda de
cambio en las comunicaciones actuales. Volveremos más adelante sobre esto. Por
ahora, es necesario mencionar que la libertad de expresión es una condición
indispensable para que se den las demás formas de autonomía social. No
obstante, estos derechos de manifestación tienen una serie de limitantes que
varían de un país a otro, dependiendo del sistema legal. Por ejemplo, en
Estados Unidos existen algunas excepciones a la primera enmienda tales como: la
incitación a una acción ilegal inminente; el falso testimonio; la obscenidad;
la pornografía infantil; infringir angustia emocional severa o brindar
declaraciones que pongan en peligro la seguridad nacional (bbc.com).
Bajo el paraguas de esta última limitación, el gobierno de Estados Unidos ha
justificado toda clase de abusos a la libertad de expresión de miles de
ciudadanos pues ¿quién establece realmente qué pone en peligro la seguridad del
país?
El caso
reciente más sonado respecto a la violación del derecho a la libertad de
expresión es el del periodista australiano Julián Assange, detenido de manera
arbitraria en Londres, luego de que fuera retirado su asilo en la embajada de
Ecuador. El fundador, editor y portavoz del sitio web WikiLeaks (un canal
dedicado a la filtración de noticias de interés público) fue pedido en
extradición por el gobierno de Estados Unidos. La pregunta es si la primera
enmienda puede proteger a Assange. Aunque las opiniones están dividas al
respecto, lo cierto es que Estados Unidos puede crear un artilugio legal para
condenar al fundador de WikiLeaks so pretexto de “haber violado la seguridad
nacional” (www.voanoticias.com/a/eeuu-inglaterra-julianassange-analisis-wikileaks-e...">https://www.voanoticias.com/a/eeuu-inglaterra-julianassange-analisis-wik...">voanoticias.com).
Por esa razón, los peligros a la interpretación de las libertades y derechos
están siempre latentes y sujetos en buena medida a quién lo ordena. En otras
palabras, la existencia de la autonomía de pensamiento y expresión es un tema
de poder y no de derechos como lo comprueba el caso Assange.
En efecto, su captura fue una
operación que violó absolutamente las convenciones del derecho internacional
establecidas por el grupo de trabajo de la ONU contra las detenciones
arbitrarias (www.asturbulla.org/index.php/politica/derechos-humanos/38485-assange-y-l...">http://www.asturbulla.org/index.php/politica/derechos-humanos/38485-assa...">asturbulla.org).
Pasando por encima de las leyes internacionales, los gobiernos de Ecuador,
Reino Unido y Estados Unidos aplacaron a uno de los periodistas que mayores
revelaciones ha hecho en los últimos tiempos a propósito de las malas prácticas
en política. Por eso es claro que la persecución a Assange es una prioridad del
gobierno norteamericano. En tal sentido, en su carrera a la presidencia Donald
Trump manifestó: “Amo a WikiLeaks”, pero su discurso ha cambiado drásticamente
y es probable que sea la principal figura política que promueva la extradición
de Assange como un bálsamo para conseguir la necesaria popularidad, ampliamente
requerida en estos tiempos pre-electorales. No obstante, el periodista de
origen australiano parece no tener garantías para un juicio justo.
Además, según se ha podido
establecer, el gobierno de Estados Unidos quiere juzgar a Assange por hacker y
no por periodista. Esto quiere decir que su colaboración con Chelsea Manning
(ex analista del ejército de Estados Unidos, quién filtró miles de documentos clasificados
sobre las guerras de Afganistán e Irak) para descifrar una clave que les dio
acceso a documentos secretos, es el motivo enrevesado que quieren utilizar para
condenar al creador de WikiLeaks. Lo preocupante es que un gobierno pueda
decidir quién es periodista y quien no, o incluso pueda considerar qué se puede
hacer público, lo cual genera una clara violación a la libertad de expresión.
Por ese motivo, el caso Assange tiene una consecuencia de fondo y es el hecho
de que la promesa de libertad promulgada por Internet ha llegado a su fin (www.asturbulla.org/index.php/politica/trampas-y-medios/38489-julian-assa...">http://www.asturbulla.org/index.php/politica/trampas-y-medios/38489-juli...">asturbulla.org).
Dicho de otro modo, el mensaje que tiene implícito la captura de Assange es que
el periodismo que se atreva a denunciar, cuestionar o desafiar al poder será
perseguido y juzgado. La libertad de expresión se convierte entonces en un
campo restringido donde se reproducen las ideas de los poderosos sin el mínimo
atisbo de crítica o cuestionamiento.
Todo este
entramado ha permitido hacer una reflexión en torno a la actual censura de
Internet. De hecho, es una cuestión fundamental en los tiempos que corren: ¿qué
criterios utilizar para saber qué se puede prohibir y que no? En ese sentido,
Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook pidió en una carta publicada por The
Washington Post “nuevas reglas” para “proteger Internet de los
contenidos peligrosos” e instó “un papel más activo por parte de los gobiernos”
para el control de los contenidos inapropiados o lesivos. (www.lavanguardia.com/tecnologia/20190419/461672106928/redes-sociales-cen...">https://www.lavanguardia.com/tecnologia/20190419/461672106928/redes-soci...">lavanguardia.com).
Esta declaración la hace el hombre cuya empresa vendió los datos personales de
millones de usuarios a diversas empresas entre ellas Cambridge Analytica,
responsable de influenciar a millones de votantes en el mundo. Por esa razón,
la libertad sólo es útil cuando beneficia a los poderosos, pero cuando no los
beneficia, la respuesta es otra: juicio y censura. Resulta, por decir lo menos,
increíble que un hombre que ha dedicado su vida a combatir los poderes oscuros
de la política mundial sea encarcelado y aquel que vendió información personal
de millones de personas sea considerado un héroe mediático. Parece que las
prioridades en este mundo están invertidas.
Con relación a lo anterior,
en el pasado mes de marzo de 2.019, el Parlamento Europeo aprobó una nueva
directiva de copyright,
lo cual significa un duro golpe para la libertad de expresión en Internet. Dos
artículos particularmente han resultado polémicos: el primero relacionado con
el uso digital de las publicaciones de prensa desde citas a enlaces, otorgando
a los editores el derecho a autorizar o prohibir su reproducción, lo que
brindaría un poder sin parangón a los creadores. Y la segunda relacionada con
la vigilancia de contenidos protegidos por parte de las plataformas,
permitiendo que “ciberpolicías” puedan monitorear a los usuarios. Para algunos
analistas estas restricciones suponen el fin de una era de intercambio de
conocimientos y contenidos que fue el propósito fundamental de los inicios de
Internet. El hecho de que se hagan cada vez más rígidos los mecanismos para
compartir la información significa, sin ambages, la limitación y control de los
internautas por parte de un puñado de empresas de informática.
En efecto, esta medida viola
claramente la libertad de expresión toda vez que restringe la libre circulación
de información y limita las acciones de las personas so pena de ser acusados de
infringir delitos virtuales. Al respecto, Simona Levi, fundadora de Xnet,
“califica el monitoreo como una “gobernanza algorítmica” y aunque las medidas
se circunscriben a los derechos de autor cree que se extenderán más allá
amenazando a la libertad de expresión” (www.xataka.com/legislacion-y-derechos/que-propuesta-directiva-europea-co...">https://www.xataka.com/legislacion-y-derechos/que-propuesta-directiva-eu...">xataka.com).
La tendencia de los gobiernos es a restringir al máximo los usos de Internet y
a bloquear las opiniones disidentes. En consecuencia, es posible esperar que en
un futuro cercano los contenidos estén cada vez más limitados y las
producciones condicionadas a cumplir un marco regulatorio que no es otra cosa
que la castración de los derechos y libertades virtuales.
Por ello, el debate central
será determinar los mecanismos que se emplearán para establecer qué contenidos
serán “infractores” de cara a lo que viene. Como otro escenario de relaciones
de poder, Internet constituye un bastión de disputa entre los gobiernos y la
ciudadanía. Ejemplo de lo anterior es la polémica propuesta de la primera
ministra inglesa Teresa May de crear una autoridad “independiente” que limpie
plataformas de contenidos considerados peligrosos. Sin embargo, ¿no es esta una
forma de censura moderna? En la misma línea, en Singapur se ha presentado un
proyecto de ley contra las fake news, donde se permite
a cada uno de los ministros del gobierno, la corrección y la eliminación de
cualquier contenido que considere falso, lo cual crea una preocupación en torno
a la censura en los tiempos actuales (www.lavanguardia.com/tecnologia/20190419/461672106928/redes-sociales-cen...">https://www.lavanguardia.com/tecnologia/20190419/461672106928/redes-soci...">lavanguardia.com).
Este complejo escenario hace pensar que las batallas por la libertad de
expresión se librarán en la red y es oportuno que el mundo conozca que las
dictaduras y tiranías comienzan cuando una opinión contraria a la mayoritaria
es ocultada, silenciada o despreciada. La censura a Internet es un primer
campanazo frente a un eventual gobierno global de dictadores cibernéticos.