Por Eric Toussaint
Estamos presenciando una gran crisis
en las bolsas de Wall Street, de Europa, de Japón y de Shanghai, y algunos
atribuyen la responsabilidad al coronavirus. En la última semana de febrero de
2020, la peor semana desde octubre de 2008, el Dow Jones ha caído un 12,4%, el
S&P 500 ha caído un 11,5% y el Nasdaq Composite ha caído un 10,5%. Mismo
escenario en Europa y Asia durante la última semana de febrero.
En la Bolsa de
Londres, el FTSE-100 ha caído un 11,32%, en París el CAC40 ha caído un 12%, en
Frankfurt el DAX perdió un 12,44%, en la bolsa de Tokio, cayó el Nikkei el 9.6%
y han caído también los mercados bursátiles chinos (Shanghai, Shenzhen y Hong
Kong). El lunes 2 de marzo, tras las grandes promesas de los bancos centrales
de apoyar a los mercados bursátiles, los índices comenzaron a subir nuevamente,
excepto en Londres. El martes 3 de marzo, el banco central de los Estados
Unidos, la Fed, entró en pánico, bajando un 0,50% su tasa de referencia, lo que
constituye una caída considerable. La nueva tasa de referencia de la Fed ahora
está en el rango del 1 al 1.25%. Se debe saber que la tasa de inflación en los
Estados Unidos entre febrero de 2019 y enero de 2020 ha alcanzado el 2.5%, lo
que significa que la tasa de interés real de la FED es negativa. La gran prensa
escribe que esta medida tiene como objetivo apoyar la economía estadounidense
amenazada por la epidemia COVID-19. El diario francés Le Figaro titula
“El coronavirus precipita una fuerte caída en la tasa clave de la Fed” (https://www.lefigaro.fr/conjoncture/coronavirus-la-fed-baisse-ses-taux-de-0-5-point-a-la-surprise-generale-20200303;
ver también en inglés https://edition.cnn.com/2020/03/03/investing/federal-reserve-interest-rate-cut-coronavirus-emergency/index.html).
Sin embargo, la mala salud de la
economía estadounidense data mucho antes de los primeros casos de coronavirus
en China y sus efectos en la economía mundial (ver https://www.cadtm.org/Panique-a-la-Reserve-Federale-et-retour-du-Credit-Crunch-sur-un-ocean-de-dettes).
En resumen, la Fed y tras ella la gran prensa, no dicen la verdad cuando
explican que la medida está destinada a hacer frente al coronavirus. A pesar de
la decisión de la Fed, el martes 3 de marzo, el S&P 500 volvió a caer un
2,81%, el Dow Jones cayó un 2,9% (https://edition.cnn.com/2020/03/03/investing/dow-stock-market-today/index.html). El 3 y 4 de marzo, varios mercados bursátiles
asiáticos también cayeron. No debemos excluir un aumento en el mercado de
valores en Nueva York el 4 de marzo para saludar el regreso de Joe Biden a la
carrera presidencial en los Estados Unidos durante las primarias demócratas del
3 de marzo porque eso representa para ellos un alivio frente a Bernie Sanders
que, sin embargo, sigue a la cabeza. Joe Biden es claramente el candidato del Establishment demócrata
y de los multimillonarios que apoyan este partido. También hay que tener en
cuenta que Donald Trump, en un tweet de la semana pasada,
relacionó su destino con el del mercado de valores de Wall Street. El 26 de
febrero, propuso a sus colegas más ricos del 1% que no vendieran sus acciones y
apoyasen al mercado de valores. Además, Trump afirmó que si era reelegido la
bolsa aumentaría enormemente mientras que si perdía se asistiría a un colapso
como nunca antes se ha visto (según el Financial Times, Trump
anunció que “The market will “jump thousands and thousands of points if I win’,
… ‘and if I don’t, you’re going to see a crash like
you’ve never seen before . . . I really mean it’, https://www.ft.com/content/399783e2-57e9-11ea-a528-dd0f971febbc ). Lo que sucederá precisamente en los mercados bursátiles en los próximos
días y semanas es impredecible, pero es muy importante analizar las causas
reales de la crisis financiera actual.
Los principales medios de comunicación
afirman de una manera ultra simplificadora que esta caída generalizada en los
mercados de valor es causada por el coronavirus y esta explicación se retoma
ampliamente en las redes sociales. Sin embargo, no es el coronavirus y su
expansión lo que constituye la causa de la crisis, la epidemia es solo un
elemento detonante. Todos los factores de una nueva crisis financiera han
estado vigentes durante varios años, al menos desde 2017-2018 (ver https://www.cadtm.org/Tout-va-tres-bien-madame-la datándola
de noviembre de 2017; https://www.cadtm.org/Tot-ou-tard-il-y-aura-une-nouvelle-crise-financiereque la data de abril de 2018; ver más recientement: https://pour.press/les-conditions-sont-reunies-pour-une-nouvelle-crise-financiere-eric-toussaint/).
Cuando la atmósfera está saturada de materiales inflamables, en cualquier
momento, una chispa puede causar la explosión financiera. Era difícil predecir
dónde iría la chispa. La chispa desempeña el papel de detonador, pero no es la
causa principal de la crisis. Todavía no sabemos si la fuerte caída de las
bolsas de fines de febrero de 2020 va a “degenerar” en una enorme crisis
financiera. Es una posibilidad real. El hecho de que la caída del mercado de
valores coincida con los efectos de la epidemia de coronavirus en la economía
productiva no es accidental, pero decir que el coronavirus es la causa de la
crisis es una contra verdad. Es importante ver de dónde viene realmente la
crisis y no dejarse engañar por las explicaciones que levantan una cortina de
humo ante las causas reales.
El gran capital, los gobiernos y los
medios de comunicación a su servicio tienen todo el interés en cargar a la
espalda de un virus el desarrollo de una gran crisis financiera y después
económica, eso les permite lavarse las manos (perdón por la expresión).
La caída de los precios de las
acciones estaba prevista mucho antes de que apareciera el coronavirus. El
precio de las acciones y
el precio de los títulos de deuda (también llamadas obligaciones) se
incrementaron de forma completamente exagerada en relación con los cambios en
la producción durante la última década, con una aceleración en los dos o tres
últimos años. La riqueza del 1% más rico también ha crecido fuertemente porque
se basa principalmente en el crecimiento de los activos financieros.
Cabe destacar que el momento en que
el que tiene lugar la caída de los precios de las acciones es el resultado de
una elección (no estoy hablando de una conspiración): algunos de los muy ricos
(el 1%, el gran capital) decidieron comenzar a vender las acciones porque
consideraron que cualquier fiesta financiera tiene un final y, en lugar de
sufrir, prefirieron tomar la iniciativa. Estos grandes accionistas prefieren
ser los primeros en vender para obtener el mejor precio posible antes de que el
precio de las acciones caiga abruptamente. Grandes compañías de inversión,
grandes bancos, grandes empresas industriales y multimillonarios ordenan a
los traders que
vendan una parte de las acciones o de los títulos de deuda privada (es decir,
las obligaciones o bonos) que poseen a fin de embolsarse el aumento del 15% o
20% de los últimos años. Piensan que es hora de hacerlo: lo llaman recoger “sus
beneficios”. Según ellos, es una lástima que eso conduzca a una caída de las
ventas. Lo importante para ellos es vender antes que otros. Esto puede causar
un efecto dominó y degenerar en una crisis generalizada. Saben esto y piensan
que terminarán saliéndose con la suya sin mucho daño, como les sucedió a un
gran número de ellos en 2007-2009. Este es particularmente el caso en los
Estados Unidos, de los dos principales fondos de inversión y de gestión de
activos BlackRock y Vanguard que salieron muy
bien, al igual que Goldman Sachs, Bank of America, Citigroup o Google,
Apple, Amazon, Facebook, etc.
Hay que enfatizar otro elemento
importante: el 1% vende acciones de compañías privadas, lo que hace que sus
precios bajen, lo que a su vez trae consigo una caída de los mercados
bursátiles. Al mismo tiempo compran títulos de deuda pública
considerados como valores seguros. Este es particularmente el caso en los
Estados Unidos donde el precio de los títulos del Tesoro de los Estados Unidos
ha aumentado tras una demanda muy fuerte. A tener en cuenta que un aumento en
el precio de los valores del Tesoro que se venden en el mercado secundario
tiene la consecuencia de reducir el rendimiento de estos valores. Los ricos que
compran estos valores del Tesoro están dispuestos a tener un rendimiento
reducido porque lo que buscan es seguridad en un momento en que los precios de
las acciones de las empresas están cayendo. En consecuencia, debe destacarse
que, una vez más, los títulos de los Estados son considerados por los más ricos
como los más seguros. Se debe tener eso en cuenta y estar dispuestos a decirlo
públicamente ya que es necesario prepararse para la vuelta del bien conocido
estribillo de la crisis de las deudas públicas y de los temores de los mercados
respecto a los títulos públicos.
Pero volvamos a lo que se repite
desde hace un poco más de una treintena de años, es decir desde la
profundización de la ofensiva neoliberal y la gran desreglamentación de los
mercados financieros[1]:
el gran capital (el 1%) ha reducido la parte que invierte en la producción y ha
aumentado la parte que pone en circulación en la esfera financiera (ello
incluye el caso de una firma “industrial” emblemática como Apple).
Hizo esto en la década de 1980 y produjo la crisis del mercado de bonos de
1987. Lo hizo de nuevo a fines de la década de 1990 y produjo la crisis de las
punto.com de Enron en 2001. Lo volvió a hacer entre 2004 y 2007 y produjo la
crisis de las subprime, de los productos estructurados y una serie de rotundas quiebras, incluida la
de Lehman Brothers en 2008. Esta vez, el gran capital especuló principalmente
al alza en el precio de las acciones
en bolsa y en el precio de los títulos de deuda en el mercado de bonos (es
decir, el mercado de acciones de las empresas privadas y los títulos de deuda
emitidos por los Estados y otras poderes públicos). Entre los factores que han
llevado al aumento extravagante de los precios de los activos financieros
(valores bursátiles y títulos de deuda pública y privada), se debe tener en
cuenta la acción perjudicial de los principales bancos centrales desde la
crisis financiera y económica de 2007-2009. Analicé esto especialmente en https://www.cadtm.org/La-crise-de-la-politique-des-banques-centrales-dans-la-crise-globale.
Este fenómeno no data de las secuelas
de la crisis de 2008-2009, es recurrente en el marco de la financiarización de
la economía capitalista. Y antes de eso, el sistema capitalista también se
experimentó fases significativas de financiarización tanto en el siglo XIX como
en la década de 1920 que llevó a la gran caída de la bolsa de 1929 y a un
período prolongado de recesión en
la década de 1930. Posteriormente, el fenómeno de la financiarización y la
desregulación estuvo parcialmente oculto durante 40 años tras la gran depresión
de la década de 1930, la Segunda Guerra Mundial y la radicalización de la lucha
de clases que siguió. Hasta finales de la década de 1970 no hubo más crisis
importantes bancarias o bursátiles. Las crisis bancarias y bursátiles
reaparecieron cuando los gobiernos le dieron al gran capital la libertad de
hacer lo que quisiera en el sector financiero.
Volvamos a la situación de los
últimos años. El gran capital, que considera que la tasa de rentabilidad que se
deriva de la producción no es suficiente, desarrolla actividades financieras no
directamente vinculadas a la producción. Eso no significa que abandone la
producción sino que aumenta sus inversiones en la esfera financiera
proporcionalmente más que sus inversiones en la esfera productiva. Es lo que
también se llama financiarización o globalización financiarizada.
El capital “obtiene beneficios” del capital ficticio a través de actividades en
gran medida especulativas. Este desarrollo de la esfera financiera aumenta el
recurso al endeudamiento masivo de las grandes empresas, incluido de firmas
como Apple (he escrito una serie de artículos sobre el tema, https://www.cadtm.org/La-montagne-de-dettes-privees-des-entreprises-sera-au-coeur-de-la-prochaine).
El capital ficticio es una forma de
capital, se desarrolla exclusivamente en la esfera financiera sin ningún
vínculo real con la producción (ver cuadro: ¿Qué es el capital ficticio?). Es
ficticio en el sentido de que no descansa directamente en la producción
material y en la explotación directa del trabajo humano y de la naturaleza. Me
refiero a la explotación directa porque obviamente el capital ficticio especula
sobre el trabajo humano y la naturaleza, lo que generalmente degrada las
condiciones de vida de los trabajadores y trabajadoras y de la naturaleza
misma.
¿Qué es el capital ficticio?
“El capital ficticio es una forma de capital
(títulos de la deuda pública, acciones, deudas)
que circula, mientras que los ingresos de la producción a los que da derecho
son solo promesas, cuyo resultado es por definición incierto”. Entrevista con Cédric Durand
realizada por Florian Gulli, “Le capital fictif, Cédric Durand”, La
Revue du projet Review: http://projet.pcf.fr/70923.
Según Michel Husson, “el marco teórico de
Marx le permite analizar del "capital ficticio", que puede definirse
como el conjunto de los activos financieros cuyo valor se basa en la
capitalización de un flujo de ingresos futuro:“Se llama capitalización a
la constitución del capital ficticio” [Karl Marx, El Capital ,
Libro III]. Si una acción proporciona un ingreso anual de £100 y el tipo de interés es del 5%, su valor
capitalizado será de £ 2000. Pero este capital es ficticio, en la medida en
que “no hay absolutamente ningún rastro de ninguna relación con el proceso
real de desarrollo del capital” [Karl Marx, El Capital,
Libro III]. Michel Husson, “Marx et la finance: une approche actuelle”, À
l’Encontre, diciembre de 2011, https://alencontre.org/economie/marx-et-la-finance-une-approche-actuelle.html
Para Jean-Marie Harribey: “Las burbujas estallan cuando la brecha entre el valor realizado y el valor prometido se vuelve demasiado grande y que ciertos especuladores entienden que las promesas de liquidación rentable no pueden cumplirse para todos, en otras palabras, cuando las plusvalías financieras no podrán nunca realizarse por falta de una plusvalía suficiente en la producción”. Jean-Marie Harribey, “El globo del capital ficticio, lectura del Capital ficticio de Cédric Durand”, Les Possibles, N° 6 - Printemps 2015, https://france.attac.org/nos-publications/les-possibles/numero-6-printemps-2015/debats/article/la-baudruche-du-capital-fictif
Leer también François Chesnais, “Capital
ficticio, dictadura de los accionistas y acreedores: desafíos del momento
presente”, Les Possibles, N°6-Printemps 2015: https://france.attac.org/nos-publications/les-possibles/ número-6-printemps-2015
/ debats / article /la-baudruche-du- capital-fictif.
Estoy de acuerdo con Cédric Durand cuando afirma: “Una
de las principales consecuencias políticas de este análisis es que la
izquierda social y política debe tomar conciencia del contenido de clase del
concepto de estabilidad financiera. Preservar la estabilidad financiera
significa hacer realidad las pretensiones del capital ficticio. Para liberar
a nuestras economías del control del capital ficticio, es preciso emprender
una desacumulación financiera. Concretamente, esto, por supuesto, se refiere
a la cuestión de la cancelación de las deudas públicas y de la deuda privada
de los hogares de bajos ingresos, pero también a la reducción de los
rendimientos de los accionistas, lo que se traduce automáticamente en una
reducción de la capitalización bolsística. No nos engañamos, tales objetivos
son muy ambiciosos: inevitablemente implican socializar el sistema financiero
y romper con la libre circulación del capital. Pero hacen posible comprender
con precisión ciertas condiciones esenciales para pasar la página del
neoliberalismo”. Cédric Durand, “Sobre el capital ficticio,
Respuesta a Jean-Marie Harribey”, Les Possibles , N° 6 -
Printemps 2015: https://france.attac.org/nos-publications/les-possibles/numero-6-printemps -2015
/ debats /article/sur-le-capital-fictif
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El capital ficticio desea capturar
parte de la riqueza producida en la producción (los marxistas dicen una parte
de la plusvalía producida por los y las trabajadores en la esfera de la
producción) sin ensuciarse las manos, es decir, sin pasar por el hecho de
invertir directamente en la producción (en forma de compra de maquinaria,
materias primas, pago de la fuerza de trabajo humana en forma de salarios,
etc.). El capital ficticio es una acción de la que el poseedor espera que le
proporcione un dividendo. Comprará una acción de Renault si ella le promete un
buen dividendo, pero también podrá revenderla para comprar una acción de
General Electric o Glaxo Smith Kline o Nestlé o Google si ellas le prometen un
mejor dividendo. El capital ficticio es también un bono de deuda emitido por
una empresa o un título de deuda pública. También es un derivado, un producto estructurado...
El capital ficticio puede dar la ilusión de que genera ganancias por sí mismo
mientras se separa de la producción. Los traders, los brokers o
los dirigentes de las grandes empresas están convencidos de que “producen”.
Pero en un momento dado, estalla una crisis brutal y una masa de capitales
ficticios se va en humo (caída de los precios de las acciones, caída de los
precios en el mercado de bonos, caída de los precios inmobiliarios...).
El gran capital, de forma repetida,
quiere creer o hacer creer que es capaz de transformar el plomo en oro en la
esfera financiera, pero periódicamente la realidad lo llama al orden y estalla
la crisis. Cuando estalla la crisis, se debe hacer la distinción entre el
elemento detonador por un lado (hoy, la pandemia del coronavirus puede
constituir el detonador) y las causas profundas, por otro lado.
En los últimos dos años ha habido una
desaceleración muy significativa de la producción material. En varias grandes
economías como Alemania, Japón (último trimestre de 2019), Francia (último
trimestre de 2019) e Italia, la producción industrial ha disminuido, o se ha
desacelerado significativamente (China y Estados Unidos). Ciertos sectores
industriales que habían experimentado un auge después de la crisis de
2007-2009, como la industria del automóvil, entraron en una crisis muy fuerte
durante los años 2018-2019, con una caída muy significativa en las ventas y la
producción. La producción en Alemania, el principal fabricante de automóviles
del mundo, cayó un 14% entre octubre de 2018 y octubre de 2019[2].
La producción de automóviles en EE. UU y en China también cayó en 2019, al
igual que en India. La producción de automóviles se redujo drásticamente en
Francia en 2020. La producción de otro buque insignia de la economía alemana,
el sector que produce maquinaria y bienes de equipo, cayó un 4,4% solo en
octubre de 2019. Este es también el caso de la producción de máquinas
herramienta y otros equipos industriales. El comercio internacional se ha
estancado. Sobre un período más amplio, la tasa de beneficio ha disminuido, o
se ha estancado, en la producción material y las ganancias de productividad
también han caído.
En 2018-2019, estos diversos
fenómenos de crisis económica en la producción se manifestaron muy claramente,
pero en la medida en que la esfera financiera continuó operando a plena
capacidad, los principales medios de comunicación y los gobiernos hicieron todo
lo posible para afirmar que la situación era globalmente positiva y que los y
las que anunciaban la próxima gran crisis financiera, que se agregaría a la
marcada desaceleración de la producción, eran solo pájaros de mal agüero.
El punto de vista de clase social
también es muy importante: para el gran capital, mientras la rueda de la
fortuna en la esfera financiera siga girando, los jugadores se mantienen en
pista y se felicitan de la situación. Lo mismo ocurre con todos los gobernantes
porque actualmente están vinculados con el gran capital, tanto en las antiguas
economías industrializadas como en América del Norte, Europa Occidental o Japón,
así como en China, en Rusia o en las otras grandes economías llamadas
emergentes.
A pesar de que la producción real en
2019 dejó de crecer significativamente o comenzó a estancarse o caer, la esfera
financiera continuó expandiéndose: los precios de las acciones siguieron
aumentando, incluso llegaron a picos, el precio de los títulos de deuda
públicos y privados continuó su progresión hacia arriba, el precio de los
bienes raíces comenzó a aumentar nuevamente en una serie de economías, etc.
En 2019, la producción se desaceleró
(China e India), se estancó (una buena parte de Europa) o comenzó a disminuir
en la segunda mitad del año (Alemania, Italia, Japón, Francia), especialmente
porque cayó la demanda global: la mayoría de los gobiernos y la patronal están
interviniendo para reducir los salarios y las pensiones, lo que reduce el
consumo porque el aumento de la deuda familiar no es suficiente para compensar
la caída de los ingresos. Asimismo, los gobiernos están extendiendo una
política de austeridad, que está reduciendo el gasto y la inversión públicos.
La conjunción de la caída del poder adquisitivo de la mayoría de la población
con la caída de los gastos públicos conduce a una caída de la demanda global y,
por lo tanto, una parte de la producción no encuentra salidas suficientes, lo
que da lugar a una caída de la actividad económica[3].
Es importante precisar desde qué
punto de vista nos situamos: yo hablo de la crisis de producción no porque sea
un seguidor del crecimiento de la producción. Estoy a favor de la organización
(planificación) del decrecimiento para responder especialmente a la crisis
ecológica actual. Entonces, personalmente, la caída o el estancamiento de la
producción en todo el mundo no me molestan, al contrario. Está muy bien si
producimos menos coches individuales y si sus ventas caen. Por contra, para el
sistema capitalista no es lo mismo: el sistema capitalista necesita desarrollar
constantemente la producción y conquistar constantemente nuevos mercados.
Cuando no lo consigue o cuando comienza a atascarse, responde a la situación
desarrollando la esfera de la especulación
financiera y emitiendo más y más capital ficticio no directamente relacionado
con la esfera productiva. Parece funcionar durante años, y luego, en algún
momento, estallan las burbujas especulativas. En varios momentos de la historia
del capitalismo, la lógica de la expansión permanente del sistema capitalista y
de la producción se expresó en las guerras comerciales (y este es nuevamente el
caso hoy, especialmente entre los Estados Unidos y sus socios principales) o
mediante guerras reales, y esta salida no está completamente excluida hoy.
Si nos situamos desde el punto de
vista de las clases sociales explotadas y expoliadas, que constituyen la
aplastante mayoría de la población (de ahí la imagen del 99% opuesto al 1%),
está claro que la conclusión que se impone es que es necesario romper
radicalmente con la lógica de la acumulación del capital, sea productivo o
financiero, o productivo financiarizado, poco importan las denominaciones. Hay
que entablar inmediatamente y planificar de forma urgente el decrecimiento para
combatir la crisis ecológica. Debemos producir menos y mejor. Si se mira desde
el punto de vista de las clases sociales explotadas y despojadas que
constituyen la abrumadora mayoría de la población (de ahí la imagen del 99%
frente al 1%), está claro que la conclusión es que debemos romper radicalmente
con la lógica de la acumulación de capital, ya sea productiva o financiera, o
productiva financiarizada, sea cual sea el nombre. El decrecimiento debe
iniciarse de inmediato y con urgencia para combatir la crisis ecológica.
Debemos producir menos y mejor. Debe aumentar la producción de ciertos
productos vitales para el bienestar de la población (construcción y renovación
de viviendas decentes, transportes colectivos, centros de salud y hospitales,
distribución de agua potable y tratamiento de aguas residuales, escuelas, etc.)
y otras producciones deben disminuir radicalmente (automóviles individuales) o
desaparecer (fabricación de armas). Las emisiones de gases de efecto
invernadero deben reducirse drástica y radicalmente. Hay que reconvertir toda
una serie de industrias y actividades agrícolas. Hay que anular una gran parte
de las deudas públicas y en algunos casos la totalidad de las mismas. Los
bancos, las compañías de seguros, el sector energético y otros sectores
estratégicos deben ser expropiados sin indemnización y transferidos al servicio
público. Hay que dar otras misiones y otras estructuras a los bancos centrales.
Existen otras medidas, como la implementación de una reforma tributaria
integral, con una alta tasación al capital, una reducción general del tiempo de
trabajo con contrataciones compensatorias y el mantenimiento de los niveles
salariales, la gratuidad de los servicios de salud pública, de educación, de
los transportes públicos, medidas efectivas para garantizar la igualdad de
género. La riqueza debe distribuirse respetando la justicia social y
priorizando los derechos humanos y el respeto a los frágiles equilibrios
ecológicos.
La gran masa de la población que ve
disminuir o estancarse sus ingresos reales (es decir, su poder adquisitivo
real) compensa esta disminución o este estancamiento recurriendo a la deuda
para mantener su nivel de consumo, incluyendo sobre aspectos vitales (cómo
llenar el frigorífico, cómo asegurar la escolaridad a las niñas y niños, cómo
llegar al trabajo si tiene que comprar un automóvil porque no hay transporte
público, cómo pagar ciertos cuidados de salud, etc.) Hay que proporcionar
soluciones radicales al creciente endeudamiento de la mayoría de la población
en todo el mundo y recurrir a la cancelación de la deuda. Por lo tanto, es
necesario cancelar una gran parte de las deudas privadas de los hogares (en
particular las deudas estudiantiles, las deudas hipotecarias abusivas, las
deudas abusivas de consumo, las deudas vinculadas a al microcrédito abusivo,
etc.). Se deben aumentar los ingresos de la mayoría de la población y se debe
mejorar enormemente la calidad de los servicios públicos en salud, educación y
transporte público, mediante la prestación de servicios gratuitos.
Estamos confrontados a una crisis
multidimensional del sistema capitalista mundial: crisis económica, crisis
comercial, crisis ecológica, crisis de varias instituciones internacionales que
forman parte del sistema de dominación capitalista del planeta (OMC, OTAN, G7,
crisis en la Fed -el bancocentral de los Estados Unidos-, crisis en el Banco Central Europeo, crisis política en
países importantes (especialmente en los Estados Unidos entre los dos grandes
partidos del gran capital), crisis de salud pública, guerras... En la mente de
mucha gente en muchos países, el rechazo del sistema capitalista es más alto
que nunca en las últimas cinco décadas, desde el comienzo de la ofensiva
neoliberal bajo Pinochet (1973), Thatcher (1979) y Reagan (1980).
La abolición de las deudas
ilegítimas, esta forma de capital ficticio, debe ser parte de un programa mucho
más amplio de medidas adicionales. El ecosocialismo debe colocarse en el centro
de las soluciones y no dejado de lado. Debemos impulsar la lucha contra la
crisis multidimensional del sistema capitalista y embarcarnos decididamente en
el camino de una salida ecológica-feminista-socialista. Es una necesidad
absoluta e inmediata.
[1] Véase Éric Toussaint, Bancocracia,
Editorial Icaria, 2015, capítulo 3 “Desde la financiarización/desregulación de
la década de 1980 hasta la crisis de 2007-2008”.
[2] La industria automotriz alemana emplea a
830.000 trabajadores y trabajadoras y 2.000.000 de empleos dependen
directamente de ella (Fuente: Financial Times, “Producción industrial
alemana afectada por la recesión”, 7-8 de diciembre de 2019).
[3] Con respecto a la explicación de las crisis,
entre los economistas marxistas, “dos grandes” escuelas “se enfrentan: la que
explica las crisis por el subconsumo de las masas (la sobreproducción de bienes
de consumo); y lo que los explica por la “sobreacumulación” (la insuficiencia
del beneficio para continuar la expansión de la producción de bienes de capital).
Esta disputa es solo una variante del viejo debate entre los proponentes de
explicar las crisis por “la insuficiencia de la demanda global” y los que la
explican por la “desproporcionalidad”. Ernest Mandel, La crise
1974-1982: les faits, leur interprétation marxiste, 1982,
París, Flammarion, 302 p. Siguiendo a Ernest Mandel, considero que la
explicación de la crisis actual debe tener en cuenta varios factores que no
pueden reducirse a una crisis producida por la sobreproducción de bienes de
consumo (y, por lo tanto, una insuficiencia de demanda) o por la
sobreacumulación de capital (y, por lo tanto, de insuficiencia del beneficio).