Por Fréderic Lordon
Por supuesto
que no soy yo quien lo ha dicho. Son las palabras de Claude Askolovich ,
un amigo neumólogo. Pero, no es el primero que lo dice : en Francia antes fue
un periodista (de France Inter y Arte TV) quien de repente, sin avisar, ha
tratado de imbéciles a nuestros gobernantes
Todos
recordamos a Agnès Buzyn, la ex Ministra de Sanidad, que declaró a finales de
enero que el virus permanecerá en Wuhan y que no hay ninguna posibilidad de que
llegue a Europa. Tampoco olvidamos al Ministro Blanquer que el pasado 12 de
Marzo afirmó que no hay razones para cerrar las escuelas y esa misma noche se
anuncia el cierre general (yo como, Claude Askolovitch, tengo en la clase de mi
hija a siete casos positivos)
En la misma
galería de imbéciles habría que colocar a Macron que el 11 de Marzo escribió
este tweet: «No renunciaremos a nada, especialmente a reír, cantar,
pensar, amar, no dejemos las terrazas, ni las salas de conciertos, ni las
fiestas nocturnas, Digamos si a la libertad». Al día siguiente el mismísimo
Macron ordenó cerrar las escuelas. Y por pudor pidió al Primer Ministro que
anunciara el encierro general, mortificando a la población que le había hecho
caso durante semanas.
Cuando se mira
hacia atrás uno ve un cuadro de declaraciones incongruentes y a una mayoría de
la población con cara de sorpresa. Y como la hipótesis de la sorpresa está
claramente excluida por los hechos, lo único que queda es mierda… que no es
ninguna sorpresa.
Pero, el
cuadro no estaría completo sin no añadimos la elocuente intervención de Martin
Hirsch, director France 2 que el sábado por la noche dijo: » Suplico a todos
los franceses respeten las medidas anunciadas».
La elite
política ha pasado sin transición de la indiferencia a la súplica. (La Súplica
es el título de un libro de Svetlana Alexievitch, sobre el desastre de
Chernóbil)
Esta elite se
ha reído mucho de los soviéticos, por Chernóbil y del socialismo real, pero, el
capitalismo debería tener mucho cuidado de hacerse los listillos.
En Chernóbil
habían “limpiadores». Le dieron ese nombre en occidente a los
sacrificados que trabajaron paleando los escombros vitrificados por
radiactividad.
En Francia
ahora no existen mascarillas y más de un jefe ha ordenado al personal sanitario
que “las mascarillas de tela deben hacerse en casa».
Se han reído
mucho de los soviéticos, Chernóbil y del socialismo real, pero han olvidado la
catástrofe de la Isla de las Tres Millas en EE.UU y de Fukushima en Japón ; el
capitalismo deberían tener mucho cuidado de hacerse los listillos.
Ahora en pleno
2020 en los hospitales hay escasez de gel, mascarillas y de todo tipo de
implementos para tratar a los pacientes
Y
probablemente no hemos visto nada todavía: ¿Qué sucederá dentro de unas semanas
cuando el personal sanitario este contaminado y comience a caer como moscas? ¿Qué
pasará cuando toda la estructura de salud empiece a derrumbarse porque los
sanitarios se convertirán en pacientes?
Mientras tanto
los gerentes de empresa que administran los hospitales han dado cero
instrucciones. Hay gerentes cero y hay periodistas epsilon, esos que dicen
“imbéciles» demasiado tarde.
Muchos han
estado gritando «imbéciles» durante mucho tiempo. Pero, los gerentes y los
periodistas ante estas protestas exclamaban ¡Todo es radicalismo! ¡Toda esa
violencia! La democracia es debate pacífico, lejos de los extremos. Para France
Inter, Arte TV, Le Monde y Libération, la violencia la producía una chusma
obstinada y unos locos de «ultraizquierda». Y ahora, la gente responde: «sois
unos gilipollas».
El problema de
los grandes desastres – financieros, nucleares, sanitarios – es que es mejor
haberlos visto venir desde lejos. Es decir, haberse arriesgado a gritar
«imbéciles» cuando todo iba bien, o más bien cuando todo parecía ir bien.
Pero el desastre
crece en las sombras. Es el rearme permanente de las finanzas, y por lo tanto
de las crisis financieras, ¡Imbéciles! Es la destrucción de la escuela, la
universidad y la investigación, ¡Imbéciles! Es la demolición del hospital
público, ¡Imbéciles!
Claro que
podemos jugar a la «inmunidad de grupo» como con la gripe estacional. Pero no
podemos hacerlo con una plaga, ¡Imbéciles!
Está «fuera de
toda categoría conocida» es la respuesta rápida de los gobiernos. Entonces
comprobamos que en “el frente de los imbéciles” la competencia por distorsionar
es feroz.
En el Reino
Unido, están descubriendo la ligera “confusión” de su estrategia basada en la
creación de «inmunidad de grupo». Una estrategia deliberada para que más de un
50 por ciento de la población se infectara y “formara anticuerpos”. Dijeron que
era con “miras a la próxima vez». ¡Que increíblemente imbéciles habéis
sido!
La estrategia
de la «propagación regulada», en lugar de la “contención estricta”, terminará
con cientos de miles de muertes. 250.000 en el caso británico, según un informe
del Imperial College.
En este caso
la filosofía consecuencialista es una pesada mano, detrás hay un “generoso
espíritu de sacrificio” para los demás, nunca para los poderosos… como siempre.
El órgano de
conspiración de la ultraizquierda “Le Fígaro”, (ultraconservador en
realidad) nos dijo que la primera respuesta del gobierno francés estuvo
fuertemente imbuida, por la estrategia británica: «ciertamente habrá
unas cuantas muertes, pero es una estrategia para salvar el futuro de la
comunidad».
Pero, luego
llegó el momento en que en París y en Londres, se dan cuenta que «unos pocos
muertos» es una montaña de muertos. De ahí el cambio brutal. De la poesía
escolar de Macron al confinamiento armado.
Es
comprensible, que en tales condiciones de fragilidad moral el gobierno necesite
llamar a la «guerra» y a la «unidad nacional». Es que ahora permitir la más
mínima protesta amenaza con convertirse en una conflagración.
La temblorosa
petición de solidaridad de Macron es de hecho una exigencia imperativa. No
implica solidaridad de ningún tipo. Pide solidaridad para él y su gobierno . No
con los demás. En estas condiciones, nadie nos quita al derecho a decir
¡Imbéciles!
Pero el
derecho a decir, y a ser escuchado, está muy mal distribuido. Lo que dice la
gente no importa. Tuvo que decir «imbéciles» France Inter para que «imbéciles»
pueda ser dicho por la gente.
Está claro que
lo de France Inter es una metonimia. La metonimia del monopolio periodístico
épsilon. Ahora la hilaridad está garantizada por los inconsecuentes: en la
primera vuelta de las elecciones municipales, vimos a Philippe Poutou votando
en Burdeos y casi nos caemos de espaldas. Es el mismo Poutou que representa un
partido cuyo lema es «Nuestras vidas valen más que sus beneficios».
Pero claro,
Claude Askolovitch no es France Inter. Lo será cuando diga «imbéciles» ante los
micrófonos, en lugar de hacerlo en su cuenta personal de Twitter.
En Liberation
nos sacudieron con un sarcasmo, ahora escriben: “deberíamos argumentar
contra la reforma de las pensiones ante la caída del mercado de valores”… Y Le
Monde subraya “no se debe cuestionar el sistema, en la situación actual
equivale a eructar en una gran velada».
Sin embargo,
lo característico de las grandes crisis es que las opiniones también cambian
rápidamente. Por ejemplo, a pocos días de distancia, uno se deleita con Abel
Mestre. Este potentado ha dejado entrever que ahora está leyendo los artículos
de su propio periódico…y nos muestra su sorpresa por las proyecciones de la
mortalidad y la situación de los hospitales.
El orden
social neoliberal, en un ataque de verborrea está calificando de «héroes» al
personal sanitario, pero es otra hipocresía más. Son héroes a los cuales se le
ofrece sólo los aplausos por la televisión, porque los gerentes de los
hospitales se niegan a que la infección por coronavirus sea reconocida como una
enfermedad profesional.
Por boca de
Martin Hirsch, se llama «traidores» a los médicos y enfermeros que denuncian la
agonía material del sistema hospitalario (presidido por él) Pero ¡qué diablos!
Martin Hirsch – decididamente es la síntesis andante del régimen.
Hirsch ha
tratado de explicar que hay reanimaciones que … duran mucho tiempo y que al
final terminan bastante mal, ¿tal vez deberíamos desconectar antes para liberar
la cama rápidamente? Textualmente ha declarado: «Cuando la reanimación se
prolonga durante ocho días, los médicos deben tomar una decisión racional
(sic). No deben iniciar otra reanimación cuya conclusión ya se conoce».
Juzgar «una
reanimación cuya conclusión ya se conoce» es, como dice Ali Badiou, una
«terrible responsabilidad».
A lo que Hirsch
responde «la terrible responsabilidad es hacer todo lo posible, es estar
híper-organizado, es convencer a todo el mundo que es necesario movilizarse a
fondo, es permanecer unidos” Digamos, la verdad: la propuesta de cambiar, de
rehacer todo atemoriza tanto a Abel Mestre como a Martín Hirsch.
La
peculiaridad de todos los propagandistas del orden actual es que su
preocupación llega tarde, si es que llega. Uno nunca sabe realmente cuán lejos
llegan los poderes dominantes para arrebatar al pueblo el cambio, el comienzo
de un cuestionamiento global.
Pero en
realidad no importa: las «preguntas globales» llegan con el paso del tiempo.
Hasta ahora, las muertes del capitalismo neoliberal, con el amianto, los
escándalos farmacéuticos, los accidentes industriales, los suicidios en France
Telecom, etc., eran demasiado lejanos para que la conciencia común las asumiera
como consecuencia de un sistema criminal.
Pero la mierda
del gato ya no se puede esconder. Los médicos han estado diciendo durante meses
que el sistema hospitalario está colapsado, y la población los ha estado
escuchando.
Justo cuando
el público está empezando a entender de quién es la «terrible responsabilidad»
se nos avecina el momento de “la responsabilidad política”. Y ese momento
probablemente también será «terrible».
En realidad,
una pandemia del tamaño de la actual es una prueba fatal de toda la lógica del
neoliberalismo. Pone fin a lo que el capitalismo exige para mantenerse en
constante movimiento.
Sobre todo,
nos recuerda el hecho que una sociedad es una entidad colectiva y no puede
funcionar sin construcciones colectivas – normalmente llamadas servicios
públicos.
La destrucción
de un servicio público, perseguido implacablemente por todos los liberales que
han estado en el poder durante treinta años, ha llegado a un grado de
desprestigio sin precedentes con la camarilla de Macron-Buzyn-Blanquer-Pénicaud
y a todos sus miserables gerentes.
El asesinato
institucional de los servicios de salud pública – es el momento donde la
palabra brutalidad adquiere todo su cruel significado. En diciembre de 2019,
una pancarta de los trabajadores hospitalarios decía: «El Estado cuenta los
centavos, nosotros vamos a tener que contar los muertos». Ahora estamos en ese
macabro conteo.
Por el momento
decimos «imbéciles», pero no nos equivoquemos: puede que esta palabra sea muy
indulgente. Quién sabe si pronto diremos algo más.
Fuentes: https://observatoriocrisis.com/