Por Slavoj Žižek
La epidemia no es solo una señal de los límites de
la globalización mercantil, también señala el límite, aún más fatal, del
populismo nacionalista que insiste en la soberanía absoluta del Estado
A
medida que se extiende el pánico al coronavirus, tenemos que tomar una decisión
definitiva: o bien promulgamos la lógica brutal de la supervivencia del más
apto, o bien alguna forma reinventada de comunismo con coordinación y
colaboración global.
Los medios de comunicación no paran de
repetir la fórmula “¡Que no cunda el pánico!”, para luego mostrar toda clase de
informes que no hacen otra cosa más que generar pánico. La situación se parece
a la que recuerdo de mi juventud en un país comunista. Cuando los oficiales del
gobierno aseguraban al público que no había ninguna razón para entrar en
pánico, todos nos tomábamos tales afirmaciones como claros signos de que ellos
mismos estaban en estado de pánico.
Esto
es demasiado serio como para perder tiempo con pánico
El pánico tiene su propia lógica. El
hecho de que en Reino Unido, debido al pánico por el coronavirus, incluso los
rollos de papel higiénico hayan desaparecido de las tiendas me recuerda también
a un extraño incidente ocurrido en mi juventud en la Yugoslavia comunista. De
repente comenzó un rumor de que no había suficiente papel higiénico en las
tiendas. Las autoridades aseguraron rápidamente que había suficiente papel
sanitario para el consumo normal, y, sorprendentemente, no solo esto era
verdad, sino que la mayoría de la gente creyó que era verdad.
En cualquier caso, el consumidor medio
razonó de esta manera: “Sé que hay suficiente papel higiénico y que el rumor es
falso, pero ¿qué ocurre si alguna gente se toma el rumor en serio y, por el
pánico, empieza a comprar reservas excesivas de papel higiénico, causando así
una falta real de papel higiénico? Así que mejor voy y compro reservas para mí
también”.
La extraña contrapartida de esta clase
de pánico excesivo es la falta total de pánico en los momentos en los que
hubiese estado plenamente justificado
No es necesario creer que otros se
tomarán en serio el rumor, es suficiente presuponer que otros creerán que hay
gente que se tomará seriamente tal rumor; el efecto es el mismo, a saber, la
falta real de papel higiénico en las tiendas. ¿No es algo similar lo que está
sucediendo hoy en Reino Unido (y también en California)?
La extraña contrapartida de esta clase
de pánico excesivo es la falta total de pánico en los momentos en los que
hubiese estado plenamente justificado. En los últimos años, tras las epidemias
de SARS y ébola, nos decían una y otra vez que una epidemia mucho más fuerte
era solo cuestión de tiempo, que la pregunta no era ‘si’ sino ‘cuándo’
ocurrirá. A pesar de que estábamos racionalmente convencidos de la veracidad de
estas predicciones, por alguna razón no nos las tomamos en serio y fuimos
reacios a actuar y a prepararnos seriamente. El único lugar en el que lo
hicimos fue en películas apocalípticas como Contagio.
Lo que nos enseña semejante contraste es
que el pánico no es la manera adecuada de enfrentarse a una amenaza real.
Cuando reaccionamos entrando en pánico no nos tomamos la amenaza lo
suficientemente en serio. Más bien al contrario, la trivializamos. Pensemos
simplemente en lo ridícula que es la compra excesiva de papel higiénico; como
si importase tener suficiente papel higiénico en medio de una epidemia letal.
Así que, ¿cuál sería una reacción apropiada a la epidemia de coronavirus? ¿Qué
debemos aprender y qué debemos hacer para confrontarla seriamente?
A lo
que me refiero con comunismo
Cuando sugerí que la epidemia de
coronavirus puede dar una nueva dosis de vitalidad al comunismo, mi
reivindicación fue, como era de esperar, ridiculizada. Parece que el duro
enfoque del Estado chino ha funcionado, al menos ha funcionado mucho mejor que
las medidas que se están tomando ahora mismo en Italia; sin embargo, la vieja
lógica autoritaria de los comunistas en el poder ha demostrado también sus
claras limitaciones. Una de ellas es que el miedo a llevar malas noticias a
aquellos en el poder (y también al público) importa más que los resultados
efectivos. Esta es aparentemente la razón por la cual aquellos que compartieron
inicialmente información sobre un nuevo virus fueron, según se
cuenta, arrestados, y hay informes que indican que algo parecido
está sucediendo ahora.
“La presión para hacer que China regrese
al trabajo tras el paro por el coronavirus está resucitando una vieja
tentación: manipular los datos para que enseñe a los altos cargos lo que
quieren ver”, relata Bloomberg.
“Este fenómeno se está dando al respecto del uso de la electricidad en la
provincia de Zhejiang, un centro de actividad industrial en la costa este.
Según informaciones cercanas, al menos tres ciudades de la zona han marcado
objetivos de consumo de energía a alcanzar por las fábricas locales, ya que
están usando los datos para mostrar un resurgimiento de la producción. Se
informa de que eso ha llevado a algunas empresas a hacer funcionar la
maquinaria incluso cuando sus plantas de producción se mantienen vacías”.
Se necesitaría un Julian Assange chino
para mostrar al público este lado oscuro de cómo China está lidiando con la
epidemia
Podemos, a su vez, adivinar lo que
ocurrirá cuando aquellos en el poder se den cuenta de tal engaño: los gerentes
locales serán acusados de sabotaje y severamente castigados por ello,
reproduciendo así el círculo vicioso de la desconfianza… Se necesitaría un
Julian Assange chino para mostrar al público este lado oscuro de cómo China
está lidiando con la epidemia. Así que, si este no es el comunismo que tengo en
mente, ¿a qué me refiero con comunismo? Para saberlo, es suficiente con leer
las declaraciones públicas de la Organización Mundial de la Salud. Esta es
una reciente:
El presidente de la OMS, el Dr. Tedros
Adhanom Ghebreyesus, dijo la semana pasada que, a pesar de que las autoridades
sanitarias en todo el mundo tienen la capacidad de combatir con éxito la
propagación del virus, la OMS está preocupada por el hecho de que en algunos
países el nivel de preocupación sea inferior al nivel de amenaza. “Esto no es
un simulacro. Este no es el momento de rendirse. Este no es un momento para
excusas. Este es un momento para hacer lo que sea necesario. Los países llevan
preparándose durante décadas para escenarios como este. Ahora es momento de
actuar según esos planes”, dice Tedros. “Esta epidemia puede ser frenada, pero
solo con un acercamiento colectivo, coordinado y comprehensivo que articule la
completa maquinaria de los gobiernos”.
Se podría añadir que dicho acercamiento
exhaustivo debería llegar mucho más allá de los meros mecanismos de los
gobiernos. Debería abarcar la movilización local de la gente más allá del
control del Estado, así como una coordinación y colaboración internacional
fuerte y eficiente.
Si miles serán hospitalizados por
problemas respiratorios, será necesario un número cada vez mayor de máquinas
respiratorias, y, para conseguirlas, el Estado deberá intervenir de la misma
manera que interviene en condiciones de guerra cuando son necesarias miles de armas,
así como deberá depender de la cooperación con otros Estados. Igual que en una
campaña militar, la información tiene que ser compartida y los planes
coordinados. ESTO es a lo que me refiero con el “comunismo” que hoy se
necesita. O, como dice Will Hutton: “En este momento está muriendo una forma de
globalización no regulada basada en el libre mercado, con su propensión a las
crisis y las pandemias. Pero está naciendo una nueva forma que reconoce la
interdependencia y la primacía de la acción colectiva basada en la evidencia”.
La
necesaria coordinación y colaboración global
Lo que sigue predominando hoy en día es
la postura de “cada país por y para sí mismo”. “Hay barreras nacionales a la exportación
de productos clave como los suministros médicos, con países
recurriendo a sus propios análisis de la crisis en medio de desabastecimientos
puntuales y azarosos y primitivos enfoques sobre la contención”, escribe Will
Hutton en The Guardian.
La epidemia del coronavirus no es solo
una señal de los límites de la globalización mercantil, también señala el
límite, aún más fatal, del populismo nacionalista que insiste en la soberanía
absoluta del Estado. Se acabó el “¡América (o quien sea) primero!”, puesto que
América solo podrá ser salvada desde la coordinación y colaboración global.
No estoy siendo un utopista. No apelo a
una idealizada solidaridad entre la gente, más bien al contrario, la actual
crisis demuestra claramente cómo la solidaridad y la cooperación global actúa
en interés de la supervivencia de todos y cada uno de nosotros; cómo es lo
único que, racional y egoístamente, podemos hacer. Y no es solo el coronavirus,
la propia China sufrió una desmedida gripe porcina hace unos meses y está
siendo amenazada por la posibilidad de una plaga de langostas. Además, como
Owen Jones ha señalado,
la crisis climática mata mucha más gente en todo el mundo que el coronavirus,
aunque este tema no genere ninguna ola pánico.
Desde una perspectiva cínica y
vitalista, uno estaría tentado de ver el coronavirus como una infección
beneficiosa que permite a la humanidad librarse de los viejos, los débiles y
los enfermos, como si de arrancar las malas hierbas se tratase, contribuyendo
así a la salud global.
Este enfoque comunista amplio que
defiendo es la única manera de que dejemos atrás un punto de vista vitalista
tan primitivo. Ya pueden distinguirse en los debates actuales signos de este
cercenamiento de la solidaridad incondicional. Como puede verse en este texto sobre
el papel que tomaría el protocolo llamado “los tres Reyes Magos” si la epidemia
tomase un rumbo más catastrófico en Reino Unido. “Médicos experimentados avisan
de que los pacientes del Servicio Nacional de Salud podrían ver negado su
acceso a atenciones de urgencia vital durante un brote severo de coronavirus si
las unidades de cuidados intensivos tuviesen grandes dificultades para lidiar
con la situación. Siguiendo un protocolo denominado ‘los tres Reyes Magos’,
tres especialistas cualificados en cada hospital se verán forzados a elegir
cómo organizar el racionamiento de cuidados, como los ventiladores médicos o
las camas, en caso de saturación de pacientes”.
¿En qué criterios se basarán “los tres
Reyes Magos”? ¿Sacrificar a los débiles y a los ancianos? ¿Y acaso no abrirá
esta situación un espacio para una incalculable corrupción? ¿No indican tales
procedimientos que nos estamos preparando para promulgar la lógica brutal de la
supervivencia del más apto? Así que, de nuevo, la decisión definitiva es: esto,
o alguna clase de comunismo reinventado.