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La gamificación, el rating y los accidentes laborales en Glovo, Deliveroo, Uber eats…


Catalunya
Por Oscar Simon


El domingo pasado atropellaron mortalmente a Pujan, un joven que trataba de ganarse la vida trabajando como repartidor (rider)[1]. Los accidentes son constantes, de hecho esta semana otro repartidor fue atropellado frente al Heron City. Estos accidentes laborales –perdonad la redundancia, pero hay que insistir hasta poner en evidencia todo– son una tragedia para las trabajadoras que los sufren y van desde la muerte hasta la incapacitación permanente o temporal. Y ello sin prácticamente ningún tipo de contraprestación, dado que como mucho las trabajadoras están cotizando la cuota mínima de autónomos (50 € de los 600-700 € que ganan en un buen mes).

Por lo tanto, después de un accidente laboral o de una lesión laboral, las repartidoras pueden acabar en la miseria, sufriendo consecuencias graves como los desahucios. Estas empresas que parecen hipermodernas, como Glovo, etc., practican el trabajo a destajo como se hacía en la época de Dickens.

Por mucho que millonarios como Oscar Pierre, fundador de Glover, lo nieguen, las repartidoras no son autónomas, no deciden la tarifa ni tienen muchos clientes, son trabajadoras por cuenta de terceros, es decir, de empresas como Glovo, Deliveroo y Uber eats. Por lo tanto, deberían ser estas empresas las que pagaran la Seguridad Social, que podría cubrir a las trabajadoras accidentadas.

Sin embargo, hay dos aspectos centrales tras los accidentes laborales, la gamificación del trabajo y el rating. La gamificación es la técnica de aplicar la dinámica de los juegos (competición y recompensa) y el rating es aquello a lo que ya estamos tan acostumbradas de valorar los servicios o las publicaciones con el famoso me gusta o no me gusta de Facebook.

Glover y las demás plataformas tienen dos aplicaciones, una con la que la clientela hace los pedidos y otra con la que asigna el trabajo a las trabajadoras, regula los horarios y muchas otras cosas más.

Mecanismo diabólico

La aplicación que utiliza la clientela permite calificar el servicio y por lo tanto asigna una puntuación a las repartidoras, así cuanto más corto es el período de entrega, mejor se suele valorar normalmente el trabajo realizado. También se valora el estado de llegada del pedido, sobre todo si se trata de comida o productos que se pueden dañar.

Por otra parte, la gamificación opera en función de cuántos pedidos se hacen por hora, de las distancias que cubren las repartidoras y los desniveles que se superan. Cada pedido termina funcionando como un reto que permite a las repartidoras subir de nivel. Además, genera que las compañeras y compañeros de trabajo tengan que competir en una subasta a la baja sin fin. Me explico: si hay pocas repartidoras y muchos pedidos, los más desfavorables quedarían sin cubrir. Este caso se da porque Glovo, Deliveroo, etc., lo que hacen es enrolar al máximo número de trabajadoras, que no cobran si no entregan pedidos, por lo que si se tiene que ir del Paralelo, barrio de Barcelona con oferta gastronómica potente, a Pedralbes, barrio de alto poder adquisitivo, la subida es fuerte y la distancia larga. Si una repartidora ciclista (la mayoría) tiene que hacerse cargo de este pedido, sabe que no entregará ninguno más en una hora. Debido a ello, su sueldo bruto por hora será de unos 4 €, pero si pudiera entregar pedidos con un recorrido más corto, podría llegar a los 7-8 € brutos a la hora. Si la repartidora decide no entregar este pedido antieconómico, no gana puntos en la aplicación y por tanto no le entran pedidos y aún gana menos dinero. Lo mismo ocurre con los tiempos de espera, que en muchos restaurantes son grandes.

El resultado del rating y la gamificación es una presión enorme sobre los repartidores, por querer llegar lo más rápido posible. Ir deprisa no es una decisión individual, sino que los dueños de Glovo y otros han establecido unas reglas que obligan a correr. Los accidentes son producto de esta organización laboral, pensada para exprimir a las trabajadoras y llenar los bolsillos de los dueños, sin tener en cuenta ninguna medida de seguridad. Estas empresas han generado todo un entramado para conseguir contar con el máximo número de trabajadoras disponibles sin pagar nada.

Las soluciones para estos accidentes, como siempre, las trabajadoras las tienen muy claras. La primera: establecer un salario por hora, como se hacía cuando se empezaron a implantar estas plataformas. De hecho, la huelga del verano de 2017, protagonizada por las trabajadoras de Deliveroo, tenía como uno de los objetivos mantener la paga por hora.

La segunda: dotar de EPIs, Equipos de Protección Individuales, a todas las trabajadoras y que la empresa asuma el mantenimiento de los vehículos.

La tercera, que sería paliativa, pero evitaría la miseria en caso de accidente, consistiría en pasar estas trabajadoras al régimen general de la Seguridad Social, por lo que la baja fuera pagada y las incapacidades, de producirse, otorgaran una pensión.
Oscar Simon

es sindicalista de la IAC (Intersindical Alternativa de Catalunya)

[1] Nota de la redacción: un anàlisis técnico – juridico sobre los rides o repartidores, puede encontrarse en este articulo https://loentiendo.com/juicio-riders-deliveroo/