México
Por Manuel Aguilar Mora
Con el compromiso del gobierno de México de tapar
con 8 mil elementos de la recién constituida Guardia Nacional su frontera sur
para impedir el ingreso al país de las caravanas de miles de centroamericanos y
caribeños en su marcha hacia Estados Unidos (EE UU), Andrés Manuel López
Obrador (AMLO) ha cedido al chantaje que le lanzó Donald Trump de subir el 10
de junio en 5 por ciento los aranceles de las exportaciones de México al país
norteño. En efecto, muy en el estilo de su “diplomacia” Trump ha puesto en
práctica un pulso que AMLO no supo, ni pudo resistir. Llevando las
negociaciones comerciales al plano de los problemas migratorios y
descaradamente aprovechando la situación para preparar su reelección presidencial
del año próximo, Trump arrinconó al gobierno de AMLO obligándolo aceptar sus
condiciones: convertir a la Guardia Nacional, en su primer trabajo represivo,
en la patrulla fronteriza (border patrol) de EE UU en la frontera entre
México y Guatemala.
Una auténtica catástrofe
diplomática y política
El viernes 7 de junio será el día recordado en que
el gobierno de AMLO experimentó un nuevo descalabro, una auténtica catástrofe,
en esta ocasión en el campo de las relaciones exteriores mostrando su completa
debilidad ante las exigencias del gobierno imperialista norteño expuestas sin
tapujos del modo más crudo posible por el insolente habitante de la Casa
Blanca. La diplomacia de AMLO y de su canciller Marcelo Ebrard se mantuvo
dentro de un bajo perfil mostrándose siempre dispuesta a dialogar con un
personaje que no se detenía en sus constantes provocaciones y exabruptos.
Un diálogo que en realidad era un monologo en el que los
exabruptos de Trump guiaban a los representantes de su gobierno en las
negociaciones: el vicepresidente Pence y el secretario de Estado Pompeo. Trump
consiguió lo que quería, a saber, convertir a México en el auténtico patio
trasero de EE UU que le permita detener y hacerse cargo de reprimir las oleadas
crecientes de emigrantes para impedir que lleguen a la frontera norte. El
gobierno de AMLO “consiguió” a cambio la suspensión de la imposición del 5 por
ciento a sus exportaciones a EE UU (que constituyen el 80 por ciento del
total). Pero Trump condicionó la suspensión de la imposición arancelaria al
cumplimiento de la tarea de tapón migratorio por parte del gobierno mexicano,
cumplimiento que se revisará en 90 días. Por tanto, conociendo las desmesuradas
ambiciones de los imperialistas de ninguna forma el acuerdo del
7 de junio elimina de forma completa la amenaza del alza de los aranceles que
podrá, sin duda, ser utilizada nuevamente si así lo requieren los intereses de
Trump. Y para éste la conducta sumamente conciliadora puesta en práctica por
AMLO durante estos días en que apenas van los primeros seis meses de su
gobierno es ya una experiencia muy útil para el resto del sexenio.
Las oportunidades de una política defensiva
estuvieron presentes y no fueron aprovechadas del todo por MORENA (Movimiento
de Regeneración Nacional), el partido obradorista. Al nivel exterior apenas se
intentó realizar acciones con los amplios sectores que en EE UU están
oponiéndose a Trump, dentro y fuera del partido Demócrata. Pelosi, la jefa de
los demócratas en la Cámara de Representantes (diputados) claramente se declaró
contra la política burda y soberbia de Trump y en las importantes y millonarias
comunidades de mexicanos y descendientes de mexicanos en California, Texas,
Chicago y demás partes EE UU había potenciales de solidaridad con una postura
más firme y combativa de parte del gobierno mexicano. Y ciertamente su más
grande omisión fue su política interna: el gobierno de AMLO ni de lejos convocó
a una movilización nacional, masiva, antiimperialista, de defensa de la
soberanía nacional. Se conformó y propagandizó el apoyo de los sectores
burgueses más conspicuos (se congratuló en especial con la carta que le envío
Alberto Bailleres, el cuarto más rico capitalista de México). En Tijuana, el 8
de junio protagonizó un acto con miles de acarreados por los charros del SNTE
en el cual AMLO se encontraba rodeado de gobernadores, diputados priistas,
panistas y por supuesto funcionarios y líderes morenistas que “festejaban” un
acuerdo que había evitado una crisis a México. Un acuerdo que, como lo declaró
el propio AMLO: “sólo nos queda cumplirlo”.
AMLO y el grupo gobernante ni de lejos se
atrevieron a ejercer un mínimo margen de maniobra e independencia ante las
exigencias de Trump. “Nuestra dignidad nacional es el límite”, “no negociamos
bajo amenazas”, “nuestra postura es de dignidad y firmeza”, toda esta retórica
de los dirigentes mexicanos se esfumó ante la soberbia imperialista. Eligiendo
un terreno de “racionalidad”, “amistad” y “diálogo” creyeron que éste era el
terreno en que se mueven los imperialistas cuyos “razones” e intereses
concretos son siempre los determinantes de sus acciones y decisiones. Para un
presidente cuyo discurso nunca se elevó de un nivel de “respeto”, de
“conciliación”, de “amistad” para el ogro rubio del Norte fue un paseo la
consecución de sus objetivos. Ante las constantes provocaciones, las reacciones
obradoristas no eran verdaderas respuestas: “no queremos pelearnos con Trump”,
“no le levantamos el puño cerrado, sino una mano abierta”, “queremos mantener
la bonita relación entre México y EE UU", “nadie destruirá nuestra
amistad”, “México no quiere confrontación”, etc. Todo esto sólo alimentaba más
al consumado provocador y cuando éste llevó su racismo y prepotencia a lo
máximo diciendo sin recato que “México necesita más a EE UU que EE UU a
México”, ante tal insolente humillación, lo único que pudo decir AMLO fue:”soy
el dueño de mi silencio” y levantó su mano con el signo de “amor y paz”.
¿Qué significa este tremendo descalabro
experimentado por el gobierno de AMLO en las relaciones internacionales con el
poderoso vecino del norte? Con esta demostración de casi total impotencia se ha
puesto de relieve la relación de subordinación y la dependencia del grupo
gobernante de México y más ampliamente de la clase capitalista mexicana a los
imperativos de Washington. Por supuesto expresa la creciente integración de la
economía mexicana dentro de la estructura capitalista estadounidense, su
interrelación cada vez más cerrada y profunda. Ciertamente la parte mexicana es
la más débil pero al mismo tiempo la creciente integración con la economía de
EE UU y debido a que precisamente en muchos aspectos la economía mexicana es un
complemento cada vez más importante de su dinámica imperialista (integrando
regiones enteras a sus proyectos y empresas, aprovechando a fondo la mano de
obra barata mexicana, etc.), se ha creado un espacio de maniobra que los
gobiernos de México pudieran aprovechar. Después de todo hoy la economía
mexicana ha desplazado a China como la primera fuente de las importaciones de
EE UU. Sin embargo, la burguesía mexicana y su gobierno están a años luz de
tener la iniciativa y la independencia de acción de los dirigentes de la
potencia china.
Una situación peligrosa
Las señales se arremolinan cada vez más ominosas.
Lejos de que su victoria electoral contundente de hace un año le haya servido
para inyectar en los sentimientos populares la convicción de una superación de
la terrible situación heredada por los gobiernos anteriores, los primeros seis
meses transcurridos del gobierno de AMLO han profundizado la incertidumbre al
nivel económico y de la sociedad en general. El argumento defensivo es
elemental: “no se puede en seis meses enmendar el curso de corrupción y
decadencia de años”. Cierto. Pero en estos primeros seis meses hay muchas señales
que apuntan más al agravamiento que a la superación de las tendencias
anteriores.
En el terreno de la economía la situación es
bastante incierta y confusa. Para empezar AMLO mantiene un discurso optimista
que choca no sólo con los análisis y opiniones de una mayoría de economistas,
muchos de ellos para nada opositores del presidente. Prácticamente sólo los
colaboradores muy cercanos a éste mantienen su optimismo: un crecimiento de más
del 2 por ciento de la economía, algunos suben el índice al 3 o 4 por ciento.
Lo que sucede en la economía mundial tampoco es muy alentador y no va en el
sentido que quieren los optimistas.
La situación de Pemex, con mucho la principal
compañía del país y el pilar fundamental de las finanzas públicas, es muy mala:
una compañía superendeudada, con una calificación crediticia muy baja que se ha
reflejado en el proyecto de construcción de la refinería de Dos Bocas en
Tabasco, cuyo presupuesto se ha debido reducir a la mitad. La construcción del
proyectado aeropuerto de Santa Lucía está suspendida en espera de los
dictámenes ecológicos. La construcción del tren maya ni siquiera se ha
anunciado cuando y como se iniciara, para no hablar de que no se ha finiquitado
la querella con las comunidades indígenas que se oponen abiertamente a su
construcción.
La situación de inseguridad persiste. En los seis
meses de 2019 ha habido más homicidios que en el mismo periodo del 2018. En
resumen, prácticamente se ha avanzado muy poco en la delineación de un
verdadero nuevo curso que trascienda la decadencia y el estancamiento heredados
de los gobiernos anteriores. Hasta hoy ha reinado el pragmatismo chato, la
improvisación, la falta de proyectos a largo e incluso mediano plazo. En fin,
una carencia de perspectivas posibles y realistas.
Al nivel político estamos igualmente muy lejos de
la euforia de la victoria electoral de hace un año. En las recientes elecciones
realizadas a principios de junio en varios estados de la república, destacan
dos en que se disputaban las gubernaturas correspondientes: Puebla y Baja
California estados en que MORENA resultó triunfadora. Pero el abstencionismo
fue de lejos mayoritario, elevándose a índices cercanos al 70 por ciento de los
registrados en los padrones electorales.
El internacionalismo el único
camino
México, como se puede apreciar por lo antes dicho,
se encuentra en una situación de mayúsculas contradicciones que determinarán el
curso del sexenio de AMLO que recién ha comenzado y en donde se auguran grandes
conflictos. En ellos el protagonismo de los sectores de trabajadores y de sus
aliados oprimidos (mujeres, indígenas, pueblo pobre) es un factor
potencialmente decisivo.
Su colocación social y geográfica entre el
imperialismo más poderoso del sistema capitalista, inserto en una etapa muy
compleja que la presidencia de Trump ha puesto planetariamente de manifiesto,
que le afecta directa y fuertemente a lo largo de una frontera de más de 3 mil
kilómetros que comparte con él y en su frontera del sur vecino con la zona más
violenta y conflictiva de Centroamérica constituida por el triángulo de
Guatemala, Honduras y El Salvador, determina que en México los movimientos
políticos y sociales adquieren de inmediato un carácter internacionalista.
En EE UU hay millones de mexicanos y de ascendencia
mexicana que ante una convocatoria revolucionaria, independiente e
internacionalista serán poderosos aliados de la lucha antiimperialista y
anticapitalista que surja en el seno de los trabajadores mexicanos y sus
aliados oprimidos. No sólo ellos, también los trabajadores afroamericanos, los
anglosajones y los de origen asiático en EE UU son potenciales aliados de las
luchas libertarias y emancipadoras de los trabajadores en México.
Las decisiones del acuerdo entre AMLO y Trump
afectan y sacrifican la vida y el destino de miles de trabajadores y pueblo
pobre oprimido que huye de la miseria y la represión del triángulo de la
violencia centroamericano: Guatemala, Honduras y El Salvador. La represión del
gobierno mexicano, actuando como guardia fronterizo del gobierno de Washington,
contra los cientos de miles de centroamericanos y caribeños que seguirán
intentando entrar y de los que entrarán a México para proseguir su marcha hacia
EE UU, plantea que la lucha por defenderlos, de exigir que se les respeten sus
derechos elementales como hombres y mujeres será una lucha que unirá los
sectores más avanzados del pueblo de México con los pueblos hermanos de
Centroamérica y de los trabajadores que también en EE UU los defiendan.
Miles de centroamericanos y caribeños ya han sido
detenidos y deportados por el gobierno de AMLO siguiendo las órdenes de Trump.
La transformación de México como “tercer país seguro” de facto que el acuerdo
entre AMLO y Trump de hecho plantea va agravar la situación de cientos, miles
de hombres, mujeres, niños, ancianos centroamericanos y caribeños que serán
devueltos por EE UU y encerrados en campos de refugiados en las peores
condiciones de higiene y salud posibles, en espera de su deportación y de su
cada vez más difícil entrada a EE UU. La Guardia Nacional, supuestamente creada
para luchar contra la delincuencia y garantizar la seguridad de los mexicanos
está siendo usada ya en su primera gran operación como policía fronteriza del
gobierno de EE UU en Chiapas para evitar que los emigrantes centroamericanos y
caribeños lleguen a la frontera norte e intenten cruzarla para pedir asilo en
EE UU.
La perspectiva que el catastrófico acuerdo entre
AMLO y Trump, con sus consecuencias enormes en los próximos días y meses,
plantea con fuerza y profundidad la necesidad de comprender y actuar en
consonancia la coyuntura política que se abre en Norte y Centroamérica: de una
lucha de pueblos y naciones unidas desde la frontera de Canadá y EE UU
hasta el canal de Panamá, una lucha que el mismo imperialismo estadounidense
impone con su hegemonía en la región. Los gobiernos peleles de Guatemala,
Honduras y El Salvador, el gobierno subordinado de AMLO en México, todos ellos
son tributarios del imperialismo norteño que los une para la consecución de sus
intereses. Los pueblos y los trabajadores de estos países, con sus diversidades
nacionales y especificidades regionales, no obstante convergen todos en un
objetivo común de liberación nacional y emancipación social. Objetivo de
liberación y emancipación al que se oponen el imperialismo estadounidense y sus
socios menores capitalistas regionales y gobiernos dependientes. Liberación
nacional y emancipación social que sólo se lograrán con la unión
internacionalista de los trabajadores y los pueblos de estas naciones
organizados en una federación socialista de naciones.
Manuel Aguilar Mora, militante de la Liga de Unidad
Socialista (LUS). Profesor de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México
(UACM), En 1968 integró el Comité de lucha de Filosofía y Letras al lado de
José Revueltas. Fue fundador del Partido Revolucionario de los Trabajadores
(PRT). Autor de numerosos libros sobre la historia política y social de México.