Por Eduardo Camin
La
Conferencia Internacional del Trabajo (CIT), en este año del centenario de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT), tiene lugar en el Palacio de las
Naciones en Ginebra, con la atención dirigida hacia las profundas
transformaciones que experimenta el mundo del trabajo, incluida la evolución
del papel de institución en la construcción del futuro del trabajo que
queremos.
Unos
5.700 delegados de gobiernos, empleadores y trabajadores provenientes de los
187 Estados miembros de la OIT participan en el que con frecuencia es
denominado el parlamento mundial del trabajo. Las recomendaciones de la
Comisión Muindial sobre el Futuro del Trabajo (Trabajar para un futuro más
prometedor) publicadas a principios de este año, orientan gran parte de las
actividades de la CIT del centenario.
A lo
largo de los últimos meses, los Estados miembros de la OIT han celebrado
docenas de diálogos nacionales para discutir este informe y los delegados
abordarán las cuestiones planteadas en las discusiones plenarias. La realidad
es que la capacidad de hablar es una cualidad compartida por los seres humanos
y utilizarla nos encanta: nos encanta hablar y nos encanta que nos hablen.
Vivimos
inmersos en un mundo inundados de palabras, oraciones, significados y de
gramática. Nuestras vidas navegan en un entorno lingüístico, que se prolonga
aun en nuestros sueños. El lenguaje es un elemento esencial y omnipresente en
la cultura humana e impregna cada acto social, cada pensamiento consciente y la
mayor parte de nuestra actividad inconsciente.
No
obstante, la formulación de todo problema requiere que enunciemos los valores
implicados -la libertad, la razón, la justicia social- y la amenaza a esos
valores es la sustancia moral necesaria de todos los problemas importantes de
investigación social. De una forma u otra dicho debate entre métodos, valores,
conciencia y ciencias sociales está presente en todas las sociedades y se puede
rastrear en las diversas comunidades científicas de todos los países.
Desde
hace mucho tiempo acudimos a una nueva dinámica del pensamiento. Muchos
expertos de las ciencias políticas pretenden demostrarnos que la lógica actual
del pensamiento pragmático es pensar para y desde el mercado, donde los nuevos
referentes sociales son la competitividad, racionalidad, productividad y
eficiencia.
En esta
dinámica, el hombre, llevado por sus pasiones, sus instintos y sus deseos
termina aceptando su naturaleza, que movido por la mano invisible del mercado
se transforma en un títere cuyos hilos no controla. Por eso “ilusiona” el
subjetivo título de El futuro del trabajo que queremos. Pero para un futuro de
trabajo decente, se necesita un programa centrado en las personas y no en el
mercado.
La
garantía universal de empleo, la protección social desde el nacimiento hasta la
vejez y el derecho al aprendizaje permanente forman parte de las diez
recomendaciones formuladas por la Comisión sobre el Futuro del Trabajo en un
informe clave. La Comisión instó a los gobiernos a comprometerse a adoptar diez
recomendaciones para hacer frente a los desafíos generados por los profundos
cambios sin precedentes que tienen lugar en el mundo del trabajo.
Entre las
recomendaciones se encuentran:
-Una
garantía universal de empleo que proteja los derechos fundamentales de los
trabajadores garantice un salario que permita un nivel de vida digno, horas de
trabajo limitadas y lugares de trabajo seguros y saludables.
-Una protección social garantizada desde el nacimiento hasta la vejez que atienda las necesidades de las personas a lo largo de su ciclo de vida.
-Un derecho universal al aprendizaje permanente que permita que las personas se formen, adquieran nuevas competencias y mejoren sus cualificaciones.
-Una gestión del cambio tecnológico que favorezca el trabajo decente, incluso a través de un sistema de gobernanza internacional de las plataformas digitales de trabajo.
-Mayores inversiones en las economías rurales, verdes y del cuidado.
-Una agenda transformadora y mensurable a favor de la igualdad de género.
-La reestructuración de los incentivos a las empresas a fin de estimular las inversiones a largo plazo.
-Una protección social garantizada desde el nacimiento hasta la vejez que atienda las necesidades de las personas a lo largo de su ciclo de vida.
-Un derecho universal al aprendizaje permanente que permita que las personas se formen, adquieran nuevas competencias y mejoren sus cualificaciones.
-Una gestión del cambio tecnológico que favorezca el trabajo decente, incluso a través de un sistema de gobernanza internacional de las plataformas digitales de trabajo.
-Mayores inversiones en las economías rurales, verdes y del cuidado.
-Una agenda transformadora y mensurable a favor de la igualdad de género.
-La reestructuración de los incentivos a las empresas a fin de estimular las inversiones a largo plazo.
El
informe describe los desafíos planteados por las nuevas tecnologías, el cambio
climático y el cambio demográfico, y hace un llamado a favor de una respuesta
colectiva a escala mundial ante los trastornos que estos ocasionan en el mundo
del trabajo.
La
inteligencia artificial, la automatización y la robótica darán lugar a una
pérdida de empleos, en la medida que las competencias se volverán obsoletas.
Sin embargo, estos mismos avances tecnológicos, junto a la ecologización de las
economías, también crearán millones de empleos, si se aprovechan las nuevas
oportunidades, sostiene el informe.
Este
informe es el resultado de un examen realizado a lo largo de 15 meses por los
27 miembros de la Comisión Mundial, constituida por destacadas personalidades
del mundo empresarial, laboral y académico, grupos de reflexión y
organizaciones gubernamentales y no gubernamentales.
Para
numerosos expertos el mundo del trabajo experimenta grandes cambios que crean
numerosas oportunidades para más y mejores empleos. Pero los gobiernos, los
sindicatos y los empleadores necesitan trabajar juntos a fin de hacer que las
economías y los mercados laborales sean más inclusivos.
El
informe de la Comisión Mundial es sin dudas el tema central de la CIT, que
además pone de manifiesto el “papel único” que la OIT debe desempeñar en la
elaboración y puesta en práctica del “programa centrado en las personas” en el
sistema internacional y exhorta a la Organización a dar prioridad a la
implementación de las recomendaciones del informe.
Pero las
dudas nos asaltan cuando los expertos continúan a recorrer los caminos por los
atajos, ya que siguen promocionando programas para reducir las injusticias al
mismo tiempo que se promueven las políticas económicas que la generan. Esta
dicotomía genera cierto desorden, entre la conciliación de clases y la
reformulación del capitalismo.