¿Nostalgia
enfermiza de la Tricontinental?
Por Bernard Dreano
Los movimientos de la izquierda progresista
latinoamericanos siempre han estado enfrentados a la hostilidad permanente del
imperialismo americano y sus correligionarios locales. Estados Unidos han
intervenido directamente (con su ejército o vía milicias) para imponer
regímenes más o menos fantoches favorables a sus intereses, especialmente, en
América Central y el Caribe desde el siglo XIX y comienzos del XX.
Tras de la Segunda Guerra Mundial y la firma del
“Tratado interamericano de asistencia recíproca” en Rio (1947), consagrando su
hegemonía, EE UU intervino especialmente en Puerto Rico (1950), en Guatemala
(1954), en Panamá (1964), en República Dominicana (1965) … Y, por supuesto,
tras el golpe de Estado de Pinochet en Chile en 1973, con las sucesivas tomas
del poder por juntas militares y la implantación de dictaduras gorilas (Brasil,
Argentina, Uruguay...) según el plan Cóndor de la CIA.
Después, en la década de 1980, hubo intervenciones en Granada (1983),
Nicaragua, El Salvador, Honduras etc. Más allá de todas las intervenciones y
presiones políticas o económicas más discretas. El imperialismo gringo no
tenía nada de fantasma en el siglo XX. Y, sin duda, persiste en el XXI.
Lo que no significa que todos los gobiernos de los
países latinoamericanos hayan sido simples agentes de Estados Unidos o de las
burguesías compradoras locales. Si el sueño de Simón Bolívar de los “Estados
Unidos de América del Sur” no se realizó en los diferentes estados creados en
el siglo XIX, diferentes regímenes pudieron beneficiarse del apoyo de las capas
medias y populares en el contexto propio de cada país. Movimientos
nacionalistas, liberales, socialdemócratas, populistas autoritarios, tomaron el
poder sin el apoyo o aprobación de Estados Unidos y más o menos en
contradicción con ellos: Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA)
en Perú, Acción Democrática en Venezuela, Peronismo en
Argentina, Estado Novo de Getúlio Vargas y después sus
sucesores en Brasil, Movimiento Nacionalista Revolucionario en
Bolivia, etc. La izquierda progresista estaba, sobre todo, en oposición (a
veces armada) con estos regímenes, pero también podía apoyarlos en condiciones
variables de un país a otro y según las épocas.
1. Campo socialista contra
imperialismo gringo
En el contexto de finales del siglo XX y de
enfrentamiento de bloque contra bloque, campo liberal contra campo
socialista, las fuerzas progresistas latinoamericanas y no solamente los
partidos comunistas ortodoxos (relativamente con poca influencia salvo en
Chile, ¡Brasil, Cuba...), miraron naturalmente hacia el campo
socialista como aliado frente a la violencia del imperialismo
estadounidense. La revolución cubana, que se desarrolló fuera del regazo de
Moscú, propuso después del periodo 1959-62, una relectura radical del
antiimperialismo que buscó encarnarse en la OSPAAL, Organización de
Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina (Tricontinental),
convergencia de las luchas de liberación del Tercer Mundo uniéndose en la
medida de lo posible con el campo socialista.
Esta convergencia de las luchas de los pueblos se
transformó más bien en una lógica de alianza entre Estados, de entrada con la
URSS y las democracias populares del bloque socialista y con
sus Estados aliados en el Tercer Mundo después. Fidel Castro aprobó esta
concepción en su discurso del 23 de agosto de 1968, “A propósito de
los sucesos en Checoslovaquia” 1/,
en el que, aun reconociendo la realidad de los problemas internos en
Checoslovaquia, aprobaba la intervención militar de los países del Pacto de
Varsovia contra la Primavera de Praga y el gobierno comunista
checoslovaco en nombre de la defensa del campo socialista. Durante
los últimos decenios de la Guerra Fría, Cuba, cada vez más dependiente de
Moscú, va a trabajar en el seno del movimiento de los no-alineados en pro de
una línea campista (alianza política y militar de los no
alineados con el campo socialista) contra, por ejemplo, la
Yugoslavia de Tito o la India de Indira Ghandi... Sin embargo, durante esos
años de Guerra Fría, fuera de la ayuda soviética (considerable) a Cuba, el
apoyo concreto del campo socialista a los movimientos
progresistas latinoamericanos será fundamentalmente retórico (a veces,
completamente inexistente).
Desde antes de la caída de la URSS y la
desaparición del campo socialista, entre 1989 y 1991, los
estadounidenses habían comenzado a cambiar sus posiciones en relación a América
Latina. Estados Unidos, que en 1989-1991 parecía el gran vencedor de la Guerra
Fría, no tenían necesidad de apoyar los Estados latinoamericanos con
dictaduras, contribuyendo a suavizar las dictaduras militares
gorilas y dejando resurgir corrientes políticas liberales-demócratas,
socialdemócratas, populistas, después progresistas (Chile 1988-90, Brasil
1985-1995, Argentina 1983-1995, Uruguay 1980-85...); una política más o menos
activamente apoyada también por la Unión Europea y el Vaticano.
Ese momento hegemónico
estadounidense anunciado entonces por el brasileño Alfredo Valladão 2/ solo
duró el tiempo de las dos guerras en la región del Golfo Pérsico (1990-2003).
Estas expediciones imperiales iban a fracasar globalmente,
marcando los límites de la hegemonía estadounidense.
2. La geopolítica de
izquierda en latinoamericana
A finales del siglo XX, tanto la situación regional
de América Latina como la situación mundial cambió profundamente.
Regionalmente, los movimientos progresistas (o que
supuestamente lo eran) se desarrollan un poco por todo, desde el Zapatista en
México hasta los movimientos sociales brasileños y el Partido de los
Trabajadores (PT), pasando por el despertar de los pueblos originarios.
Progresistas -o que se definen así- de diferentes orientaciones van a acceder
al poder: Brasil 2002 (Lula), Venezuela 2002 (Chávez), Uruguay 2004, Bolivia
2006, Ecuador 2006, Argentina 2007, Paraguay 2008...
A escala mundial, el capitalismo financiero
neoliberal domina en solitario el mundo, salvo en algunas variantes en las que
el papel del Estado sigue siendo poderoso (esencialmente, China … y Estados
Unidos). Estados Unidos sigue siendo la principal potencia económica y militar,
pero la influencia del neoliberalismo capitalista sobre el mundo no se traduce
sobre el terreno en un imperio estadounidense coherente. Contexto nuevo, pero
sobre el que una parte de los movimientos progresistas y de izquierdas
latinoamericanos van a plantar el análisis campista del
periodo anterior.
Este nuevo campismo consiste en
considerar que Estado Unidos , y secundariamente sus aliados, son el deus
ex maquina del mundo, iniciadores de todos los conflictos y que todo
poder o movimiento que se les oponga (o supuestamente lo haga) es un aliado del
campo anti-imperialista. Serían miembros, en función de su supuesta
oposición al imperialismo americano (pero no al capitalismo): la República
Islámica de Irán (enfrentada con la alianza americana-saudí-israelí, pero por
otra parte, favorable al capitalismo neoliberal) y los partidos islamitas
chiitas de Líbano o Irak, algunos regímenes ex progresistas latinoamericanos
convertidos en poderes cleptocráticos mafiosos como Nicaragua, africanos como
el Zimbabwe de Mugabe, o árabes como Siria del clan Assad-Makhlouf, la
Bielorrusia de Loukachenko y sin duda y antes que nada, la Rusia de Putin... La
República Popular China, estaliniana-tactherista cuyos ahorros
se colocan en bonos del Tesoro estadounidense, la India nacional-hinduista de
Modi, Corea del Norte y tantos otros estados que podrían ser miembros...
Los enfrentamientos y tensiones inter-imperialistas
de hoy no son comparables a los enfrentamientos entre bloques ideológicamente
antagónicos de ayer, incluso aún cuando desarrollan una nueva retórica de
guerra fría y una nueva realidad de la carrera de armamentos. Sobre todo,
después de que Donald Trump está en la Casa Blanca, que China se afianza y que
Rusia intenta reencontrar un estatus de potencia mundial. Pero para
muchos campistas, cualquier comprensión de la realidad se
va a sustituir por la mitología del enfrentamiento del campo del Bien y del Mal 3/.
Es lo que el argentino Rolando Astarita llama “una tradición geopolítica de
izquierda” en América Latina 4/:
si Estados Unidos son el mal, los enemigos de Estados Unidos son el bien. Al
eje del mal retomado por Bush hijo 5/ se
opone el bien como lo hizo Hugo Chávez. Cuando el líder venezolano visitó en
2007-2008 Moscú, Minsk, Teherán, o Vietnam y Benin, fue, de entrada, según dijo
él mismo, una contribución para romper el aislamiento diplomático y económico
que quería imponer Washington. Pero en la elección de las capitales visitadas,
se ve la nostalgia de ese campo socialista de antaño.
Evidentemente, el imperialismo gringo se
sigue manifestando en América Latina. Es totalmente legítimo y necesario que
los gobiernos que se quieren progresistas busquen liberarse de las imposiciones
del capitalismo financiero y de las multinacionales y de las presiones e
injerencias estadounidenses y desarrollar relaciones multilaterales y aliados
exteriores. Pero no únicamente considerando que los enemigos de mis
enemigos, son mis amigos. Sin embargo, el campismo no solo
vuelve a privilegiar a los enemigos de mis enemigos sino a
considerarlos como un conjunto estratégicamente coherente. Es lo que hacen
muchos partidos y movimientos latinoamericanos y los gobiernos “bolivarianos”.
3. Pragmatismo lulista e
ideologismo bolivariano
A principios del siglo XXI, durante el periodo de
desarrollo de la izquierda latinoamericana y la conquista del poder en
numerosos países, los observadores creyeron ver dos vías, una
supuestamente reformista del Brasil de Lula e incluso, aún
más, del Chile de Bachelet y otra radical, de la Venezuela de
Chávez y de la Alianza bolivariana para los pueblos de nuestra América (ALBA),
fundada en 2004 en La Habana por Fidel Castro y Hugo Chávez que reagrupaba
Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador y muchos pequeños países del
Caribe.
Durante este periodo, Brasil intentó diversificar
las relaciones económicas y políticas con múltiples socios, con la Comunidad
Europea pero también con China e India (y actuar en el seno del grupo informal
de los BRICS -Brasil, Rusia, China, África del Sur) y desarrollar, al menos de
palabra, la voluntad de cooperación Sur-Sur, especialmente hacia África (no
exenta de desempeñar un papel de potencia dominante) 6/ o
desenvolver acciones diplomáticas como en 2010 con la propuesta de Turquía y
Brasil de resolver la cuestión nuclear iraní< 7/.
En la práctica, la política de la Venezuela
chavista no era tan diferente intentando desarrollar relaciones con los otros
países emergentes, Brasil, China y en menor medida, con India y encontrar
convergencias tácticas con otros productores de petróleo, de entrada, con Irán
y Rusia, al mismo tiempo que seguía siendo en el plano técnico y en el mercado
dependiente de Estados Unidos. Pero Hugo Chávez quiso darle a sus relaciones un
enfoque universalista 8/,
un sentido político e ideológico.
Por ejemplo, , Venezuela en el pasado, como
productor de petróleo, se alió frecuentemente con Irán en la OPEP (incluso en
tiempos del Sha) frente a las posiciones saudíes, a menudo, conforme con los
intereses de las compañías americanas; y así se dió la visita del presidente de
la República Islámica a Caracas en 1997. Después, Hugo Chávez dio otro sentido
a esta cooperación, el de un eje estratégico antiimperialista proclamado
durante una visita del presidente iraní Khatami a Caracas en 2005. Política
reafirmada con más fuerza cunado el presidente conservador Ahmedinejad sucedió
al reformista Khatami y a quien Hugo Chávez propuso integrarse en el ALBA y
formar un eje unitario contra el imperialismo estadounidense.
Durante la única visita que el sirio Bachar
Al-Assad hizo a América Latina en 2010, Chávez desarrolló su visión del
nuevo campo antiimperialista: “Estamos decididos a unir, de Caracas
a Minsk, de Minsk a Teherán, de Teherán a Damasco, todos los hogares del un
mundo nuevo (...), multipolar; una enorme tapiz político, económico,
científico, energético, alimentario, social, cultural, de paz, de cooperación,
de fraternidad y de respeto, que será el centro de gravedad “ (…). “Un día, el
imperialismo se convertirá en un tigre de papel y nosotros, todos juntos,
pequeños tigres de hierro”9.
Cuando surgieron las revueltas de las primaveras
árabes, las izquierdas latinoamericanas, generalmente, estuvieron
desorientadas: revueltas contra regímenes pro imperialistas muy bien, pero
¿contra regímenes antiimperialistas como los de Gaddafi y
Assad? De entrada, esto mostraba un desconocimiento total de la realidad social
y política de esos países y de sus evoluciones geopolíticas.
En 2011, Chávez llama a apoyar a Gaddafi visto que
los insurgentes de Bengasi habían cambiado el nombre del estadio de fútbol
“Hugo Chávez” de la ciudad. Y adopta la posición de Fidel Castro en 1998 en
relación a Checoslovaquia: apoyo incondicional al miembro del campo.
Durante una reunión del ALBA en 2013, no sin haber pedido consejo a los iraníes
y rusos, la izquierda bolivariana en su conjunto decidió
apoyar al régimen fascista-mafioso de Bachar Al-Assad.
4. En defensa del autoritarismo
La expresión más acabada del campismo, que es la de
Hugo Chávez, consistió en considerar los regímenes antiimperialistasdel
Sur como un resurgimiento de los regímenes progresistas del Tercer Mundo de la
época del final de colonialismo e intentar formar una nueva Tricontinental como
Fidel Castro en 1966, con el ALBA como motor. Y encontrar aliados en Rusia o
China que, claro, no forman un campo socialista, pero están, más o
menos, según el momento, en conflicto con Estados Unidos.
Este proyecto fracasó. El Alba ha quedado sin
consistencia. Más allá de proclamas políticas, la cooperación concreta con los
aliados del campo ha permanecido limitada (fuera de la
cooperación entre Cuba y Venezuela y de la ayuda de Venezuela al régimen
nicaragüense, convertido mientras tanto en mafioso)
A escala continental, a la oleada progresista de
los años 2000, le sustituyó progresivamente una ola reaccionaria a finales de
2010, con el ascenso de nuevas fuerzas firmemente neoliberales, conservadoras y
autoritarias (como Donald Trump o Jair Bolsonaro), pero también de una
involución de las regímenes progresistas, ellos también, en un sentido
autoritario y conservador.
Preguntándose sobre esta involución, el antiguo
ministro boliviano Pablo Solon constataba en 2016 que los regímenes
progresistas, especialmente en América Latina, aunque habían generado importantes
transformaciones, la mayoría había terminado por ser recuperados por
las lógicas del capitalismo y del poder. Una sumisión más o menos
consentida al orden del neoliberalismo y una lógica del poder que, en el
momento en el que “era necesario fortalecer más que nunca reforzar el
contrapoder de las organizaciones (…), promover nuevos liderazgos,
al contrario, condujo a centralizar más todavía el poder de los jefes,
transformar el parlamento en apéndice del ejecutivo y conservar
el clientelismo 9/.
Igualmente, el sociólogo venezolano Edgardo Lander señala que la creciente
debilidad del régimen Chávez-Maduro se explica, especialmente, por la “profunda
contradicción entre la promoción activa de las organizaciones de base y el
hecho de que estas organizaciones de base no eran, generalmente, autónomas “ y
“sin ningún esfuerzo serio en dirección a una autonomía económica o de una
democracia económica” 10/.
En América Latina, el discurso estratégico de la
izquierda se construyó durante el periodo de la Guerra Fría y los debates sobre
las experiencias estratégicas se quedaron en esquemas.
Las medidas sociales, los elementos de poder
popular creados en los primeros años, se interrumpieron o fueron cuestionados o
bien vaciados de contenido, pero la postura antiimperialista y el discurso anti
yankee siguen siendo el motor de la izquierda... que justifica el campismo...,
el cual, a su vez, justifica las campañas de las derechas ultra conservadoras y
de estadounidenses contra algunos de estos regímenes en una mala remake de la
Guerra Fría.
Ese campismo tiene otra virtud.
La de justificar el autoritarismo creciente de los antiguos regímenes
progresistas. Y de volverse hacia el gran hermano ruso, donde se
mezcla nostalgia por el socialismo real de antaño y simpatía
por la Rusia de Vladimir Putin (simpatía compartida también por el húngaro
Vicktor Orban, la francesa Marine Le Pen, el turco Recep Tayyip Erdogan o...
Evo Morales). Putin tiene todo que ganar reencontrando un estatus de potencia a
tener en cuenta en el mundo sin desplegar grandes esfuerzos.
5. No universalista sino
nacionalista
Como destaca Rolando Astarita: “En la época de la
Unión Soviética, la geopolítica constituía un apoyo al socialismo real”
supuestamente universal, “el de Vladimir Putin supone la llamada del nuevo
autoritarismo ruso que no es universalista sino nacionalista” 11/.
El campismo sigue siendo dominante
en la izquierda latinoamericana. No es la única. También es muy influyente en
una cierta izquierda norteamericana y , a veces, europea. Incluso más, en la
izquierda tradicional árabe. Entiéndase bien: un gobierno progresista, o
simplemente que quiera ser independiente, debe tener en cuenta las realidades
geopolíticas del momento, las amenazas de ciertos estados o gobiernos hostiles,
los dictados de las potencias financieras, las acciones de las multinacionales
y puede realizar alianzas tácticas con otros estados, diversificar sus socios
económicos y financieros, etc.
Pero los movimientos progresistas no pueden
someterse a una geopolítica desprovista de sentido
emancipador, ignorándolo todo de la lucha de los pueblos (por ejemplo, combatir
la lucha del pueblo sirio contra un régimen fascista y corrupto y apoyar la del
pueblo egipcio contra el régimen corrupto y fascista), tapar los errores, la
corrupción y las derivas autoritarias en nombre de la unidad antiimperialista
de un fantasmagórico “campo”.
El internacionalismo consiste en construir la
solidaridad de los pueblos por sus derechos nacionales y culturales, económicos
y sociales, medioambientales, por la igualdad de todas las ciudadanas y
ciudadanos, por la paz. El campismo es una forma de relación entre
estados a la que los se someten los partidos y movimientos progresistas que va
contra el internacionalismo.
En América Latina, como en otras partes del mundo,
muchos militantes intentan comprender el fracaso de experiencias progresistas
latinoamericanas de los años 2000 y refundar la izquierda 12/.
Entre los callejones sin salida ideológicos para los movimientos está la
creencia, práctica para algunos gobiernos, de la posibilidad de un campo que
no es mas que la subordinación a la lógica de estados autoritarios.
Bernard Dreano es presidente del Centre
d’études et d’initiatives de solidarité internationale (CEDETIM). Autor de
“(In)sécurités humaines : Les luttes pour la paix au XXIe siècle “
Notas:
1/ / Discurso del comandante Fidel
Castro -el viernes 23 de agosto de 1968- para analizar los sucesos de
ChecoslovaquiaInstituto
del Libro, La Habana 1968.
3/ Denis Collin : “Acabar con las teorías
del súper imperialismo y de la división del mundo en campos. Notas preliminares
sobre la insondable tontería de una parte de la izquierda radical”.
5/ La expresión es utilizada por
primera vez por Georges W . Bush en su discurso sobre el estado de la Unión en
2002, para justificar su próximo ataque contra Irak. Entonces cita Irán y Corea
del Norte (cualquier cosa menos un “eje”).
6/ Enrique Ventura : “La diplomatie Sud-Sud du Brésil de Lula, entre
discours et réalité”, Brésil 2010, Institut d’études politiques de
Grenoble.
7/ Ali Kazancigil “ La diplomatie tous
azimuts de la Turquie : émergence d’une puissance moyenne en
Méditerranée”, Confluences Méditerranée, 2010/3 (N° 74).8
/ Elodie Brun: “Une continuité à toute épreuve, la politique étrangère
de Nicolas Maduro.
8/ Prensa MPPRE, 20/10/2010, citada
por Fabrice Andréani : « Les équivoques de l’(anti-)impérialisme : le Venezuela
et la (contre-)révolution arabe » Université Lyon 2 / Triangle
9/ Pablo Solon : “Algunas reflexiones, autocríticas y propuestas sobre
el proceso de cambio en Bolivia”, 26 fabrero de 2016.
10/ 11/Edgardo
Lander : “ Left Media Coverage
of Venezuela Questioned”, The Real News Network, 3
mayo de 2019.
12/ Cf. la obra colectiva O
Eclipso do progresismo, a esquerda latino-americana en debate, publicada en
portugués por Elefante Editora, con numerosas contribuciones de todo el
subcontinente, introducción de Emilio Horacio Taddei (Argentino).
Traducción viento sur