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El nuevo lago de Narciso


Redes sociales:

Por Facundo Ortega, Marcelo Piñeyro

Narciso en tiempos modernos no mira su reflejo en un lago. El lago se ha tornado en pantalla.  Una realidad desfigurada, ilusoria, una imagen filtrada, de colores bellos y sombras y luces, pero que poco expresa la menos colorida, pero real, realidad.

En este reflejo, Narciso se pierde, se cae en el lago, se ahoga en lo imaginario. Narciso ahora vive el mundo a través de imágenes que se proyectan en una pantalla. Ha muerto su yo real, es ahora una realidad fantaseada, la realidad a través de la imagen, y se observa a partir de fotografías retocadas que muestran la mejor, pero ilusoria, versión de sí.

La discusión acerca de las redes sociales forma parte de uno de los puntos cruciales de la teorización actual. Este punto es el debate en torno a las nuevas tecnologías y cómo éstas traspasan una supuesta virtualidad y se implican con efectividad real en los sujetos atravesados por la palabra y la mirada del Otro. Es, efectivamente – siguiendo las formulaciones lacanianas – a partir del Otro que el sujeto se constituye como tal, y son las redes sociales, por excelencia, un espacio de sujeción al Otro.
Hemos de comenzar este escrito con una pregunta problema, cuya respuesta intentaremos colegir a lo largo de todo nuestro desarrollo: ¿Cómo operan las redes sociales en la constitución subjetiva? ¿Cuál es su relación con el narcisismo? ¿Qué lugar ocupan en las dinámicas imaginarias y en los desarrollos de angustia que en la actualidad se despliegan? para responder estas preguntas, primero debemos hacer un análisis de cómo se dan las relaciones en este ámbito.
Formamos parte de una sociedad en la cual se ha establecido una nueva dimensión comunicativa: las redes sociales, dispositivos online de intercambio de imágenes y símbolos, en los que los usuarios se relacionan de manera interactiva y retro-alimentada, pudiendo comunicarse entre sí y establecer una forma de interacción social nunca antes vista en la historia: Podemos llevar la comunicación en nuestro bolsillo y tener en la palma de nuestra mano el contacto con algún familiar en el extremo opuesto del mundo.

Desde una formulación lacaniana, puede entenderse que es entre lo simbólico y lo imaginario que se ubica esta interacción. Simbólico porque interviene el lenguaje, la comunicación se da a partir de una serie de códigos lingüísticos y existe una estructura comunicacional -explícita o no-. Imaginario, porque de la imagen es que este mundo inmerso en la pantalla se nutre, mundo de identificación con otros, mundo de identificación con una imagen especular del si mismo, con un Yo ideal que se hace casi yo realidad en el punto en que puede ser visto por uno y por otros en imágenes reales.

En un primer lugar, hemos de ser capaces de discernir que la interacción en las redes sociales puede operar en dos esferas que, si bien diferentes, parecen entremezclarse y confundirse: lo privado y lo público. Existen redes sociales destinadas a una interacción en la esfera de lo privado, total o parcialmente. Podemos estar hablando, por ejemplo, de un dispositivo de mensajería privada. En estas redes, podría pensarse que la comunicación mantiene una lógica clásica de emisor-mensaje-receptor, a pesar de que debamos cuestionarnos quién puede acceder a los mensajes que se envían, por un lado, y por otro, si hay o no hay comunicación. Podemos movernos a lo largo de esta categorización y referirnos a dispositivos que comienzan a mezclarse cada vez más con lo público: redes sociales en la que el usuario puede, al menos en principio, establecer qué contenido será más o menos accesible al público en base a criterios de privacidad. Finalmente, en el otro extremo, redes que son exclusivamente públicas, en las cuales el usuario postea, por ejemplo, imágenes, sin tener ningún tipo de control sobre los sujetos receptores de las mismas.
En relación al último punto, el mundo de internet aparece como un destinatario pasivo del contenido virtual, aparece y parece, pero esto no es así: esta interacción, si bien deja de seguir las lógicas de la comunicación tradicional, en la que los agentes comunicantes se retro-alimentan mutuamente siguiendo la forma anteriormente mencionada, no están exentas de respuesta. En las redes sociales, podemos hablar de una interacción entre el agente comunicante y su medio social. Pasa a formar, y bien lo dice el nombre que se le da a estos dispositivos, de una red, de una compleja urdimbre de interacciones mediadas, como mencionamos, tanto simbólica como imaginariamente.

La retro-alimentación de lo que se socializa, de lo que se postea, llega a partir de comentarios públicos, e indicadores cuantitativos de la reacción que causa el contenido que ha sido publicado. De esta manera, el “me gusta” -o su equivalente en otras redes sociales- pasa a ser un indicador del impacto basado en la cantidad de personas que hayan reaccionado al contenido, un indicador de “popularidad”, una evaluación del contenido carente de cualidad y singularidad, un significante genérico, numérico. Todo el contenido se puntúa de la misma manera, dando lugar a un imaginario definido y evaluado, sancionado podríamos decir, por un valor simbólico – una imagen no será valiosa por sí misma, sino por el nivel de reacción con el que esa imagen sea sancionada.
Si intentáramos graficar el modo en que la comunicación se da en las redes sociales, tanto en la esfera de lo privado como de lo público, podríamos entonces hacerlo de la siguiente manera:
En la comunicación privada, encontramos a dos -o más- sujetos que se comunican retro-activamente, con un mensaje que circula y comunica. En lo social público, encontramos un sujeto que publica, que hace público, contenido de algún tipo. La retro-alimentación entre los sujetos no se da de manera directa como si se de un mensaje se tratara, sino que tiene como escenario de interacción la misma publicación, la cual es sancionada por un Otro al que nunca se llega, sino a través de lo publicado como un otro especular del propio sujeto. Si en la comunicación privada los agentes comunicantes son mutuamente permeables, nada de esto ocurre en la comunicación pública: es el sujeto que postea permeable a la sanción del Otro, a la sanción de un conjunto de sujetos que aparecen de modo abstracto, ocultos tras un número. Los demás sujetos, que funcionan a modo de agente reaccionante, son poco y nada permeables ante la interacción, no generará nada en ellos darle o no like a una publicación. Su permeabilidad se pondrá en juego cuando ellos publiquen. Por lo tanto, un sujeto en el orden de la comunicación pública, podrá ser a la vez espectador y creador del espectáculo.
Guy Debord (1967) plantea que la vida en sociedad ocurre como un espectáculo, y no se refiere a espectáculo como conjunto de imágenes, sino como el conjunto de relaciones que se dan mediatizadas por las imágenes, o en este caso, por aquel contenido que se hace público, representante de una espectacularización y mediatización de la vida cotidiana.
¿No es acaso eso lo que ocurre en las redes sociales, cuando las relaciones pasan a estar interpuestas necesariamente por imágenes? La participación en la sociedad de las redes implica necesariamente el uso de la imagen. Quien no haga pública su imagen no participará en esta sociedad, se limitará al anonimato -que ni siquiera podrá deslindarse del consumo de otras imágenes que implica la participación de la red-. La sociedad de las redes requiere interacción, mirada, y se nutre del registro de lo Imaginario para ello.
Hemos de remitirnos en este punto a aquel significante cuantitativo que sirve como retro-alimentación de lo que se hizo público: el me gusta, el retweet, el me encanta, el largo etcétera que cambiará de red en red. Este conjunto de “reacciones” tiene un punto común: El reconocimiento, la aceptación, la popularidad, o como ya hemos mencionado, la sanción. De esta manera, la reacción a la publicación funcionará de la misma manera en que la mirada de ese Otro funcionó en el tiempo del estadio del espejo.
La influencia del Otro en la constitución del sujeto no es, sin embargo, patrimonio lacaniano. El fundador del psicoanálisis, Sigmund Freud, nos enseña que es en relación al amor de las figuras primordiales que un ideal se constituye en el aparato psíquico y busca, a lo largo de la vida, alcanzarse para conservar ese amor primordial en constante riesgo de ser perdido. Elyo ideal se construirá a partir de la devolución de aquellos agentes que observan y reaccionan, como un voyeurista que se deja descubrir, pero cuyo partenaire finge no haberlo hecho y ambos gozan de una mirada erotizada y erotizante.

Una pulsión de ver con lo propio como objeto, la pulsión que tiene por meta y objeto la mirada del Otro, se verá satisfecha ante el reconocimiento percibido mediante la publicación. Sin embargo, el deseo muta y es, por naturaleza (o cultura), insatisfecho, y la pulsión se aferra a ello para pedirnos cada vez más. La tensión psíquica ha de retornar y el sujeto partícipe de lo público deberá volver a publicar para saciar su hambre narcisista de ser popular, de ser reconocido, de ser amado. La moda será el ideal que deberá encarnar el Yo para poder obtener lo que busca. “La insatisfacción por el incumplimiento de ese ideal libera libido homosexual, que se muda en conciencia de culpa (angustia social)” (Freud, 1914, pp. 98)

De esta manera, la persona, el sujeto, ese sujeto sujetado a un deseo, se sujetará a este deseo de reconocimiento, este deseo de ser como el yo ideal del que en las redes se hace alarde, este yo ideal de moda. Tendrá por compulsión la publicación desmedida, la búsqueda de un reconocimiento ilusorio, que se esfuma rápidamente, y pide cada vez más y más.
Dejará de presenciar el mundo a través de un intento de acercarse a la realidad, por más que ésta se trate de una realidad no tan perfecta como la fantaseada, y comenzará a presenciar el mundo a partir de la publicación: tanto los mundos ajenos – los cuales serán percibidos no como espectacularizaciones editadas y trucadas, sino como efectivamente reales – como el mundo propio serán objetos de constante comparación. La experiencia propia no será valorada en tanto experiencia personal y singular, sino que se valorará a partir de la valoración que le dará ese otro, a partir de la, como ya venimos mencionando, espectacularización de la vida cotidiana.
Un proceso progresivo de pérdida de la identidad de lo propio e identificación con lo ajeno tendrá lugar en aquellos sujetos hambrientos de este tipo de reconocimiento. Dejarán de ubicarse en la instancia de un ideal propio, para comenzar a actuar siguiendo las modas que garantizarán esta satisfacción pulsional. Un yo, por naturaleza inestable, temblará y se quebrantará hasta en sus cimientos.
Un yo ideal dependiente de lo ajeno se constituirá en su lugar, a partir de las identificaciones no con sujetos del entorno cercano, fuera de la red social, sino con sujetos lejanos, figuras públicas reconocidas ubicadas en ese ideal, influencers: seguir sus modas, imitar su comportamiento, al parecer será la forma de lograr, también, el mismo reconocimiento. Sin embargo, la industria y el mercado avanzan a saltos veloces y agigantados, y la búsqueda del reconocimiento mediante la identificación y constitución de este yo idea lmaleable según la moda será un fiasco para aquellos narcisistas insaciables.
Es de esta manera que la insatisfacción pulsional encontró una nueva forma de expresión y la angustia un motivo en la actualidad. El malestar en la cultura descrito por Freud, aquel malestar propio de la insatisfacción de la pulsión en beneficio de lo cultural, alcanzó un nuevo nivel en el reciente mundo de pantallas e imágenes ilusorias. La insatisfacción sólo significará castración, no sanción, Angustia…
Y el reflejo del lago de Narciso es ahora a través de una pantalla, el sujeto aprendió a nadar y, por la agitación de las aguas, el reflejo se deforma.
Narciso se nutre de la pantalla, y la pantalla se nutre de Narciso...

BIBLIOGRAFÍA
  •    Debord, G. (1967) La sociedad del espectáculo.Freud, S.
  •    (1914) “Introducción del narcisismo”. En Obras Completas. Volumen XIV. Amorrortu
  •    Editores: Buenos Aires.
  •   (1915) “Pulsiones y destinos de pulsión”. En Obras Completas. Volumen XIV. Amorrortu
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  •    (1917 [1915])   “Duelo y melancolía”. En Obras Completas. Volumen XIV. Amorrortu
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  •    (1921) “Psicología de las masas y análisis del yo” Capítulo VII: La identificación. En Obras
  •    Completas. Volumen XVIII. Amorrortu Editores: Buenos Aires.
  •   (1923) “El yo y el ello”. En Obras Completas. Volumen XIX. Amorrortu Editores: Buenos
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  •   (1930 [1929])“El malestar en la cultura”. En Obras Completas. Volumen XXI. Amorrortu
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  •    Lacan, J 
  •    (1949) El estadio del espejo como formador de la función del yo [Je] tal como se nos presenta en la experiencia analítica. En Escritos.
  •    (1974-1975) Seminario 22 “R.S.I.”, Inédito.