Por Adriánn Fernández
El
llamado grupo de Lima decidió sumarse al Grupo Internacional de Contacto (GIC,
liderado por algunos países de la Unión Europea) y convocar a naciones como
Rusia, China y Cuba para «de manera coordinada» contribuir a la «solución
política en Venezuela», según concluyeron en una reunión realizada este lunes
en Nueva York.
Los
gobiernos de la derecha continental acordaron actuar de “manera coordinada”
para buscar, junto a los mencionados aliados internacionales del Gobierno
venezolano, una solución a la crisis con la participación de “todos los actores
políticos”.
El
canciller de Perú, Néstor Popolizio, uno de los participantes del encuentro,
afirmó: «vamos a establecer contactos con las autoridades rusas, chinas,
cubanas para ver en qué medida todos podemos ayudar para buscar este proceso
que tiene que concluir con estas elecciones libres y justas”. Nada más
elocuente.
Como
se desprende de las propias declaraciones del canciller peruano, si bien el
grupo insiste con su injerencia en los asuntos internos de Venezuela en
demandar «elecciones libres y justas», la decisión adoptada en Nueva York deja
varias lecturas políticas.
Al
decidir abrirse a otros actores internacionales, tanto a Europa como a naciones
amigas de Venezuela, el grupo de Lima admite su propio fracaso como clan de
socios al servicio de Estados Unidos.
Muestra,
además, las dificultades que tiene este grupo para avanzar en sus planes
desestabilizadores sin caer en las políticas extremistas de Estados Unidos que
promueve castigos inhumanos al pueblo venezolano y amenaza con acciones
militares.
Otro
de los asuntos que se desprende de este pronunciamiento es que ya no se habla
de plazos ni de caída del Gobierno bolivariano ni de liderazgo del golpista
Juan Guaidó.
Además,
en consonancia con la política de varios países de la Unión Europea, por hecho
o por derecho, reconoce al Gobierno de Nicolas Maduro como actor central en
esta etapa.
El
ministro peruano reafirmó que los dos grupos (la derecha americana y algunos
países de la Unión Europea) se comprometieron a trabajar en un programa de
contacto con “actores relevantes” que “pueden ser parte de la solución de la
situación política en Venezuela”.
“Esto
quiere decir que vamos a establecer contactos con las autoridades rusas,
chinas, cubanas para ver en qué medida todos podemos ayudar para buscar este
proceso que tiene que concluir con estas elecciones libres y justas”, insistió.
“En
el proceso tenemos que ver cómo hacemos todas las cosas para que los
venezolanos actúen respecto de hacer una convocatoria amplia para ese proceso
de elecciones, en el que participen todos los actores políticos”, agregó.
En
franco retroceso comparado con los pronunciamientos de principios de año cuando
Guaido se autoproclamó, el ministro Popolizio remarcó que ambos grupos están
“absolutamente de acuerdo” en que la salida debe ser electoral.
Si
el Grupo de Lima respaldó la agenda impulsada por el golpista Guaidó que
califica a Maduro de «usurpador» y la Unión Europea promueve «elecciones» ,
está más que clara la derrota de la derecha aliada a Estados Unidos.
Cabe
una aclaración, además, el Grupo Internacional de Contacto está liderado
por ocho países de la Unión Europea (UE) y cuatro latinoamericanos.
Si
bien mantiene su tesis injerencista, el GIC comenzó a trabajar en sintonía con
la mediación iniciada en las últimas semanas por el gobierno de Noruega y
aceptada tanto por el Gobierno venezolano y el golpismo.
Un
elemento más para sostener esta mirada: este lunes los cancilleres de Colombia
y Rusia, Carlos Holmes Trujillo y Serguei Lavrov, se reunieron en Moscú y
coincidieron en propiciar el diálogo para Venezuela y rechazar el uso de la
fuerza.
“Colombia
solamente apoya medios políticos y diplomáticos; lo fundamental es que se
avance y que más temprano que tarde, el hermano pueblo de Venezuela pueda
elegir al gobierno que desee”, afirmó Holmes.
Claro
está, el Gobierno colombiano de Iván Duque no es confiable. Su canciller pide
diálogo en Moscú pero promueve la guerra cuando comparte tribuna con
representantes del imperio.
Por
eso mismo Holmes remarcó que Guaidó “para Colombia es el gobierno legítimo” y ratificó
su apoyo a la agenda del golpismo al pedir «el fin de la usurpación, la
transición y la convocatoria a elecciones”.
Lavrov
no movió ni un centímetro la posición de Rusia: “en más de una ocasión nos
hemos mostrado categóricamente en contra del uso de la fuerza y de la
injerencia en cualquiera de sus manifestaciones en los asuntos internos de
Venezuela o de cualquier otro país; con tales amenazas no se puede solucionar
un conflicto”, subrayó.
“Por
supuesto, nosotros no podemos apoyarlo y no lo apoyaremos (a Guaidó)”, replicó
Lavrov. Pidió para Venezuela “la misma postura” que el Consejo de Seguridad de
la ONU dispuso para Siria: que “solo los sirios deben decidir el futuro de su
país”.
El
grupo de Lima exhibe el lento resquebrajamiento de un frente que tropieza
varias veces con la misma piedra. Trump entra en su último año y medio de
gobierno con una política exterior desgastada y abierta en demasiados frentes y
eso comenzará a pesar en sus aliados.
La
sensación que dejó la reunión del lunes en Nueva York -entre actores siempre
poco confiables- es que paulatinamente se consolida ese viraje del grupo de
Lima, como salvavidas tardío de su propia descomposición.
Tal
vez corresponda en este mismo escenario sumar la decisión del Gobierno de
Brasil cuando la semana pasada congeló la aceptación de una representante del
golpismo venezolano, María Teresa Belandria, como embajadora en Brasilia.
Desde
América XXI lo dijimos el 31 de mayo en los
términos más claros posibles: el gobierno ultraderechista de Jair Bolsonaro
rehízo cálculos y estimó que la maniobra de autoproclamación de Juan Guaidó
como presidente interino de Venezuela que impuso Estados Unidos es un fracaso,
al menos por el momento.