Internacionalismo
Por John Riddell
La Liga antimperialista se fundó en Bruselas en
1926 como medio para unir a los pueblos coloniales con los trabajadores de las
metrópolis. En esta presentación trataré de esbozar los orígenes de esta
iniciativa y sus resultados.
La primera ola de revueltas antimperialistas en
Asia desde comienzos del siglo XX no suscitó importantes manifestaciones de
solidaridad en Europa. Sin embargo, esta indiferencia desapareció después de la
revolución rusa de 1917 y el apoyo declarado del gobierno soviético a la
liberación de las colonias. Esa revolución incluía una revuelta anticolonial de
los pueblos asiáticos oprimidos por el zarismo.
La proclamación por parte soviética del derecho de
los pueblos a la autodeterminación en 1917 suscitó un apoyo global masivo a
esta concepción. Expresaba asimismo un principio de la Internacional Comunista
–la Comintern–, fundada en 1919. El año siguiente, la Comintern convocó el
primer encuentro internacional de pueblos colonizados, el Congreso de los
Pueblos de Oriente, en Bakú, que reunió a casi dos mil delegados de países de
Asia, sobre todo de Asia Central y de Oriente Medio. Dicho congreso adoptó
resoluciones para orientar la lucha anticolonial. En 1922, una conferencia
análoga reunió delegaciones de Extremo Oriente.[1]
En 1925, el auge del movimiento revolucionario en
China se tradujo en huelgas de masas y en la movilización masiva de los
estudiantes. La primera acción unida de estas dos fuerzas fue objeto de un
ataque en Shanghai por el ejército británico, que mató a 52 personas chinas. El
Socorro Rojo Internacional, una filial semiautónoma de la Comintern, organizó
una respuesta potente. Esa iniciativa contaba con un dirigente genial, Willi
Münzenberg, un comunista alemán que reclamaba un esfuerzo de educación eficaz entre
las masas no politizadas y no comunistas. Pero ¿acaso las masas en Alemania,
que habían sufrido tanto a raíz del Tratado de Versalles, podían interesarse
por los problemas de los pobres despreciados de China?
En efecto, el Socorro Rojo apoyó la fundación de la
Liga contra el Colonialismo, con sede en Berlín, para organizar la ayuda al
pueblo chino. La Liga reunió donaciones, explicando que el precio de seis
cigarrillos permitía cubrir las necesidades de un obrero chino durante un día.
Una conferencia en Berlín reunió a más de mil personas para exigir la retirada
de las tropas coloniales de China. “Queremos una santa alianza de los pueblos
de todos los colores, una alianza de todos los oprimidos”, exclamó Münzenberg,
“para liberar a todas las personas que sufren.”[2] Socialistas
chinos tomaron la palabra en reuniones de obreros en Alemania, y en un mitin
celebrado en Pekín con cien mil asistentes intervino un orador socialista europeo
con un entusiasmo desbordante. Gracias a la red del Socorro Rojo, trabajadores
europeos y del tercer mundo se unieron por primera para oponerse al
colonialismo.
Al mismo tiempo, el Socorro Rojo hizo campaña para
ayudar a los rebeldes árabes en Siria y Marruecos, que estaban en guerra contra
las respectivas potencias coloniales, Francia y España. Una vasta campaña
denunció las masacres cometidas por Francia en Siria, donde murieron diez mil
árabes a raíz del bombardeo de Damasco. Se formó un comité independiente y
amplio para organizar la solidaridad con Siria.[3]
La solidaridad no solo se manifestó en el plano de
las ideas, sino de forma práctica. Los partidos comunistas de Francia y España
apoyaron la independencia de las colonias y animaron a los soldados coloniales
a confraternizar con los rebeldes, cosa que sucedió. Un desertor de la legión
extranjera francesa, por ejemplo, llegó a ser oficial y estratega del ejército
rebelde marroquí. En la marina francesa hubo revueltas, y 1.500 marineros
tuvieron que comparecer ante sendos consejos de guerra, mientras que 165
militantes comunistas fueron encarcelados. En aquella época, la Segunda
Internacional, la de los socialistas reformistas, rechazó siempre la
solidaridad anticolonial. Entonces, las iniciativas del Socorro Rojo en este
terreno se convirtieron en una verdadera fuerza en la política de las potencias
coloniales.[4]
Pero ¿cómo unificar estas campañas puntuales en un
esfuerzo común y continuo? Esta fue precisamente la finalidad del Congreso
contra la Opresión Colonial y el Imperialismo, que se reunió, después de
prolongadas vacilaciones por parte del régimen belga y del ejecutivo de la
Comintern, del 10 al 15 de febrero de 1927. Los 174 delegados representaban a
134 organizaciones de 34 países. El presidente de honor del Congreso, el famoso
físico Albert Einstein, se dirigió a las delegaciones con estas palabras: “A
través de vuestro congreso, los esfuerzos de los oprimidos por ganar la
independencia han adquirido una forma sólida.” Uno de los asistentes,
Jawaharlal Nehru, dirigente del Congreso Nacional Indio en la inmensa colonia
británica del sur de Asia, deseó “desde el fondo de mi corazón el pleno éxito
de vuestros debates”.[5]
Entre los delegados figuraban toda una serie de
conocidos dirigentes de la Segunda Internacional y de partidos burgueses
influyentes en las colonias, como el Congreso Indio, el Guomindang de China, el
Sarekat Islam de las Indias Neerlandesas –hoy Indonesia– y la APRA de Raúl Haya
de la Torre en Perú.[6] Durante
seis jornadas de debates se presentaron 16 informes sobre las diversas regiones
geográficas y estratégicas de la lucha antimperialista. En la sesión de
clausura se propuso fundar la Liga contra el Imperialismo y la Opresión
Nacional, con filiales autónomas en diversos países de todo el mundo. Un
historiador alemán, Kasper Braskén, resume el mensaje de este Congreso del modo
siguiente: “En cualquier lugar del planeta en que hay proletarios en la
miseria, habrá solidaridad en nombre de una comunidad internacional de
trabajadores a escala mundial.”[7]
La creación de la Liga suscitó entre los
fundadores, de manera totalmente inesperada, un espíritu de euforia. Un
historiador estadounidense trató de explicar este espíritu como un “sentimiento
de alivio, de alegría colectiva, de verse por fin recompensados por la
paciencia y el sufrimiento de generaciones humanas”.[8] Y
la Liga hizo muchas cosas, sobre todo en el terreno de la unidad por la
liberación panafricana.
Qué sorpresa, entonces, que esas esperanzas de los
fundadores no se hubieran realizado. Al cabo de tres años, la Liga había
perdido su dinamismo y no agrupaba más que a las corrientes comunistas y sus
simpatizantes. Se disolvió en 1935. En vez de describir este fin doloroso,
esbozaré las causas de este fracaso. Para mí hay tres factores primordiales.
La Liga no era un frente único del tipo que
preconizaba la Comintern desde 1921. Se presentaba como una entidad autónoma e
independiente. El comunista indio M. N. Roy quería que fuera “una intermediaria
neutral entre los movimientos anticoloniales y la Comintern”.[9] Sin
embargo, en realidad la Liga la administraba el aparato de la Comintern, que
actuaba entre bastidores. La Comintern no estaba dispuesta a compartir la
dirección. Los dirigentes de la Segunda Internacional se percataron de esta
contradicción y la aprovecharon para obligar a todos sus miembros a abandonar
la Liga.
Le frente único preconizado por la
Comintern en la época de Lenin consistía en una alianza con fuerzas nacionales
revolucionarias. Para tomar un ejemplo más reciente, pensemos en los
insurgentes cubanos dirigidos por Fidel Castro. No obstante, los movimientos
asociados a la Liga que acabo de mencionar –el Guomindang, el Congreso Indio y
el Sarekat Islam– eran todos partidos reformistas burgueses. Sus representantes
se retiraron muy pronto de la Liga, y el Guomindang lanzó una contrarrevolución
sangrienta contra los obreros chinos. Era admisible formar un bloque puntual
con estas fuerzas burguesas, pero su inclusión en un organismo de combate como
era la Liga era muy discutible.
Un año después de la fundación de la Liga, la
política de la Comintern cambió de orientación para entrar en el llamado tercer
periodo. A pesar de lo que reflejaba la realidad, el sexto congreso de la
Internacional Comunista declaró en 1928 que el mundo había entrado en una época
de revueltas y cambios revolucionarios en la que alianzas del tipo del frente
único eran nefastas y contrarrevolucionarias. Incluso estigmatizó a los
socialdemócratas diciendo que eran la nueva cara del fascismo. El historiador
francés Pierre Broué comenta que esta política era “una garantía certificada de
crueles derrotas”, haciendo referencia al triunfo de Hitler en Alemania.
Münzenberg se opuso a este viraje izquierdista, pero no pudo bloquearlo.
Entonces, nos dice Broué, la política de la Liga antimperialista “ya parecía
condenada”, pero “todo su acervo fue saqueado por la brutalidad de la ruptura y
el abuso de los ultimátums”. Todos los grupos no comunistas importantes abandonaron
la Liga o fueron expulsados.[10]
Tras la disolución de la Liga en 1935, la
Internacional Comunista se orientó hacia una alianza con fuerzas burguesas
progresistas en los países imperialistas –los llamados Frentes Populares–, cosa
que frenó los esfuerzos de la Comintern en pro de la liberación colonial. La
Comintern misma se disolvió en 1943. ¿Fin de la historia? De ningún modo.
Durante la segunda guerra mundial y después, numerosos países asiáticos se
liberaron del yugo colonial. Esto se produjo de dos maneras: en muchos casos,
como los de India e Indonesia, la dirección y la dinámica fueron burguesas; los
nuevos Estados creados eran capitalistas. En China, Vietnam y Corea, en cambio,
hubo revoluciones anticapitalistas dirigidas por partidos comunistas surgidos
de la Comintern.
Los avances de esta lucha se pusieron de manifiesto
en una conferencia celebrada en Bandung, Indonesia, en la que participaron
delegaciones de 29 países descolonizados de Asia y África que abarcaban a la
mayoría de la población humana. Las resoluciones adoptadas en Bandung
favorecían la neutralidad en la guerra fría y la liquidación rápida de todas
las colonias todavía existentes. En su discurso de clausura, el presidente
indonesio, Sukarno, rindió homenaje al congreso de fundación de la Liga
antimperialista, 29 años antes. Con referencia al congreso de Bruselas, dijo
que fueron la inspiración y los sacrificios de aquella alianza lo que hizo
posible el hecho de que “ahora seamos libres, soberanos e independientes”. Dijo
que no estaban obligados a reunirse en congreso en otro continente, es decir,
en Bruselas, en el corazón mismo del colonialismo.[11]
La Conferencia de Bandung dio nacimiento a un
agrupamiento diplomático de países del tercer mundo, el Movimiento de los No
Alineados, que desempeñó un papel modesto, pero positivo, en diferentes
contextos y que existe todavía actualmente. Para hallar una continuación más
auténtica del espíritu de la Liga Antimperialista, a mi modo de ver, debemos
referirnos a las iniciativas de la Cuba revolucionaria, como sus combates junto
a las fuerzas contra el apartheid en África y su alianza más
reciente con Venezuela, Bolivia y los países de la ALBA, es decir, la Alianza
Bolivariana para el pueblo de nuestra América.
Casi cien años después de la fundación de la Liga
antimperialista, su espíritu liberador sigue manifestándose en nuevos contextos
y con nuevas formas.
30/09/2018
Transcripción de la presentación en el panel La
aurora de nuestra liberación en el marco de la conferencia La
gran tradición, celebrada en Montreal del 17 al 20 de mayo de 2018.
Traducción: viento sur
[1] John
Riddell, ed., To See the Dawn, Baku, 1920: First Congress of the
Peoples of the East, Nueva York: Pathfinder, 1993; The First Congress
of the Toilers of the Far East, Londres: Hammersmith, 1970 (1922).
[2] Babette
Gross, Willi Münzenberg: A Political Biography, Lansing, Mi:
Michigan State University Press, 1974, pp. 182-183. Kasper Braskén, The
International Workers Relief, Communism, and Transnational Solidarity: Willi
Münzenberg in Weimar Germany, Basingstoke: Palgrave Macmillan 2015, pp.
151-161.
Frederick
Petersson, We Are Neither Visionaries nor Utopian Dreamers: Willi
Münzenberg, the League Against Imperialism, and the Comintern 1925-33,
tesis doctoral, Åbo Akademi University, p. 71.