Por Eduardo Camín
CLAE
Un
reciente informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) destaca l
os cambios demográficos, tecnológicos y en el medio ambiente que se perpetuán
en las prácticas de trabajo, los que están generando nuevas preocupaciones
sobre Seguridad y Salud laborales: cada año, más de 374 millones de personas
sufren lesiones o enfermedades a causa de accidentes relacionados con el
trabajo.
La ciencia, su praxis nos convencen de que las
cosas y los procesos que se producen en el mundo tienen dos aspectos; el
interno oculto en nosotros y el externo, aquel que podemos percibir. Así
conocemos lo que se encuentra en la superficie de los fenómenos, lo que nos
salta a la vista. Tal vez como nunca hoy aparece ante nosotros, como fenómeno
insoslayable las crisis de toda índole: comerciales, laborales, políticas,
sociales, ambientales.
Para muchos intelectuales de la autoayuda, crisis
significa ruptura, cambio mutación del desarrollo de un proceso, que puede ser
físico, psíquico, espiritual o histórico; marca el fin de lo viejo y el
principio de algo nuevo.
La OIT estima que los crecientes desafíos incluyen
riesgos psicosociales, el estrés relacionado con el trabajo y las enfermedades
no transmisibles, en particular enfermedades circulatorias , respiratorias, y
el cáncer.
Estima que la pérdida de días de trabajo debido a
causas relacionadas con la Seguridad y Salud en el Trabajo (SST) representa
casi cuatro por ciento del PIB mundial y, en algunos países el seis por ciento.
Manal Azzi, especialista técnica de la OIT en SST señaló que: “Además del costo
económico debemos destacar el inconmensurable sufrimiento humano que causan
estas enfermedades y accidentes. Estos son aún más trágicos porque en gran
medida son prevenibles”.
De cara al futuro, en su ambigüedad, el informe
destaca cuatro grandes fuerzas transformadoras que impulsan los cambios y
todas, indica, ofrecen oportunidades para mejorar.
En primer lugar, la tecnología – como la
digitalización, la robótica y la nanotecnología – pueden afectar la salud
psicosocial e introducir nuevos materiales con riesgos para la salud que no han
sido estimados. Si es aplicada correctamente, también puede contribuir a
reducir las exposiciones peligrosas, facilitar la formación y la inspección del
trabajo.
Los cambios demográficos son relevantes porque los
trabajadores jóvenes tienen tasas de lesiones profesionales significativamente
elevadas, mientras que los trabajadores mayores necesitan prácticas de
adaptación y equipo para trabajar de forma segura. Mientras tanto, las mujeres
– quienes se incorporan a la fuerza de trabajo en un número cada vez mayor –
son más propensas a trabajar en formas atípicas de empleo y corren mayores riesgos
de sufrir trastornos musculo-esqueléticos.
En tercer lugar, el desarrollo sostenible y el
cambio climático dan lugar a riesgos como la contaminación del aire, el estrés
por exceso de calor, las enfermedades emergentes, los cambios en las pautas
meteorológicas y en la temperatura, que pueden ocasionar la pérdida de puestos
de trabajo.
En fin, los cambios en la organización del trabajo
pueden dar lugar a una flexibilidad que permita que un número mayor de personas
se incorpore a la fuerza laboral, pero también puede causar problemas
psicosociales (inseguridad, menoscabo de la privacidad y del tiempo de
descanso, o una protección inadecuada en materia de SST y de protección
social), además de horarios de trabajo excesivos. En la actualidad, el 36 por ciento
de la fuerza de trabajo del mundo trabaja horas excesivas (más de 48 horas
semanales).
A la luz de estos desafíos, el estudio propone seis
ámbitos a los cuales los responsables políticos y otras partes interesadas
deberían dar prioridad. Estos incluyen mayores esfuerzos para anticipar los
riesgos nuevos y emergentes para la seguridad y la salud relacionados con el
trabajo, la adopción de un enfoque más multidisciplinario y el establecimiento
de vínculos más fuertes con la salud pública.
También es necesario mejorar el conocimiento
público sobre las cuestiones de SST. En fin, reforzar las normas
internacionales del trabajo y la legislación nacional, lo cual requerirá una
colaboración más estrecha entre los gobiernos, los trabajadores y los
empleadores.
La mayor proporción, de lejos, de las muertes
actuales relacionadas con el trabajo (86%) son causadas por enfermedades. En el
mundo, alrededor de 6.500 personas mueren cada día a causa de enfermedades
ocupacionales, en comparación con 1.000 por accidentes mortales en el trabajo.
Las principales causas son las enfermedades circulatorias (31%), los cánceres
relacionados con el trabajo (26%) y las enfermedades respiratorias (17%).
La contracara del Informe
“—Adiós —dijo el zorro—. He aquí mi secreto, que no
puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es
invisible para los ojos.
—Lo esencial es invisible para los ojos —repitió el
principito para acordarse.
—Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo
que tú has perdido con ella.”
(Antoine
de Saint-Exupéry. El principito. Francia: Éditions Gallimard, 1943)
Una vez más, los informes se suceden y se repiten.
Todos ellos aluden a la persistencia de diversos déficits en el ámbito laboral.
Una vez más, el gran ausente del debate sigue siendo el sistema capitalista,
cuya esencia está impregnada de estas injusticias.
Ya en 1919 al negociarse la Constitución de la OIT,
se aludió específicamente a la seguridad y la salud en el trabajo como un
principio fundamental de los derechos humanos. En su preámbulo, la OIT
destacaba: "Es urgente mejorar dichas condiciones (de trabajo) como por
ejemplo,... la protección del trabajador contra las enfermedades, sean o no
profesionales y contra los accidentes de trabajo."
Y sus primeras “recomendaciones” fueron sobre la
Prevención del Carbunco, 1919 (número. 3) Saturnismo (mujeres y niños) (número
4) y la Recomendación sobre el fósforo blanco, 1919 (número.6).
Tal vez existe un orden utópico en la mente del
hombre, tras cuya consecución, las etapas políticas enunciativas cobran un
significativo perfectivo, en la eterna meta de una convivencia más feliz para
los hombres. En realidad, en esta manipulación de las vigencias todos tendemos
a crear expectativas y cuando éstas no se cumplen debido a sucesos
"imprevistos" nos cuesta aceptarlo y renunciar a lo planeado.
Pero ocultas las contradicciones del cambio social,
la economía se manifiesta asimilando la doctrina del neoliberalismo,
sometiéndose a las reglas del crecimiento económico. Esta visión
económico-tecnocrática del mundo en lo social y los proyectos que se derivan de
ésta, son referentes sobre los cuales se elaboran las actuales políticas y
normativas en materia de derechos laborales.
Un ejercicio esencial, vital sobre el cual los
intelectuales institucionales del sistema de Naciones Unidas y de académicos “sistémicos”
hacen auténticos malabarismos para demostrar la existencia de una relación de
complementariedad entre democracia y economía de mercado, igualdad y
competitividad, progreso y desarrollo sostenible, “capitalismo progresivo”
(Joseph Stiglitz, 2019).
En esta vorágine de vocablos económicos se realizan
las propuestas sobre los derechos en materia laboral. Atrapados en una defensa
a ultranza del neoliberalismo e inmersos en su (ir) racionalidad terminan
siendo fieles administradores de su dinámica. Dicho de otra manera, todas estas
iniciativas no constituyen una razón alternativa a la economía de mercado sino
que forman parte de su realidad.
Insistimos, en estos aspectos porque ética y
moralmente el capitalismo no tiene límites y no posee objetivos específicos en
materia de derechos laborales, más allá de la explotación y la generación de su
plusvalía. El empeño en explotar más intensamente no es simplemente el producto
de la codicia, ni siquiera de una obsesión ideológica neoliberal, sino la
dinámica inherente al propio sistema.
En este sistema, en su fase actual, el factor
humano no tiene peso para cuestionar o imponer límites a su marcha. Las
normativas existen, la "comunidad internacional" ha definido a través
de sus instrumentos y organismos internacionales su aplicación, pero a pesar de
los enfervorizados discursos en la Conferencia Internacional del Trabajo y las
maravillosas virtudes del diálogo social tripartito, las cuestiones esenciales
para los derechos de los trabajadores siguen brillando por su ausencia.