Por: Néstor Kohan
El
capitalismo a debate
Después
de varias décadas de guisos recalentados posmodernos, sopas
"posmarxistas", ensaladas reformistas y postres
"poscoloniales" a la carta, la discusión sobre el capitalismo mundial
vuelve al centro de la mesa. En los movimientos sociales, en las organizaciones
políticas y en el mundo cultural. Ya nadie se conforma con los
"microrrelatos", los "micropoderes", la
"microhistoria". Todos los pretextos y malabarismos para no hacerse
cargo de las crisis salvajes que atraviesan al sistema capitalista son apartados,
como migajas sucias, fuera del mantel.
El
incendio de la crisis del 2008 no se apaga. El fuego se extiende. El planeta
cruje. Cada vez se vuelven más impostergables las explicaciones totalizantes
sobre lo que atravesamos.
¿Estaremos,
por fin, en una época de capitalismo "desterritorializado" e
interdependiente, sin imperialismos, metrópolis, dependencias ni periferias,
donde un grupo de vendedores ambulantes de un barrio perdido de Haití juega el
mismo papel en el sistema mundial que el Bundesbank alemán, una aldea lejana de
Indonesia tiene el mismo rango de poder financiero y político-militar que Wall
Street o el Pentágono? ¿O tal vez sigamos ubicados, aunque no nos demos cuenta,
en el antiguo capitalismo keynesiano de posguerra, con cadenas de producción de
valor ancladas en cada país y capitales regulados a escala puramente nacional?
¿Fue totalmente inocua la contraofensiva capitalista iniciada en septiembre de
1973 en Chile, luego extendida a la Argentina de 1976 y finalmente aplicada
durante 1979-1980 en el Londres de Margaret Thatcher y en el Washington de
Ronald Reagan? ¡Qué alguien acerque una explicación por favor y nos aclare el
panorama!
¿No
estaremos viviendo quizás una nueva fase del imperialismo, en la cual se
combinan las revoluciones tecnológicas del capitalismo tardío que estudió
Ernest Mandel, los cinco monopolios mundiales que explicó Samir Amin y la
reconquista planetaria por desposesión sobre la que nos alertó David Harvey?
Sea cual
sea la respuesta correcta, lo que está claro es que a partir de la crisis feroz
del 2008 y la reconversión de los antiguos fanáticos del libre comercio en
"proteccionistas" y "guerreros comerciales" (EEUU,
Alemania, China, etc.), sumadas a las invasiones, bombardeos, bloqueos económicos
e intervenciones políticos-militares imperialistas de la última década,
cualquier análisis serio del presente ya no puede seguir repitiendo los tics,
los slogans y las modulaciones de la "coexistencia pacífica" de 1960.
Aquel
tosco y demasiado inocente "pacifismo" de Nikita Kruschev de los
viejos documentales en blanco y negro; una década más tarde adoptado en las
metrópolis occidentales por el eurocomunismo (acompañado de refinadas y
exquisitas argumentaciones epistemológicas), hoy… ¡atrasa!
Plantear
que la gran meta estratégica del comunismo es… "la paz" (así, en
general, como hablaban los soviéticos) y la defensa de "la
democracia" (también en general, sin especificaciones ni apellidos), está
demodé. No va más. No se corresponde con el planeta en que vivimos.
¿Flower
power frente al imperialismo o estrategia comunista?
El mundo
cambió. Lamentablemente no lo hizo para mejor. El hippismo de John Lennon y
Yoko Ono, junto con el flower power, quedaron en el hermoso rincón
de la nostalgia estética y la memoria musical. Lejos de aquellos pelos largos y
sus protestas pacifistas en las sábanas blancas, nuestro mundo actual se parece
mucho más a las sombrías imágenes distópicas donde proliferan las invasiones,
las bases militares a escala planetaria, la vigilancia global, la represión de
las masas empobrecidas migrantes y las guerras por recursos naturales no
renovables.
Si
tenemos los pies sobre la tierra y no confundimos el principio del placer (y la
imaginación psicodélica) con el principio de realidad, el trauma de la caída
del Muro de Berlín y las añejas nostalgias, hoy inoperantes, deben superarse de
una buena vez. De nada sirve invocarlas periódicamente para reinventar nuevos
reformismos.
En un
libro reciente, Estudiando la contrainsurgencia de Estados Unidos. Manuales,
mentalidades y uso de la antropología (2019), el antropólogo
mexicano Gilberto López y Rivas describe el sistema mundial capitalista de
nuestra época. Es sólo un intento posible, pero a nuestro entender muy útil y
realista.
A la hora
de definir las características centrales y el tipo de capitalismo que predomina
en nuestros días, el autor de hecho impugna las versiones apologéticas de una
supuesta globalización "homogénea, plana, sin asimetrías ni desarrollos
desiguales". Gilberto López y Rivas plantea que el sistema capitalista de
nuestro presente conforma un imperialismo global lanzado sin escrúpulo alguno a
una "recolonización del mundo". Su tesis, arriesgada y precisa,
desmonta en la práctica ese lugar común de las academias (financiadas por
fundaciones "desinteresadas" como la NED o la USAID) según la cual
"en un mundo globalizado, gobernado por la información y el capitalismo
cognitivo, Estados Unidos, Europa occidental y los países capitalistas más
desarrollados ya no necesitan de América Latina, África ni los países
pobres de Asia, es decir, del Tercer Mundo". Esa formulación trillada,
repetida hasta el cansancio por especialistas en guerra psicológica, opinólogos
del marketing mediático y diletantes varios a sueldo del imperio, se da de
bruces con las guerras permanentes contra países periféricos, los bombardeos
"humanitarios" contra los llamados "estados fallidos", las
invasiones político-militares contra las sociedades dependientes, los bloqueos
económicos y comerciales contra cualquier gobierno desobediente —despectivamente
nombrado como un "régimen" por el sólo hecho de no arrodillarse ante
las órdenes de las embajadas estadounidenses, la Unión Europea o las recetas
del FMI y el Banco Mundial— y el saqueo ininterrumpido de los recursos
naturales y la biodiversidad del Tercer Mundo. Ese proceso renovado de
dominación y apropiación o el intento de llevarlo a cabo por métodos violentos,
constituye la manifestación de un "neocolonialismo imperialista",
según el riguroso análisis de Gilberto López y Rivas. Toda una definición.
El
arcoíris de la bandera roja
Dentro de
ese contexto global, no cabe la pasividad. Las resistencias son múltiples.
Aunque no todas tienen la misma capacidad de organización, movilización ni la
misma nitidez ideológica para convocar y unir a escala internacional los enojos
populares, las rebeldías antisistémicas y las disidencias contra "el nuevo
orden mundial", cada día más caótico, cruel y despiadado. Las banderas de
las masas oprimidas y los movimientos sociales a escala planetaria tienen los
colores más diversos, desde el verde ecologista y el violeta feminista hasta el
emblema multicolor LGTBI, entre muchísimas otras expresiones de la palestra
rebelde. Pero de todos los colores y matices, necesariamente variados y
coexistentes, creemos que el horizonte rojo del marxismo sigue siendo la
perspectiva teórico-política más abarcadora, inclusiva e integradora y la que
permite articular y unir todas las demás rebeldías a escala mundial, como hace
algunos años señaló la pensadora de Estados Unidos Ellen Meiksins Wood en su
conocido libro La renovación del materialismo histórico. Democracia
contra capitalismo (2000).
La nueva
resistencia. Polémicas a 90 años de la
Primera
Conferencia Comunista sudamericana
Hace
"apenas" 90 años, cuando no existía internet ni la TV, destacamentos
de diversas organizaciones revolucionarias de Nuestra América se reunieron en
Buenos Aires [Argentina] para organizar la resistencia de las clases
trabajadoras, el mundo plebeyo y popular. Se trataba entonces de enfrentar en
forma unida y organizada al imperialismo de aquel tiempo y su famosa crisis
capitalista de 1929.
La
reunión de 1929 tuvo lugar en Nuestra América, diez años después de que en 1919
los bolcheviques fundaran la Internacional Comunista (de la que se cumplen
actualmente 100 años).
La obra
que reúne las intervenciones, ponencias, debates y discusiones de aquel rico
encuentro histórico lleva por título El movimiento revolucionario
latinoamericano. Versiones de la Primera Conferencia Comunista latinoamericana
del 1 al 12 de junio de 1929. Fue editada por "La correspondencia
Sudamericana", Buenos Aires, 1929. El grueso volumen —durante muchos años
en poder de escasos coleccionistas— hoy se puede leer y descargar íntegra y gratuitamente
del siguiente link: http://cipec.nuevaradio.org/?p=92 [El
ejemplar escaneado lo hemos obtenido de la biblioteca personal del historiador
marxista Rodolfo Puiggrós, de allí que varias páginas lleven el sello de su
archivo].
En
algunas investigaciones y libros intentamos analizar los ejes y discusiones de
aquella legendaria reunión que intentaba desarrollar en Nuestra América las
enseñanzas de Lenin y los bolcheviques, tomando mate, escuchando música
latinoamericana y conversando en idioma castellano. No abundaremos ahora en
esos análisis.
Sin
embargo, 90 años después, nos enteramos que en abril de 2019 se han vuelto a
reunir organizaciones comunistas de varios países (Argentina, Bolivia, Brasil,
Chile, Colombia, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela) en Montevideo, Uruguay.
Estas organizaciones han publicado un documento conjunto donde, invocando
aquella Conferencia Comunista de 1929, intentan describir cómo ven el
capitalismo actual y cuales deberían ser las estrategias y tácticas para luchar
contra él.
Puede
consultarse la Declaración del Encuentro de Partidos Comunistas de
Suramérica en el siguiente link:
http://www.pcu.org.uy/index.php/noticias/item/3110 (fechada
en la web el 30 de abril de 2019).
A esa
reunión no asistieron todos los comunistas del continente. Algunos
nucleamientos, incluso, realizaron fuertes críticas al documento. Por ejemplo,
puede consultarse: A propósito de la Declaración de Montevideo. Respuesta
del Comité Central del Partido Comunista de México, en el siguiente
link:
http://comunistas-mexicanos.org/partido-comunista-de-mexico/2213-por-cuestion-de-principios(fechada
en la web el 24 de mayo de 2019).
Hasta
donde sabemos y tenemos noticias, la organización comunista de Cuba (en otras
décadas, en vida de Fidel, cabeza ideológica de la revolución continental
nuestro-americana) no sólo no ha participado sino que además ni siquiera se ha
manifestado acerca de ninguna de las dos posiciones encontradas. Desde que fue
disuelto el célebre "Departamento América" del comunismo cubano
(otrora conocido como "Departamento de Liberación Nacional", bajo
dirección de Manuel Piñeiro Losada ["el gallego"; comandante
"Barbarroja"]), Cuba se pronuncia a escala internacional
prioritariamente a través de su Ministerio de Relaciones exteriores. Pero en
esta ocasión ni siquiera por esa vía oficial-diplomática-institucional se han
escuchado o leído pronunciamientos cubanos.
En medio
de este debate político-ideológico abierto a escala continental y ante el
silencio de Cuba, una tercera organización que hasta hace muy poco tiempo se
reclamaba y definía como comunista, tampoco se pronunció en el debate, pues
está atravesando una crisis aguda al borde de la división, hecha pública por
todos los medios de comunicación del mundo. Se trata de las antiguas FARC-EP
[Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo, vinculadas
anteriormente al Partido Comunista Clandestino de Colombia – PCCC], definidas
antes de su desarme, reconversión y de la firma con el Estado colombiano como
un "partido comunista en armas".
Lo que
está claro es que ya nadie se atribuye ni ejerce la función internacional de
"partido guía". Ni el antiguo partido comunista de Rusia (que
lideraba el universo "prosoviético"), ni el de China (otrora a la
cabeza de la constelación maoísta), ni el de Corea del norte, ni el de la
antigua Albania, ni el de Grecia, ni el ya mencionado partido comunista de Cuba
(durante décadas, faro de las insurgencias latinoamericanas e incluso con
influencias directas en las Panteras Negras de EEUU). Aunque existen
afinidades, simpatías y acercamientos internacionales, el comunismo mundial ya
no tiene Vaticano ni Meca ideológica.
Y si esto
sucede con el mundo comunista, algo no demasiado distinto experimenta también
la galaxia de corte trotskista, dividida en no menos de ocho coordinadoras,
todas autobautizadas "Cuarta Internacional", pero en la práctica
ninguna de ellas aglutina más de diez representaciones, de distintos países (en
el caso de las mayoritarias, varias otras están integradas por apenas dos o
tres grupos distintos).
Contrainsurgencia,
correlación de fuerzas y problema nacional
El debate
abierto en 2019, entonces, tiene muchas aristas. Desde cómo definir el nuevo
tipo de capitalismo mundial hasta el proyecto alternativo por el cual se debería
luchar si se pretende resistir y cambiar el mundo.
¿Los
marxistas y en particular los comunistas deben tener un proyecto progresista,
de reformas democráticas y en defensa de la paz o, en cambio, deberían tratar
de construir alianzas y acumular fuerzas en función de un proyecto
revolucionario, antimperialista y anticapitalista? Cuando avanzan las fuerzas
de la extrema derecha, neofascistas y antinstitucionales (en el caso
latinoamericano: Brasil, Colombia, ambos bajo los paraguas de Estados Unidos e
Israel, aunque algunas de estas corrientes neofascistas también proliferan en
Europa), ¿las fuerzas comunistas deben defender, como estrategia, el
parlamento, la legalidad, la constitución y la paz a cualquier costo o, en
cambio, se deben preparar para enfrentar mediante todas las formas de lucha
posible la contrainsurgencia, hoy realimentada y atizada en tiempos de ofensiva
capitalista?
En el
plano de la estrategia a largo plazo, cuando en América Latina "el ciclo
progresista" se debilitó notablemente y la derecha más agresiva muestra su
puño de hierro, ¿los comunistas deben promover frentes democráticos, siguiendo
las viejas consignas de Jorge Dimitrov y el Séptimo Congreso de la
Internacional Comunista de 1935 o en cambio deben propiciar un frente único de
las fuerzas revolucionarias, antifascistas, antimperialistas y
anticapitalistas?
En el
ámbito de las tácticas a corto plazo, ¿cuál debería ser la propuesta a
presentar en el seno de los movimientos de masas para derrotar a los gobiernos
neoliberales (Macri en Argentina, Bolsonaro en Brasil, Duque-Uribe en Colombia,
Piñera en Chile, etc.)? ¿Priorizar "la paz y la democracia",
diluyéndose en partidos tradicionales del sistema que encabecen las encuestas
electorales, sin mostrar la identidad propia (o incluso escondiéndola) o, por
el contrario, promover frentes unitarios de liberación que tengan como objetivo
recuperar la soberanía nacional pisoteada por el imperialismo (desde lo
económico, lo productivo y lo financiero hasta lo territorial y lo geopolítico)
y por lo tanto tratar de influir ideológicamente en las grandes masas que
participan de procesos electorales con una identidad definida a través de un
programa antineoliberal pero al mismo tiempo proponiendo medidas
antimperialistas y con perspectivas anticapitalistas?
La
disyuntiva es actual, es urgente, pero tiene larga historia.
Recordemos
que ya en aquella Conferencia Comunista de 1929 el grupo liderado por Victorio
Codovilla (con anuencia del PC de la Unión Soviética, presente a través del
bujarinista Jules Humbert-Droz ["camarada Luis"]) terminó imponiendo
la estrategia continental de la revolución democrática burguesa,
"agraria-antimperialista", basándose en su supuesto
"feudalismo" latinoamericano. Posición hegemónica que enfrentó, con
nombre y apellido, las propuestas de los delegados de José Carlos Mariátegui,
quien proponía como estrategia continental lo siguiente: "La misma palabra
revolución, en esta América de las pequeñas revoluciones, se presta bastante al
equívoco. Tenemos que reivindicarla rigurosa e intransigentemente. Tenemos que
restituirle su sentido estricto y cabal. La revolución latinoamericana será
nada más y nada menos que una etapa, una fase de la revolución mundial. Será
simple y puramente la revolución socialista. A esta palabra agregad, según los
casos, todos los adjetivos que queráis: «antiimperialista», «agrarista»,
«nacionalista-revolucionaria». El socialismo los supone, los antecede, los
abarca a todos" (editorial de la revista Amauta:
"Aniversario y balance" [septiembre de 1928].
Noventa
años después, reaparece el debate. Nos quedamos sólo en la defensa de "la
democracia" a secas, en general, o nos esforzamos por disputar la
hegemonía político cultural tirando de la cuerda hacia posiciones socialistas,
entrecruzadas, en Nuestra América, con antiguas, postergadas e irresueltas
demandas étnico-nacionales (como sucede con la nación mapuche, los más de
treinta pueblos-naciones del estado plurinacional de Bolivia, los pueblos
originarios del Perú, los del Ecuador, los de Guatemala, los de México, etc.).
¿Tiene
sentido suicidar una insurgencia? Balance de inventario
Al
evaluar las diferencias actuales entre los comunistas del cono sur y los
mexicanos, no debería perderse de vista el contexto regional y la correlación
de fuerzas a escala continental.
En ese
horizonte, preguntamos con la cabeza fría y absoluta serenidad: ¿fue una buena
decisión desarmar (¿o suicidar?) el mayor ejército revolucionario del
continente cuando proliferan y se multiplican las bases militares
estadounidenses? (Sobre este tema puede consultarse la voluminosa obra de Telma
Luzzani (2012): Territorios vigilados. Cómo opera la red de bases
militares norteamericanas en Sudamérica. Buenos Aires, Editorial
Debate). Desde 2012, cuando ese documentado libro se publicó, hasta hoy, las
bases militares estadounidenses han ido en aumento. No es ningún secreto que el
gobierno del presidente Macri ha entregado parte del territorio argentino para
esas nuevas bases. En el libro Estudiando la contrainsurgencia de
Estados Unidos (2019) de Gilberto López y Rivas se encuentran
varias descripciones detalladas de los distintos tipos de bases operativas
estadounidenses fuera del territorio norteamericano.
Al
levantar la barrera geopolítica que la insurgencia comunista —con una
experiencia práctica de más de medio siglo de lucha— interponía entre los
estados de Colombia y Venezuela, ¿no se les dejó las manos libres al
paramilitarismo y al narco estado colombiano para que arremeta contra el
gobierno bolivariano del chavismo e intente, de la mano de los
"halcones" del Pentágono y la administración Trump, derrocarlo por
vías violentas?
¿Quizás
el gobierno cubano imaginó que, ayudando a desactivar, en nombre de "la
paz", el último contingente político-militar comunista de envergadura, se
aflojaría el bloqueo criminal norteamericano contra esa isla heroica y rebelde?
Por lo poco que uno conoce, parecería ser que dicho bloqueo está más duro que
nunca…
¿Tal vez
el gobierno del presidente legítimo de Venezuela, pensó que, desaparecida la
guerrilla bolivariana, el estado colombiano iba a respetar, finalmente, la ley,
el derecho internacional y la "buena vecindad"? Las apariencias
indican lo contrario. Desaparecidas las FARC-EP como fuerza beligerante, el
uribismo (el oficial y el paralelo) está más cebado que nunca… y sus
paramilitares pueden disponer de la frontera para cometer todo tipo de
fechorías y felonías contra el valeroso y abnegado pueblo venezolano.
Mientras
tanto, al interior de Colombia, el Estado ha ejecutado a 135 ex combatientes,
desarmados, asesinados a sangre fría. Sin contar toda la militancia social y de
derechos humanos que ha sido reprimida en los últimos meses.
Hasta el
periódico The New York Times, insospechado de posiciones marxistas,
publicó en Estados Unidos un artículo firmado por Nicholas Casey, generando un
revuelo de alcance internacional. Allí alerta sobre las ejecuciones
extrajudiciales en Colombia, el papel del ex presidente Uribe y el desconocimiento
permanente del actual presidente Duque a los acuerdos de paz. Hasta 79
congresistas del Partido Demócrata de los Estados Unidos han pedido a la Casa
Blanca suspender todo apoyo a los saboteadores (estatales) de la paz en
Colombia.
Según el
diario norteamericano, el gobierno ultraderechista de Iván Duque y sus
principales mandos militares ordenaron volver a la sucia práctica de las
"falsos positivos". Esto es, ejecutar a civiles disfrazándolos de
insurgentes y aumentar los "caídos en combates" (falsos) a como dé
lugar. Hasta tal punto el periódico The New York Times dio en
la tecla que las fuerzas armadas de Colombia iniciaron una investigación
interna para descubrir las fuentes militares que dejaron fluir la información
de esos nuevos operativos contrainsurgentes. Ante semejante evidencia, ¿tiene
sentido seguir tercamente abrazados a un papel firmado en La Habana del cual la
burguesía colombiana y su inmenso aparato de guerra se ríe en público?
Neutralizar,
desarmar, dividir y aniquilar
Esas parecen
haber sido las fases estratégicas de la contrainsurgencia colombiana, dirigida
con mucha precisión desde Estados Unidos e Israel. Quizás haya llegado la hora
de interrogarse por las debilidades ideológicas que permitieron semejante
operación. ¿O fue sólo "perfidia"? ¿Alcanza la categoría de
"perfidia" para explicar todo ese proceso?
En ese
contexto se inscribe el triste y bochornoso "affaire" en torno al
secuestro —completamente ilegal y tirado de los pelos— de Jesús Santrich,
acusándolo de narcotraficante, burdo montaje al mejor estilo DEA/CIA. ¿Cómo
explicarlo?
Valiéndose
de un montaje digno del famoso computador mágico de Raúl Reyes (de donde
brotaban los delirios más hilarantes, las historias más descabelladas), se
reclutó a un militante de la organización, siguiendo el manual de operaciones
de la CIA. Todo el mundo recuerda cómo Philip Agee, antiguo agente de "la
compañía" que escribió hace décadas un libro famoso: Inside the
Company [traducido al castellano con el título Diario
de la CIA], describe el clásico método de reclutamiento de la
inteligencia estadounidense: el dinero. Mediante este método, el montaje
DEA/CIA contra el revolucionario ciego Santrich, apeló una vez más a la figura
del "arrepentido" (así los llamaban en la Italia de los años ’70
cuando el estado burgués venció a las Brigadas Rojas; en Argentina los
denominaban "quebrados", en cada país se los conoce con nombres
diferentes. Pero en este caso no se trata de algún antiguo militante
revolucionario que no aguanta la tortura y colabora —como en Italia o
Argentina—sino de alguien que se cruza de bando sin apremios físicos sino a
partir del dinero). En el montaje contra Jesús Santrich (dirigente insurgente
comunista y bolivariano, pero también escritor, poeta, músico y filósofo), su "acusador"
tomó un vuelo inmediato hacia los EEUU donde inmediatamente comenzó a trabajar,
según los medios de comunicación, para la DEA, como en la serie más imaginativa
de Netflix).
¿Qué
objetivo persiguió ese injusto, ilegal y cruel encarcelamiento?
En nuestra
opinión los objetivos fueron varios.
Además de
la humillación pública de un dirigente revolucionario conocido a escala
internacional —típica operación de guerra psicológica para causarle bajas
morales a la tropa enemiga—, el principal objetivo consistió en dividir a las
FARC y a todos los comunistas de Colombia. Generar intrigas, enfrentar entre sí
a los revolucionarios, debilitar todo proyecto de cambio. Una vieja receta… que
el reformismo acepta con tal de que el sistema lo tolere.
Las
pruebas están a la vista. Parte de la dirigencia oficial del nuevo partido
reciclado, que ya no menciona la palabra "marxismo" ni
"comunismo", trató de desentenderse de Santrich. Incluso alguno de
sus editorialistas estrellas, ahora converso, dio cierta credibilidad al montaje
oficial dejando en manos de la víctima la carga probatoria de su inocencia, en
lugar de negar rotundamente lo que a todas luces era una maniobra fabricada
artificialmente contra uno de sus compañeros. Ese mismo editorialista estrella
que, con evidentes intenciones de provocación política, acusó a Iván Márquez de
estar "asesorado" por expertos trotskistas extranjeros. ¡La derecha
feliz, aplaudía a rabiar! La familia comunista se desangraba y dividía sin pena
ni gloria a cambio de… nada.
Eso
motivó que Iván Márquez, principal líder insurgente (quien en agosto de 2017
quedó primero en las votaciones de la nueva organización con 888 votos,
mientras que Rodrigo Londoño Echeverri ["Timoléon Jiménez",
"Timochenko"] quedó en el quinto puesto, por debajo incluso de los
votos obtenidos por Jesús Santrich), escribiera una carta pública titulada
"A los guerrilleros en los ETCR y a todos los colombianos" que se
puede consultar en el siguiente link:
https://www.lahaine.org/mundo.php/a-los-guerrilleros-en-los (publicada
en la web el 21 de mayo de 2019). En ella hacía una autocrítica pública por la
entrega de armas al estado colombiano antes de concretar lo prometido.
En lugar
de leer con humildad el llamamiento, reflexionar en conjunto, asumir
debilidades y pensar un plan colectivo a futuro para intentar reconstruir —en
las nuevas condiciones— lo políticamente perdido, la carta pública de Iván
Márquez fue respondida al instante por Rodrigo Londoño quien
"decretó" que Iván Márquez… era separado de las FARC. La decisión de
Londoño fue aplaudida por toda la derecha y los medios de comunicación
monopólicos, amenazando a los dirigentes políticos, ex guerrilleros, ante un
eventual regreso a la lucha.
Cumplido
el objetivo, Santrich es puesto en libertad. Estados Unidos y el narco estado
colombiano ya habían obtenido lo que querían.
Reflexionando
"Desde un oscuro rincón del mundo"
Hace
medio siglo el viejo profesor marxista Rodolfo Puiggrós escribió que como los
argentinos no hemos logrado tomar el poder y hacer nuestra propia revolución
socialista vamos por el mundo inspeccionando revoluciones ajenas. Esa filosa
ironía de Puiggrós, lúcida y sabia, me acompaña desde la primera vez que la leí.
Es un llamado a la humildad. Un bien escaso en nuestra izquierda. No obstante,
respetando las decisiones políticas de cada país, al menos se puede opinar.
Creemos
que las únicas opciones revolucionarias no son las que se autodenominan
exclusivamente "PC". Mucha agua ha corrido bajo el puente desde la
Conferencia Comunista de 1929 y de la otra, aún más grande, de 1960 ("de
partidos comunistas y obreros"), por mencionar sólo dos.
Si
dejamos de lado las denominaciones y las autoproclamaciones: ¿dónde está representado
hoy el movimiento revolucionario latinoamericano? La respuesta no es tajante ni
matemática. Está en el espacio de los "PC" pero también en otros
espacios políticamente contiguos, que muchas veces se han formado en polémica
con los "PC".
Existen también
otras coordinaciones, no denominadas exclusivamente "PC", pero que
implícitamente asumen esa cultura, como el Movimiento Continental Bolivariano
(MCB), donde el marxismo y la herencia de Lenin se entrecruzan con las
historias de lucha independentistas (en este caso simbolizadas en la figura de
Simón Bolívar, aunque también habría que agregar al Che Guevara). ¿No será hora
de revitalizarlo y ampliarlo?
Y en
paralelo también existen movimientos que se nutren del marxismo,
entrecruzándolo con el indianismo revolucionario (como en el caso de Bolivia y
el de Chiapas), o también con la teología de la liberación, de inspiración
marxista y cristiana (como es el caso de Brasil y de algunos países
centroamericanos).
En todos
estos casos y espacios, una de las claves centrales para afrontar los desafíos
pendientes es asumir una posición internacionalista que no dependa de
"capitales" ni "vaticanos" o "mecas" ideológicas:
sea Moscú, Pekín, La Habana, París, Atenas, etc.
La
discusión entre reformismo y revolución se ha complejizado. ¿Cincuenta años de
guerra civil sólo para alcanzar la paz? ¿No estaba en la agenda la
transformación social, la toma del poder, la revolución? Quien haya visto
siquiera en la web algún video del viejo Manuel Marulanda sabe perfectamente que
el líder insurgente con más años de insurgencia de todo el continente (pues
comenzó incluso antes que Fidel) repitió una y mil veces: "Que nadie se
confunda. Nosotros luchamos por el poder. Ese es el mejor sueño y el más grande
que hemos soñado: el poder" (se puede buscar en youtube o en otras
plataformas de la web. Mientras dice esto, el viejo líder colombiano se sonríe
ante la cámara).
Lo que
quizás habría que preguntarse y explicar es el desarme ideológico, anterior a
todo desarme político o militar. ¿Cómo y por qué razones se llevó a cabo? ¿Cómo
se podría revertir? Aunque importantísimo, quizás la cuestión no sea en qué
momento se realizó "la dejación de las armas", sino las razones por
las cuales se tomó semejante decisión política.
Tampoco
resulta determinante si en el cono sur únicamente se plantea la lucha por la
democracia y el progresismo, dejando el socialismo para un horizonte ya
indistinguible en el tiempo y en el espacio. El problema es que se ha vuelto a
reflotar la muy antigua cultura del "frente democrático". Aquellas
viejas tesis de Dimitrov, pero de una manera muchísimo más light y
descafeinada.
Porque
una cosa es que, en una coyuntura determinada, en una situación concreta, no
haya fuerzas suficientes para plantearse la tomar del poder y el socialismo y
algo totalmente distinto es que ese proyecto se archive definitivamente y se
abandone para la eternidad. Recordamos cuando el joven Hugo Chávez dijo, con
enorme lucidez y valentía política: "Hemos fracasado….por ahora".
Otra sería la historia de este continente si hubiera dicho: "Hemos
fracasado". Y punto.
En
nuestra modesta opinión, no se trata de volver a la nostalgia, ponerse una
camiseta con la sigla CCCP (URSS), como suelen hacer algunos jóvenes que
cultivan la moda "retro". Tampoco se trata de seguir girando en torno
a si Trotsky reprimió anarquistas en Kronstadt y si Stalin a su vez asesinó a
Trotsky y si a su turno Kruschev traicionó a Stalin volcándose hacia el
pacifismo, redoblado hasta el paroxismo por el eurocomunismo y así de seguido.
No. Definitivamente no.
Lo que se
trata es de abandonar el síndrome del Muro de Berlín. Recuperar la ofensiva
ideológica. Tener los pies en la tierra y no caer en la doble moral de
proclamar consignar ultra-radicales manteniendo una practica cotidiana
ultra-reformista. Sabemos que la coyuntura no juega a nuestro favor. Pero no
abandonemos la perspectiva revolucionaria.
Si en un
contexto de contrainsurgencia global, las organizaciones marxistas
revolucionarias tienen que hacer alianzas con fuerzas que no son
anticapitalistas, habrá que ser flexibles. Los movimientos de liberación
nacional (recordemos el ejemplo vietnamita, por no mencionar otros más
cercanos) así lo exigieron. Pero eso no implica diluirse, borrar la propia
identidad, carecer de una estrategia propia ni soltar para siempre el sueño de
la revolución socialista.
"Todo
es ilusión, menos el poder", escribió Lenin alguna vez. Mariátegui, Mella
y Farabundo Martí se plantearon el poder, incluso cuando no pudieron
concretarlo. Fidel, el Che, Marulanda, Marighella, etc. siguieron ese camino.
Otros y otras, que no se definieron dentro de la cultura "PC" (como
Robi Santucho, Raúl Sendic, Miguel Enríquez, Carlos Fonseca, Roque Dalton,
Camilo Torres, etc,) en la práctica… dieron su vida por la revolución y el
comunismo. Se llamaran como se llamaran. Su memoria, que es la nuestra, se
merece mucho más que ir a remolque de la burguesía.