Sobre el ejército de reserva industrial y las
migraciones
Por Pietro Basso
[A continuación publicamos la
concisa intervención de Pietro Basso en la conferencia internacional “Marx
2019. Repensar las alternativas” que se celebró en Pisa del 8 al 10 de mayo de
2019. Entre las personas que participaron, se pueden citar a Ricardo Antunes,
Marcello Musto, Michel Löwy, Silvia Federici y Himani Bannerji.]
Aunque se presta mucha atención a su pensamiento,
Marx es instrumentalizado tanto por la derecha como por la izquierda,
especialmente en Italia y en Alemania, pero a menudo también más allá de
Europa, para legitimar políticas de cierre de fronteras contra las personas
migrantes. Este uso abusivo del pensamiento de Marx se basa en sus análisis del
ejército industrial de reserva y la emigración en el capitalismo, amputándole
de sus conclusiones políticas.
La categoría de ejército industrial de reserva
tienen una enorme importancia en la crítica marxista de la economía política.
Ya en los Grundisse, Marx abordaba una
contradicción esencial, consubstancial al modo de expansión del capital. Este
último, escribe Marx, tiene un único fin: el auto desarrollo sin límites. Para
eso, le resulta necesario aumentar constantemente el tiempo de trabajo
suplementario, la parte del tiempo de trabajo no retribuido realizado por el
proletariado y, al mismo tiempo, aumentar las jornadas de trabajo simultáneas,
es decir, la masa de personas asalariadas. ,
Al capital se le presentan dos
opciones: alargar la jornada laboral, y aumentar la productividad del trabajo
mediante la contribución de la técnica. Pero el aumento de la productividad del
trabajo provoca una disminución relativa de la mano de obra ocupada. Citemos a
Marx: “Aunque el capital tiende a aumentar la población trabajadora [la
condición previa al aumento de la plusvalía], de forma constante, convierte a
una parte de ella en mano de obra excedentaria, haciéndola inservible hasta que
esté en condiciones de aprovecharla” 1/. Es una contradicción
insoluble en el capitalismo, independientemente del hecho de que, según la
coyuntura y el lugar, se manifiesta bajo formas y grados diferentes, tal y como
está pasando ahora mismo con una cantidad enorme y creciente de personas
paradas e infraocupadas.
La estrecha relación que vincula la acumulación y
el excedente de mano de obra se analiza de forma más profunda en El
Capital. Se aborda explícitamente como resultado de la productividad del
trabajo y de la composición del capital. Marx explica que la demanda de fuerza
de trabajo aumenta con la progresión de la acumulación de capital siempre que
su composición orgánica (relación entre capital-máquina y fuerza de trabajo) no
varíe. Pero habitualmente, la progresión de la acumulación del capital y la
concentración de capital, van a la par con un crecimiento del capital constante
(los medios de producción) mayor que el del capital variable (la fuerza de
trabajo). De esta forma, con el aumento del capital global, la demanda de
trabajo aumenta en términos absolutos pero disminuye en términos relativos. Por
esto, el desarrollo del mundo de producción capitalista que sustituye a las
relaciones de producción precapitalistas a nivel mundial, genera una
superpoblación relativamente creciente. Y ahí nace el ejército industrial de
reserva.
Este último es, por una parte, el producto del
desarrollo del capitalismo y, de otra, una de sus condiciones de
existencia, en la medida en que está disponible, preparado para satisfacer
en cualquier momento las cambiantes necesidades de la acumulación de capital.
Especialmente en periodos de estancamiento o de paroxismo productivo, ejerce
una presión constante contra el ejército de la gente asalariada activa,
frenando sus reivindicaciones, conteniendo o induciendo a pesar de ella misma,
la bajada del valor medio de la fuerza de trabajo.
Por esta razón, el análisis marxiano da una
importancia fundamental a lo que Marx denomina la ley absoluta, general, de la
acumulación de capital: “Cuanto más importante es la riqueza social, teniendo
en cuenta el capital, su volumen y su crecimiento (...), más considerable es el
ejército industrial de reserva”. Esta relación entre acumulación de capital,
ejército activo de personal asalariado y ejército industrial de reserva, tiene
como consecuencia, “encadenar al obrero al capital de forma aún más sólida de
la que Hefesto encadenó a Prometeo a una roca”.
Por esta razón, Marx, enemigo declarado de las
cadenas modernas de explotación del trabajo humano, se alinea
incondicionalmente del lado de “la cooperación sistemática entre clase obrera
ocupada y personas paradas para que rompan o debiliten las dramáticas consecuencias
de esta ley natural de la producción capitalista sobre su clase (...). Porque
cualquier solidaridad entre personas ocupadas y personas paradas perturba la
acción de esta ley”. Recapitulemos: 1º Se trata de una ley y no de un accidente
pasajero ni de una disfunción ocasional del capitalismo, intrínsecamente
vinculada a la producción capitalista; 2º Únicamente la lucha unitaria del
proletariado ocupado y de personas paradas puede oponérsele. La omisión de esta
doble conclusión, a la vez histórico-teórica y política significa falsificar
burdamente el pensamiento de Marx.
Existe una línea relación paralela y una
imbricación entre la cuestión del ejército de reserva industrial y las
migraciones. Empecemos por la línea paralela. El capitalismo generó y continua
generando movimientos migratorios de manera automática y necesaria -como lo
hace con la superpoblación y el ejército de reserva industrial -, tanto a
escala nacional como internacional. En realidad, para Marx, las migraciones
masivas son parte integrante del proceso de formación del modo de producción
capitalista y de su reproducción a escala mundial. Migraciones esencialmente
forzadas, se entiende: Marx está a años luz de la frívola teoría de la
migración libre...
La particularidad de las migraciones en la era del
capitalismo en relación a las de épocas precedente fue descrita ya en 1853, en
uno de sus magníficos artículos contra la duquesa de Sutherland. Denuncia los
métodos terroristas que esta utiliza para obligar a los campesinos a emigrar:
en el capitalismo el “excedente de población no resulta de la necesidad de
fuerzas productivas sino que es el aumento de las capacidades productivas el
que exige la disminución de la población y que resuelve este excedente mediante
el hambre y la emigración. No es la población la que ejerce presión sobre las
fuerzas productivas; son las fuerzas productivas quienes ejercen presión sobre
la población”.
Las (nuevas) fuerzas productivas que actuaban
brutalmente sobre el campesinado y pequeñas granjas de los Highlands de Escocia
eran las de la revolución agrícola capitalista que expulsaba del campo a
multitud de productores rurales obligándoles a encontrar cobijo en los pueblos
y ciudades. En El Capital, Marx estudia este elemento básico del
modo de producción capitalista en Europa, principalmente en Gran Bretaña y en
su colonia irlandesa. Más allá de las diferentes formas y fases que las han
caracterizado, se trata de un fenómeno general; lo que hoy parece evidente
cuando las relaciones de producción capitalista se extienden por todos los
campos del Sur del mundo, bajo la batuta de las multinacionales del
agronegocio, provocando migraciones de masas de dimensiones y ritmos nunca
antes alcanzados (30 o 40 millones de personas al año).
La otra cara, extra europea y colonial de este
proceso de difusión mundial de las relaciones de producción capitalista que han
provocado migraciones masivas, reside en la industria de la trata de esclavos
africanos, el desarraigo violento de sus tierras y de sus casas de más de 100
millones de esclavos y esclavas, el trasplante y la supervivencia de los y las
supervivientes en América que era necesario repoblar después de terrible
holocausto de las poblaciones originarias, de entrada, del centro-sur, después
del norte. Movimientos seguidos por la explotación de los coolies chinos,
indios, japoneses. Ellos también emigrantes forzados (temporales o
definitivos). Semiesclavos, semiasalariados. Por esto, Marx sostiene tantas
veces que el capital se nutre de una “doble esclavitud”: la esclavitud asalariada,
indirecta, en Europa y la esclavitud “pura y simple”, directa de las personas
explotadas “de color” en las colonias.
Conforme el capitalismo avanzaba en Europa,
generando una amplia superpoblación, tomaba cuerpo un movimiento migratorio de
grandes dimensiones hacia América y Australia. En lo que se refiere al caso
inglés, se trata de emigrantes no de clase obrera mientras que en todas las
otras nacionalidades, el componente de emigrantes trabajadores era ampliamente
predominante. Bien entendido que un cierto número de emigrantes hacia América
del Norte (pero también hacia vastas zonas de América Latina) alcanzaron una
verdadera tierra prometida que les ofrecía la posibilidad de convertirse en
pequeños propietarios de tierras. Sin embargo, en 1867, ya Marx anticipó, igual
que le ocurrió frecuentemente, el fin de esta “edad de oro”. En cualquier caso
y como él había predicho, nunca ha habido una emigración internacional masiva
comparable a la del siglo XVIII y la de la primera mitad del siglo XIX.
En la actualidad, la inmensa mayoría de los 270
millones de personas emigrantes, según las estimaciones de la ONU, está
integrada por el proletariado, por personas asalariadas. Además, una de las
novedades de las migraciones internacionales contemporáneas reside en la gran
proporción de mujeres y en su función primordial en las cadenas migratorias.
Para esa masa de migrantes, no hay país de Jauja. La suerte está de parte de
los países que pueden emplear su fuerza de trabajo sin haber gastado ni un duro
en formarlos, contratándolos -salvo en caso de lucha y esa es una variante
independiente- con unos niveles de explotación específicos gracias a leyes y
prácticas discriminatorias y racistas que golpean en todas partes y de forma
generalizada, a las trabajadoras y trabajadores emigrantes.
De todas formas, esta considerable masa de personas
asalariadas no puede considerarse simplemente como el ejército de reserva
industrial. Pues son un número excesivo para insertarse de manera relativamente
estable en los diversos sectores de la economía italiana, europea u occidental.
Pero que no haya duda de que, sobre todo, después de la gran crisis de 2008, el
porcentaje de trabajo inmigrante excedente está creciendo. Por esto, a través
de políticas de Estado discriminatorias, represivas, selectivas
(preconfigurando una verdadera guerra tanto a emigrantes como a inmigrantes),
decenas de millones de trabajadores y trabajadoras están sometidos a la
irregularidad forzosa, a la inferioridad económica, jurídica, política,
simbólica.
Algunos abusan, al invertirlo, del pensamiento de
Marx a propósito del ejército industrial de reserva y las migraciones y deducen
que “cerrar las fronteras” a nuevas personas emigrantes-inmigrantes sería una
ventaja para clase trabajadora nacional: de Italia, de Alemania, de Europa, al
impedir la competencia desleal de las personas “nacidas esclavas”. Marx se
explicó sin equívocos en el “caso irlandés”: “El obrero común inglés odia al
(inmigrante) irlandés que le hace la competencia rebajando los salarios y el nivel
de vida. Le muestra antipatía nacional y religiosa”. Y el trabajador irlandés
le devuelve su misma moneda, antipático, viéndole como un auxiliar de los
poderosos. Sin embargo, semejante oposición entre proletarios nacionales de
Inglaterra y emigrantes está sutilmente alimentada por la clase de los
capitalistas, consciente de que ahí reside “el verdadero secreto de su
permanencia en el poder” en la medida en que “impide cualquier alianza seria y
sincera” entre estos trabajadores, minando así su lucha común por la
emancipación.
Para atacar ese profundo antagonismo, habría que
atacar sus raíces, o sea, la opresión de Inglaterra sobre Irlanda, reconociendo
a los irlandeses el derecho de autodeterminación hasta la separación completa
de Inglaterra. Es la única manera de que la revolución avance en Inglaterra y
la confraternidad entre obreros ingleses e irlandeses, su común liberación del
yugo del capital.
Esta misma lógica política internacionalista fue
puesta en práctica por Marx en su análisis de la sobreexplotación de los
esclavos afroamericanos y de los coolies, del trabajo de emigrantes
en general, pues “el trabajo en la piel de un blanco no puede emanciparse allá
donde este está marcado a fuego en la piel de un negro”. Al considerar que la
suerte de los trabajadores de cualquier color y de cualquier raza es
indivisible. Estamos en las antípodas de lo que sostienen los soberanistas de
izquierda, a mi modo de ver, sometidos a los discursos de la derecha. La
historia y la actualidad del movimiento obrero nos han dado muestras de la
combatividad y de la fuerza del proletariado emigrante. Existen numerosos
ejemplos recientes, empezando por la lucha por la jornada laboral de ocho horas
en Estados Unidos, en la vanguardia del cual se encontraban proletarios provenientes
de Alemania, de Polonia, de Italia. O más recientemente, las innumerables
huelgas de mingong (emigrantes hacia las ciudades, a menudo,
mujeres) afluyendo a las zonas especiales de China desde el comienzo del siglo
XXI; o el espectacular 1ª de Mayo de 2006 en Estados Unidos, con millones de
personas asalariadas en las calles para cerrar el paso al proyecto de ley
Sensenbrenner que criminalizaba a emigrantes sin papeles; o en Italia, las
importantes huelgas de transporte y reparto del sector de logística que se
organizaron en sindicatos independientes, SI Cobas y otros sindicatos de base.
Todo está ahí para llevar la contraria a los
canallas que -creyendo poder volver contra los emigrantes los escritos y las
posiciones de Marx – manipulan su análisis sobre el ejército industrial de
reserva y las migraciones. Concluiría citando a Engels, en su última despedida
a Marx, lo presentó como el científico riguroso al que debemos, al menos, dos
descubrimientos fundamentales: la ley del desarrollo de la historia humana y el
descubrimiento de la plusvalía. “Sin embargo, el lado científico no era ni la
mitad de Marx. (Porque) antes que nada era un revolucionario”. Toda su
existencia estuvo marcada por la lucha; la lucha para contribuir de la manera
que fuera al derrocamiento de la sociedad capitalista y sus instituciones
estatales”. Olvidar o subestimar esto sería como cortar la barba a Marx,
repetir lo que Dalila hizo con Sansón para privarle de su fuerza. Tenemos más
necesidad que nunca de un Marx entero, incluso con su barba hirsuta.
En el momento en el que la burguesía mundial pone
de manifiesto su incapacidad para resolver la cuestión de las migraciones
internacionales si no es mediante una violencia creciente que no resuelve nada,
nos encontramos frente a una crisis global de civilización. Objetivamente, hay
que reconocer que en esta materia Marx vio lejos, muy lejos. Vio hasta la
actualidad. Entrevió la posibilidad de abolir el inmenso ejército industrial de
reserva y la sobrecarga de trabajo, cada vez más intenso y extenuante que es la
otra faceta. La posibilidad de abolir las migraciones forzosas, sus tormentos y
sus duelos, las discriminaciones nacionales y racistas. Todo esto depende
completamente del fortalecimiento a través de las luchas, de una alternativa
anticapitalista y anticolonial al sistema social que Marx esbozó para nosotros.
Traducción: viento sur
Notas:
1/ Al ser las intervenciones
breves, nos parece útil para lectoras y lectores poco familiarizados con
ciertos textos de Marx, citar este texto de Alain Bihr referido al concepto
central al que se refiere al comienzo de su exposición Pietro Basso ( “El
concepto de superpoblación relativa”) y que ocupa una buena parte del capítulo
XXV del libro de El Capital, llamado, sin embargo, “La ley general
de la acumulación capitalista”, una formulación cuyo sentido se descubrirá al
final de la exposición. El desafío a la introducción de este concepto es doble.
En primer lugar, Marx cree dar cuenta de un
fenómeno socioeconómico totalmente particular, propio de la relación de
producción capitalista, que le distingue radicalmente de las relaciones de
producción que le han precedido y que es un efecto directo de la acumulación de
capital. Es decir, el hecho de que una parte de la población activa (en el
sentido habitual del término), e, incluso en un sentido más amplio, una parte
de la población en edad de trabajar, se encuentra excluida del empleo (por
tanto abocada al paro y la inactividad), es decir, simplemente, excluida del
circuito económico. En una palabra: en una situación de exclusión socioeconómica
Todo ocurre como si esta población fuera “sobrante” (el término es utilizado en
muchas ocasiones por Marx a lo largo del capítulo): como si fuera excesiva,
excedente, como si la sociedad pudiera prescindir de ella. Es lo que significa
exactamente el término de superpoblación utilizado por Marx.
Pero este excedente de población no es absoluto. Se
trata de un excedente de población respecto a la riqueza producida o respecto a
la capacidad de la sociedad de producir riqueza o incluso, respecto a las
necesidades de producción, a las necesidades que deben ser satisfechas. De
hecho, hay que recordar que -Marx no deja de insistir en ello- la producción
capitalista no tiene como primera finalidad satisfacer las necesidades sociales
existentes, menos aún, emplear la mano de obra disponible. Su finalidad
fundamental, y única, es la valorización del capital, el aumento del valor del
capital invertido en la producción mediante la creación de una plusvalía y su
acumulación mediante la capitalización de esta plusvalía. Y únicamente en
función de las necesidades y de las posibilidades de este aumento y de esta
acumulación, la población activa, o más ampliamente, la que está en edad de
trabajar, va a encontrarse empleada por el capital. Si hay exceso de población,
se trata solamente en relación al nivel de empleo tal como está determinado por
las necesidades y posibilidades del desarrollo y de la acumulación del capital.
Por esto, Marx habla de superpoblación relativa: esa población solo es
excedentaria en relación a las exigencias y a las oportunidades de la
acumulación capitalista (Extracto de un texto de Alain Bihr publicado en la
revista Interrogations en junio de 2009)