Entrevista a Michael Löwy
Por Juanjo Sánchez y
Evaristo Villar
Michael Löwy es uno de los principales
intelectuales del marxismo actual a escala mundial y un destacado impulsor del
ecosocialismo anticapitalista. Director de investigación emérito del Centre
National de la Recherche Scientifiquey profesor de la École des Hautes Études
en Sciences Sociales en París. Entre sus obras, destacamos La teoría de
la revolución en el joven Marx, El pensamiento del Che Guevara, Walter
Benjamin:Aviso de incendio y Ecosocialismo. Hace unos
meses la editorial El Viejo Topo ha publicado Cristianismo de
liberación. Perspectivas marxistas y ecosocialistas.
Michael, estábamos preparando un
nuevo número de ÉXODO, cuando llegó a nuestras manos tu espléndido
libro sobre el Cristianismo de liberación. El tema que hemos
elegido es la profunda crisis en que está sumida la política y la necesidad de
un cambio radical de la misma. No sólo en Europa existe esta crisis. ¿Cómo
se vive en Brasil?
La principal fuerza de la izquierda en Brasil, el
Partido de los Trabajadores, no logró una concientización efectiva de las
clases populares. Tomó algunas medidas importantes para mejorar la condición de
los pobres, pero no se enfrentó a la estructura oligárquica del país, al poder
de los latifundistas y del capital financiero. Además se contagió con la
tradicional corrupción de los políticos brasileños. Pero la victoria de la extrema
derecha fascista (Jair Bolsonaro) no se puede explicar sólo por los errores de
los dirigentes del PT. Es parte de un proceso planetario de ascenso de la
extrema derecha. En Brasil, la utilización masiva de fake-news, el
apoyo de iglesias neopentecostales reaccionarias y la demagogia anticorrupción
permitieron a un partidario de la dictadura militar (1964-85) ganar las
elecciones. Bolsonaro es homófobo, sexista, partidario de la exterminación de
la izquierda y gran admirador de unos de los peores torturadores del régimen
militar: el coronel Brilhante Ustra. Entre sus víctimas, muerto bajo tortura en
1971, está mi amigo Luis Eduardo Merlino, joven militante marxista.
La resistencia a su gobierno ya ha empezado a
organizarse. Tiene a su cabeza a jóvenes mujeres. Su símbolo es Marielle
Franco, joven consejera municipal de Rio de Janeiro, socialista, negra,
lesbiana, asesinada por sicarios hace un año. A pesar de todo, no tenemos que
olvidar que el 45% de los electores votaron por Fernando Haddad (PT), el candidato
común de toda la izquierda. Muchos de los que votaron a Bolsonaro ya han
empezado a cambiar de opinión. Se han conocido escándalos de corrupción que le
afectan a él y a su familia.
Escribes en tu libro sobre
la radicalización introducida por el cristianismo de
liberación. ¿Crees que nuestra situación actual necesita una radicalización anticapitalista?
¿Qué cambios implicaría para una nueva política?
La actual situación en América Latina está marcada
por una terrible ofensiva de la ultraderecha que ha tomado el poder en la
mayoría de los países mediante elecciones o golpes de estado
pseudo-parlamentarios. Existe alineamiento con Trump y el imperialismo
estadounidense, neoliberalismo sin frenos, destrucción del medio ambiente,
represión de los movimientos sociales.
En la resistencia que empieza a desarrollarse, los
cristianos de liberación están teniendo un papel esencial. El objetivo
inmediato es la defensa de las libertades democráticas y las conquistas
populares. También la oposición a las medidas antisociales y antiecológicas de
corte neoliberal. Existen en este movimiento de resistencia corrientes que se
dan cuenta que hay que combatir la raíz de estos males: el sistema capitalista.
El capitalismo es un sistema intrínsecamente perverso que exige sacrificios
humanos para el ídolo “Mercado”. Necesitamos alternativas antisistémicas y
ecosocialistas. Los cristianos de la liberación están y estarán sin dudas en el
corazón de esta lucha, inspirados por los escritos de Leonardo Boff, de Frei
Betto y de la encíclica Laudato si’ del Papa Francisco.
¿Se dan las condiciones para esta
radicalización social y política? ¿Qué obstáculos y qué posibilidades ves?
El obstáculo principal es el poder ideológico del
sistema. Este se difunde a través de su control de los medios de comunicación,
del papel nefasto de muchas iglesias neopentecostales, de la influencia social
de la religión del mercado, de la alienación consumista y de la pasividad
resignada de amplios sectores populares.
Hay que añadir como obstáculo las opciones de
amplios sectores de la izquierda por políticas de conciliación de clases, de
compromisos con la oligarquía, de concesiones a los terratenientes y al capital
financiero en aras de la “gobernabilidad”.
Las posibilidades vienen de las luchas de las
organizaciones populares que desarrollan formas de concientización y
radicalización sociopolítica. Esto es muy visible en amplios sectores de la
juventud.
En la relación del cristianismo
de liberación con la Modernidad europea se constata una diferencia. Afirmas en
tu libro que lo decisivo para este cristianismo no es la modernización, sino el
cambio de sociedad y la liberación de los empobrecidos. Es “el punto de vista
de los vencidos” que reclamaba Walter Benjamin. ¿Puedes expresar el significado
de esta diferencia?
La modernización se concibe como desarrollo
industrial y crecimiento del PIB. Este es el pensamiento sobre la modernización
imperante en las clases dominantes en América Latina, pero también en sectores
de la izquierda tradicional. Desde su inicio, el cristianismo de la liberación
se posiciona críticamente frente a esta ideología de la modernización,
planteando una visión mucho más radical desde el punto de vista de los
explotados y oprimidos, de los pobres, de los negros e indígenas, de los
trabajadores del campo y de la ciudad. Su perspectiva no es el desarrollo, sino
la liberación, rompiendo con las estructuras opresivas del sistema
dominante. Para esos cristianos, los pobres son el sujeto histórico de esta
transformación, los actores de su propia liberación.
El cristianismo de la liberación no conocía los
escritos de Walter Benjamin, pero existe una evidente “afinidad electiva” entre
la obra de los teólogos de la liberación y la concepción benjaminiana de la
historia desde la perspectiva de los vencidos y su propuesta de una alianza de
la teología con el marxismo. Sin olvidar su texto sobre “El capitalismo como
religión” (1921) que tiene mucho en común con la denuncia de la idolatría del
mercado realizada por los teólogos de la liberación.
La crítica del capitalismo y la
necesidad de superarlo es un elemento central en el cristianismo de liberación.
¿Ha perdido o ha ganado vigencia esa crítica? ¿No se ha hecho también
infinitamente más complejo este quehacer?
La crítica del capitalismo como sistema
intrínsecamente perverso realizada por el cristianismo de la liberación me
parece más actual que nunca; entre otras razones, por la crisis ecológica y el
cambio climático que amenazan directamente la supervivencia de la humanidad en
este planeta.
Desde el punto de vista ecosocialista, el
capitalismo no es sólo un sistema de explotación, como lo plantea
tradicionalmente el pensamiento marxista, sino también de destrucción del
medio ambiente y de los equilibrios ecológicos. Superar el capitalismo es un
imperativo categórico por razones de justicia elemental. Es un sistema absurdo
en el cual unas decenas de multibillonarios poseen más riqueza que la mitad de
la humanidad. También hay que sobrepasarlo porque se trata de una cuestión
de supervivencia para la humanidad: el capitalismo no puede
existir sin expansión, sin límites. Por eso, la destrucción de las condiciones
de vida en el planeta pertenece a su lógica interna.
Acabar con el capitalismo es una tarea compleja y
difícil, pero no tenemos otra salida sino llevar adelante esta lucha
antisistémica. Como decía Bertolt Brecht, quien lucha puede perder; pero quien
no lucha, ya ha perdido.
La crítica al capitalismo en el
cristianismo de liberación se realiza también como crítica a la idolatría.
¿Se ha asumido esa crítica en las iglesias de diversos continentes?
La crítica del cristianismo de la liberación a la
idolatría del capital y del mercado es profundamente radical. Fusiona la
crítica de los profetas del Antiguo Testamento a los cultos idólatras, con sus
exigencias de sacrificios humanos, y la critica marxista al fetichismo de la
mercancía. Marx denuncia al Capital como Baal o Moloch, ídolos a los cuales se hacen
sacrificios de vidas humanas. Enrique Dussel, filósofo y teólogo de la
liberación, ha analizado este tema de forma muy interesante en su libro Las
metáforas teológicas de Marx.
En los años setenta del siglo XX esta crítica
estuvo presente en los documentos y la enseñanza de importantes sectores de las
iglesias latinoamericanas, en especial en Brasil. Aparece también, pero de
forma mas limitada, en otros países del Sur (Filipinas, Corea del Sur) o de
Europa (Francia). Pero con el pontificado de Juan Pablo II esta vertiente
anticapitalista en las iglesias latinoamericanas fue condenada, marginada y
reprimida por el Vaticano. No se puede olvidar el intento de silenciar a
Leonardo Boff y la denuncia por el Santo Oficio (Ratzinger) de la teología de
la liberación como peligroso error. Con la elección de un Papa latinoamericano,
Bergoglio, esta situación está empezando a cambiar.
Llama la atención que prestes una
atención tan intensa al análisis de la religión, dada tu trayectoria marxista y
trotskista. ¿Consideras que el cristianismo de liberación es una fuente
importante de inspiración e impulso para la izquierda transformadora? ¿Te
distancias de otros intelectuales, dirigentes y militantes de las izquierdas
que no le conceden relevancia?
Tengo mucho respeto por la figura de Trotsky, pero
mi principal referencia política, desde mi juventud en Brasil hasta hoy, ha
sido Rosa Luxemburgo. Esta gran pensadora y luchadora marxista, mártir del
socialismo, asesinada hace cien años por sicarios paramilitares alemanes, es
autora del ensayo “Iglesia y socialismo”. En él presenta un argumento original:
nosotros, los socialistas, somos los verdaderos herederos de los primeros
cristianos, de los Padres de la Iglesia, críticos implacables de la injusticia
social y del poder corruptor del dinero. Las Iglesias que se han alineado con
la burguesía en contra del movimiento obrero, han traicionado este mensaje
inicial del cristianismo.
Lo que ha pasado en América Latina a partir de los
años sesenta del siglo XX es algo nuevo: el cristianismo de la liberación - en
el cual participan también sectores del clero, de las órdenes religiosas y
hasta obispos- se ha situado abiertamente en el campo de los oprimidos y sus
luchas de emancipación. Sin el cristianismo de la liberación no se puede
explicar el surgimiento de un nuevo movimiento obrero y campesino en Brasil a
partir de los años setenta del siglo XX, las revoluciones centroamericanas de
los años ochenta, o el levantamiento zapatista en Chiapas en 1994.
Con algún retraso, la izquierda latinoamericana se
ha dado cuenta de la importancia de ese fenómeno, aunque se mantienen
resistencias en ciertos sectores más dogmáticos en nombre del ateísmo
científico.
La izquierda debe tratar con respeto las
convicciones religiosas y considerar a los militantes cristianos de izquierda
como parte esencial del movimiento de emancipación de los oprimidos. La
teología de la liberación nos enseña también la importancia de la ética en el
proceso de concienciación y la prioridad del trabajo de base con las clases
populares, en sus barrios, iglesias, comunidades rurales y escuelas.
Además, los cristianos radicales son un componente
esencial de los movimientos sociales del Sur y de las asociaciones europeas de
solidaridad con las luchas en los países empobrecidos. Estos cristianos aportan
una contribución importante a la elaboración de una nueva cultura
internacionalista.
Nos ha llamado la atención la
valoración muy positiva que haces en tu libro de personajes que han dado gran
importancia a la religión como, por ejemplo, los marxistas Walter Benjamin y
José Carlos Mariátegui. ¿Qué aspectos de los escritos de estos dos autores
sobre esta cuestión tienen mayor actualidad?
Walter Benjamin, judío de cultura alemana, y José
Carlos Mariátegui, peruano, representan dos visiones disidentes en el campo del
marxismo tradicional. Ambos pertenecen a universos geográficos, culturales e
históricos muy diferentes, y cada uno ignoraba los escritos del otro. Walter
Benjamin no conocía nada sobre el marxismo latinoamericano y Mariátegui conocía
bien la cultura marxista europea, pero no leía alemán. A pesar de esta
distancia, tienen muchos elementos comunes. Ambos comparten una crítica
romántica de la civilización occidental moderna y un rechazo del dogma del
progreso en la historia.
Tienen también otras convergencias: una adhesión
poco ortodoxa a las ideas comunistas, simpatía por Trotsky, gran interés por la
obra de Georges Sorel, verdadera fascinación por el surrealismo y una visión
“religiosa” del socialismo. Esta afinidad es aún más asombrosa porque, como
hemos señalado, no hay ninguna influencia de uno sobre el otro. Ellos
contribuyeron a repensar en nuevos términos el curso de la historia, la
relación entre pasado, presente y futuro, las luchas emancipadoras de los
oprimidos y la revolución.
Una de sus herejías más notables respecto al
marxismo clásico es efectivamente la reflexión sobre la dimensión “religiosa”
del socialismo. Walter Benjamin en sus Tesis Sobre el concepto de
historia (1940) propone una alianza entre la teología mesiánica y el
materialismo histórico: solo juntos podrán vencer a su adversario, el fascismo.
Por su parte, José Carlos Mariátegui, en su ensayo El hombre y el mito escribía
lo siguiente: “La emoción revolucionaria (…) es una emoción religiosa. Los motivos
religiosos se han desplazado del cielo a la tierra. No son divinos; son
humanos, son sociables”. Pienso que Mariátegui y Walter Benjamin nos ayudan a
entender el cristianismo de la liberación, tanto en el pasado como en su
posible futuro.
Una parte de tu libro aborda las
relaciones entre cristianismo de liberación, ecosocialismo y anticapitalismo.
¿Qué piensas de la posición del Papa Francisco en el ámbito de la ecología?
La encíclica Laudato Si´ es una
contribución de extraordinaria importancia para el desarrollo a escala
planetaria de una conciencia ecológica. Para el Papa Francisco, los desastres
ecológicos y el cambio climático no son el resultado simplemente de
comportamientos individuales, sino de los actuales modelos de producción y de
consumo. Bergoglio no es un marxista y la palabra capitalismo no aparece en la
encíclica. Pero queda muy claro que para él los dramáticos problemas ecológicos
de nuestra época son el resultado de “los engranajes de la actual economía
globalizada”, engranajes que constituyen un sistema global. Es,
según sus palabras, “un sistema de relaciones comerciales y de
propiedad estructuralmente perverso”.
¿Cuáles son, según el Papa Francisco, estas
características “estructuralmente perversas”?. Ante todo, es un sistema en el
cual predominan “los intereses limitados de las empresas” y “una cuestionable
racionalidad económica”, una racionalidad instrumental que tiene por único
objetivo el maximizar la ganancia. Afirma este Papa: “el principio de
maximización de la ganancia, que tiende a aislarse de toda otra consideración,
es una distorsión conceptual de la economía: si aumenta la producción, interesa
poco que se produzca a costa de los recursos futuros o de la salud del
ambiente”. Esta distorsión, esta perversidad ética y social, no es propia de
uno u otro país, sino de un “sistema mundial, donde priman una
especulación y una búsqueda de la renta financiera que tienden a ignorar todo
contexto y los efectos sobre la dignidad humana y el medio ambiente. Así se
manifiesta que la degradación ambiental y la degradación humana y ética están
íntimamente unidas”. Son citas textuales. Pienso que queda claro su pensamiento
en el que relaciona capitalismo, destrucción medioambiental y ecología.