Por Manuel Cabieses Donoso
Juan Guaidó, militante de
Voluntad Popular, célula terrorista de extrema derecha en Venezuela, pasará a
la historia como el primer fantoche del siglo XXI en América Latina.
Los gobernantes fantoches
fueron criaturas que utilizó el Imperio Romano, y que imitaron los fascistas de
Mussolini, los nazis de Hitler y los norteamericanos en América Latina, Iraq y
Libia en los siglos XIX y XX.
La diferencia de los
fantoches anteriores con el actual de Venezuela, es que aquellos -mal que mal-
tenían un gobierno -medio cojo pero gobierno al fin- que se ufanaban de
representar.
Un gobierno, aunque sea
provisorio y elemental, tiene que disponer de un aparato administrativo,
tribunales -corruptos pero tribunales al fin y al cabo-, policía y –lo más
importante- fuerzas armadas dislocadas en el territorio nacional que obedecen
–o fingen hacerlo- al gobernante fantoche.
Resumiendo: lo mínimo que
exigen las reglas del artilugio imperial para someter a un pueblo es que el
gobernante fantoche controle toda o buena parte del país.
En el caso de Venezuela, el
Diocleciano yanqui invirtió las reglas del juego. En vez de crear primero las
condiciones institucionales mínimas que permitieran designar al fantoche,
comenzó construyendo la cúpula de la pirámide. El resultado es un desastre de
la teoría y de la práctica política. En vez de un gobernante fantoche tenemos
en Venezuela un mamarracho al cual ni el policía de la esquina hace caso.
Guaidó es un gobernante sin gobierno. No controla aspecto alguno de la vida
venezolana. El aparato administrativo, los servicios públicos, las
comunicaciones, el presupuesto nacional, la policía, las fuerzas armadas, el
espacio territorial, marítimo y aéreo, todo en suma, está bajo las órdenes del
presidente constitucional de la república, Nicolás Maduro.
Esto hace aún más risible –o
tristemente ridículo- el rol del “presidente” Guaidó. A pesar del
reconocimiento instantáneo del imperio y sus gobiernos satélites, él no manda a
nadie en Venezuela. Ni siquiera es el presidente fantoche de un verdadero gobierno
fantoche. Lo ocurrido en Venezuela es un montaje del monstruo comunicacional
que maneja EE.UU.
Peor aún es el papelón que
está haciendo más una decena de países latinoamericanos, entre ellos Chile.
Otorgaron su reconocimiento diplomático y político al fantoche de Caracas a los
pocos minutos de hacerlo la Casa Blanca. Esos gobiernos –algunos de los cuales
presumen de serios- confirman la confidencia que hizo el ex presidente peruano
P.P. Kuczynski luego de entrevistarse con Trump. Para Washington, dijo el
peruano depuesto por corrupto, América Latina y el Caribe es “un perro
simpático que está durmiendo en la alfombrita”.
Duele ver que entre esos
perritos se encuentre el gobierno de Chile que en el pasado tuvo una política
internacional honorable y apegada a los deberes de la hermandad latinoamericana
y al respeto al principio de no intervención. Al gobierno del presidente Piñera
-y de su amanuense en Relaciones Exteriores, el tránsfuga Ampuero- le faltó la
altura de miras del presidente conservador Jorge Alessandri Rodríguez que en
1962 hizo lo posible por impedir la expulsión de Cuba de la OEA. Chile fue uno
de los pocos gobiernos que se abstuvo de secundar la maniobra de EE.UU.
¿En qué va a terminar esta
astracanada que está viviendo América Latina?
Ojalá que el gobierno de
Venezuela mantenga la calma y no convierta esta comedia en un drama. Hay que
dejar que las payasadas las hagan los Trump, los Pompeos, los Bolsonaro, los
Guaidó y los perritos amaestrados del Grupo de Lima.
Nosotros, seamos serios, por
favor.