Por Eric London
En la
frontera entre EUA y México, las dos principales clases sociales bajo el
capitalismo —la clase capitalista y la clase obrera— le están mostrando a la
humanidad las dos alternativas para su futuro.
La clase
capitalista ha movilizado a miles de soldados estadounidenses fuertemente
armados para colocar alambres de púas a lo largo del desierto y dispararles
gases lacrimógenos a los refugiados que buscan asilo. Los inmigrantes que
cantaron “somos trabajadores internacionales” cuando marchaban miles de
kilómetros desde Honduras como parte de la caravana migrante el año pasado se
encuentran ahora apiñados en ciudades de carpas a pocos metros de la frontera
con Estados Unidos.
Para
proteger el Estado nación y bloquear el flujo de trabajadores escapando de la
pobreza y violencia, los agentes fronterizos están arrebatando a niños de los
brazos de trabajadores inmigrantes y encerrándolos por meses, algo que ha
tenido consecuencias fatales para algunos. Los cuerpos de miles de personas de
personas yacen esparcidos en el inhóspito desierto.
El cierre
del Gobierno en Estados Unidos gira en torno a lo que el Partido Republicano y
el Demócrata ambos llaman “seguridad fronteriza”. Ambos bandos del conflicto
prometen construir nuevas barreras, volar drones y armar a más agentes para que
contengan a los inmigrantes fuera.
Cientos
de miles de trabajadores federales no están recibiendo sus sueldos porque ambos
partidos dicen que tienen diferencias sobre cuántos miles de millones gastarán
para fortificar las fronteras y cuántos cientos de kilómetros construirán del
muro. Trump, el representante más degenerado del capital financiero
estadounidense, ha amenazado con dispararles a los inmigrantes a primera vista,
declarar una “emergencia nacional” y eliminar el proceso legal debido y el
derecho al asilo.
Por el
contrario, la clase obrera está comenzando a avanzar su oposición a esta aborrecible
realidad. En la ciudad fronteriza mexicana de Matamoros, 70.000 trabajadores se
han unido a un paro que ha frenado la producción en docenas de maquiladoras a
pocos kilómetros de la frontera con Estados Unidos.
Los
trabajadores de todo el mundo deben estudiar el plan de acción de los primeros
pasos que tomaron los obreros matamorenses.
Cuando
los trabajadores descubrieron que los habían engañado acerca de los bonos que
les correspondían, la primera acción que tomaron fue convocar una reunión masiva
y repudiar al sindicato, el cual es odiado por los trabajadores por su
colaboración con las empresas.
Habiéndose
librado de esta camisa de fuerza que representan los sindicatos, los
trabajadores matamorenses por fin pudieron comunicarse libremente entre ellos.
Iniciaron discusiones en las fábricas y en redes sociales donde discutieron
democráticamente sus opciones. Descubrieron una abrumadora convicción de la
necesidad de hacer huelga. Sin verse silenciados por el sindicato, formularon
sus propias demandas: un masivo aumento salarial, el pago de bonos robados y la
eliminación de las cuotas sindicales.
Luego,
los trabajadores de las maquiladoras hicieron algo que el sindicato se los
había prevenido por años: se unieron con trabajadores de otras plantas y otras
secciones de la clase obrera. Marcharon por los distintos parques industriales
llamando a sus compañeros trabajadores a unirse, paralizando la economía local.
Los
trabajadores pudieron esquivar los canales oficiales de la prensa propatronal y
los mentirosos oficiales sindicales por medio de las redes sociales,
permitiendo que las noticias fluyeran libremente en la ciudad de 500.000
habitantes. Las principales fuentes de noticias de los trabajadores son ellos
mismos, dado que los principales medios de comunicación en EUA y Canadá han
censurado toda cobertura de la huelga. Los diarios locales de las ciudades
fronterizas están publicando editoriales despavoridos que advierten que los
paros podrían expandirse.
Los dos procesos en marcha a lo largo de la frontera
constituyen las soluciones que cada clase avanza ante la crisis del sistema
capitalista. Como lo escribió el WSWS en su declaración del 3 de enero, “La estrategia de la lucha de clases internacional y la batalla política contra la reacción capitalista en 2019”:
La forma
en que se resuelva la agonía mortal del capitalismo —sea a través de los
métodos capitalistas de la dictadura, el fascismo, la guerra imperialista y el
deslizamiento hacia la barbarie o por medio de la conquista revolucionaria del
poder por parte de la clase obrera internacional y la transición hacia una
sociedad socialista— será determinada por el resultado de la lucha de clases a
nivel global.
Cada una
de las principales luchas este 2019, incluyendo el movimiento de los Chalecos
amarillos en Francia, la huelga de maestros en Los Ángeles y la lucha de los
trabajadores agrícolas en Sri Lanka, forma parte de un movimiento mundial
emergente por la igualdad social. Cada lucha es en sí de carácter
internacional.
Ya no existe tal cosa como un vehículo “hecho en
Estados Unidos” o “hecho en México”. En la industria automotriz, el 36 por
ciento de las autopartes producidas en EUA son exportadas a México y el 45 por
ciento de las autopartes importadas a Estados Unidos provienen
de México.
Un
vehículo que deja la línea de ensamblaje en México o Estados Unidos lleva
partes que han cruzado las fronteras nacionales docenas o incluso cientos de
veces.
Producir un botón para el control de un asiento de
carro, por ejemplo, lleva un condensador manufacturado por trabajadores en Asia
que es transportado a EUA, enviado luego a Ciudad Juárez e insertado por
trabajadores mexicanos en un tablero de circuito. Luego, es transportado de vuelta
a EUA, donde trabajadores de almacenes en Texas trasladan y guardan este
tablero hasta que se envía de vuelta a México, a Matamoros,
donde ese tablero de circuito es instalado en un botón activador de asiento.
Luego, el activador es despachado a Texas o Canadá, donde trabajadores de
autopartes instalan el activador al asiento en sí. Finalmente, el asiento es
enviado a una planta de ensamblaje para ser colocado en el cuerpo del
automóvil.
La
apelación a la unidad internacional de la clase trabajadora no es mera
retórica: es la estrategia necesaria y la única base para desatar el inmenso
poder social de la clase trabajadora.
Es por
esto que los trabajadores deben rechazar el veneno del nacionalismo, provenga
de Donald Trump u oficiales sindicales en Estados Unidos y Canadá que culpan a
los trabajadores mexicanos de “robar sus trabajos” y piden a las empresas
automotrices que la producción se mantenga local. Los trabajadores mexicanos
tampoco se benefician considerando como aliado a Andrés Manuel López Obrador
(AMLO), quien les prometió a los bancos que no expropiaría las fortunas de los
ricos y acordó con Donald Trump que México le ayudará a Estados Unidos a
bloquear el paso de los trabajadores centroamericanos que buscan aplicar a
asilo en Estados Unidos.
El
sistema capitalista y la división del mundo en Estados nación son las barreras
al desarrollo progresista de las fuerzas productivas mundiales. Han concebido
la irracional e injusta paradoja de que un botón de asiento tenga el derecho de
cruzar fronteras nacionales cuando un ser humano no lo tiene.
La clase
obrera es la única fuerza social que puede resolver esta paradoja a través del
derrocamiento del sistema capitalista, expropiando la riqueza de los ricos y
transformando a las corporaciones en utilidades públicas y gestionadas por los
mismos trabajadores que podrán verdaderamente aprovechar el poder de una
economía integrada globalmente para proveer los recursos y bienes acordes a las
necesidades humanas.