Por Barry Sheppard
Cuando Donald Trump anunció por primera vez que se
presentaba en las primarias republicanas para la investidura de este partido
para la presidencia, mostró que el racismo antimexicano, el racismo contra toda
la gente no blanca en general, la xenofobia antiinmigrantes y la islamofobia
estarían en el corazón de su campaña.
Ha repetido en numerosas ocasiones su compromiso
de construir un muro entre Estados Unidos y México para impedir la
entrada de las y los que emigran de América Central y de México, a quienes ha
calificado de violadores, criminales, ladrones, traficantes de droga,
traficantes de sexo, etc.
El hecho de que una persona que manifiesta un
racismo tan explícito haya sido autorizada a pelear por la candidatura al
puesto más poderoso en Washington muestra la debilidad de la democracia
burguesa en Estados Unidos.
Hoy, con el apoyo de las y los Republicanos, Trump
ha cerrado parcialmente el gobierno federal en un punto muerto con el Partido
Demócrata, exigiendo 5 mil millones de dólares para comenzar a construir
el muro [de 3145 km de largo]. Una vez más, Trump intensifica
sus declaraciones racistas y sus mentiras para fundamentar su exigencia, como
ya lo hizo en noviembre pasado antes de las elecciones de medio mandato de
2018.
Como escribe Justin Akers Chacón en la página
del Socialist Worker estadounidense, la demanda de Trump no es
“sino el último intento, por ahora, de construir y extender el muro. La
construcción del muro comenzó con la operación Gatekeeper y los proyectos
anexos, que comenzaron bajo el régimen del demócrata Bill Clinton. Bajo George
W. Bush (con el apoyo mayoritario del Partido demócrata) el muro se extendió
más de 100 millas, alcanzando así la barrera física las 654 millas. De hecho,
el trumpismo es el producto de 30 años de la llamada política migratoria
estadounidense, bajo su forma más grotesca y violenta”.
El Partido Demócrata se han posicionado como
pretendidamente opuesto a Trump declarando que no cederían a su petición. Pero
incluso los términos que emplean revelan que han adoptado la lógica central de
Trump en favor de su muro. Es por ello que en el Congreso, tanto la líder
demócrata Nancy Pelosi en la Cámara, como el líder demócrata Charles Schumer en
el Senado, subrayan que están de acuerdo con Trump en decir que se debe reforzar
la seguridad fronteriza, pero mediante otros medios diferentes a la
extensión de las barreras ya existentes a lo largo de la frontera sur, de las
que piensan que no son eficaces.
Trump no duda en decir que puede utilizar los poderes
de emergencia para hacer construir el muro sin la aprobación de la
Cámara y del Senado, “dados los problemas propios de la seguridad de nuestro
país”. Luego, afirma que no lo hará… pues es una cuestión de llegar a
un acuerdo con el Partido Demócrata, bajo presión del shutdown de
una parte de la administración federal más largo de la historia 1/.
Lo que las y los demócratas oponen a la extensión
del muro es el tipo de control de las fronteras defendido por el Partido
Demócrata. M. Akers-Chacón explica: “En el curso de los ocho años de la
administración Obama, hemos asistido a una intensificación de medidas
coercitivas en las fronteras con el aumento de la militarización, de la
vigilancia y del personal armado más que de la expansión física del muro”. En
concreto, allí se ha desarrollado el uso de tecnologías y de equipos militares
utilizados en las guerras de Afganistán e Irak, que han sido desplegados contra
las y los trabajadores migrantes y refugiados en la frontera.
La posición de las y los demócratas se hace
evidente en las declaraciones de Henry Cuellar [Texas, diputado desde 2005 del
28 distrito de ese Estado], cuando ridiculizó el muro de Trump por ser la
aplicación de “una solución del siglo XIV para un problema del siglo XXI”,
problema que en su opinión debería ser resuelto mediante un planteamiento
más high-tech.
“Este planteamiento eficaz de las
y los demócratas incluye torres de vigilancia, drones Predator, aerostatos
(dirigibles que vuelan a 5000 pies), helicópteros militares, miles de
detectores de movimiento y de calor con infrarrojos, y otras tecnologías que
contribuyen a crear un muro virtual”.
"Además, durante el mandato de Obama, la línea
del Partido Demócrata se concentró en aumentar el personal encargado de la
aplicación de medidas coercitivas y expandir la policía de emigración en el
interior del país con un desarrollo espectacular de los servicios de
inmigración y aduanas [ICE-Inmigration and Customs Enforcement] y de la policía
de fronteras”.
Trump vocifera a propósito de la crisis en
la frontera, como una invasión de delincuentes inmigrantes.
Actualmente hay una crisis, pero no la que menciona Trump. Es la que ha creado
Estados Unidos por su ataque militarizado cruel y racista contra las personas
migrantes cuando éstas huyen de la pobreza, la violencia ligada a las redes
mafiosas de la droga y de otros horrores en Honduras, El Salvador y Guatemala.
Ahora bien, la situación en esos países ha sido en gran parte provocada por la
explotación imperialista estadounidense durante más de un siglo, por las
guerras y golpes de Estado militares apoyados por Estados Unidos y por la
pretendida guerra contra la droga en curso durante los decenios
más recientes.
El golpe de Estado militar orquestado por la
administración Obama en honduras en 2009 es un ejemplo de ello. La
persona-recurso para la organización del golpe de Estado era Hillary Clinton,
que era entonces la Secretaria de Estado. Acudió a Honduras para reunirse con
los generales del país y una semana más tarde, éstos procedieron al golpe
contra Manuel Zelaya, un presidente electo un poco progresista.
No teniendo muy claro qué hacer con Zelaya, los
militares le llevaron a sus dueños de la base militar estadounidense en el
país. Estos les desaconsejaron que le mataran y lo hicieron deportar a Costa
Rica. La administración Obama se negó a admitir que se trataba claramente de un
golpe de Estado, porque en virtud de la ley estadounidense, esto habría
significado que Estados Unidos habrían tenido que dejar de ayudar a los
militares hondureños [Honduras es una especie de portaaviones de Estados Unidos
que ha conocido esta evolución como consecuencia de la revolución
sandinista y el enfrentamiento militar en El Salvador, así como la
fuerte crisis en Guatemala que terminó con la masacre de 40.000 indias e indios
en 1982].
La señora Clinton se las apañó luego para que
Zelaya pudiera volver a Honduras, pero no como presidente. Ella supervisó
nuevas elecciones organizadas por el ejército para
proporcionar una hoja de parra a la dictadura, que luego reprimió con dureza a
los sindicatos, las organizaciones campesinas y a todo el movimiento de
resistencia. La dictadura transformó Honduras en un narco-Estado en el que
campean la corrupción y el dinero de la droga, con la eclosión concomitante de
bandas violentas (mareas) que han transformado este país en lo que se ha
convertido en la capital mundial del asesinato.
La caravana de hombres, mujeres y
niños que huye de estas condiciones, que comenzó en Honduras y atravesó El
Salvador, Guatemala y México para alcanzar la frontera estadounidense es el
resultado directo de lo que hoy presenta Clinton como uno de sus más hermosos
éxitos.
El año pasado ha visto horrores en la frontera, con
niños y niñas separados de sus padres demandantes de asilo, miles de niños y
niñas encerrados en condiciones espantosas y todos esos horrores que aparecen
en la prensa.
Más recientemente, en diciembre, se produjo la
muerte de dos niños inmigrantes que, carentes de atención médica adecuada,
murieron a consecuencia de las enfermedades provocadas por las condiciones que
predominan en los centros de detención: el frío, la mala alimentación, y celdas
concebidas para criminales en los años 1970 y en las que han
metido a los niños y niñas.
Otra serie de atrocidades reciente ha sido el
abandono por el ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados
Unidos) de algunos inmigrantes provenientes de los centros de detención en las
estaciones de bus del centro de las ciudades: se les dejaba abandonados, sin
dinero, sin alimentación sin saber dónde estaban ni a dónde podían ir.
Felizmente, hay ciudadanas y ciudadanos voluntarios que intervienen para
ayudarles, pero es una tarea casi imposible.
Por tanto, efectivamente, hay una crisis en la
frontera, crisis que no forma parte de las discusiones actuales entre miembros
del Partido Demócrata y Trump sobre su muro, y que los principales medios
ocultan cada vez más.
En otros términos, la dirección demócrata resiste a
Trump, pero no en la práctica.
Ackers-Chacón concluye con razón: “Incluso la nueva
ola progresista de demócratas que ha aparecido en la Asamblea
tras las elecciones de medio mandato, de la que forman parte las
autoproclamadas socialistas Alexandra Ocasio-Cortez y Rashida Tlaib [que forman
parte o están cercanas a Democratic Socialist of America], han aceptado esa
línea. Como el conjunto del Partido Demócrata en la Cámara, han votado a favor
de la financiación íntegra de las operaciones del Departamento de Seguridad
Interna [del que el ICE forma parte] hasta el 8 de febrero”.
Este proyecto de ley se inscribía en una estrategia
demócrata que intentaba desbordar a Trump a fin de obtener la reapertura del
gobierno federal y garantizar la seguridad fronteriza sin
financiar el muro de Trump. Se trata de un giro apresurado y degradante
respecto a la posición con la que estos Demócratas de izquierda hicieron
campaña con la consigna de Abolish ICE.
Si tanto la derecha racista y xenófoba -que apoya
la posición de Trump sobre la extensión del muro fronterizo-, como las y los
liberales y progresistas del Partido Demócrata aceptan el
principio de un refuerzo de las medidas coercitivas militarizadas por
diferentes medios, hay pocas posibilidades de que la resistencia contra el
deslizamiento hacia la derecha que prosigue en el terreno de la política
migratoria se desarrolle en Washington.
Y Akers Chacón concluye con razón: “Para resistir
realmente contra el muro de Trump, será preciso que la oposición se movilice
contra la premisa antiinmigrantes subyacente, anclada en los dos partidos
políticos”.
Añade que la solución a largo plazo es la oposición
al “sistema capitalista que se beneficia de la opresión y de la segmentación de
la clase obrera, entre otras cosas según líneas raciales y nacionales”.
Traducción: Faustino Eguberri para viento sur
Notas:
1/ El shutdown, literalmente
el cierre de la administración federal americana, causado por el pulso entre el
presidente Trump y la Cámara de Representantes (de mayoría demócrata).
Esta demostración de fuerza por parte del
Presidente americano tenía por objetivo hacer echarse atrás al Partido
Demócrata que, oficialmente, se niega a integrar en el presupuesto federal los
5,7 millardos de dólares demandados por Trump. Hay que decir que la
construcción de ese muro era una de las promesas faro del presidente electo.
Retroceder habría sido percibido como una renuncia y un fracaso para alguien
que ha teorizado la importancia de correlación de fuerzas en la negociación.
No es la primera vez que los Estados Unidos
atraviesan una crisis presupuestaria de la que las instituciones americanas
tienen el secreto; es la duración y la gravedad de esta crisis las que son
inéditas. El presidente Trump ha prevenido, por otra parte, de que el shutdown podría
durar meses, incluso años, mientras no obtenga satisfacción para la
construcción de su muro.
El gobierno federal está oficialmente cerrado desde
el pasado 22 de diciembre. Por increíble que una información así pueda parecer,
es esa la realidad allí. El diario Libération ha realizado a un inventario de
las diferentes funciones del Estado federal paralizadas por esta situación: las
administraciones de la agricultura y del comercio, de la seguridad nacional y
de los transportes, del interior y del Tesoro.
Este mismo artículo nos explica que los
restaurantes de Washington son abandonados por las y los agentes federales, que
la Food and Drug Administration (FDA) que tiene a su cargo la salud y la
alimentación ha suspendido sus controles de rutina. “La Agencia para el medio
ambiente, por su parte, ha dejado de controlar la conformidad medioambiental de
las fábricas químicas, refinerías y demás centros industriales”.
En total, son 800.000 las y los funcionarios
federales que, pagados quincenalmente, no han cobrado el 11 de enero, su
salario habitual. La mitad ha sido puesta en una situación de excedencia sin
sueldo, a la otra se le exige realizar un servicio mínimo en ciertas
administraciones juzgadas prioritarias, sin ser pagada. A esto se añaden
millones de personas eventuales y con subcontratos igualmente afectadas por
esta crisis. Con consecuencias bien reales sobre la vida cotidiana de estas
personas. Cuando muchas de ellas cobran ya de forma habitual salarios modestos,
este cese de pago significa que tendrán dificultades aún mayores para pagar sus
facturas, cumplir con los pagos automáticos en sus cuentas, entre ellos los
pagos relacionados con sus hipotecas, con el riesgo de perder una vivienda.
Así, se han visto florecer en las redes sociales los anuncios de venta de
pequeños objetos, muebles y demás elementos de patrimonio, puestos en venta por
este personal agobiado para llegar a fin de mes. Se ha visto igualmente
desarrollarse redes de solidaridad y de ayuda mutua, para ayudar a familias ya
muy a menudo endeudadas y que no salen ya de esa situación. (Red. A
l´Encontre).