India
Por Vijay Prashad
Las
ciudades indias nunca están en silencio. El ruido es un rasgo permanente: el
claxon de los coches, el canto de los pájaros, los gritos de los vendedores, el
constante zumbido de las motos. El martes la India ha estado en huelga. Es
probable que en torno a 150 millones de trabajadores no hayan acudido a sus
centros de trabajo. Los sindicatos de la izquierda han convocado una huelga
general en un país exhausto por la creciente desigualdad y con un estado de
ánimo de insatisfacción.
Las calles de Kerala —Estado
gobernado por el Frente de Izquierda Democrática— no están tranquilas. Circulan
coches y motos. Pero las carreteras sí lo están. El transporte público no
circula por las carreteras porque los sindicatos de transportes secundan la
huelga. Thiruvananthapuram suena como hace 20 años, cuando había menos tráfico
y la ciudad estaba más en calma. Pero no hay nada de calma en la atmósfera. Los
trabajadores están furiosos. El gobierno de Delhi continúa traicionándolos.
La mayor huelga de la
historia
Las huelgas de estas
dimensiones no son raras en la India. La mayor huelga registrada en la historia
mundial tuvo lugar en la India en 2016, cuando 180 millones de trabajadores
protestaron contra el gobierno del primer ministro Narenda Modi. Las exigencias
de esta huelga eran muchas, como de costumbre, pero se articulaban en torno al
deterioro del nivel de vida de los trabajadores, a la ausencia de trabajo y a
los ataques políticos contra los sindicatos.
El gobierno de Modi trata de
reformar las leyes sindicales. Tapen Sen, el líder del Centro de Sindicatos de
la India dijo que las nuevas leyes sindicales suponen prácticamente una
esclavización de los ciudadanos hindúes. Son palabras mayores. Pero no son
increíbles.
Liberalización
Cuando India consiguió la
independencia en 1947, se inició un camino "mixto" de desarrollo
nacional. Los sectores importantes de la economía permanecieron en manos del
gobierno, con empresas públicas formadas para producir bienes industriales
esenciales y mejorar el desarrollo del país. El sector agrícola también se
organizó de modo que el gobierno proporcionaba créditos subvencionados a los
agricultores y fijando los precios de compra para garantizar que los
agricultores siguieran cultivando alimentos esenciales.
Todo esto cambió a partir de 1991,
cuando el gobierno comenzó a "liberalizar" la economía, privatizando
el sector público, reduciendo su papel en el mercado agrícola y acogiendo con
satisfacción la inversión extranjera. Ahora, el crecimiento se basa en la tasa
de rendimiento de la inversión financiera y no en la inversión en el pueblo y
su futuro. La nueva orientación política basada en la liberalización ha hecho
crecer a la clase media y ha permitido a los ricos ganar cantidades fabulosas
de dinero. Pero también ha creado una crisis agraria y una situación precaria
para los trabajadores.
Desmoralizar a los
trabajadores
A partir de 1991, el gobierno
sabía que no era suficiente con privatizar el sector público y vender los
activos públicos valiosos a manos privadas. Tenía que hacer dos cosas más.
Primero tenía que asegurarse de que las empresas del sector público fracasaban
y perdieran legitimidad. El gobierno privó de fondos a estas empresas públicas
y las dejó en el aire. Sin inversión, estas empresas no pudieron realizar
mejoras y, por lo tanto, comenzaron a deteriorarse. Su desaparición validó el
argumento de la liberalización, aunque su desaparición había sido impuesta por
una política de desinversión. En segundo lugar, el gobierno presionó para
quebrar el poder sindical usando los tribunales para socavar el derecho de
huelga y la legislatura para cambiar las leyes sindicales. Con unos sindicatos
más débiles, los trabajadores estaban ahora completamente a merced de las
empresas privadas.
Derecho a la huelga
Esta huelga, como las anteriores,
trata sobre las condiciones de vida y sobre el derecho a la huelga. Una nueva
ley sindical puede aprobarse en esta legislatura. Significaría la muerte del
sindicalismo en la India. Las declaraciones de Tapan Sen sobre la esclavitud
parecen menos hiperbólicas en este contexto. Si los trabajadores no tienen
poder, entonces están efectivamente esclavizados en la empresa. Ya hay casos de
fábricas que operan casi como campos de concentración.
Recorrer las fábricas a lo
largo del corredor Chennai-Coimbatore o en el área de Manesar da una idea del
asunto. Son fortalezas, difíciles de romper. O prisiones. De todas formas, los
sindicatos no son bienvenidos allí. Se mantienen alejados por la fuerza, ya sea
con violencia o mediante la fuerza política. Los trabajadores a menudo son
traídos desde lugares lejanos, inmigrantes con pocas raíces en el territorio.
Ningún trabajador se queda mucho tiempo. Tan pronto como se asientan, son
desplazados.
Trabajadores sin trabajo y
sindicalistas acosados crean un ambiente de trabajo duro. La cultura de la
solidaridad de la clase trabajadora se erosiona, la violencia social crece: el
semillero de la política neofascista.
Esperanza en Kerala
Kerala es un lugar único en
la India. Aquí, la tradición de lucha sigue siendo fuerte. El orgullo de la
historia de transformación social de Kerala es evidente. A lo largo de los
últimos 100 años, Kerala ha profundizado sus ataques a las jerarquías y la
discriminación. Prácticas horribles han sido rechazadas y los movimientos de
izquierdas han fomentado la acción pública como un rasgo normal de la vida
social.
Cuando la izquierda está en
el poder, como ahora, no introduce nuevas políticas por imposición. Los
movimientos de masas de la izquierda desarrollan campañas públicas para crear
conciencia y construir una voluntad política que respalde las políticas. Esta
es una de las razones por las cuales la desesperanza no se cierne sobre Kerala.
En otros lugares de la India,
alrededor de 300.000 agricultores se han suicidado en gran parte debido a la crisis
de la deuda agraria. El profesor Siddik Rabiyath, de la Universidad de Kerala,
me dice que los pescadores tienen una mayor carga de deuda que los
agricultores, pero que no se suicidan. Sugiere que esto podría deberse a la
esperanza de que la captura del día siguiente los rescatará de la deuda.
También se debe a la atmósfera general de esperanza en Kerala.
El año pasado, cuando este
Estado de 35 millones de personas se sumergió bajo el agua en una inundación,
los pescadores tomaron sus botes y se convirtieron en la primera línea de los
rescatistas. No hicieron este trabajo por dinero o por fama. Lo hicieron por la
tradición de solidaridad social en el Estado y por la cultura de la acción
pública aquí implantada.
La huelga
Las líneas de ferrocarril que
salen de Thiruvananthapuram no funcionan. Los huelguistas se sientan en las
vías. Han bloqueado los trenes. También los huelguistas en Assam, en el otro
extremo de la India han bloqueado las líneas ferroviarias. La carretera
nacional 16 en Bhubaneswar, Odisha, está cortada. Los coches y las motocicletas
no pueden moverse. Las escuelas y las universidades están en silencio. Los
sindicatos patrullan las áreas industriales fuera de Delhi y fuera de Chennai.
Los autobuses públicos en Mumbai permanecen en sus estacionamientos.
El gobierno del primer
ministro Narendra Modi ha guardado silencio. Hay elecciones a finales de este
año. La temperatura política en la India no favorece a Modi. Pero ésa no es la
razón de su silencio. Él ha convertido en costumbre ignorar la acción pública,
estar por encima de todo, hacer como que no está sucediendo nada. Si la nueva
ley sindical entra en vigor, la India abandonará cualquier compromiso con la
democracia en el lugar de trabajo. Es parte de la lenta erosión de la
democracia en el país, una deriva hacia la dictadura de la jerarquía y la
dominación. Los trabajadores no quieren eso. Están en las calles. Tienen otros
planes para su futuro.
Traducción: viento sur