Por Alejandro Nadal
Una
pregunta en la Grecia clásica, cercana al asombro de Aristóteles en su visión
sobre la naturaleza de las cosas, era la siguiente: ¿qué es lo que hace que las
cosas perduren en el tiempo y que no se desintegren mientras discurrimos sobre
ellas? En su Metafísica,
el pensador griego marcó varias importantes líneas de análisis que sería bueno
recuperar. Para colocar esa interrogante en otros términos, ¿cómo podemos saber
cuando un objeto ha perdido su esencia y se ha transformado en otra cosa?
Es
una pregunta rica en posibilidades cuando la dirigimos al capitalismo. ¿Hasta
dónde puede mutar el capitalismo sin que se convierta en un sistema social
distinto? La pregunta puede parecer extraña, porque estamos acostumbrados a
pensar que el capitalismo solamente es capaz de cambiar radicalmente como por
una crisis o una revolución. Es menos común pensar en esos cambios graduales,
de tiempo lento, que poco a poco transforman la esencia de un objeto hasta
desfigurarlo y convertirlo en algo irreconocible.
El
capitalismo, como todas las formaciones sociales, está siempre en evolución. Ya
sabemos que las fuerzas que dieron cuerpo al capitalismo como formación social
muestran que el capitalismo es una organización social de producción,
distribución y consumo históricamente determinada. Y así como tuvo un origen
agrario en la Inglaterra del siglo XVII, hoy el capitalismo se está
transformando en algo que podría dar nacimiento a un conjunto de relaciones
sociales esencialmente diferentes en el futuro cercano.
Hoy,
la evolución del capitalismo está marcada por dos fuerzas de dimensiones
históricas. La primera tiene que ver con la relación salarial que está en el
corazón del capitalismo y es la base sobre la cual se erige el vínculo de
explotación y la fórmula de su circulación monetaria.
Pero
en los pasados 50 años la función del salario en el capitalismo se ha ido
distorsionando. El estancamiento de los salarios en la mayor parte de las
economías desarrolladas es resultado histórico de la lucha contra la tendencia
a la caída de la tasa de ganancia. La lucha en contra de las instituciones que
la clase trabajadora pudo erigir en defensa del salario, ya sea mediante el
desmantelamiento de sindicatos o de procesos como la subcontratación, ha
llevado a una profunda deformación de la relación salarial.
Desde
principios de los años 1970 el estancamiento de los salarios, tanto en Estados
Unidos como en Europa, trajo aparejada una transformación en la estructura del
capitalismo: el salario ha dejado de ser la principal referencia para la
reproducción de la fuerza de trabajo. Hoy, el crédito se ha convertido en
instrumento clave para asegurar la regeneración de la clase trabajadora y para
mantener su nivel de vida.
En
la actualidad no sólo existe un fuerte rezago salarial y un problema de
insuficiencia para la clase trabajadora. También estamos en presencia de un
cambio cualitativo por el endeudamiento. Es claro que el vínculo salarial tiene
un estatuto esencialmente diferente al del crédito en la reproducción social.
Actualmente, debido al creciente endeudamiento el capital financiero puede
apropiarse de una parte del ingreso de los trabajadores. Y así se consuma un
doble golpe contra la clase trabajadora: estancamiento salarial y extracción
financiera.
La
expansión del sector financiero es la segunda fuerza que está dejando una
profunda huella sobre las relaciones capitalistas de producción. El
endeudamiento finalmente se ha convertido en un componente especialmente
importante en la reproducción de todo el sistema productivo. Pero, además, la
racionalidad de la esfera de las finanzas, en donde se pasa directamente de una
masa de dinero a una cantidad mayor de dinero sin transitar por la producción,
ha terminado por contagiar a empresas y asalariados con el virus del
enriquecimiento instantáneo. La especulación y el uso de las hojas de balance
para apuntalar la rentabilidad son dos resultados de este proceso.
En
el contexto de una tasa de ganancia a la baja en el sector no financiero, la
sed de rentabilidad es saciada cada vez con más fuerza mediante la
especulación. El fenómeno de la financiarización está estirando al capitalismo
y lo ha estado transformando desde hace ya más de cuatro décadas.
Es
obvio que el hecho de que el capitalismo esté mutando y deformándose no
necesariamente significa que estaremos pasando a una formación social más justa
y benigna. La deformación del modo de producción capitalista conlleva varios
peligros. La inestabilidad internacional ya es considerable debido a la lucha
por la hegemonía monetaria, comercial y militar. Pero si además le agregamos la
fractura que puede producirse con estas mutaciones del capitalismo, los riesgos
pueden incrementarse de manera exponencial.
El
capitalismo podría perder su esencia por un rompimiento del vínculo salarial o
por el exceso que significa la financiarización. Las fuerzas políticas de la
izquierda deben estar atentas a estas mutaciones y sus efectos.