Por: Jesús Alberto Rondón
Este
año comenzó con una nueva acción de la Alcaldía de Maracaibo en el centro de la
ciudad de Maracaibo, en la cual se intervino lo que originalmente se concibió
como el mercado indígena Kai Kai. Este hecho forma parte de una iniciativa, que
reúne a los tres niveles de gobierno (nacional, regional y local) y que comenzó
hace poco más de dos meses, colocando en el foco al Mercado de Las Pulgas.
La
intervención gubernamental en el centro de Maracaibo está motivada por el papel
que el comercio informal tiene en la fijación de precios en el resto de la
ciudad, dicho de otro modo, en Las Pulgas se encontraba la base del marcador de
precios especulativos de los productos de la canasta básica. Los voceros
gubernamentales anunciaron que se busca el reordenamiento y adecuación de la
zona de para que todos los habitantes de la ciudad pudiésemos disfrutar de un
espacio digno.
Las
acciones se orientaron primeramente de la erradicación de la venta de productos
de la canasta básica en los espacios comunes del centro de la ciudad,
intervenir locales donde se almacenaban, además otros elementos asociados como
dinero en efectivo, así como disponer de la presencia de órganos de la fuerza
pública, restaurar la vialidad y el comienzo de la limpieza de los espacios
públicos.
No
es el objeto de esta nota hacer una crónica de la intervención, aunque
necesaria es una introducción sucinta. Considero conveniente reconocer que el
problema de Las Pulgas, como expresión más emblemática de lo que ocurre en el
centro de la ciudad no es de carácter arquitectónico o de orden público como se
pretende de manera reducida caracterizar. El problema de Las Pulgas es cultural
con consecuencias económicas, sociales y políticas.
En
Las Pulgas subyace y se ha venido reproduciendo una idea, en la cual se
sostiene que es licito y socialmente permitido la creación de ingresos súbitos
sobre la base de la especulación. Esta idea tiene un arraigo histórico y se
desarrolló incluso antes que Las Pulgas existiese, como en el Mercado de los
Buchones, en lo que hoy es el puerto de Maracaibo. Dicho de otro modo,
cualquier habitante de la ciudad sabe que puede ir al centro de la ciudad y
comerciar algo para resolver un día en la vida o todos los días de la vida. Un
comportamiento muy asociado a las economías de puerto y en un sentido más
amplio a los países que viven de la renta.
Los
grupos que son portadores y reproductores de esta idea, lograron niveles de
organización que les permitieron ser intocables por décadas. No hubo una
afectación significativa por ninguna gestión de gobierno nacional, regional o
municipal (bolivariano o de oposición). Lo llamativo en los últimos tiempos fue
el desplazamiento del control de la zona del centro de los indígenas (Wuayuu,
fundamentalmente) a los elementos vinculados al paramilitarismo colombiano,
mediante el uso de la fuerza y la extorsión.
Una
parte de los que forman estos grupos han sido invisibilizados públicamente, se
dice que existen comerciantes formales que desvían los productos obtenidos
lícitamente al mercado especulativo; se dice que participan miembros activos de
las fuerzas armadas nacionales y de las policías (estadales y municipales); se
dice que operan personas que formaron parte de grupos armados irregulares en el
conflicto colombiano; se dice que las castas wayuu aseguran el transporte de
las mercancías desde y hasta Colombia; se dice que figuras de la política
regional y local forman parte o protegen el intercambio comercial ilegal. En
contraparte existe el rostro público y estigmatizado: el indígena o el alijuna (todo
aquel que no forma parte de los wayuu) que es el operador del día a día y que
recibe una fracción suficiente para asegurar su sobrevivencia y volver a
comenzar cada jornada desde cero.
No
se observa con claridad en el discurso gubernamental como abordar este problema
cultural, ¿Qué alternativa se les presenta a las personas que han sido
desplazadas de Las Pulgas?, será razonable a los que están acostumbrados
al "diario", se
les pida que busque un empleo donde perciban salario mínimo.
Los
llamados a un debate público desde el gobierno sobre las alternativas a
desarrollar en el centro de la ciudad han sido tímidos y los que se han
desarrollado se han minimizado, lo que hace muy probable que la estrategia se
reduzca a lo estético, es decir al plano arquitectónico y de orden público, en
consecuencia, no sea sostenible en mediano y largo plazo.
No
hay que olvidar que estos grupos se mantendrán pendientes de una relajación de
la acción gubernamental para retomar el control de los espacios, y garantizar
su sobrevivencia, incluso se movilizarán hasta violentamente, una muestra de
ello fueron los eventos del pasado nueve de enero.
Jesús Alberto Rondón
Sociólogo,
se desempeña como Facilitador en el Inpsasel, ha sido electo Delegado de
Prevención (2011-2013 y 2013-2015) y es Vice-Presidente del Consejo de
Vigilancia de la Caja de Ahorros de los Trabajadores y Trabajadoras del
Inpsasel (2.011).