Por Gonzalo Sánchez
En Venezuela hay un golpe de
Estado en curso. Impulsado por la administración de Donald Trump, no parece
que haya terminado de cuajar. El presidente constitucional Nicolás Maduro sigue
en el Palacio presidencial de
Miraflores, con los chavistas abarrotando
las calles de Caracas.
Los militares no han apoyado el golpe. Importantes países del mundo como China y Rusia han mantenido su
reconocimiento en el bolivariano.
Normalmente, cuando se da un
golpe de Estado, un presidente es sustituido por un dictador. Pasó en Honduras con Roberto Micheletti,
en Brasil con Michel Temer,
en Paraguay con Federico Franco… El cambio
es inmediato, porque de no serlo, el
tiempo corre en contra de los golpistas.
Van a pasar 24 horas y Juan Guaidó ya es un
dictador desde el punto de vista de quienes lo reconocen, ya que tiene en sus
manos dos poderes, el legislativo como presidente de la Asamblea Nacional (AN), y el ejecutivo como
golpista que ha usurpado el poder elegido en las urnas hace varios meses.
¿Cuál es el problema
principal? Que EEUU no
ha sido capaz de movilizar de manera sostenida a las bases de la oposición de
una manera masiva, a causa de las
sucesivas decepciones que han sufrido por las disputas internas de la oposición
y los errores de su dirección. Sin unas masivas manifestaciones
que hagan huir al presidente Maduro, Juan Guaidó no será
capaz de usurpar el poder. Y en estos momentos las movilizaciones masivas son
las que protagoniza el chavismo.
Estados Unidos y la oposición lo han apostado
todo, en un intento de no perder los recursos empleados en los últimos seis
años, para terminar con el gobierno bolivariano de Venezuela. La ventana de
oportunidad abierta por Barack
Obama con su ofensiva golpista que comenzó en 2009,
está a punto de cerrarse con la salida de Venezuela de la OEA y la victoria de la
izquierda en México.
Sin embargo perder la apuesta
puede tener unos efectos totalmente contrarios a los deseados al iniciar el
golpe de Estado. La historia ha mostrado que cuando un presidente de izquierdas
-ya sea más o menos moderado- sufre un golpe de Estado -lo supere o no- suele radicalizarse. El Hugo Chávez que superó el golpe de
Estado fue el que empezó a hablar de socialismo y puso en marcha las misiones
que apostaron por la sanidad y la educación públicas, además de luchar contra
el latifundio. Manuel
Zelaya, Fernando
Lugo, Aristide…
Todos ellos se radicalizaron tras los golpes de Estado sufridos.
Nicolás Maduro, si logra superar el ataque contra la
democracia, podría escorarse a la izquierda y aplicar el Plan de la Patria de Hugo Chávez -que
por ahora solo lleva en el discurso-. No lo ha hecho hasta ahora porque no ha
sido capaz de obtener una correlación de fuerzas y una movilización tan masiva
y constante como la que tenía su padre político.
Sin embargo, superar el golpe
de Estado, con el costo enorme que tendría para la oposición que quedaría
relegada a la marginalidad durante varios años, -como sucedió con el de 2002-,
podría significar que el presidente constitucional de Venezuela rompiera
definitivamente con los sectores que han dado y apoyado el golpe. Eso
implicaría expropiaciones a los grandes empresarios con una apuesta por la
gestión obrera y las comunas, superar el modelo rentista petrolero, y aplicar
sus propias medidas anunciadas en agosto del año pasado para vencer al dólar
paralelo.
También cabría la posibilidad
de que los cientos de miles de barriles de petróleo que vende a los países que
han reconocido a Juan
Guaidó como presidente tengan nuevos destinos, y que
las empresas de esos mismos países dejen de explotar los recursos hidrocarburos
de Venezuela.
Ahora mismo el tiempo corre a
favor de Nicolás
Maduro, quién solo tiene que esperar a que la oposición no
cumpla con lo prometido a sus simpatizantes, para que estos se desmovilicen.
Mientras tanto la diplomacia bolivariana, junto con sus aliados Rusia y China intentarán
convencer a la Comunidad
Internacional de que la aventura golpista de Juan Guaidó no tiene
ningún recorrido. Bastará con decirle a Jair Bolsonaro que Petrobrás tiene que
abandonar la Faja
petrolífera del Orinoco, y lo mismo a los demás.
Que unos países reconozcan
a Juan Guaidó no
implica que de repente él tenga el control sobre el Estado venezolano, EEUU ha recibido hoy otro
cargamento de petróleo venezolano enviado por las autoridades bolivarianas,
y Donald Trump no
lo ha rechazado porque no se lo haya enviado Juan Guaidó…
Fuente: El Estado.net